Alfonso Betancourt
|| Desde el Meridiano 68
La aventura de vivir
Lo hermoso en la vida de un hombre es no saber qué le ocurrirá en los siguientes segundos, horas y días. Aun cosas previstas, calculadas y hasta medidas en sus consecuencias, no se nos dan siempre como las pensamos. Factores impredecibles, imponderables, convergen para trastocar lo proyectado o imaginado. Es el azar, que envuelto en el misterio, en lo desconocido, en lo impenetrable, nos llega en el momento que vivimos o viviremos. De ahí que todo segundo inmediato de nuestra existencia, y hasta que ésta termina, no sea más que un paso viviente en la aventura permanente en que se desenvuelven nuestras vidas con sus polarizantes correspondientes de bien y mal, alegría y tristeza, amor y odio, fealdad y belleza; y todos los que en secuencia se derivan de aquéllos o los complementan para definir, en carne y espíritu, lo que somos, pero con las variaciones, largas o cortas, que nos produce ese duendecillo que es el azar.
¿Qué es, tomemos por caso el destino, sino una gran dosis de misterio, de azar, que en gran parte regula nuestras vidas? Veamos. Uno ha preparado en horas, hasta en días, un plan para ejecutarlo, también, en horas o días siguientes. Se han analizado los pros y los contras. Hasta los resultados han sido medidos. Conclusión. En pura lógica hay que acometerlo. Pero antes de iniciarlo, o en el proceso del mismo, se presenta el azar en sus formas negativas y lo que parecía, en razonamiento lógico, un éxito, se convierte en fracaso. Y a la inversa, cuando se ve con temor el riesgo de lo emprendido, los imponderables, movidos en el juego del azar, saltan hacia la meta del triunfo, del éxito. No se puede por eso, dejar de lado, en los actos que nos proponemos, el azar caprichoso que nos deparará buenas como malas jugadas. Ignorarlo, aparte de privarnos de un amigo o enemigo para lo agradable o desagradable, es privarnos, también, de lo más delicioso de la existencia como es la aventura de vivir, con todos sus contrastes, en el presente y el futuro que tenemos por delante. Pero no se vaya a creer, por todo lo dicho, que el azar es algo etéreo, incognoscible y misterioso como el duendecillo que señaláramos. No. Es real y tan real, que está en todo lo que existe. Lo que pasa es que no lo percibimos por la manera insólita en que aparece. Entonces, si es real ¿qué es? Es el resultado de lo que segundo a segundo, minuto a minuto, hora a hora y día a día, se va transformando todo lo que existe en algo nuevo en ese discurrir sin tregua que es el cambio, porque nada es inmutable y de ahí porque lo eterno sea el cambio. En los hilos aparentemente inescrutables de lo que cambia, es donde creemos ver la intervención misteriosa del azar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario