José Tomas Boves(Oviedo, España, 18 de septiembre de 1782 — Urica, Venezuela, 5 de diciembre de 1814). |
El Boves magnífico,
interpretado por el actor Gustavo Rodríguez
TALLER CRITICO
FRANCISCO
HERRERA LUQUE ESCRIBE “BOVES, EL UROGALLO”
Por:
ROBERTO LOVERA DE-SOLA.
ROBERTO LOVERA DE-SOLA.
“No es cosa fácil ni productiva echarle en cara a un pueblo sus lacras e iniquidades por más que una lección semejante sea expresión
de amor y de una
firme voluntad terapéutica”
Francisco Herrera
Luque: “Boves, el voz de los viejos”,
El
Nacional,
Caracas: septiembre 9,1971.
El 12 de Junio de 1972, en las prensas
de la editora San José, imprenta de la editorial de Domingo Fuentes(1931-2010),
situada de Delicias a Gobernador, n/ 67-1, en La Pastora, Caracas, apareció la
primera edición, de Boves, el Urogallo(Caracas:
Editorial Fuentes,1972. 330 p.), fue su publicación el gran pilar en la vida
del escritor Francisco Herrera Luque(1927-1991), el libro más publicitado
editado por la editorial Fuentes, la
primera aparición de uno de los hitos de la
novela venezolana, es de hecho el más reeditado después de Doña Bárbara(Barcelona: Araluce,1929.
345 p.) del maestro Rómulo Gallegos(1884-1969), el que forma parte de las tres
novelas del período constantemente reeditadas: Piedra de mar(Caracas: Monte Ávila Editores,1968. 129 p.), de
Francisco Massiani(1944) y El mago de la
cara de vidrio(Caracas: Monte Ávila Editores,1973. 151 p.) de Eduardo
Liendo(1941). Libro a través del cual su autor revela la gran eclosión de
violencia encabezada por José Tomas Boves(1782-1814) en los días de la Guerra a
Muerte(1813-1814), un proceso que durante todo el periplo de la guerra
emancipadora solo tuvo Venezuela, novela en la cual, además, aparece Eugenia,
el más fascinante personaje femenino de nuestra ficción en el último medio
siglo.
Queremos hoy solo referirnos a los
aspectos biográficos de la vida de Herrera Luque que dieron nacimiento a este
libro, especialmente por el hecho de haber sido nosotros testigo de su proceso
de su creación, al menos desde el momento en que ya estaba entre su tercera y
cuarta versión, que fue el momento en que nos conocimos en su casa, una noche
de febrero de 1972, faltaban aquel día cuatro meses para la aparición del
libro, coloquio presidido por la sin par Negrita, bella como siempre, vestida
aquella noche con un soberbio traje negro.
Desde luego la vida intelectual de
Herrera Luque se inició quince años antes con la publicación de sus opúsculos Aspectos psicológicos y psiquiátricos de la
inmigración en Venezuela(Caracas: Gráficas Castellana,1957. 30 p.) y Las neurosis en los medios populares
venezolanos(Caracas: Gráficas Castellana,1957. 19 p.) que por sus temas se
acercaban a su obra mayor de Los viajeros
de Indias(Caracas: Imp. Nacional,1961. 536 p.), aparecida cuatro años más
tarde. Fue tan singular la aparición de Los
viajeros de Indias que Tomás Polanco Alcántara(1927-2003) escribió: “El
libro tomó su propio camino y señaló el comienzo de un nuevo tipo de vida para
el médico que lo había escrito”(Venezuela
y sus personajes. Caracas: Italgráfica,1997,p.493). Después apareció su
corolario, La huella perenne(Caracas:
Alfar,1969. XVI,432 p.), producto y consecuencia de la polémica sostenida con
ocasión de la publicación del primer libro. También entonces había publicado un
manual universitario, Las personalidades
psicopáticas (Barcelona: Editorial Científico Médica,1969. XV,111 p.), este
si bien había sido concebido como obra dirigida a los alumnos de su cátedra,
explicaba claramente el concepto de personalidad psicopática que él manejaba en
sus libros, y, que dentro de las claves de la ficción, desarrollaría en su
novelas.
Debemos señalar que fue la crisis
universitaria de 1969, y como consecuencia la separación de Herrera Luque de la
Cátedra de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de Herrera Luque, lo que le
otorgó el tiempo para aquella dedicación, algo, desde luego, que él hubiera
realizada si hubiera continuado al frente de su cátedra, de la que era fundador,
la que había obtenido por méritos propios.
La nueva etapa de su vida que se
inició con la publicación de Boves, el Urogallo, constituyó un nuevo
período, el segundo, en la vida y en el escribir de Herrera Luque: la del
novelista. Ni siquiera él, que puso alma, vida y corazón, al crearla, pudo
imaginar lo que esta novela produjo. Inició así un nuevo periplo en su vida al
que dedicó los siguientes diez y nueve años, tiempo que sólo cerró su deceso.
Al publicar Boves, el Urogallo había logrado tocar un punto esencial de las mil
interrogantes que los venezolanos nos hacemos con relación a nuestra historia.
Y, además, había hurgado en el tema cervical de nuestra experiencia colectiva:
la presencia de la violencia en ella.
Pero, ¿cómo se engendró aquello?¿Cómo
el ya conocido ensayista de Los viajeros
de Indias y de La huella perenne
había pasado de la reflexión, expresada en la prosa de un ensayista, siempre
inspirado en los sucesos de la historia, a la escritura de una ficción. Cómo
había sido el sendero tomado desde el momento en que comenzó a escribir un
estudio psiquiátrico sobre su personaje hasta darse cuenta que ante aquella
criatura se había quedado sin palabras, “me encontré de pronto impedido de
hablar…y dejé que las ideas y las palabras, por ellas mismas, encontraran su
forma”(Boves, el Urogallo.12.ed.
Barcelona: Pomaire, 1980.342 p. La cita procede de la p.9. Esta es la edición
que Herrera Luque consideró definitiva) como leemos en la novena línea de la
advertencia. Así nació el novelista
Herrera Luque, así nació la técnica que aplicó a su cultivo de la novela
histórica, es decir usó “la historia verídica, fabulada y verosímil”(p.9), que
él dijo. Lo que más tarde llamó “la historia fabulada”. Aquello que hizo, según
nos los escribió en una carta desde Ciudad de México(mayo 3,1976): “En el
comienzo lo hice para dar vida al novelista que siempre presentí había en mi”.
Para asomarnos al periplo que venimos
describiendo hay que decir que ser narrador era una vocación que estaba
implantada en Herrera Luque desde muy atrás, desde la adolescencia. De hecho su
vida literaria no se había iniciado con la publicación de sus dos primeros folletos
en 1957, ni con la edición de Los
viajeros de Indias. Se había iniciando cultivando la literatura, a los
quince años con su cuento “El carretón del diablo” que su abuelo Andrés Herrera
Vegas(1871-1948) había hecho publicar en la revista de la Liga antituberculosa
que dirigía. Y con la escritura de una primera novela Doña Eufrasia o la vida galante de un señora decente, redactada a
los diez y ocho años, que la mamá de amigo suyo, Micaela Fernández de Espinosa,
llamada por todos Mila, destruyó por considerarla obra pornográfica. Esa
narración es un eslabón que hoy nos hace falta para una más honda comprensión
de la obra de Herrera Luque, es de hecho la génesis del narrador.
La nueva etapa de su vida, que inició
con la publicación de Boves, el Urogallo
comenzó con dos elementos, ambos nos sirven para acercarnos al proyecto en el
comenzó a trabajar en 1969, el mismo año en que perdió, por maniobras propias
de las oscuridades de la vida universitaria, perseguido por “la diabólica envidia”
que dice Polanco Alcántara(Venezuela y
sus personajes,p.496). Por ello se entregó aquella tarea, fue una forma de
excorcizar aquellos fantasmas.
El primer insumo que tenemos es su
artículo “Boves en la voz de los viejos”, publicado en El Nacional(Caracas: septiembre 9,1971), nueve meses antes de la
aparición de la novela, cuando esta estaba ya más que bosquejada, de hecho su
primer lector, su amigo el profesor Augusto Germán Orihuela(1920-2001), ya
había repasado sus renglones y lo había estimulado a proseguir. El segundo fue
la carta que nos dirigió a los pocos meses. Siempre le hemos dado un especial
valor al artículo al cual nos referimos pues, tras leer la novela, una vez
apareció, comprendimos que el esquema de la misma está trazado en el artículo.
En él expresó:
BOVES EN LA VOZ DE LOS VIEJOS
“Quizá por
esa irrefrenable vocación por lo absurdo que tenemos los psiquiatras, siempre
me ha tentado estudiar la personalidad de José Tomás Boves(1782-1814), el
antihéroe por antonomasia de la vida venezolana, el paladín de la antirepública,
la negación de Bolívar.
La historia
convencional lo pinta como un hombrón de sonrisa canina y mirada centellante,
capaz de estuprar a una novicia présbite y de tener en ella una orgía a
caballo. Su paso está marcado por el incendio, el saqueo y el crimen. Sus
desmanes parecen cuentos de [Añfred] Hichtcock o del Monje Loco.
Como un
fornido y viril Nerón, gustaba de combinar la música con el crimen. Había una
sonata gachupina, llamada el Piquirico, que excitaba sus impulsos homicidas. En
Valencia se la hizo bailar a las mantuanas, mientras en la acera de enfrente tronaba el pelotón de
fusilamiento que desgonzaba a sus maridos. Sobre él hay toda clase de cuentos y
consejas como para dejar chiquito a un psicoanalista confeso. Se llegó a decir,
incluso, que era hijo de el Diablo y de una bruja horrenda, a quien Satanás,
quien al perecer no era muy exigente, violó a la orillas de un río. En fin, un
verdadero monstruo a quien Venezuela puede presentar sin complejos, en la
galería de la fama al cabo de Pizarro, Calígula o el próximo Ministro de
Hacienda.
A pesar de
todos estos hechos ciertos y demostrados, Juan Vicente González(1810-1866), llegó a afirmar para
escándalo de sus contemporáneos, y de los que siguen, que fue el primer “caudillo
de la democracia venezolana”, un jefe amado y venerado por sus hombres; y
respetado por patricios idóneos como Roscio, Duarte y Figueredo.
Como yo no le
doy mucho crédito a los historiadores épicos, y en particular, si están
ansiosos de describir patéticos el parto de la República, siempre me pregunté,
siguiendo la línea del obeso y polémico
historiador, si Boves fue realmente un antihéroe y polémico como quieren todos,
por qué entonces hay una serie de señales alrededor de su personalidad, que sólo
se dan en los catalizadores de los grandes procesos históricos?.
En el Llano,
monte adentro, a donde no llegan los investigadores de archivos y papelotes, la
imagen del Taita, como lo llamaban sus seguidores, continua presente y
omnisciente, y se le invoca y se le reza en silencio, como a esos dioses celtas
a quien la iglesia católica expulsó del culto. En Guayabal, Cazorla y El Rastro
viven los descendientes de aquellos feroces lanceros que le acompañaron desde
el Orinoco hasta Úrica en terrible cabalgata. Hay que verle la cara a esos
viejos llaneros cuando se les pregunta sin respeto y sin tacto, por las
andanzas de aquel agitador astur. Primero, ponen la cara estrecha, escupen
largo y nos responden esquivos sobre una serie de hechos vagos, confusos y
contradictorios que en primer momento impresionan como una ausencia total de
información. Pero si logramos demostrarles que no somos representantes de la
religión oficial. Sino jueces imparciales que pretendemos redimir la verdad
entonces veremos nacer las más hermosas herejías. Boves ya no es la replica
española de un Atila en Tierra Firme, sino el Taita de quien contaba el abuelo
bellas hazañas rebosantes de coraje, colorido y justicia expeditiva. Nos
contaron, por ejemplo, que la culpa de todo la tuvieron los ricos de Calabozo
que lo hicieron azotar en la plaza, además de matarle a un hijo, y todo porque
se les quiso igualar mandando tropas contra los españoles. Dicen asimismo que
era, como todos los héroes populares, bueno y generoso para con los desposeídos
y terrible para los soberbios, o sea los que escribieron historia.
“El no era
malo... pero lo hicieron malo” me dijo un zambo viejo que tiene su pulpería en
Ortiz y que le enciende sus velas al Caudillo, cuando lo conmina al pago el
mayorista, llega al pueblo el gobernador o se le hace más angosta la calle
polvorienta.
Con un
grabador a cuestas y aire de buhonero recorrí los caminos del Taita e interrogué
a los viejos y a las familias patricias que se cuentan la historia de padres e
hijos. Hablé mucho y caminé más, y de tanto oír supe, que si José Tomás Boves
tenía sus defectos como era degollar de vez en cuando a un millar de enemigos,
era un tipo simpático por lo demás, tornado y dicharachero, de buen plantaje y
de buen ver por el que suspiraban lánguidas nuestras dulces bisabuelitas.
Todo esto
discrepa con la crónica oficial; pero yo lo creo, porque estaba “en la voz
de los viejos, que como dice Gillermo Meneses(1911-1978), tiene peso y valor de
semilla”(Francisco Herrera Luque: “Boves, en la voz de los viejos”, El
Nacional, Caracas: septiembre 9, 1971).
UNA MISIVA
Leído aquel artículo, joven escritor
entonces, de veinte y cuatro años, se nos ocurrió enviarle una carta con una de
sus pacientes, querida amiga nuestra, con la que compartía la admiración por el
autor de Los viajeros de Indias. En
síntesis nuestras preguntas, parecieron no gustarle todas, era que cómo un
tratadista de hechos serios de nuestra historia como lo veíamos, nos sorprendía
que fuera a cambiar de método, a dejar las bibliotecas y los archivos e irse
con un grabador por los caminos de la Venezuela profunda. Ignorábamos entonces
que lo que había hecho era escribir una novela y que el viaje realizado era
para documentarse en las voces de la tradición. Nos contestó la carta que le
vamos a leer a donde otra vez está trazado el esquema de Boves, el Urogallo. Esto son dijo el 10 de enero de 1972:
“Mi estimado amigo:
Antier, y con
bastante atraso, recibí su carta del 11 de noviembre, la cual me apresuro en
contestar tanto por el interés que usted merece como por su deseo, de que
ampliemos en una entrevista este diálogo epistolar, siempre constructivo o
insuficiente. Pero como a usted le gustan
“los archivos y los papelotes” me permito responderle por escrito a algunas de
las objeciones que hace a mi ensayo sobre “Boves en la voz de los viejos”.
En primer
lugar pone en boca mía una afirmación que jamás he hecho, como es haber escrito
una biografía “científica” de Boves partiendo de las tradiciones orales
recogidas a la manera de [Oscar]Lewis(1914-1970). Yo tan sólo he dicho que el recoger por tal
sistema una serie de hechos, he encontrado nuevos aspectos, los que no
corresponden a la historia oficial (siempre escrita por los que ganan). Luego de estudiar minuciosamente la
bibliografía existente (que no es muy extensa que digamos) y de hacerlo
igualmente con su espacio y con su tiempo (ya más amplia) elaboré mi hipótesis
de trabajo sobre cómo era la psicología del personaje. Teniendo por asidero los principios
fundamentales de la Psicopatología de la Personalidad, de la cual tengo alguna
experiencia y obras, y partiendo del material documental y recogido en la
tradición, elaboré un semblanza psicológica de este célebre personaje de
nuestra historia, yendo de lo estructural y definitivo hacia el verosímil o
factible; con(ello) dábamos lugar a un Boves, que si podría ser cuestionado “sensu
estrictus” desde el punto de vista científico era mucho más real y coherente
desde este nuevo enfoque, como suele suceder en realidades humanas y sociales
cuando son analizadas ingenuamente (como preconiza la fenomenología). Aunque tentado por un material tan estupendo
no pude menos que recordar mi condición de hombre de ciencia que también usted
recuerda, y renuncié a la idea de hacer una biografía, como usted y yo la
concebimos; pero jugando y jugando me fue saliendo de entre las manos una
novela, que algunos amigos han considerado publicable. Esa es la historia y no otra. He escrito una biografía novelada donde es
lícito hacer aparecer la imaginación en grado y medida conveniente. No sé cuando la publique ni qué méritos
literarios tendrá; lo único que puedo decirle es que no tiene ningún valor científico,
valor que por otra parte jamás he mencionado; de modo que encuentro fuera del
lugar sus argumentaciones y objeciones sobre el particular, de la misma forma
que me sorprende y lastima un tanto, la pobre formación epistemológica que me
atribuye, el recordarme los deberes y caminos que he de acatar y seguir en mis
investigaciones. Si a estas alturas de
la vida no conociera yo el valor del testimonio literario dentro de la
antropología o el papel que le podemos adjudicar a la tradición, no creo que merecería
la atención de un hombre como usted. ¿No
le parece?.
En lo que se
refiere al tono desdeñoso que capta en mí al referirme a los “investigadores de
archivos y papelotes”, debo aclararle o recordarle que en sano ensayo de humor,
como es el que pretendo practicar en El
Nacional, es lícito reírse de vez en cuando de todo lo solemne y de uno
mismo, ya que si hay algún historiador de archivos y de papelotes ese soy yo,
como lo podrá comprobar usted mismo tanto en la obra que le envié como en esta
segunda edición de Los Viajeros de Indias
que le adjunto.
Yo
comprendo y acepto que usted como muchas otras personas tenga una imagen
negativa, sea de mi obra o de mi persona.
No es cosa fácil ni productiva echarle en cara a un pueblo sus lacras e
iniquidades por más que una lección semejante sea expresión de amor y de una
firme voluntad terapéutica; pero cuando un hombre de su talento e indispensable
equidad nos echa en cara errores que no cometimos o nos señala caminos buenos
de andar para los que se inician nos invade un desconcertante estupor al
comprender de pronto la terrible resistencia que producen en Venezuela, estos
veinte años de tenaz y doloroso esfuerzo.
Mucho me
gustaría platicar con usted sobre estos
temas en el momento y circunstancias que usted elija. Por los momentos reciba un cordial abrazo de
este amigo que lo aprecia:
Francisco Herrera Luque.
Esta es para nosotros la génesis de
aquel libro que estaba contenido en su espíritu, como lo estaban, aunque no lo
sabía la tarde de aquel viernes en que de regreso a casa del trabajo me
encontré con el ejemplar que me había remitido.
Y por cierto, nosotros no teníamos
ningún concepto negativo sobre él. Ya habíamos comprendido que vivió siempre
entre los que lo elogiaban y los que lo criticaban. Este fue su destino.
DOS ESCOLIOS MÁS
EL PRIMERO: EUGENIA
Hemos mencionado antes a Eugenia, la
sin duda protagonista de Boves, el
Urogallo, muchos años después muere en En
la casa del pez que escupe el agua(Caracas: Editorial Fuentes,1975. 472 p.), el tercer libro de la trilogía,
concluida en Los amos del valle(Barcelona:
Pomaire,1979. 2 vols), cronológicamente la primera obra del conjunto, a la que
sigue Boves, el Urogallo y cierra En la casa del pez que escupe el agua,
si seguimos el natural desarrollo de nuestra historia, ya que la tríada se
inicia con la fundación de Caracas y concluye con la muerte de Juan Vicente
Gómez(1857-1935).
Eugenia es aquella criatura a quien,
en todo momento, la sexualidad siempre empuja, dibuja y explica su vida.
Ahora bien, ¿quién?, ¿cómo fue
Eugenia? Eugenia es la máxima creación femenina salida de la pluma de Herrera
Luque. La segunda es la madre mantuana del protagonista de Manuel Piar, caudillo de dos colores(Caracas: Pomaire,1987. 258 p.),
la tercera es Aracantir de Los amos del
valle.
Para comprender a Eugenia se tiene que
tener en cuenta que es una criatura hondamente sexual, de “rabo caliente”(p.54),
como dice Herrera Luque, ella es alguien que se expresa humanamente con su
cuerpo y piel, es en todo momento sensual, hipersexual diríamos hoy. Eugenia
fue formada sexualmente desde niña cuando escondida veía a su mamá hacer el
amor, con los todos recovecos del erotismo, con un mulato, cuando su papá
estaba de viaje. Esto es central en Eugenia. Y todas sus reacciones futuras vendrán
de aquí y se desarrollaran desde ese hecho. Es un ser libre y libérrimo
sexualmente así se tarde en consumar sus deseos por las características de la
época y por lo vigilada que la tenían precisamente por razones sexuales.
Eugenia era una mantuana, blanca, bonita y catira, vivía dentro de la atmósfera sexual de su iniciación, penetrada
de un hondo hálito de sexualidad, incluso cuando es enviada al Convento para
ponerle fin a sus devaneos sexuales que nunca la abandonaran.
Eugenia, por sus raíces sexuales,
tiende a buscar sus parejas sexuales en hombres de color, ello es natural en
ella, son los que la excitan. Por ello el mulato Andrés Machado es esencial en
sus fantasías sexuales, por ello su encuentro con él en la “Emigración a
Oriente” es central en su vida: el momento en que hacen el amor y ella luego se
monta en la grupa en su caballo y huyen juntos es fundamental.
Eugenia es uno de los más
significativos personajes femeninos de la novela venezolana. Tan importante es
Eugenia como lo son, en nuestra novela del siglo XX, María, de Rufino Blanco
Fombona(El hombre de hierro); María Eugenia Alonso, de Teresa de la Parra(Ifigenia); Doña Bárbara, Luisana(Pobre negro) y Remota Montiel(Sobre la misma tierra) de Gallegos;
Esbelta Fortique, de Andrés Mariño Palacios(Batalla
hacia la aurora); Valentina, de Ramón Díaz Sánchez (Borburata); Leticia, de Laureano Vallenilla Lanz (Fuerzas vivas); Jezabel, de José Antonio
Rial(Jezabel); Delia, de Adriano
González León (País portátil); Migaja,
de Pedro Berroeta(Migaja); Mercedes,
de Isaac Chocrón(Cincuenta vacas gordas);
Manuelita de Denzil Romero(La esposa del
doctor Thorne); Nadezca, de Antonio García Ponce(La ilusión del miedo perenne); Doña Inés, de Ana Teresa Torres(Doña Inés contra el olvido) o Noelia,
de Eduardo Liendo(El round del olvido). En las novelas de nuestro siglo XIX no
encontramos ninguna: en ellas nuestras mujeres siempre padecen y siempre lloran,
como en la de Virginia Gil de Hermoso(1857-1913), en esa época risas solo hay
en Don Secundino en París(Caracas:
Imp.Soriano,1895.253 p.) en don Francisco Tosta García(1846-1921).
EL SEGUNDO: ¿POR QUÉ
UROGALLO?
Mucha gente se ha preguntado por qué
escogió Herrera Luque el cognomento de Urogallo para bautizar a su personaje.
La razón es sencilla, y ello debió abrevarlo Herrera Luque en sus años de
postgrado en España: el Urogallo es un pájaro de la cordillera cantábrica,
asturiano por lo tanto, como también lo era Boves. Pero hay más: el Urogallo es
un pájaro, dice la leyenda, que se muere cuando se enamora. Esto sucedió al
caudillo cuando embelezado hasta los teque teques por Inés Corrales, una
mantuana de Calabozo, con cuya familia José Tomás tenía larga amistad,
recuérdese que en aquellos llanos pasó diez años de su vida, la mayor parte de
su vida venezolana, aquí solo vivió trece años. Inés al fin le había dado él
si, había hecho el amor él bajo un bello árbol de Cotoperí(p.263), se había
embarazado(p.267) y le había regalado un caballo, montado sobre aquel alazán
murió aquel hombre de treinta y dos años. Pero hay más, estaba tan enamorado,
como el Urogallo, que siendo un jinete avezado, tan gran conocedor de aquellos
animales, como lo era su antagonista Simón Bolívar(1783-1830), no probó aquel
potro y se lanzó el combate, en el cual, es lo más posible, el General
Cordillera, el patriota Pedro Zaraza(1775-1825), así llamado por lo blanco de
su pelo, no por ser andino ni hombre de edad, era tres años menor que Boves, de
un lanzazo acabó con su vida. El caballo no reaccionó como debía, se quedó
encabritado, por ello la gran novela de Herrera Luque se cierra con estas dos
palabras: “¡Arre, Urogallo!”.
(Leído en el Círculo de Lectura de la
Fundación Francisco Herrera Luque, en su sesión de la tarde del martes 4 de
septiembre de 2012. Participaron también los profesores Alexis Márquez
Rodríguez y Carlos Sandoval).
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