HITLER
¿Habrá algo más difícil que escribir un poema sobre él?
Sesenta o setenta años atrás,en otro clima, en otra historia,se le dirigían versos, se le invocaba.
La lírica se ponía a sus pies.
Hoy, parece que no puede haber nada más contrario a la poesía que su figura.
Pero nos equivocamos si imaginamos el reinado de Hitler sólocomo el reino de la oscuridad, la barbarie y la inhumanidad.
El reverso íntegro de lo poético.Hubo luz para muchos millones de seres humanos.
He ahí lo terrible.Se cantaba, se reía, se abrazaba, bajo su rostro.“
Yo te juro, Adolf Hitler...” a ritmo de salmo.Chocaban las copas, refulgía el oro, sonaba la música, se corregía el baile.
Entre escritores, directores de orquesta, actores, se movían los brazaletesde la esvástica.No había incompatibilidad.
Fuera, en las calles, no todo era tiniebla.
Las madres paseaban a sus hijos, los hombres se abrochaban el abrigo.
Horst Wessel publicaba su poema: “¡Al viento las banderas!”.
Muerto, el texto se convirtió en himno.
Y Adolf Hitler lo ensalzaba.No, no hay un muro que proteja al arte del mal.
El mal también aprecia el arte.
El arte también gusta del mal.
¿Humano contrahumano?
¿Bello lo aterrador?
Trueques en la historia.
Desplazamientos en el tiempo.
Nada más.
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