EL CARABOBEÑO 04 octubre 2011
Fernando Luis Egaña ||
La pregunta del profe europeo
flegana@gmail.com
Un profesor europeo que conoce muy bien a Venezuela desde hace tiempo y que suele venir cada dos o tres años para dictar conferencias, acaba de comentar que está realmente impresionado por el grado de deterioro que percibe en el país. Su última visita fue en 2008, y desde entonces hasta la fecha, él aprecia con preocupación el barranco por donde vamos cayendo como nación.
Comenzando por la situación de inseguridad que, en su opinión, es aún más grave que en México o Colombia, porque en Venezuela la explosión de violencia criminal no se encuentra localizada en regiones determinadas sino que acontece en todo el territorio nacional. "Cada vez que vengo, afirma, el ambiente de indefensión y temor es más agudo, lo que explica que la gente ande a la defensiva y como prisioneros en donde vivan y trabajen".
Y tiene razón. Desde el Táchira hasta Margarita, el hampa campea soberana y los 20 mil homicidios que se estiman para el presente año, así lo demuestran con toda su carga de tragedia para la familia venezolana. El que Venezuela se esté convirtiendo en uno de los lugares más violentos del mundo, rinde suficiente cuenta al respecto.
Pero al académico extranjero no sólo lo impacta la espiral descontrolada de violencia, sino el grave desmejoramiento de la infraestructura física. Y eso que el buen amigo apenas se queda en el país un par de semanas, porque si viviera acá no podría creer el nivel de regresión que se padece en esta materia. Y en otras de similar tenor, como el deterioro creciente y constante de todos los servicios públicos.
Carreteras y autopistas abandonadas, aeropuertos cerrados y puertos entrabados, el transporte subterráneo canibalizado y hasta el único tren de pasajeros de Venezuela en graves problemas. La aviación comercial en terapia intensiva y el sistema eléctrico guindando en la cuerda floja de la desidia y la improvisación. Acaso ni en Libia después de la guerra, habrá un asolamiento de esa magnitud.
Sus anfitriones universitarios le refieren el acoso gubernamental y presupuestario en contra de la educación superior que no lleve el mote de "bolivariana", y no le garantizan que puedan recibirlo dentro de dos años, porque si las cosas siguen como van, no hay seguridad de que las principales universidades autónomas lo sigan siendo, e incluso estén funcionando.
Como el profesor es un especialista en ciencias políticas y viene estudiando a fondo el proceso político venezolano de los últimos años, no necesita que nadie le explique el estado de postración de las instituciones democráticas, la naturaleza despótica y personalista de la "revolución bolivarista", la severa restricción de derechos ciudadanos y el manejo partisano del sistema electoral.
Y tampoco requiere de mucha investigación para darse cuenta del desmadre económico, de la carestía y escasez, de la desconfianza e incertidumbre, del tamaño descomunal de la deuda, y de la maraña de mentiras oficiales que se presentan como estadísticas triunfantes. Lo que sí le cuesta comprender, es cómo todo esto ocurre con el barril de petróleo venezolano promediando los 100 dólares.
También le cuesta entender que a pesar de tan gravoso panorama, todavía un porcentaje considerable de venezolanos considere que la situación del país es buena o regular. Quizá sea que la esperanza es uno de los pocos activos que no ha sido destruido, o que el avasallamiento del poder estatal no deja lugar para apreciar un futuro distinto al presente...
Lo cierto del caso, es que el profesor europeo se está haciendo la misma pregunta que nos hacemos millones de venezolanos todos los días: ¿y qué más falta por destruir?
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