Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

domingo, 15 de abril de 2012

La escritora venezolana Lena Yau fue asesora de "El sabor de la eñe"


La literatura también se come

La escritora venezolana Lena Yau fue asesora de "El sabor de la eñe"

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El Instituto Cervantes de España publicó un libro gastronómico a partir de fragmentos literarios de autores hispanoamericanos
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DANIEL FERMÍN |  EL UNIVERSAL
sábado 14 de abril de 2012  12:00 AM
El Instituto Cervantes publicó un libro que tiene sazón. El sabor de la eñe, un glosario de gastronomía y literatura que reúne 59 bocados hispanoamericanos extraídos de obras de la región, fue presentado a principios del año por el organismo español. Y tuvo su toque venezolano: la caraqueña Lena Yau fungió de asesora literaria.

La autora, que lleva años radicada en Europa, trabajó el grueso del manuscrito. Seleccionó a los autores que, en sus ficciones, mencionan platos típicos de su país. Copió fragmentos que van acompañados de sus respectivas recetas. Como para dejar claro que la literatura también se come -"y que la comida se lee"-. "El libro ayuda a que se conozca la cultura de los hispanoparlantes. Es una forma de acercarnos nosotros mismos", dijo Yau.

Así, el libro menciona, en 204 páginas, el tacacho de Mario Vargas Llosa enPantaleón y las visitadoras; o la alboronía de Gabriel García Márquez en El general en su laberinto. También hay escritores -comidas- nacionales: los tequeños de Camilo Pino en Valle Zamuro; las empanadas de Rodrigo Blanco en Una larga fila de hombres; las arepas de Juan Carlos Chirinos en Ay qué noche tan preciosa; el batido de cambur de Roberto Echeto en La mesa cinco quiere la cuenta; los pastelitos de queso de Antonio López Ortega en Naturalezas menores; el perico de Numa Frías en Baruca; y las hallacas de Federico Vegas en Sumario.

El proceso de selección duró dos meses. Fue sólo leer, que no comer. "Había tres condiciones fundamentales: los textos tenían que ser escritos en español. Tenían que ser de autores vivos, y el plato del que se hacía referencia en la obra tenía que ser propio del país del autor. Si Camilo Pino me habla de perros calientes no me sirve", explicó Yau. Así se hizo el descarte hasta completar la obra. Hay entradas, platos principales, postres y bebidas. Un libro para chuparse los dedos. 

dfermin@eluniversal.com


Miguel Calvillo Jurado, asesor del ámbito lingüístico del Centro del Profesorado de Córdoba.


Introducción a las relaciones entre Cocina y Literatura (un artículo para abrir boca).


¿De qué estamos hablando?

Cocina y Literatura resulta un epígrafe atractivo, pero ¿a qué referimos con él? En el sentido más estricto, obvio sería decir que a las apariciones de recetas en obras literarias. Sin embargo, además del sentido estricto, las relaciones entre la Cocina y la Literatura se extienden como se extienden los significados de ambas denominaciones, de suerte que por metonimia o sinécdoque, al hablar de cocina, hablamos del acto, del lugar, de los alimentos, y de todo lo que gira alrededor del sustento y sus elaboraciones. Igualmente, cuando hablamos de Literatura, hablamos de la obra literaria, de la obra escrita en general, del escritor y hasta de las metáforas, según las cuales existe hasta una cocina de la escritura o una Literatura de la cocina. Desde estos puntos de vista, el panorama se enriquece notablemente, de manera que comentamos escritores cocinillas o comilones, obras gastronómicas que alcanzan valor literario o valores literarios de los alimentos. Curiosa, por ejemplo, es la relación entre comida y lectura que se producía en los conventos en cuyo refectorio no se podía comer si no era escuchando la lectura de un texto.
Alrededor de la comida, pues, se abren una serie de círculos concéntricos que irradian relaciones múltiples entre la cocina y la alimentación por un lado y la escritura y la obra literaria por otro. El estudio de sus relaciones y su explotación cultural y didáctica son objetos de esta introducción y del curso para el que la publicamos.

Presencia literaria de la cocina y la alimentación.

En la vida real la cocina y la alimentación ocupan un lugar fundamental por cantidad o por calidad. Por cantidad, porque si hay algo que se repite -y ay de aquellos casos en que no ocurra- varias veces al día y todos los días de un ser humano es precisamente la alimentación. Por calidad, porque la transformación de los alimentos naturales en la cocina representan la conversión de los productos de la naturaleza en cultura, la definitiva humanización de los alimentos. Si la Literatura imita, reproduce o recrea la realidad humana -y si no es humana, la humaniza- no es de extreñar que la cocina y la alimentación aparezcan frecuentemente en las obras literarias.
Puesto que la obra selecciona los fragmentos temporales que refiere, lo primero que debemos notar es el hecho de que muchas obras literarias eliminan toda referencia a la comida, generalmente porque se supone un periodo poco relevante o poco informativo (nada de lo importante ocurre comiendo), otras veces demasiado trivial o trivializador (los asuntos de la historia no deben mezclarse con asuntos excesivamente cotidianos), hasta humanizador o materialista (se pretende presentar a los personajes como no necesitados de alimentación).

En la presencia de la cocina, podemos distinguir dos vertientes fundamentales: cocina mágica y cocina realista -sin que ello suponga que no existan mezcla de ambas en algunas obras literarias.
En la cocina mágica, nos encontramos con la brujería, la tradición esotérica y mitológica. Esta cocina tiene poderes sobrenaturales y produce efectos especiales en los personajes. De la cocina mágica, se desgaja posteriormente la cocina didáctica y la medicinal, la cocina educativa por la que se supone que "de lo que se come se cría" y que el ser humano es un producto de su alimentación, y por ende, el personaje.

La presencia de la cocina en la Literatura es tal, que aparece hasta en el conocido tópico del final feliz: y fueron felices y comieron perdices. Aunque no podemos negar que influye en el tópico la afortunada rima de la perdiz -razón de peso para elegirla como final literario propio de un dístico con feliz- llama la atención que además de la boda por amor, el final deba incluir precisamente la cocina, por supuesto además, una cocina de un cierto nivel -carnes, en este caso- apropiada para quien quiere ser feliz. Y si para algunos lo importante para la felicidad de la pareja no es el dinero, tenemos otro tópico: contigo, pan y cebolla. De manera que la conclusión a la que nos llevan estos dichos relacionados con la ficción y la realidad, es que la cocina y por extensión la comida, sea como sea forman parte relevante -muy relevante- no sólo de la vida real, sino de la vida imaginaria, la literaria, entre ellas. Otra conclusión que no debemos pasar por alto, ya que hemos hablado de la cocina mágica, de la medicinal y ahora de su relación con el amor, es su efecto balsámico, curativo, antidepresivo, amistoso, sociabilizador. Los personajes se agasajan con comida, se curan, se agradecen, se celebran. Las penas con pan son menos, la comida deviene un quitapenas.

La cocina y la alimentación como caracterizadora de los personajes.

Una de las presencias más típicas de la cocina y la alimentación es apoyar la caracterización del personaje. La cocina sirve para caracterizar el nivel social -ricos y pobres- y cultural -modernos y tradicionales-. La cocina acompaña al personaje como otro de sus atributos y delata incluso los que pretende ocultar, como ocurre en los que aparentan. La comida se liga a su forma de ser como atributo humano más. De hecho, la relación con la comida ha dado lugar a tipos de personajes como el glotón, el gorrón y modernamente, el anoréxico y el bulímico.
La comida también suele estar unida a la historia del personaje, de modo que evoca a partir de su olor y su sabor, todo un mundo anterior.

La comida como protagonista.

En ocasiones, como en la vida, la comida se convierte en auténtico protagonista de la historia como ocurre en banquetes y atiborramientos. La celebración pantagruélica no en balde es de origen literario.
Este protagonismo de la comida hace que se muestre ostensiblemente y que como tal se relacione con la literatura erótica como otra exhibición más de los placeres humanos. En el caso del canibalismo, deseo alimenticio y erótico se unen. La comida excita y también calma los dolores y sufrimientos de los personajes, así que los ayuda a unirse y fundirse. Igualmente, la comida es el origen del terror y el sufrimiento (ser comido, pasar hambre).
De las literaturas en que la comida tiene mayor protagonismo no podemos negar que destaca la infantil, donde la comida no sólo toma un protagonismo absoluto en muchas obras, sino que llega hasta el título y se lo apropia, mientras que las pocas veces -comparativamente- que ocurre esto en la literatura para adultos, las palabras relacionadas con la comida o la cocina suelen tener un tono simbólico y el porcentaje de aparición es mucho menor.

La cocina y la alimentación a lo largo de la escala lectora.

Si hay una Literatura en la que la cocina tiene una presencia constante es en la Literatura infantil (ya hemos mencionado su mayor presencia en los mismos títulos de las obras). Alguien dijo que tal es la presencia que hasta podemos dividir los personajes en dos tipos: los que comen y los que son comidos. La comida es placer fundamentalmente, pero también poder (cómete la sopa) y terror (que te come el lobo).
Cada cultura introduce en la Literatura infantil su modo didáctico de educar en la mesa. Así, en el caso de la cultura anglosajona se pensaba que los niños y niñas debía educarse en una dieta austera y que el mucho comer debilitaba el carácter. Esta idea dio lugar al tópico del gordito caprichoso tan frecuente aún hoy día en la LI. Basta comparar esta idea con la de cebar a los niños en la cultura mediterránea para que se hagan fuertes (todo lo contrario).
La idea de que la fortaleza deriva de la comida se explota no sólo en la Literatura, sino en el cómic, el cine, la televisión y por supuesto, la publicidad.

Esta presencia de la comida parece disminuir notablemente en la Literatura juvenil, entendiendo por tal la que va dirigida generalmente a adolescentes. Los dulces, por ejemplo, pueden llegar a considerarse infantiles respecto a los sabores más cercanos a los adultos. La idea de juego que tiene la cocina no parece divertir a los adolescentes, que con sus necesidades sociales no parecen tener tiempo sino para la comida rápida: ya no es tan importante la alimentación, hay otras prioridades.

En la Literatura para adultos encontramos una presencia desigual probablemente por variaciones históricas y culturales. Mientras en la Literatura japonesa actual encontramos una gran presencia de la cocina y la alimentación, algo que puede comprobarse también en el manga basado en la vida cotidiana, no ocurre lo mismo en la Literatura occidental de ahora. Sin embargo, por contraposición, no hay nada más simple que ponderar la cocina en la Literatura del siglo de oro. Difícil es seguir algunas líneas de Cervantes, Quevedo o cualquier otro autor sin advertir menciones continuadas de comidas de la época.
Esta presencia en los siglos de oro no puede estar alejada en su causa de la masiva presencia también en la literatura popular, que frecuentemente le dedica obras a celebraciones, banquetes y que no pocas hace de las recetas cantes y bailes.


Miguel Calvillo Jurado. Introducción a las relaciones entre Cocina y Literatura.

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