Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

viernes, 9 de septiembre de 2011

Lectura Tangente
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La encíclica Rerum Novarum constituye uno de los documentos más trascendentales de la historia política y social de la humanidad. Con una sabiduría propia de una institución que ya cumplía diecinueve siglos de existencia, León XIII comprendió que el gran peligro que se cernía sobre la humanidad era la destrucción de la civilización y la consiguiente irrupción de la barbarie totalitaria. Lo cual se cumpliría además, y de allí la profunda preocupación que la antecediera, mediante un doble proceso de manipulación, aparentemente vinculado a las enseñanzas evangélicas contenidas en el Sermón de la Montaña: la demonización de la riqueza y el enaltecimiento de la pobreza, así como la renuncia del sujeto a la posesión de bienes materiales mediante la práctica de una suerte de comunismo tribal y comunitario.
La Rerum Novarum se propone así la conciliación del bienestar social con el progreso material, dentro de un orden profundamente ético y moral. Proteger el derecho del individuo, en su caso incluso iusnaturalista, a la propiedad privada –"se halla en la misma ley natural el fundamento y razón de la división de bienes y de la propiedad privada" – y hacer de la defensa de los trabajadores la más alta misión de la acción social de la Iglesia – "disueltos en el pasado siglo los antiguos gremios de artesanos, sin ningún apoyo que viniera a llenar su vacío, desentendiéndose las instituciones públicas y las leyes de la religión de nuestros antepasados, el tiempo fue insensiblemente entregando a los obreros, aislados e indefensos, a la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de los competidores". De allí la solemne admonición a los dueños del capital: "no deben considerar al obrero como un esclavo; deben respetar la dignidad de la persona y la nobleza que a esa persona agrega el carácter cristiano."
Hay, pues, en la esencia de la concepción social de León XIII, la consideración propia de la tradición judaica en la que engarza el cristianismo: el hombre es la más perfecta creación de Dios, por lo cual cualquiera sea su condición es no solo hecho a su imagen y por lo mismo merecedor de una altísima dignidad, sino dueño y señor de su destino sobre la tierra, que nada ni nadie tiene la potestad de violar o de usurpar: "por ser el hombre el único animal dotado de inteligencia, hay que concederle necesariamente la facultad, no solo de usar las cosas presentes, como los demás animales, sino de poseerlas también con derecho estable y perpetuo."
Es esa doble vertiente: la irrestricta defensa del trabajador y su derecho a ser tratado como un ser creado a imagen y semejanza de Dios y por lo mismo destinado a luchar por su prosperidad económica y su crecimiento espiritual, así como la irrestricta defensa de todo ser humano a ser dueño de sus bienes y disponer de ellos sin que ningún factor lo compulse a la renuncia y el sometimiento, la que hace de la Rerum Novarum un poderoso instrumento de acción político social, pronta a traducirse en praxis política de los nuevos tiempos.
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Ello explica la emergencia de los partidos de ideología cristiana, llamados a aplicar en la vida política diaria las enseñanzas de la Iglesia, y del notable papel que jugaran a todo lo largo del siglo XX. Tanto en Europa, particularmente en los países de ascendencia católica, en los que proveerían del puente de transición entre el totalitarismo y la democracia – como fuera el caso de Italia, España y Alemania– como en América Latina, en donde ocuparían el primer lugar de la escena política en Chile, en México, República Dominicana, El Salvador, Costa Rica, Guatemala y Venezuela. Konrad Adenauer lograría la proeza de resolver el grave dilema planteado por la quiebra física, moral y espiritual de la Alemania nazi. En Chile, militantes democratacristianos ocuparían la presidencia de la República en cuatro ocasiones; con Eduardo Frei Montalba – uno de los más destacados líderes de la región – antes de la dictadura del general Pinochet, y con Patricio Aylwin y Eduardo Frei Ruiz Tagle durante el período de transición de la Concertación Nacional. En México ocuparían la presidencia Vicente Fox y Felipe Calderón, su actual presidente. En República Dominica Joaquín Balaguer por varios períodos.
En América Central después de años de dictaduras, gobiernos autoritarios y guerras civiles algunos de los primeros presidentes electos democráticamente fueron socialcristianos, por cierto con el respaldo generoso y solidario de los socialcristianos venezolanos, como José Napoleón Duarte en El Salvador (1984-1989) y Marco Vinicio Cerezo en Guatemala (1986-1990). En Costa Rica han sido electos presidentes por el Partido Unidad Social Cristiana (Pusc) Rafael Ángel Calderón Fournier (1990-1994), Miguel Ángel Rodríguez Echeverría (1998 - 2002) y Abel Pacheco de la Espriella (2002 - 2006).
Venezuela fue ya desde comienzos de los años cuarenta y particularmente desde la caída del general Marcos Pérez Jiménez, con su líder fundador y dirigente máximo Rafael Caldera, junto al Chile de Eduardo Frei, el foco de irradiación del socialcristianismo y de la democracia política y social en América Latina. El Chile de la Unidad Popular y Salvador Allende, aherrojado por la dictadura militar, encontró en el presidente Rafael Caldera un respaldo material y moral que honrará a su partido para siempre. Posición fortalecida por la presidencia de Luis Herrera Campins. La carencia de referentes liberales que pudieran hacer contrapeso a la influencia determinante del socialismo democrático representado por la Acción Democrática de Rómulo Betancourt hizo de Copei su aliado estratégico y su perfecto complemento para construir un bloque de centro abierto a todo el espectro de los intereses nacionales, tanto de trabajadores y empresarios, como de intelectuales, académicos, profesionales y técnicos, y capaz de estructurar el esfuerzo por crear una sociedad moderna y democrática, basada en una clase obrera organizada y una fuerte clase media ilustrada. Esa alianza, inicialmente expresada en el llamado Pacto de Punto Fijo, pero más allá de él constitutiva de un implícito acuerdo nacional de gobernabilidad y una gran identidad de propósitos, hizo posible la Venezuela que nace institucionalmente con la Constitución de 1961 y llega a su dramático fin con el ascenso al poder del golpismo venezolano en 1998. Es la crisis de ambos partidos y el eclipse de ese acuerdo nacional lo que posibilita el estado de excepción imperante, la destrucción de los logros políticos e institucionales más importantes de la Venezuela moderna y la devastación de nuestra infraestructura física, nuestra vida académica, nuestro desarrollo cultural y el avance que hiciera de nuestro país una de las naciones más poderosas de América Latina.
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Salvo la conciencia generalizada de que algunos de los defectos y errores heredados de esos cuarenta años de democracia compartida fueran el populismo clientelar, el sobrepeso del Estado en la gestión de la sociedad –con el creciente abandono del protagonismo de la sociedad civil– y la parálisis de ambos partidos en regenerar sus élites y abrirse a nuevos liderazgos internos, lo cierto es que en lo esencial ninguno de los partidos surgidos de sus entrañas y que hoy tratan de disputarles su clientela originaria, han sido capaces de crear una auténtica alternativa político ideológica. La Venezuela democrática continúa siendo, hoy como ayer, un país esencialmente de centro, que difícilmente puede regirse y ser gobernada por otras fuerzas que no sean las del socialcristianismo y la socialdemocracia, sus parámetros ideológicos. En cualquiera de sus matices, pero fundamentalmente en los de AD y Copei. Lo que condena este interregno de 13 años de delirio caudillesco y militarista, respaldado por una izquierda marxista siempre al acecho del asalto al Poder, en un auténtico "estado de excepción", literalmente imposible de sustentarse en otra cosa que en el carisma autocrático de su actual presidente y posibilitado antes por la crisis de AD y Copei que por las virtudes de su carnavalesco y trasnochado marxismo leninismo.
Puede que la única enseñanza impuesta a su pesar por el régimen del teniente coronel en este interregno de desastres, sea la conciencia crítica de nuestra sociedad respecto de los errores cometidos, compartidos por partidos y ciudadanos, en la gestión común de nuestra Nación. Los partidos, por abandonar sus fundamentos espirituales y convertirse en estructuras clientelares. La sociedad, por renunciar de buen grado a ejercer sus obligaciones constitucionales. El electoralismo sirvió la coartada para la disgregación de unos y otros. El voto, de cómodo sucedáneo a la responsabilidad moral del individuo ante la sociedad. Pero ese proceso de empoderamiento crítico de nuestros errores ha ido más lejos: ha comprendido la necesidad imperiosidad de darle un sustento liberal y moderno a nuestra andadura como Nación. De situar al individuo, no al Estado en el centro de nuestras preocupaciones, y a la libertad de oportunidades y a las garantías constitucionales en las vías privilegiadas hacia la prosperidad, la modernidad, la justicia y el desarrollo. Venezuela debe entrar en un acelerado proceso de desarrollo económico y social e integrarse a la globalización, que las redes ya preparan. Nuestro objetivo inmediato debe ser la reinstitucionalización y redemocratización del país, garantizar la reconciliación nacional, iniciar una cruzada contra la inseguridad y avanzar a pasos acelerados hacia la reconstrucción y desarrollo de nuestra economía. Pero por sobre todo, ser capaz de refundar la República sobre bases morales más sólidas y cónsonas con los imperativos de la globalización y la modernidad. Es Copei y los grupos que se han desgajado de su matriz fundacional, como Proyecto Venezuela, Primero Justicia y Alianza Popular, junto a AD y UNT, los llamados a encender la llama de ese relanzamiento. Unidos, no disgregados. La familia socialcristiana está llamada a su gran reencuentro nacional, para contribuir al reencuentro de la sociedad venezolana toda.
La alianza AD-Copei, con todas sus implicaciones orgánicas e ideológicas, se convierte así en un imperativo categórico de las graves circunstancias por que atravesamos. En ambas organizaciones se encuentran la experiencia, la capacidad y las ideas como para consolidar, conjuntamente con todas las demás organizaciones políticas del país, un GRAN ACUERDO de UNIDAD NACIONAL de modo a garantizar la GOBERNABILIDAD del país en la fase de su difícil transición hacia el pleno Estado de Derecho. Retomar el curso del desarrollo interrumpido por este siniestro interregno y garantizar la estabilidad y la gobernabilidad como para que asumamos los desafíos del futuro es la gran tarea del momento. Recuperar nuestra andadura histórica y volver a ser una gran Nación. Asumirla es un imperativo insoslayable.
E-mail: sanchezgarciacaracas@gmail.com
Twitter: @sangarccs

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