Heinz Azpúrua y El Caracazo
por el general Carlos Julio Peñaloza
El Nuevo País 14 de setiembre del 2012
Blog Puesto de Combate)
por el general Carlos Julio Peñaloza
El Nuevo País 14 de setiembre del 2012
Blog Puesto de Combate)
*** Con la salud minada pero con la honra intacta ha fallecido el militar que el 27 de febrero cumplió la difícil responsabilidad constitucional de enfrentar un brote subversivo montado desde Cuba para desatar una guerra civil en Venezuela.
Conocí a Manuel Heinz Azpurua hace 55 años cuando ambos ingresamos a la Academia Militar. Teníamos 16 años, todo el tiempo del mundo para alcanzar nuestros sueños. Hoy me toca decirle adiós. Se marchó serio como siempre, callado, aunque afligido por la injusticia que este régimen le quiso aplicar. Pero se fue con la cara en alto, sin que la crápula pudiera doblegarlo.
Los problemas de Manuel comenzaron el 16 de Febrero de 1989, cuando el presidente Carlos Andrés Perez decretó un programa de ajustes macroeconómicos con aplicación inmediata. Se liberaban los precios de productos básicos, aumentaban tarifas de servicios públicos; liberaban tasas de interés; aumentaban el precio de gasolina, diesel y aceites; incrementaban tarifas de transporte público; congelaban sueldos y modificaban aranceles. Un aumento brusco en el costo de la vida, que ya era muy gravoso, sin considerar la tempestad que se ocasionaba.
El “auto suicidio” político del gocho produjo un terremoto económico que originó, diez días más tarde, el tsunami que desoló a Caracas. Ante la ola destructora las autoridades civiles evidenciaron incapacidad para manejo de la crisis. El Presidente de la República, Comandante en Jefe de las FAN, dictó tardíamente, dos días después de iniciados los motines, la orden para poner en práctica el Plan Ávila. Para entonces los disturbios populares habían tomado cuerpo y francotiradores subversivos disparaban desde las azoteas. Los fusiles usados por esos francotiradores habían sido introducidos por la rampa 4 de Maiquetía aprovechando la visita de Fidel Castro un mes antes, como invitado de honor a la coronación presidencial.
El presidente Pérez no supo valorar el malestar que crearía su paquete económico. El dólar con que se paga la mayoría de los artículos de consumo obligado se había devaluado casi 1000% desde el llamado Viernes Negro (1982). Las medidas alimentaron la inflación y con ella la cólera popular.
Los asesores financieros del régimen supusieron que con su popularidad Carlos Andrés podría controlar cualquier situación. Lo peor fue que el mismo Pérez lo creía. Los jefes militares hicieron advertencias que fueron rechazadas con una mezcla de desdén y soberbia. En su autosuficiencia, Pérez se negó a considerar las informaciones concretas que se le presentaron sobre la existencia de una activa logia golpista dentro de las Fuerzas Armadas.
El día de los disturbios el presidente decidió irse a Barquisimeto, sin darle importancia a la chispa encendida en Guarenas. Bandas de motorizados armados empezaron a recorrer Caracas. Era la punta de lanza de una rebelión organizada. Ese día el presidente, pese a recibir reportes alarmantes sobre el saqueo y pillaje en marcha, no dictó órdenes para aplicar el Plan Ávila. Esta actitud pasiva permitió que El Caracazo se desarrollara.
El 28 de febrero, luego que las fuerzas de orden publico perdieron el control de la calle, Pérez decide actuar. A las 4 PM declara el Estado de Emergencia suspendiendo algunas garantías constitucionales y ordenando la activación del “Plan Ávila” en la guarnición del DF y Estado Miranda. Cuando las Fuerzas Armadas fueran desplegadas, ya había un elevado número de muertos y heridos.
36 horas después de iniciados los disturbios, el Ministro de la Defensa, general Italo Alliegro, recibió la orden presidencial de proceder. De inmediato designó al comandante de las fuerzas militares para la ejecución del plan. En ese momento el general Heinz Azpúrua era el Jefe del Comando Estratégico del Ejército acantonado en Caracas y como tal tenía bajo su mando la unidad militar más poderosa en la capital. Yo era el Jefe del Estado Mayor del Ejército, tercero en la cadena de mando. No tenía mando directo de tropas pero sí la misma información del Comandante del Ejército. Lo más peligroso era la presencia de numerosos y bien entrenados francotiradores operando desde azoteas. La explosión social de protesta espontánea estaba siendo convertida en una rebelión organizada. La tarea asignada a Heinz no era fácil.
A las 5PM del 28 de febrero de 1989 las unidades operativas del Comando Estratégico empiezan el despliegue para ocupar sus áreas de responsabilidad. Las fuerzas militares son un instrumento de guerra al servicio del Estado que al ser atacadas por enemigos armados están autorizados a defenderse. Al salir las tropas a las calles los francotiradores y motorizados armados empezaron a disparar contra los soldados. El enfrentamiento produjo bajas, incluyendo algunos inocentes expuestos al intercambio de disparos. La noche trajo confusión y se produjeron más bajas.
Caracas es una ciudad populosa e intrincada. El combate en estos escenarios es comprometido. En aquellas circunstancias, el uso de la fuerza se hizo según lo establecido en la Constitución Nacional. El costo en término de vidas humanas fue el elevado precio para impedir que Venezuela cayera en el horror de una guerra civil, como era el plan de los subversivos.
En esta operación Manuel Heinz actuó como lo que era, un soldado profesional muy institucional. Disciplinadamente cumplió órdenes emitidas dentro de la Ley, dirigiendo una operación militar ordenada por el Gobierno Nacional. En las condiciones especiales del combate se producen incidentes desafortunados, inevitables en una operación de guerra irregular, donde el enemigo no está definido ni uniformado y participaron más de diez mil soldados dispersos en las calles y callejuelas de una gran ciudad como Caracas. Esta tropa enfrentaba fraccionada en pequeñas unidades a un enemigo bien armado y organizado, infiltrado en el seno de una protesta popular. Como comandante en esa acción, Heinz es responsable por lo ocurrido con las tropas bajo su mando, pero no de alguna acción delictuosa. En las condiciones en que actuó, el militar es un instrumento del Estado ejecutando órdenes legales. Un soldado cumpliendo con su deber.
Al final de sus días, en medio de una cruel enfermedad, Heinz fue enjuiciado por violación de Derechos Humanos. Sus acusadores son los enemigos que combatió en El Caracazo. Estos individuos, ahora en el poder, lo acusan por haber cumplido su deber. Son los mismos que ignoran a los pistoleros que sin respaldo legal dispararon contra el pueblo en Puente Llaguno. También se oculta bajo la alfombra el hecho de que aquella mañana de El Caracazo, 27 de febrero de 1989, el mayor Hugo Chávez, quien prestaba servicios en el Palacio de Miraflores, desapareció por tres días alegando sufrir una oportuna lechina. Para entonces ya era el jefe de la conspiración. Al regresar no se investigo que hizo durante esa extraña desaparición. La inteligencia militar brilló por su ausencia. Esta desidia facilitó el golpe del 4F. Ahora se pretendió enjuiciar a los que cumplieron con su deber.
Manuel se te debe justicia: Fuiste un soldado ejemplar, fiel a tu juramento de defender la Constitución. Eres un paradigma para todos los militares institucionalistas. Hiciste honor al lema de nuestra promoción, “General Tomas de Heres”, donde se nos inculcó la idea de que “Nacimos libres para conservar la libertad.”
La muerte te liberó de los delincuentes que quisieron humillarte tras una cruel persecución política. A quienes seguimos en pie nos toca defender tu memoria. La Fuerza Armada será factor para recuperar la soberanía entregada a la metrópoli cubana. Para ello los militares como ciudadanos contamos con el instrumento cívico del voto al que debemos respetar. A partir del 7-O al derrotar la tiranía volveremos a sentirnos orgullosos de portar el honroso uniforme de soldados de la patria.
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