Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

domingo, 15 de abril de 2012

Por mi vida, dice el Señor, que yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que del malvado cambie de conducta y viva". Ez. 33, 11

Lectura Tangente

*El honorable y convaleciente prelado asume que la prédica del odio y la violencia tiene 
que ver con la sangre que diariamente corre por nuestras calles y exhorta al 
Presidente a corregir las fallas en su gestión gubernamental.
*En una seria, contundente, extensa, valiente y profética misiva pública, el primer y 
ahora obispo emérito de la Diócesis de Carora, monseñor Eduardo Herrera Riera, hace
 una serie de cuestionamientos a la gestión del jefe de Estado venezolano.
*El convaleciente pastor cree que la autoridad nacional se ha dejado llevar por 
su soberbia y es responsable de la desatada y peligrosa violencia que vive el país.
A continuación, la carta enviada a la redacción de este medio.
Carora, 9 de abril de 2012
Señor Comandante
Hugo Chávez Frías
Presidente de la República
CARACAS.
Señor Presidente:
Se dirige a Ud. este anciano Obispo Emérito de Carora con 84 años 
a cuesta, que además padece las graves consecuencias de un fuerte tratamiento 
de quimioterapia y de radioterapia, que me han dejado extremadamente débil 
por haber rebajado 16 kilos de peso. Soy como un esqueleto ambulante, que no 
se puede movilizar por sí solo, llevándome siempre en silla de ruedas. Todo eso 
me da la seguridad de que mi muerte está muy cercana. De todo esto podrá deducir 
la sinceridad y el sano deseo que me mueven para hablarle con la mayor claridad...
Hay una frase de Jesús en el Evangelio, que por cierto la acaba de citar el 
Cardenal Urosa en Televisión, que dice: "No todo el que dice Señor, Señor, 
entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi 
Padre Celestial". Ud. ha dado diversas demostraciones de fe y de confianza en Dios, 
llamándolo "Diosito mío", abrazando y besando Crucifijos, visitando el Santuario 
del Santo Cristo de La Grita y muchas otras cosas por el estilo. Si todo eso se hace 
con sinceridad, es muy laudable y se lo aplaudo; pero, lamentablemente, eso no 
basta para recibir el perdón de Dios y entrar en el Reino de los Cielos. 
Es estrictamente necesario, además, reparar el mal y las injusticias que se le han 
causado a las personas y a las instituciones, y que Ud. llevado por su soberbia, 
las ha cometido en innumerables ocasiones. "El gran pecado" llama la Sagrada 
escritura a la soberbia, y eso fue lo que llevó al bellísimo y poderoso Arcángel Luzbel 
a rebelarse y querer emular el poder de Dios, alzándose contra Él, junto con un grupo 
de ángeles que le siguieron en su loca empresa. Pero Dios envió contra ellos al 
poderoso Arcángel San Miguel, que les presentó batalla y los venció enviándolos a 
los terribles y eternos sufrimientos del Infierno. Desde entonces Luzbel, que ahora 
se llama Satanás y que no ha perdido sus dotes de inteligencia y poder, no cesa 
de trabajar por llevar a su Reino a todos los humanos que desprecian el infinito amor y 
misericordia de Nuestro Padre Dios.
Como le decía, Señor Presidente, Ud. ha cometido muchas y muy graves injusticias. 
Solo para recodarle algunos casos más emblemáticos: La injusta prisión de la Dra. 
María de Lourdes Afiuni y la de los tres Comandantes de la policía; y así como ellos, 
innumerables casos más que han hecho sufrir muy gravemente a ellos y a sus 
familias. Todo eso debe y puede ser reparado con una orden suya, que estoy 
cierto se cumpliría de inmediato de abrir las puertas de las prisiones a todos los 
presos políticos y, además, las puertas del país a todos los exiliados que se 
han visto obligados de abandonar su patria huyendo de las casi seguras represalias 
que Ud. les causaría.
Otro gravísimo pecado que Ud. ha cometido, Sr. Presidente, han sido 
las expoliaciones o robos, como se lo dijo claramente María Corina Machado. 
Llevado por su misma soberbia. Ud. como Júpiter tronante, decía:" Exprópiese,
 exprópiese", sin tomar para nada en cuenta las leyes que rigen en esta materia, 
es decir: un previo evalúo, un acuerdo con el o los interesados y un justo pago 
de los bienes expropiados. Si Ud. quiere el perdón de Dios debe reparar y pagar 
sin demoras a los cientos de afectados, bien sean personas particulares o 
instituciones.
Hay, además, Sr. Presidente, otro mal tremendo que Ud. le ha causado al país: 
Su inexplicable prédica de odio y de violencia que le han proporcionado a casi todas 
las ciudades de nuestra patria ese doloroso río de sangre que diariamente corre 
por nuestras calles. Ud. como Jefe del Estado, es el que tiene la gravísima obligación, 
en primerísimo lugar, de procurar la paz y la seguridad de los venezolanos, empezando 
por todo aquel que posea un arma ilegalmente; atacando con firmeza y decisión a 
todos los grupos violentos, después de un estudio serio realizado y llevado a cabo 
por técnicos en la materia que los hay muy buenos en el país. Lamentablemente Ud. 
ha sido muy débil y descuidado en enfrentar ese gravísimo problema. Si no se enfrenta 
con decisión y valentía a solucionar ese terrible mal, también Dios le pedirá cuentas 
de su negligencia.
Habría, Sr. Presidente, algunos otros pecados sobre los cuales debería llamarle la 
atención. Pero no quiero terminar sin hacerle ver su culpa en su inexplicable 
negligencia de enfrentar con decisión la horrorosa corrupción que asola a Venezuela, 
tanto es así que muchos piensan en su complicidad en esos hechos. De allí se 
deriva la venalidad de la mayoría de los jueces que dictan sentencias injustas, muchas 
veces ordenadas por Ud. mismo, las decisiones tomadas por los altos poderes del 
Estados que Ud. maneja a su leal saber y entender sin control ni respeto a la Constitución 
y a las leyes. De todo eso le tomará cuenta Dios, si Ud. no corrige de inmediato 
esas graves faltas.
Le dirijo esta ya larga carta, públicamente, porque quiero que la lean también 
sus seguidores. También ellos, si quieren salvar sus almas, tienen la gravísima 
obligación de pedir con la mayor sinceridad de sus corazones el perdón de 
Dios y de reparar todas las tropelías e injusticias cometidas.
Como podrá apreciar, mi estimado presidente, le he hablado, quizás con mucha 
rudeza, pero con el mejor y más santo deseo de que algún día nos encontremos 
gozando de la felicidad eterna en el Reino de nuestro Dios y Señor.
Atentamente,
+Eduardo Herrera Riera
Obispo Emérito de Carora
C.I. 650.501
"Por mi vida, dice el Señor, que yo no me complazco en la muerte del malvado, 
sino en que del malvado cambie de conducta y viva". Ez. 33, 11

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