Crónicas de disidencia
Repúblicas aéreas
Después de la caída de la Primera República, los grandes ideólogos del federalismo que lograron salvarse de la hecatombe, continuaron su prédica política fundada en la realidad de la estructura histórica de las provincias que se habían confederado con la sanción de la Constitución del 21 de diciembre de 1811. No había posibilidad de construir en ese momento un orden jurídico republicano independiente al margen del sistema federal, al punto que el único diputado que se había manifestado en los debates, partidario del sistema unitario, Sata y Bussy, lo reconoce así.
En la misma sesión del Congreso, el diputado Juan Germán Roscio, discurre de la siguiente manera: "El paso preliminar de confederación que ha dado el Congreso y refiere el orador que acaba de hablar -Sata y Bussy- era muy consecuente con la actitud que tomaron las principales provincias de Venezuela, cuando determinaron seguir la marcha que emprendió Caracas en su gloriosa resolución del 19 de Abril. Cada una de ellas protestó conservar en sus propias manos, el régimen interior de su distrito".
El terrible ataque de Bolívar, desde el Manifiesto de Cartagena y otros de sus documentos, contra el régimen federal y las presuntas Repúblicas Aéreas ha impactado negativamente el tema, debido al temor reverencial a su palabra y a su culto, estimulado por muchos historiadores, juristas e intelectuales, que han desnaturalizado y privado de sustancia una controversia que tiene que ver con la búsqueda para nuestro país de las mejores formas políticas y jurídicas en justicia social y libertad.
No puede ser aérea una estructura política que tiene sus raíces hundidas en la historia y todavía luchamos por ella a pesar de estar consagrada en la Constitución nacional, teóricamente vigente.
A partir de las primeras observaciones críticas al Plan Ustáriz, pasando por el Congreso de Cariaco, la Cosiata, la Convención de Ocaña y el Congreso Constituyente de 1830, el planteamiento federalista ha sido muy vigoroso. Necesitaríamos pues un ensayo para abordar cómodamente tal trayectoria.
El país de nuestros días reclama su profundización y la creación de formas jurídicas y políticas nuevas que permitan alcanzar los logros más significativos de sus propuestas y contenidos. En todos los avatares de nuestra existencia republicana ha estado presente recordando la urgencia de su implementación -la democracia federal- para dotar la vida colectiva de los instrumentos necesarios al servicio de la dignidad ciudadana.
Fuera de sus lineamientos institucionales no hay forma de organizar la vida social con respeto absoluto a la dignidad de las personas frente al poder político y a las otras estructuras de la vida pública que regulan el comportamiento colectivo. Sostenida ha sido la lucha con los personalismos y los autoritarismos, tratando de crear instituciones y mecanismos que garanticen, a la par de la libertad, organismos apropiados en la solución de los grandes problemas políticos para desterrar las injusticias y los graves desniveles sociales y económicos.
Se agotó el tiempo de la democracia formal, exigiéndose sin más demoras respuestas institucionales efectivas, con planteamientos novedosos y esquemas transparentes de gobierno. La historia nos ha marcado con nitidez el camino de nuestras responsabilidades, y las recientes realidades deben ser ponderadas a la hora de construir el tejido social que un nuevo Estado descentralizado amerita para las grandes transformaciones pendientes.
Los estados y los municipios, entes claves desde nuestros orígenes republicanos, deben sintonizar con el lenguaje de los grandes cambios y asumir con firmeza sus cometidos y tareas constitucionales, sin dejarse arrear blandamente por el poder nacional.
dabacalao@cantv.net
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