Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

martes, 12 de marzo de 2013

¡Qué quedó del Chávez que Ricardo Combellas conoció?


El Chávez que yo conocí

RICARDO COMBELLAS |  EL UNIVERSAL
martes 12 de marzo de 2013  12:00 AM
Fui asesor en materia constitucional del presidente Chávez. Lo conocí el año 1998 y me relacioné estrechamente con él el año 1999 con motivo del proceso constituyente que se desarrolló para esa época. De esa relación sólo me quedó una satisfacción: mi contribución a la redacción de la nueva Constitución.  Firmé la Carta Magna y me retiré voluntariamente de la vida política. Más nunca volví a ver a Chávez. Las reflexiones que a continuación expongo fueron escritas el año 2010, y están extractadas  de mi libro El proceso constituyente. Una historia personal. Estampan el perfil del Chávez que yo conocí. Profundamente sinceras de mi parte, sólo me cabe como pórtico seguir las palabras de Napoleón: "Los hombres son difíciles de conocer, cuando uno quiere ser justo".

El hombre que traté en esos días tuvo como escenarios principalmente reuniones, digámoslo así, de gabinete, pequeñas, donde asistían como mucho si acaso diez personas, aparte de los encuentros individuales que compartí directamente con él. Era un hombre racional, donde predominaba la lógica y se encubrían discretamente las pasiones. Afable en el trato, sin embargo se sentía incómodo cuando se refutaban sus puntos de vista. Un verdadero "encantador de serpientes", sabía halagar cuando lo consideraba necesario. Dotado de poderosos recursos histriónicos, era diestro en saber utilizarlos cuando las circunstancias se lo exigían. De una simpatía contagiosa, arrugaba el ceño y cambiaba en un santiamén su humor si apreciaba que se contestaba su liderazgo. Si bien en esos días me intrigaba la verdadera naturaleza de su personalidad política (autoritaria o democrática), de lo que me convencí desde el principio es que tenía ante mí una persona intolerante, como tuve la oportunidad en más de una ocasión de comprobarlo.

Aprecié sin ninguna clase de complejos su inteligencia. Entendía fácilmente los argumentos y los situaba, con la capacidad que sólo tienen los políticos sagaces, en el reino de las posibilidades. Hombre además astuto, ofrecía una capacidad natural para adaptarse a las circunstancias cambiantes, sentido de la oportunidad, como lo reveló el convertir el golpe de Estado de un fracaso en un triunfo, y el abandono del abstencionismo para asumir, a la larga exitosamente, el compromiso electoral.

Amigo de los libros, era curioso intelectualmente. Agradecía los libros que se le obsequiaban, buscaba el tiempo para manosearlos y leerlos, e intentaba sacar provecho de sus lecciones. Testimonio de su interés por el conocimiento está en que se ha rodeado a lo largo de su vida de mentores intelectuales, el último y más relevante de los cuales, además de su valor político, su ejemplo mítico y su experiencia de liderazgo, no es otro que Fidel Castro, que por lo demás ha superado con creces a los que le precedieron en afecto personal e influencia política e intelectual. Aprecié de Chávez en esa época sus cualidades de lector acucioso, con una salvedad, la carencia de sistematicidad que sólo se adquiere, por lo menos en lo que se refiere a las rigurosas disciplinas científicas, con la regularidad metódica de las aulas. Metafóricamente lo identificaba como un lector de vivac, combatiendo el insomnio en las frescas noches de los campamentos militares.

El Chávez que conocí era rigurosamente abstemio. Pese a su sencillez no distraía su verbo en conversaciones procaces. Noctámbulo, disfrutaba del pasar de las horas nocturnas (muchas de nuestras reuniones se prolongaban hasta altas horas de la madrugada). En esos momentos se sentía a sus anchas y se tomaba la libertad de gozar de las bocanadas de tres o cuatro cigarrillos, acompañados de abundante café negro. En fin, de poco dormir su capacidad de trabajo se multiplicaba grandemente. Era lo que los norteamericanos llaman un workaholic, intentando arrastrar con su ejemplo  la  dedicación de sus ministros y más estrechos colaboradores, a los que sometía y sorprendía a cualquier hora, requiriendo una petición o trabajo pendiente. Muy trabajador, no era ordenado en el sentido convencional que le damos al término. Me lo figuraba como un caballo desbocado al que no era fácil seguirle los pasos y menos acompañarlo en el trote.

El Chávez que yo conocí no se adhería a ningún cartabón ideológico preestablecido. Era por supuesto bolivariano. Comprobé su conocimiento de los escritos del Libertador, sus ideas políticas, militares y constitucionales, que manejaba con soltura y arrancaba de su tiempo histórico para dotarlos de militante actualidad. Era un convencido nacionalista y antiimperialista, antioligárquico e igualitarista, muy sensible a las necesidades de los pobres y más necesitados. De alguna manera se sentía como un instrumento de redención, dotado de una misión sagrada de transformación social.

¡Paz a sus restos!
 
ricardojcombellas@gmail.com

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