Entre dos ciudades
"Este es mi lienzo, mi composición y mi obra. Ya era hora. Quizás después escriba un libro", explica Beatriz Valdés, actriz.
La actriz tiene un papel en la cinta de Miguel Ferrari, "Azul, rosa y no tan rosa" CORTESÍA
ÁNGEL RICARDO GÓMEZ , BEATRIZ VALDÉS , ACTRIZ | EL UNIVERSAL
domingo 26 de junio de 2011 12:00 AM
"El teatro es un espacio en el que todo es posible. Fui yo la que me prohibí la música", comenta, quien decidió en sus 40 años de carrera artística celebrar desde el 7 de julio en la Casa Rómulo Gallegos con un monólogo escrito por ella (Las ciudades que soy) y que adereza con temas que forman parte de su banda sonora vital.
-Siempre quise hacer un espectáculo como éste, pero nunca me atreví. Le impuse tantas condiciones que me alejaba más de él. Hasta que me di cuenta de que llevaba 40 años sobre el escenario y 20 de estos en Venezuela. Entonces supe que de la única manera que quería celebrarlo, era con la música que está en mí.
-¿Cómo marcó su carrera la película cubana La bella del Alhambra?
-Llegué compitiendo con 300 mujeres. Como en las películas, un día recibí la llamada mágica. Veintiún años después, La bella... anda suelta y nos arrastra a los que la hicimos detrás de ella. Ha sido el mejor regalo de mi carrera.
-Llega en 1991 a Venezuela ¿cómo era la Caracas de entonces?
-Vine a vivir en Venezuela porque me enamoré de un venezolano. Me conseguí una Caracas vibrante, con un auge cultural extraordinario. Abría el periódico y lo primero que leía era a José Ignacio Cabrujas. Esperaba el Festival Internacional de Teatro y veía tantas obras como aguantara el día. Los museos presentaban las mejores exposiciones. Mientras tanto, secretamente, yo iba sustituyendo en mi cabeza, cada lugar nuevo por aquél que me recordaba a La Habana. Nunca me aprendí Caracas. Mi hijo me decía a dónde debía ir. Cada semana bajaba a La Guaira a oler el mar, hasta que un día mi amor me dijo que quería a otra. Ese día descubrí la montaña y no bajé más al mar.
-¿Tuvo su viaje a Caracas consecuencias en su situación en Cuba?
-No, en lo absoluto. La Habana es un lugar indispensable para mí, y vuelvo a ella siempre que puedo. Y cuando no puedo, también vuelvo.
-¿Por qué escribe un monólogo y no un libro?
-De todos los creadores, los menos autónomos somos los actores. Los compositores hacen canciones, los directores dirigen obras, los pintores pintan lienzos, pero los actores esperamos a que algún director piense en nosotros. Éste es mi lienzo, mi composición y mi obra. Ya era hora. Quizás después escriba un libro, ¿porqué no?
-El estreno del monólogo el 7 de julio, casi coincide con aquella carta de el año pasado. ¿Hay algo de aquel escrito? Tal Cual
-No tiene nada que ver una cosa con la otra. Pero sí confieso que luego de aquel episodio, me quedé con la incomodidad de que había quedado latente que yo había sido maltratada, cosa que ni es cierta, ni fue mi intención expresar. En esa oportunidad, yo estaba hablando de eventos puntuales. Es probable que esa sensación haya servido para empujar mi necesidad de ponderar y honrar, la bondad y gentileza que también conforman la naturaleza del venezolano. Quizás ese episodio haya sido un factor movilizador para que cumpliera mi sueño.
-¿Se arrepiente de haberse desnudado ante la opinión pública con aquel escrito?
-Absolutamente no. Querer expresarme fue una experiencia extraordinaria. Sé que mucha gente sintió que su voz también estaba ahí.
-¿Trajo consecuencias esa carta?
-Sí. Respeto.
-¿Han cambiado los programas de farándula a raíz de aquella comunicación?
-No, esencialmente, no.
-¿Qué balance hace de 40 años de carrera?
-Vivir es una sucesión de errores y aciertos, y componemos la vida de acuerdo a las lecciones que nos dejan nuestras acciones. Todo lo que he hecho ha sido por decisión propia, así que mis equivocaciones son mías. En cambio, mis ganancias son atribuibles a todo aquél que me acompañó a lograrlas. Cuando miren el programa de mano de la obra, cada nombre colocado ahí, ha sido indispensable para lograrlo.
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