"La literatura es un canal por el que se van muchas cosas "
"La literatura es sanadora, un canal por el que se van muchas cosas. Postales negras fue terapéutico" "Los géneros están diluidos hace muchísimo para los lectores, no para los editores"
Rafael Cadenas lo advierte en el prólogo: una vez que se empieza a leer Postales negras, cuesta soltarlo. El último poemario de Jacqueline Goldberg (Maracaibo, 1966) es un viaje interior a través de aguas turbulentas. La poeta estructuró un libro a base de imágenes, con las que interpeló a varios autores (Luis Moreno Villamediana, Eleonora Requena, Alexis Romero): miradas ajenas, miradas propias, todas íntimas.
-Dijo, en su libro, que agua y postales ya la atormentaban. ¿La escritura permite liberar esas obsesiones?
-Siempre. La literatura es sanadora, salvadora, un canal por el que se van muchas cosas. Este libro fue terapéutico. Yo, en ese entonces, estaba a punto de hacerme una histerectomía. Esas postales tenían 10 años guardadas. No hallaba qué hacer con ellas. En esos dos meses de terapia, un día, las saqué y comenzó a aparecer el libro. Hubo sueños reveladores, las postales fueron diciéndome cosas. Muchas de ellas no tenían que ver con las imágenes, sino con el momento que estaba viviendo.
-Hay en Postales negras una mezcla de poesía y prosa. Como que de a poco los géneros se diluyen, ¿no?
-Los géneros están diluidos hace mucho tiempo para los lectores, para la gente que disfruta la literatura. Lastimosamente, no para los editores, ni para jurados de concursos. Si abren un libro y les cayó en una página de prosa, eso no entra en poesía. Yo no creo en géneros.
-Pasó cuatro años desde que publicó su último libro, pese a que Postales negras lo tenía listo desde hace tiempo. ¿La poesía debe batallar con el mercado editorial?
-No quería apurarme. Creo que decidí asumir una cierta madurez y trabajar el libro con mucha paciencia, pero confieso que fue un libro difícil para entrar en editoriales y concursos porque le veían las ilustraciones. Se enrollaban con eso, con derechos de autor, con el costo de las postales a color, que aquello no era prosa ni era verso. Todavía no hay editores venezolanos para esa mezcla.
-¿Qué función cumple la poesía en el mundo de hoy?
-Todo y ninguna. La poesía puede pasar de lado, pero es lo que nos queda. Con lo que puede escribirse una historia, más allá de los libros analíticos. Es la emoción más pura del hombre que vive un momento.
-Usted también escribe libros infantiles. ¿Cómo se le explica a un niño que la poesía no es fastidiosa?
-Eso me cuesta hacerlo con mi propio hijo. Es una cosa de sensibilidad, de sugerirle que ahí adentro hay un mundo que puede decir algo. Pero es muy complicado. La televisión dice mucho más, los juegos electrónicos dicen mucho más. Los niños están en una velocidad que no les permite sentarse con la calma que requiere un libro.
-¿Y qué será que se necesita para ser un poeta?
-Nalgas.
-¿Nalgas?
-Sí. La poesía es trabajo. Son horas de lectura, horas frente al papel en blanco. Oficio.
-Ya antes usted dijo que ve la poesía como un oficio
-Sí.
-Pero un poeta no puede vivir sólo de su poesía
-No hablo de lo económico ni de lo material, sino de una vida interior. De lo que uno hace cuando la puerta se cierra y la ciudad apaga sus luces. Nadie puede vivir de la poesía. Sí vivir por la poesía y para la poesía, pero no de la poesía.
-Uno de los poetas que consultó para su libro le mandó una pregunta: "En el libro dice 'Cada poema escrito con lo ajeno (...) No hay otro procedimiento. No lo habrá'. ¿De qué manera trabaja en Postales negraslos textos "apropiados" de modo que sean parte de su poética?
-Las postales yo comencé mostrándoselas a amigos. Les preguntaba qué ves, qué no ves. La mayor parte de la gente que entrevisté, porque lo hice con una grabadora, dijo cosas maravillosas. Confieso que esos textos, que les pertenecen a ellos, los trabajé muy poco. Di apenas una forma, quité una repetición. La emoción que produjo la postal se reveló en una escritura poética. Y después está lo que yo mismo digo.
-Ahora me toca jugar a mí (le muestro una copia de El grito, de Edvard Munch): ¿Qué ve, qué no ve?
-Siempre he pensado que ese hombre no grita. Ese hombre vio algo terrible que le recordó algo de sí mismo. Más allá de la historia que hay de ese cuadro, me interesa mucho la relación entre imagen y poesía.
dfermin@eluniversal.com
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