El baúl de Hemingway
Individuo extravagante, conflictivo, sensible, boxeador, cazador de leones, amante del alcohol...
FRANCISCO GÁMEZ ARCAYA | EL UNIVERSAL
domingo 16 de septiembre de 2012 12:00 AM
En noviembre de 1956, el gerente del hotel Ritz de París, finalmente convenció a Ernest Hemingway. El famoso escritor liberó al elegante hotel de aquellos dos cajones que reposaban en sus sótanos desde 1928. Pertenencias personales que el Ritz no echó a la basura por la fama de su propietario. Hemingway compró entonces un baúl inmenso, con relucientes chapas de bronce en sus esquinas y en su cerradura central. Ordenó grabar en el bronce las letras "EH". Acudió nuevamente al hotel y vertió en el baúl todo el contenido de los polvorientos cajones. El baúl viajó en un barco que atracó en La Habana y fue trasladado a Finca Vigía, la residencia permanente de Hemingway en aquel entonces.
Ya en La Habana, al examinar su contenido, Hemingway redescubrió en el baúl viejas libretas, algunos papeles sueltos, recortes de prensa y ropa. Todo un tesoro depositado en el olvido debajo de la Place Vendôme por casi treinta años.
Las libretas, negras con sujetadores elásticos, contenían cientos de páginas escritas a lápiz por Hemingway. Registraban las vivencias de aquel joven reportero llegado a París en 1921 como corresponsal del Toronto Star y que un día decidió abandonar ese oficio para aventurarse de lleno a la escritura literaria. Su única instrucción eran los libros que había leído y el manual de escritura del Toronto Star, que estimulaba en sus periodistas el uso de frases cortas y asertivas. Lo demás era tenacidad, audacia y talento.
Descripciones perfectas
En el baúl, Hemingway encontró relatos sueltos sobre las penurias económicas de aquellos tiempos, los sitios parisinos que más frecuentaba, sus amistades más relevantes. Contenían descripciones perfectas como las del sabor maridado de las ostras y el vino blanco o de la ensalada de papas de la Brasserie Lipp.
Ambientaciones de una ciudad cosmopolita que contrastaba con los pastores que vendían leche fresca ordeñando sus cabras en las calles.
Durante esos años (1921-1928), Hemingway formó parte de una comunidad literaria de excepcional calidad. Un grupo que giraba en torno a la casa de Gertrude Stein, donde escritores estadounidenses como F. Scott Fitzgerald, Ezra Pound y T.S. Eliot se mezclaban con pintores como Picasso, Matisse y Braque, haciendo de París una feliz coincidencia de talentos.
"Generación Perdida"
Ese grupo de escritores, cada uno dotado de genialidades particulares, fue calificado por Gertrude Stein como la "Generación Perdida". Contaba Hemingway, sin embargo, que la célebre definición de Stein no provenía de su imaginación. La había copiado del dueño de un taller mecánico. Hemingway, testigo presencial del hecho, registraba en una de sus libretas el incidente. Gertrude Stein había llevado su vehículo a un taller para una reparación puntual. Al percatarse de su deficiente reparación, el dueño del taller comenzó a insultar a su joven ayudante diciéndole que formaba parte de una generación perdida. De ahí en adelante Stein tomó la frase como propia y calificó al grupo de escritores expatriados en Francia como la Generación Perdida, por sus excesos desenfrenados y por las profundas huellas que la guerra había dejado en sus vidas.
El sufrimiento
Dentro de esa Generación Perdida figuraban personajes interesantes pero disímiles. Sin embargo, todos esos jóvenes que serían luego los grandes de la literatura del siglo XX, a pesar de sus estilos y personalidades tan diferentes entre sí, tenían un signo común: el sufrimiento. Sus obras siempre estuvieron marcadas por el dolor de un mundo en conflicto, en guerra permanente.
No obstante, la vida en París daba pie para curiosas experiencias registradas impecablemente por Hemingway. Contaba, por ejemplo, como pretendió enseñar boxeo al poeta Ezra Pound. Ante la torpeza inverosímil de Pound, Hemingway comprendió que debía abandonar aquellas lecciones, calificando al poeta como una especie de santo. Así mismo, hablaba del tedio que le producía la compañía del escritor Ford Madox Ford, dejando referencias incluso con respecto a su mal aliento. Igualmente aparecen relatos sobre la colecta que hicieron todos los escritores para que T.S. Eliot abandonara su trabajo en un banco de Inglaterra y así pudiese dedicarse de lleno a sus poemas. Los relatos más extensos y detallados se los dedicó a F. Scott Fitzgerald, el autor del famoso libro The Great Gatsby. Hemingway tuvo una relación estrecha con Fitzgerald quien, según Hemingway, era un personaje frágil, dominado por la envidia de su esposa Zelda.
Escribió por ejemplo que, ante el declive de la autoestima de Fitzgerald por el menosprecio de Zelda, debió llevarlo al Louvre para que comprobara que no estaba "mal dotado" al comparar el tamaño de su miembro viril con el de las estatuas masculinas del museo. Eran relatos llenos de situaciones graciosas y peculiares que desmontaban las imágenes prefabricadas que reposan sobre la fama de los genios.
Todos ellos giraban en torno a la residencia de Stein y a una librería propiedad de Sylvia Beach llamada Shakespeare & Company, que funcionaba de refugio literario anglosajón en Francia. Beach, ante las penurias económicas que vivió Hemingway durante sus primeros años en París, le prestaba libros y lo invitaba a comer. Al comienzo, fueron años de severas restricciones para Hemingway. Cuenta incluso que tenía diseñada una ruta hacia su casa que evadía adrede restaurantes y panaderías, para evitar percibir los olores de la comida parisina. Aromas que eran capaces de doblegarlo y hacerle romper el forzoso ayuno por la falta de dinero. Sin embargo, más adelante, el principal sitio de trabajo de Hemingway sería un café, La Closerie des Lilas, el cual todavía hoy saca provecho comercial de esas visitas de hace casi cien años.
Aquellos años 20
En base a esos viejos materiales apilados en el baúl, Hemingway comenzó a escribir un libro en el cual relataba en detalle todas aquellas vivencias. Con su prosa minimalista y declarativa, con sus oraciones contundentes y sus adjetivos racionados, Hemingway se transporta y nos lleva con él a aquellos años 20.
Luego de su trágica muerte ocurrida en 1961, se publicó un libro que recogía esos trabajos bajo el título "A moveable feast", traducido comercialmente al castellano como "París era una fiesta". Esta versión póstuma, sin embargo, fue en cierto grado manipulada, distorsionando los manuscritos dejados por Hemingway. Por esta razón, hace tres años, Sean Hemingway, nieto del escritor, coordinó una nueva edición del libro. En ella se intenta reflejar con mayor fidelidad lo vivido y lo escrito por Hemingway. Un libro ameno e interesante que describe esa época de prolífica producción literaria desde la perspectiva de este excéntrico personaje.
Un individuo extravagante y conflictivo pero a la vez sensible y brillante. Boxeador, cazador de leones y amante del alcohol que se convertía en una especie monje ascético a la hora de escribir.
Un premio Nobel de Literatura a quien John O´Hara, en un artículo publicado en el New York Times en 1950, calificó como el escritor más importante de la historia después de William Shakespeare.
@GamezArcaya
Ya en La Habana, al examinar su contenido, Hemingway redescubrió en el baúl viejas libretas, algunos papeles sueltos, recortes de prensa y ropa. Todo un tesoro depositado en el olvido debajo de la Place Vendôme por casi treinta años.
Las libretas, negras con sujetadores elásticos, contenían cientos de páginas escritas a lápiz por Hemingway. Registraban las vivencias de aquel joven reportero llegado a París en 1921 como corresponsal del Toronto Star y que un día decidió abandonar ese oficio para aventurarse de lleno a la escritura literaria. Su única instrucción eran los libros que había leído y el manual de escritura del Toronto Star, que estimulaba en sus periodistas el uso de frases cortas y asertivas. Lo demás era tenacidad, audacia y talento.
Descripciones perfectas
En el baúl, Hemingway encontró relatos sueltos sobre las penurias económicas de aquellos tiempos, los sitios parisinos que más frecuentaba, sus amistades más relevantes. Contenían descripciones perfectas como las del sabor maridado de las ostras y el vino blanco o de la ensalada de papas de la Brasserie Lipp.
Ambientaciones de una ciudad cosmopolita que contrastaba con los pastores que vendían leche fresca ordeñando sus cabras en las calles.
Durante esos años (1921-1928), Hemingway formó parte de una comunidad literaria de excepcional calidad. Un grupo que giraba en torno a la casa de Gertrude Stein, donde escritores estadounidenses como F. Scott Fitzgerald, Ezra Pound y T.S. Eliot se mezclaban con pintores como Picasso, Matisse y Braque, haciendo de París una feliz coincidencia de talentos.
"Generación Perdida"
Ese grupo de escritores, cada uno dotado de genialidades particulares, fue calificado por Gertrude Stein como la "Generación Perdida". Contaba Hemingway, sin embargo, que la célebre definición de Stein no provenía de su imaginación. La había copiado del dueño de un taller mecánico. Hemingway, testigo presencial del hecho, registraba en una de sus libretas el incidente. Gertrude Stein había llevado su vehículo a un taller para una reparación puntual. Al percatarse de su deficiente reparación, el dueño del taller comenzó a insultar a su joven ayudante diciéndole que formaba parte de una generación perdida. De ahí en adelante Stein tomó la frase como propia y calificó al grupo de escritores expatriados en Francia como la Generación Perdida, por sus excesos desenfrenados y por las profundas huellas que la guerra había dejado en sus vidas.
El sufrimiento
Dentro de esa Generación Perdida figuraban personajes interesantes pero disímiles. Sin embargo, todos esos jóvenes que serían luego los grandes de la literatura del siglo XX, a pesar de sus estilos y personalidades tan diferentes entre sí, tenían un signo común: el sufrimiento. Sus obras siempre estuvieron marcadas por el dolor de un mundo en conflicto, en guerra permanente.
No obstante, la vida en París daba pie para curiosas experiencias registradas impecablemente por Hemingway. Contaba, por ejemplo, como pretendió enseñar boxeo al poeta Ezra Pound. Ante la torpeza inverosímil de Pound, Hemingway comprendió que debía abandonar aquellas lecciones, calificando al poeta como una especie de santo. Así mismo, hablaba del tedio que le producía la compañía del escritor Ford Madox Ford, dejando referencias incluso con respecto a su mal aliento. Igualmente aparecen relatos sobre la colecta que hicieron todos los escritores para que T.S. Eliot abandonara su trabajo en un banco de Inglaterra y así pudiese dedicarse de lleno a sus poemas. Los relatos más extensos y detallados se los dedicó a F. Scott Fitzgerald, el autor del famoso libro The Great Gatsby. Hemingway tuvo una relación estrecha con Fitzgerald quien, según Hemingway, era un personaje frágil, dominado por la envidia de su esposa Zelda.
Escribió por ejemplo que, ante el declive de la autoestima de Fitzgerald por el menosprecio de Zelda, debió llevarlo al Louvre para que comprobara que no estaba "mal dotado" al comparar el tamaño de su miembro viril con el de las estatuas masculinas del museo. Eran relatos llenos de situaciones graciosas y peculiares que desmontaban las imágenes prefabricadas que reposan sobre la fama de los genios.
Todos ellos giraban en torno a la residencia de Stein y a una librería propiedad de Sylvia Beach llamada Shakespeare & Company, que funcionaba de refugio literario anglosajón en Francia. Beach, ante las penurias económicas que vivió Hemingway durante sus primeros años en París, le prestaba libros y lo invitaba a comer. Al comienzo, fueron años de severas restricciones para Hemingway. Cuenta incluso que tenía diseñada una ruta hacia su casa que evadía adrede restaurantes y panaderías, para evitar percibir los olores de la comida parisina. Aromas que eran capaces de doblegarlo y hacerle romper el forzoso ayuno por la falta de dinero. Sin embargo, más adelante, el principal sitio de trabajo de Hemingway sería un café, La Closerie des Lilas, el cual todavía hoy saca provecho comercial de esas visitas de hace casi cien años.
Aquellos años 20
En base a esos viejos materiales apilados en el baúl, Hemingway comenzó a escribir un libro en el cual relataba en detalle todas aquellas vivencias. Con su prosa minimalista y declarativa, con sus oraciones contundentes y sus adjetivos racionados, Hemingway se transporta y nos lleva con él a aquellos años 20.
Luego de su trágica muerte ocurrida en 1961, se publicó un libro que recogía esos trabajos bajo el título "A moveable feast", traducido comercialmente al castellano como "París era una fiesta". Esta versión póstuma, sin embargo, fue en cierto grado manipulada, distorsionando los manuscritos dejados por Hemingway. Por esta razón, hace tres años, Sean Hemingway, nieto del escritor, coordinó una nueva edición del libro. En ella se intenta reflejar con mayor fidelidad lo vivido y lo escrito por Hemingway. Un libro ameno e interesante que describe esa época de prolífica producción literaria desde la perspectiva de este excéntrico personaje.
Un individuo extravagante y conflictivo pero a la vez sensible y brillante. Boxeador, cazador de leones y amante del alcohol que se convertía en una especie monje ascético a la hora de escribir.
Un premio Nobel de Literatura a quien John O´Hara, en un artículo publicado en el New York Times en 1950, calificó como el escritor más importante de la historia después de William Shakespeare.
@GamezArcaya
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