EN EL PEDAGOGICO NACIONAL EN CARACAS
CUANDO INCLUSO ENTRABA A CONVERSAR CON EL
EN SU CUBICULO
CUANDO INCLUSO ENTRABA A CONVERSAR CON EL
EN SU CUBICULO
OTROS VENDRAN DESPUES DE MI
Estamos, al leer con honda
fruición, la novela de Italo Tedesco(1947): Otros vendrán después de mi.(Caracas:
UCAB, 2001. 339 p.) ante un raro caso, un ser habituado al análisis literario y
a la enseñanza de la literatura, conocimientos que no le hicieron imposible,
como muchas veces ha sucedido, vertebrar una ficción. Supo aquí el profesor
Italo Tedesco dejar de lado la parte racional de sus conocimientos y abrirse
ampliamente a la vertebración de una certera novela histórica la cual no puede
ser considerada sino como un ejercicio pleno de la imaginación, hecho en
estimulante y sabio estilo. Nos demuestra en su bello libro, que ocupará su
lugar entre nuestras mejores novelas, que para el cultivo de este género no
basta poseer una bien desarrollado estilo, tenso y terso en esta obra, sino que
con él hay que saber fabricar una realidad novelesca, una obra que sea
literaria plenamente. Y esto lo logra en esta sobrecogedora novela, una
tragedia(p.11), que nos lleva a uno de los tramos más entrañables y más
dolorosos de nuestro vivir en los días
de la emancipación. Y como sucede siempre con las novelas históricas la
memoria del pasado se proyecta sobre el presente y sus interrogantes. “Es el pasado
que regresa como fantasma”(p.126).
Aquí estamos ante la
historia de un héroe, Leonardo Infante(1798-1825), un hombre del pueblo, de
raza negra, quien vivió “con el único amparo del caballo y de la lanza”(p.27),
quien fue uno de los centauros de las “Queseras del Medio”, quien en algún momento,
días difíciles del año veinte, mantuvo al Libertador gracias a su suerte en el
juego de dados(p.27 y 83; Cartas del
Libertador. Caracas: Banco de Venezuela, 1964, t.II,p.333); fue uno de los
que hizo el “Paso de los Andes”, de los que peleó en Gámeza, el Pantano de
Vargas y Boyacá.
Pero esta novela es también
la historia de una venganza: se sabía que Infante había sorprendido a Francisco
de Paula Santander(1792-1840) escondido, por momentos, en una “casa de
tejas”(p.170) durante la batalla de Boyacá. Otra señal de miedo le había
observado en el “Pantano de Vargas”. Eso lo conocía también el general José
Antonio Anzoátegui(1789-1819). Por ello este fue envenenado en Pamplona. No
muerto de apoplejía como enseña la historia escolar(p.74). Por ello también fue
perseguido Infante. Cazado en la mala hora de comienzo de las crisis final de la Gran Colombia , que
jugó un papel de trasfondo en su historia. La real y la que se recrea en este
libro. Con estos recuerdos de la tradición oral ya está puesta la base de una
invención novelesca. Cosa que tomó Tedesco en sus manos y supo con ello
inventar su narración.
Que fuera oficial
venezolano, llanero de Charaguamal, sitio cercano a Maturin, feroz, como la
califica el propio Simón Bolívar(Cartas…t.IV,p.382),
”veneco” como llamaban en Bogotá a los aquí nacidos, los mulatos como también
les decían, león victorioso, pobre, negro, no bien visto por los antiguos
realistas, como Azuero, pasados a la república. Todo ello jugó un papel en la
acusación, nunca probada, por la muerte de Francisco Perdomo. Por ello en el
patíbulo el titán dijo, “Otros vendrán después mí”. Entre otros Sucre y el
propio Bolívar, a quien salvaron suaves manos femeninas. “De nada le sirven los
bríos al centauro, si lo cercan las espadas”(p.11). Tenía aquel día, el de la
culminación de la tragedia, 26 años. “No pude vivir entre los hombres que ayude
a libertar”(p.239), lloró el héroe.
Aquí, en el libro que glosamos, desde
la cárcel, a donde había sido enviado preso por un asesinato que no había
cometido, donde se casó con María Dolores Caicedo, crimen por el
cual fue juzgado y fusilado, no lográndose probar su culpabilidad, el coronel
Leonardo Infante evoca su vida en largo, tormentoso y tirante monólogo, “Me
muero en la única querencia que no me pudieron quitar, la de las
evocaciones”(p.240).
A este soliloquio, uno de los grandes
logros de Tedesco, lo seguimos aquí al unísono con la narración de su vida,
la intercalación de documentos, diversas
citas intertextuales(p.70, 186, 195, 196, 197); lo miramos junto a lo mágico de
nuestra tierra, de nuestro modo de ver el universo. De allí la presencia de las
barajas, de los albures gitanos, de las predicciones de un brujo.
Pobre fue Infante. Como a todos los
oficiales de sus días le pagaban siempre tarde los sueldos. A veces ni eso. Por
ello apenas podía alquilar una habitación, en el barrio de San Victorino, donde
no tenía otras pertenencias que: un catre, un chinchorro, un taburete, una
silla rústica, una mesa de madera, un mantel “de tela ordinaria”(p.148), “un manuscrito
de varias anotaciones sobre el arte de la guerra”(p.148), un jarro, una taza,
una botella de licor, una pequeña tinaja, un espejo, una estampa de Nuestra
Señora de los Dolores, un sable, “con la punta desportillada”(p.227) como dicen
viejos infolios.
Novela del infortunio es esta de Italo
Tedesco. “Nadie viene a despedirse. No te sorprendes. Los perdedores se quedan
solos. Fue siempre así. No va a cambiar. Vas a decir los adioses. Como en una
letanía. La ves. Siempre la viste. Te la llevarás”(p.257), “Quiron es un doble
y te viene a buscar…La cercanía de la muerte trae fantasmas y también eres
clarividente”(p.281). Quiron es el centauro de la mitología griega, maestro de
Aquiles.
Novela de los que todo lo dieron y nada
recibieron, de los que no participaron en el reparto que trajo el poder.
Rememorando encontramos siempre a
Infante: “Como estos recuerdos que te llegan tenaces y no te dejan vivir. No
los culpas. Al contrario. Los bendices. Les agradeces. Son tu única visita.
Sólo por ello puedes decirte que estás vivo. Todavía”(p.35).
El novelista sabe que
trabaja con las palabras, con el lenguaje, comprende que todo “Fueron palabras
que el viento se llevó. Las guardó la tradición oral”(p.70) y ahora las revive
el narrador, el hablador, como llamó Vargas Llosa al contador de cuentos. Este
aquí recrea, reescribe, recuenta, “Agregándoles detalles. Quitándole aquí.
Poniéndole allá. Envenenando la narración para hacerla más sabrosa. Un cacho,
pues”(p.75).
Cuento del fin de un vivir, “La muerte,
ésta se acerca, porque alguien se atribuyó el designio de los dioses y decidió
cortarle el hilo”(p.105). Sólo sobrevive la memoria de los otros “a ti, que
hasta más allá de la muerte vas ser un Coronel de verdad”(p.20).
Sobre la tumba de este hombre del
pueblo, en el epitafio de la sepultura de este soldado victorioso, cuya
catástrofe nos cuenta otra vez Italo Tedesco, escribió el Libertador(julio
11,1825), “nadie lo amaba ni estimaba más que yo”(Cartas…t.IV,p.282).
Septiembre 12,2002
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