(Foto Angel Chacón) | Alfredo Fermín “Mi ciudad es víctima de un asalto. La tienen sometida y quieren acabar con ella. Nunca la habíamos visto tan abandonada y tan peligrosa. Por eso, ando recogiendo firmas para que continúe la construcción del Metro hasta Bárbula. Es una obra de la Alcaldía de Valencia y el Gobierno Nacional se la arrebató por maldad, por su obsesión de centralizarlo todo en Caracas”. Oswaldo Feo Caballero hizo esta afirmación, con voz firme y vibrante, el 20 de este mes, cuando cumplió 90 años, en la casa del general José Antonio Páez, a donde lo llevaba Tatiana de Pérez Mujica, viuda del escultor Andrés Pérez Mujica autor de la célebre escultura La Bacante, uno de los símbolos de Valencia. Proveniente de las más antiguas familias valencianas, ha vivido plenamente, como un patriarca, cumpliendo una obra extensa dedicada a la investigación histórica, a la conservación de la memoria y de las tradiciones de esta ciudad, como su principal preocupación. Faltando una década para cumplir un siglo, Feo Caballero asombra por su lucidez, por su memoria enciclopédica, o de internet, para ofrecer datos, fechas, cifras y detalles de la historia valenciana, lo que ha sido motivo de ensayos y de tesis de grado en prestigiosas universidades. “He sido afortunado con mis amigos. Me han apoyado y nunca me han abandonado aunque a algunos les reprocho que hayan bajado la guardia en la lucha para la defensa de Valencia, de su unidad, de su belleza y patrimonio histórico y cultural”. “Soy valenciano de nueve generaciones y estoy orgulloso de haber nacido en esta ciudad a la que he visto transformarse en una metrópolis. Pero, al mismo tiempo, me duele profundamente cómo, en estos tiempos, la han maltratado tanto que el deterioro parece ir primero que el progreso. Tengo la impresión de que sus actuales autoridades ignoran lo que ha significado Valencia para que hoy tengamos la patria venezolana”, comenta emocionado. Oswaldo Feo Caballero nació el 20 de agosto de 1920 en el matrimonio del doctor en farmacia Francisco Feo La Cruz y Josefina Rosa del Socorro Caballero Uzcátegui, en la calle Real, hoy Colombia. En esa época de calles empedradas, la ciudad tenía 29 mil habitantes. La niñez la pasó con sus abuelos, la familia Caballero Pérez, quienes residían en la calle de La Beneficiencia, parroquia La Pastora, hoy avenida Soublette. “Los domingos los jóvenes nos reuníamos en las casas de familia de ese sector para tocar piano, violín, viola y mandolina. En realidad todos éramos familia”. Había estudiado en la escuela primaria en la escuelita de las maestras Sittel, de origen holandés. El bachillerato lo hizo en el colegio Don Bosco, guiado por Sebastián Echeverría Lozano. En este colegio de primera categoría, siguió estudios con una beca que le consiguió su tía Ninfa Pérez de Bermúdez Coussin, esposa de Pedro Bermúdez Coussin, quien fue presidente del estado Carabobo en dos oportunidades. “Ella contaba que con su esposo tuvo el privilegio de ser invitada especial del general Antonio Guzmán Blanco, para la inauguración del Capitolio Federal en Caracas”. Pero quien influyó decididamente en la educación de Feo Caballero, fue la esposa de su primo Andrés Pérez Mujica, Tatiana Pérez Mujica, nacida en Siberia, Rusia, en 1890. Ellos se conocieron en París y después de casarse, en Madrid, vinieron a Valencia, huyendo de los estragos de la Primera Guerra Mundial. El joven Feo Caballero adquirió una esmerada formación, aprendió francés, conoció la historia del arte, la galantería, “el savoir faire” y la gastronomía, a través de esta distinguida dama que luego de la muerte de su esposa se dedicó a conservar su memoria en el Museo de la Casa Páez y en su residencia de la calle Libertad cruce con Soublette, hasta su fallecimiento en 1977. A Oswaldo se debe que la escultura La Bacante, con la cual su autor Andrés Pérez Mujica fue premiado con diploma y medalla de honor en el Salón de Artistas Franceses de París, en 1920, fuese vaciada en tamaño monumental como se aprecia en el Museo de la Escultura en El Viñedo. La obra en bronce de 2,68 metros estuvo a cargo del artista Carmelo Tabacco por iniciativa del concejal José González Garmedi y con el apoyo del presidente del concejo municipal de Valencia, doctor Manuel Zambrano, en 1973. Oswaldo Feo Caballero destacó en la administración pública, tanto en la gobernación del estado como en la Alcaldía de Valencia como experto en estadísticas y crecimiento poblacional, por lo cual aún, a sus 90 años, su opinión es de obligada consulta. ¿Cuál es la población de Valencia? -En realidad la ciudad de Valencia tiene hoy, un millón 750 mil habitantes. Pero lo que llamamos la Gran Valencia o área metropolitana, creada con motivo del Censo de 1981, que incluye los municipios Valencia, Los Guayos, San Diego, Naguanagua, Guacara, San Joaquín y Libertador, cuenta 2 millones 340 mil pobladores. Tengo la satisfacción de haber luchado con éxito por la unidad territorial de Valencia. Comenzando la década de los años 90, cuando hubo la polémica por el desmembramiento que tendría Valencia por la separación de sus parroquias Naguanagua, San Diego, Los Guayos, Tocuyito y Campo de Carabobo, para convertirlas en municipio, nos correspondió redactar el artículo 7 de la Ley de División Político Territorial para impedir la división de Valencia. Ese artículo, aprobado por la Asamblea Legislativa, en 1996, consagra que la ciudad de Valencia está constituida, en su aspecto urbano, por las parroquias Catedral, Candelaria, El Socorro, Miguel Peña, Rafael Urdaneta, San José, más los municipios Naguanagua, San Diego, Los Guayos y Libertador que constituyen una unidad urbana indisoluble a los efectos estadísticos, urbanos. ¿Usted es el padre de la parroquia Miguel Peña? -Enrique Grooscors, quien escribió una documentada biografía sobre Miguel Peña, me pidió que propusiera el nombre de este prócer valenciano para desprender un extenso territorio de la parroquia Candelaria, que era demasiado grande. La Asamblea Legislativa aceptó la sugerencia el 4 de agosto de 1971. Hoy, la parroquia Miguel Peña, dotada de 200 kilómetros cuadrados tiene 512 mil habitantes, de los cuales 214 mil son electores. Mas que el estado Cojedes que tiene 194 mil electores. En aquel mismo año, Luis Cisneros Cróquer, que era diputado de la Asamblea Legislativa, propuso, y se aprobó, que La Isabelica fuese elevada a parroquia con el nombre de Rafael Urdaneta, que fue el defensor de Valencia. El crecimiento de esas parroquias es impresionante. ¿Cómo observa a Valencia? -Nunca la habíamos visto tan abandonada y tan peligrosa. Creo que el alcalde Edgardo Parra debería preocuparse más. No ha debido decir que las obras del Metro no pueden continuar porque no hay real, cuando ha asegurado que a él, el gobierno no le debe nada. Bueno, él dirá que así deben ser los pueblos revolucionarios porque así es Cuba. Allá se están muriendo de hambre y de necesidad pero el presidente Chávez dice que esa isla es el mar de la felicidad. ¿Conoce la situación del Metro, que lo dejaron paralizado? -El Metro es una obra de la alcaldía y del concejo municipal promovida por los alcaldes Armando Celli, Omar Sanoja, Argenis Ecarri y Paco Cabrera, que hizo una obra maravillosa. Cuando la obra estaba lista, en su primera etapa, el gobierno se la arrebató para que Chávez la viniera a inaugurar como obra suya. Los valencianos hemos aguantado callados mucho tiempo. Pero, tratándose de una obra vital para la ciudad todos los sectores tienen que unirse para reclamarle al Gobierno Nacional, duramente, que el Metro debe continuar hasta la universidad de Carabobo en Bárbula. Esto no puede ser una promesa electoral sino una exigencia, para que no continúe el proceso de centralizar toda la administración pública, en manos del presidente Chávez como hicieron Guzmán Blanco y Juan Vicente Gómez. La consigna debe ser que el Metro de Valencia fue arrebatado por el Gobierno Nacional por lo cual la gobernación del estado, la alcaldía y todo el conglomerado valenciano está obligado a reclamar, sin miedo, para que la obra continúe evitando que se confunda como una campaña electoral. Hay que ser bien indolente para no conmoverse y preocuparse por el deterioro de la avenida Bolívar, después de que en la administración de Paco Cabrera la habían embellecido. Ahora la vía es un lugar peligroso, con los comercios quebrados y el tránsito infernal indefinidamente. Mi ciudad es víctima de un asalto. La tienen sometida y quieren acabar con ella. Hasta el escudo, que la identifica desde los primeros tiempos, se lo eliminaron. Ese escudo data de la época de los Hausburgo, en tiempos de Carlos I de España y V de Alemania. Menos mal que los concejales que cometieron ese acto de barbarie, no volverán a ser electos. Hasta el puente Morillo, que construyó el general Pablo Morillo, cuando se residenció en Valencia entre 1816 y 1817, le quieren eliminar el nombre. Por allí salieron diciendo que lo bautizaron puente Bicentenario. Eso no lo van a lograr, porque en otras dictaduras hicieron lo mismo y la gente no cambió de opinión, Morillo fue un general realista pero hizo obras muy buenas. Valencia, que es agradecida, lo recuerda diariamente manteniendo su nombre en ese puente sobre el río Cabriales en la calle Colombia. Apóstol del bien Siendo una figura sobresaliente de la vida social y cultural, en especial del teatro, que organizaba memorables comparsas para el Carnaval y fiestas con bailes de cuadrillas, Feo Caballero decidió en 1946 dedicarse a una labor humanitaria que le ha valido el reconocimiento internacional. En ese año, acompañado de sus amigos Luis Eduardo Chávez, Ida y Olga Henríquez, Graciela y María Teresa Gómez, se dedicó a prestar ayuda humanitaria a los inmigrantes que recibió Venezuela, por Puerto Cabello víctimas de la II Guerra Mundial, en cumplimiento al acuerdo suscrito por el presidente Rómulo Betancourt, en 1945, con la Organización Internacional de Refugiados con sede en Ginebra. El acuerdo establecía la recepción de 50 mil inmigrantes. Para recibirlos fue creada la Sociedad Amigos de los Inmigrantes de Valencia y se acordó acondicionar un espacio de la hacienda El Trompillo, de Antonio Pimentel, compadre de Juan Vicente Gómez, cerca de Güigüe. Allí fueron construidos galpones en los que hospedaron los 980 refugiados que habían salido, catorce días antes del puerto de Bremen, en Alemania. “Cuando llegaban los barcos bajábamos a Puerto Cabello a recibir a los inmigrantes para llevarlos a El Trompillo e instalarlos en aquel lugar, cuya vegetación les impactaba. Nos encargábamos de resolver los problemas de inmigración para la residencia, la alimentación, la protección contra enfermedades y para buscarles empleos que les permitieran el sustento. Para que aprendieran el español, logramos un acuerdo con la Escuela Normal, que funcionaba en la antigua facultad de Derecho, frente a la plaza Sucre donde los estudiantes les daban clases. Aprendían rapidísimo. Acordamos, junto con los estudiantes de la Escuela Normal que estuvo en donde funcionó la escuela de Derecho frente a la plaza Sucre, organizamos clases de español. Se inscribieron más de 300 alumnos. Los europeos tienen facilidad para aprender idiomas porque en su continente se hablan varios idiomas. La presencia de esta gente en Valencia fue una revolución. Una noche, en el Teatro Municipal, presentamos a una agrupación de ballet en la que destacó una bella joven rusa llamada Nina Nikanorova, que bailaba como los ángeles. El presidente del estado, Manuel García Guevara, que se encontraba presente, decidió crear una escuela de Ballet, que perdura hoy con el nombre de Nina Nikanorova. Otra de esas bailarinas, llamada Kira, impresionó tanto al escritor Luis Augusto Núñez, que puso el nombre de Kira a su única hija, hoy señora de Bacalao. “Esa gente contribuyó decididamente a la cultura y al deporte de Valencia. Cuando fundé en 1950 el Club de Excursionistas, una institución pionera en Venezuela del turismo de montaña, me acompañaron jóvenes alemanes, húngaros, ucranianos, italianos, españoles y por supuesto venezolanos que aprendimos mucho de ellos. Gracias a la inmigración, surgieron grandes empresarios, constructores y las instituciones culturales como el Ateneo se refrescaron con nuevas alternativas para el arte. |
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