El doble absceso
/Dos enormes abscesos envenenan la política latinoamericana –cual tóxica septicemia que cursa por las venas de su vida pública– causando estragos, retardando el desarrollo y multiplicando la miseria, casi desde el momento de la Independencia.
Son los persistentes mitos del revolucionario romántico e idealista; y del militar eficiente y ordenado.
Mitos que nacen de un primitivo providencialismo fetichista, y que rara vez prosperan en países desarrollados.
De revoluciones y revolucionarios está harto el continente, y a pesar de ello para muchos parece difícil aprender la lección.
Una vez tras otra nuestros pueblos caen presa de esa gran mentira alimentada por literatos y periodistas –posiblemente desde los días de Robin Hood– según la cual los jóvenes revolucionarios son románticos altruistas, reformistas que buscan remediar "injusticias" y que quieren "dignificar" la vida de sus pueblos.
Todo aquello suena bien en novelas, pero con honrosas excepciones lo que en realidad acontece es un asalto al poder –con violencia o sin ella– a cargo de una manada de lobos con hambre vieja, llenos de odio, complejos y resentimientos.
El resultado es casi invariable: Un "quítate tú para ponerme yo" desplaza a la anterior "oligarquía" con una nueva mucho más arrastracueros, abusiva y falta de ética.
Latinoamérica parece una gran fábrica de viejos millonarios que un día fueron jóvenes dirigentes estudiantiles y sindicales: Y todavía hay gente que sigue comiendo el cuento.
El mito paralelo es la arraigada creencia que los militares nos salvan del caos, aportando orden y eficiencia. Ese parece salido de un peligroso coctel de caudillismo, machismo y películas de vaqueros.
Pero la práctica apunta a un despotismo primitivo, donde un coro de ladridos e improvisaciones suelen terminar como antítesis de toda eficacia. Y, por supuesto, también hay lo otro:
Para ciertos militares honradez es que no roben los civiles.
La peor intoxicación proviene del doble absceso que sale de las perniciosas alianzas entre gorilas rojos con el coro de ñángaras fracasados: ese militarismo populista que sigue la devastadora trayectoria de Perón, Velasco Alvarado, Torrijos, Noriega y otros más improvisados y deleznables.
Allí la gran esperanza es que la inevitable y estrepitosa debacle de todos sus artificiales parapetos –alianzas de alacranes con hienas– y la costosísima curva de aprendizaje que sobreviene, resulte en naciones vacunadas contra la doble bacteria del populismo y el militarismo. A fin de cuentas, nadie escarmienta en cabeza ajena.
aherreravaillant@yahoo.com
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