Paulina Gamus:
“El golpe cívico no fue contra CAP”
“Aristóbulo fue mi mejor colaborador”
-En su libro elogia a sus “enemigos”. Reconoce que Carlos Azpúrua la rescata y que María Cristina Iglesias trabajó con usted.
PG- Sí, además reconozco que Aristóbulo fue mi mejor colaborador. Nos conocemos desde el Concejo Municipal, hicimos una gran amistad, pero además Aristóbulo, cuando éramos miembros, y yo era presidente, él era miembro de la comisión de Política Interior. Los adecos y los copeyanos eran una cuerda de flojos, ésos no iban a nada y él que me acompañaba a todo, a visitar las cárceles, a lo que fuera era Aristóbulo, era un gran trabajador, no sé cómo estará ahorita. Pero es algo que no puedo negar, y yo siempre digo tanto de María Cristina como de Aristóbulo, que esas dos personas murieron y esas dos personas que nacieron con ese mismo nombre son otros, porque yo de verdad no reconozco para nada a los que yo conocí y a los que quise.
- Es judía y pro judía y tiene una gran debilidad solidaria por el sexo femenino. Apoyó a María Corina porque era mujer.
PG- No, yo lo aclaré mucho. Sí, una mujer, pero además una mujer talentosa. Una mujer con grandes méritos. Yo no voy a apoyar a una mujer solo porque sea mujer.
- ¿Consideró a María Corina como mejor candidata?
PG- Yo escribí un artículo donde ponía las virtudes de todos los candidatos. Incluyendo Leopoldo López antes de que se hubiera retirado para apoyar a Capriles. Yo no estaba en contra de ninguno, yo consideraba que todos tenían méritos y virtudes.
-¿Hasta por Diego Arria?
PG- Hasta por Diego Arria lo manifesté. Con quien tuve diferencias como lo digo en el libro. Cuando fui su viceministra, él era ministro de Información y Turismo en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, yo fui su viceministra durante menos de un año. Tuvimos diferencias, pero lo estimo, creo que ha hecho un gran trabajo, que muchas de esas cosas han quedado en el pasado. Lo digo en el inicio del libro, ahorita estamos todos en un mismo barco. Peleé con muchos copeyanos, con muchos marxistas, comunistas, con adecos ni se diga; mucha gente me dice “tú te conservas muy bien”; claro si no tengo que cuidarme de las zancadillas de los adecos y las puñaladas por la espalda.
-El libro explica mucho de lo que ocurría en el pasado, el libro es parte anecdótico. Es interesante la descripción que hace del fin de la democracia en Venezuela, la actitud que había de acosar a los diputados en la Asamblea y la ausencia de defensa que hubo de la democracia. Cita un episodio con Carlos Azpúrua.
PG- Fue el día que asume la presidencia por seis meses el doctor Ramón J. Velásquez, estaban todas esas turbas de lo que ahora es el chavismo, en la puerta, y de pronto, yo voy a salir de allí y empiezan a lanzarme objetos, a insultarme, yo me enfurecí y comencé a contestarles; Carlos Azpúrua me rescató y me dijo “cálmate” y me llevó para dentro del Congreso. Y después, otro episodio, él es el que me lleva a renunciar cuando fui senadora; allí pido un derecho de palabra para referirme a la manera cómo conducía el Congreso el presidente de éste que era el íntimo amigo de Chávez en ese momento, el coronel Dávila. Uso mi derecho de palabra y me dicen que “en la puerta hay doscientas personas que te van a linchar cuando salgas”, y me logra sacar de allí un teniente de la Guardia Nacional, escondida en la parte de atrás de su carro.
“Caldera enterró la democracia
por una ambición personal”
-En el libro hay historias particulares sobre su relación con determinados personajes. Un Rafael Caldera, a quien conoce como su profesor de Derecho y el otro es Carlos Andrés Pérez, dos relaciones si se quiere negativas, pues están signadas por desencuentros
PG- Pero fue al revés. Con Caldera, porque a pesar de que no compartí su ideología siempre tuve admiración y respeto. Todo el mundo dice: “Caldera tuvo la culpa, el puso en libertad a Chávez”. No, no creo que fue porque puso en libertad a Chávez, pienso que lo que cambió la historia fue el discurso de Caldera el cuatro de febrero de 1992 por supuesto, si no hay un caldo de cultivo como pasó con Por Estas Calles, si no hay una cosa ahí que está pasando que es negativa. Un discurso no cambia la historia de un país, una telenovela no cambia la historia de un país. Había algo, él lo sacó a relucir, lo elevó a la categoría de hecho importante y mira, hasta el punto que Aristóbulo había hecho un discurso condenando el golpe, vuelve a hablar, pide la palabra, en una cosa insólita, y cambia totalmente su discurso. Eso es lo que cambió la historia del país.
- Fue un gesto de audacia en el que comprometió el futuro del país por una ambición personal.
PG- Exactamente, el hombre que cambia todo echando por tierra su partido. Porque enterró su partido, lo que él creó, y enterró la democracia del que él fue uno de los artífices por una ambición personal. En cambio con Carlos Andrés fue al revés y nunca nos llevamos bien, ni él simpatizaba conmigo ni yo con él. La gente creía que si Carlos Andrés renunciaba se salvaba el país y yo entendí desde el primer momento, no porque fuera un genio ni nada, sino porque lo percibí, el golpe civil que tumba a Carlos Andrés Pérez, no era contra Carlos Andrés, sino contra el sistema democrático. Y los hechos me dieron la razón. Por eso desde el primer momento me opuse que se le pidiera la renuncia.
-¿Por qué cree que el sistema en el fondo no se defendió? ¿Había mucho complejo de culpa?
PG- Había complejo de culpa, pero fue una cadena de equivocaciones, yo cuento allí que cuando Alfaro tiene la idea, que era secretario general de AD, de hacer unas jornadas programáticas del partido y me pide a mí que sea la coordinadora del evento. Ese evento fue trascendental. Durante semanas la prensa habló de él. Allí participó la gente de Copei, del MAS, de la izquierda, fue un evento extraordinario, y en ese momento se hace una encuesta y AD como partido tenía el 51 por ciento de popularidad, y lo entierra Alfaro con su aspiración de ser presidente de la República.
-Sin embargo, usted fue su jefa de campaña
PG- Fui su jefa de medios. Ahí lo cuento también. Dos personas que éramos de su mayor confianza y aprecio, que éramos Arístides Hospedales; le decimos “¿usted lo pensó bien caudillo?”. Estaba convencido que sí, porque los gobernadores de Estado lo apoyaban, todos los negociantes de este país, todos los constructores, algunos periodistas como Rafael Poleo, toda esa gente lo estimuló. “Él iba a ser el presidente más grande de la historia de Venezuela”.
-Alfaro se postula porque a él lo convencen de que ganaba
PG- Después de ese acto, se hace un llamado a un acuerdo nacional. ¿Cómo haces tú un llamado de acuerdo nacional con Alfaro de candidato? El acuerdo nacional significaba buscar un candidato de verdad, de unidad nacional, podía ser un independiente como Claudio Fermín, que se iba y regresaba de AD cada diez minutos, insultaba al partido y regresaba otra vez.
Alfaro pone a Antonio Ledezma de jefe de campaña, un poco para neutralizar la posibilidad de que Antonio se postulara. Nosotros tuvimos un excelente asesor de campaña mediática, que era un brasilero fabuloso. Él apenas conoce a Alfaro le dice, “mire, usted es muy viejo, hay un presidente viejo (Caldera), es muy difícil hacerle una campaña a usted, podemos tratar de hacerla, pero no es nada fácil usted es un viejo que va a sustituir un viejo”, y Alfaro lo odió desde el primer momento.
Como cosa curiosa, cada vez que le llevábamos las cuñas extraordinarias; había una que se llamaba el hombre de las mil caras que era extraordinaria. Cómo el captó lo que iba a pasar después, que Chávez se iba transformado la cara de un ángel hasta un monstruo, era una especie de espiral. Hizo la famosa propaganda que iban a freír a los adecos en aceite, hizo una contra Salas Römer que decía “yo no soy un caballo, soy un burro”, que era frijolito.
-¿y ninguna salió?
PG- Sí, como no, todas salían, pero Alfaro retenía las que era contra Chávez. A él le gustaban todas las que eran contra Salas Römer le fascinaban, las que eran contra Chávez no…
- ¿Y por qué?
PG- Lo cuento en el libro, si cuento todo el libro nadie lo va a comprar.
- Hay un relato de la relación de Alfaro Ucero y Chávez donde no se precisa, porque no hay las pruebas, pero donde se insinúan muchas cosas.
- Muchos de los que han sufrido las consecuencias de la persecución chavista cuando faltaba un mes para las elecciones “lo apoyaron”. Todo el mundo sabía que Chávez era imparable.
Alfaro tenía 6% Irene tenía 10% Salas Römer tenía 20 y pico. El comando de campaña era un cementerio allí no iba nadie. Nosotros pasábamos el día obstinados allí, y de pronto comienza a llegar comandados por Cisneros, todos los dueños, gerentes, los banqueros, a meterle plata a la campaña, a dar cuñas gratis, todas las cuñas que quieran meterles y yo decía ¿qué es esto?, qué es lo que está pasando aquí. Bueno, en el momento no entendía, era difícil entender. Después, era muy fácil, todo era para que Alfaro no se retirara y dividirle los votos a Salas Römer de manera de que Chávez ganara. ¿Y para qué era eso? Lo que siempre pensaron, este hombre gana con el apoyo nuestro y después manejamos a este hombre.
-El libro es una interpretación del auge y caída de la democracia en Venezuela. Autocrítico.
PG- Yo soy corresponsable. Este año fui parte y miembro del CEN de Acción Democrática, copartícipe de las decisiones que se tomaron equivocadas o no; para nada puedo decir: “yo no tengo nada que ver con lo que pasó”.
-Ahora hay una revalorización del período de la democracia participativa, lo que llaman la República Civil. Ese tremendo desprestigio que se vio en los años 80 hasta el ascenso de Chávez al poder.
PG- El error fue generalizar a todos como inmorales. Por eso yo junto a Pepe, queríamos llevar a rango constitucional el honor, el derecho a réplica y eso, porque ni Pepe Rodríguez era un ladrón, ni yo era una ladrona… ni muchos otros, y por qué razón teníamos que estar… yo cuento allí muchas anécdotas, una de las mejores anécdotas fue cuando el sargento Fullchola tiene un programa, y yo voy en mi carro oyéndolo y oigo que llama un radioescucha que hablaba de los ladrones, “los adecos y esos corruptos, esa corrupta de Paulina Gamus y esa ladrona”, y entonces el sargento Fullchola y le dice “un momento, a ella la conozco de toda la vida ella es rica de cuna y se casó con un señor y cuando se divorciaron él le dio las Saritas y las Sarella”; y resulta que esos dueños de Sarita y Sarella son primos terceros de mi ex esposo, mi ex esposo nunca tuvo que ver con eso ni yo fui rica de cuna, yo lo llamé a agradecerle muchísimo su defensa, pero le dije ni soy rica de cuna ni me dejaron ninguna Sarita ni ninguna Sarella en el divorcio. Pero fue esa cosa que te llamaban a insultarte, a decirte ladrón.
-La generalización. A veces eran corruptos los empresarios y no los políticos conocidos.
PG- Eso te iba a decir. Que hay una revalorización de ese período. No creo que haya que verlo ni con los ojos de que fue una maravilla ni que fue malísimo. Si ese libro pudiera servir para algo, Permítanme Contarles, es para que no se vuelvan a repetir los errores. Yo estoy confiada en el triunfo de Henrique Capriles, en el retorno de la democracia en Venezuela, pero que no se vuelvan a repetir esos errores. Hubo cosas que hay que rescatarlas, que ¿el pasado de Venezuela fue malísimo? no, lo que hizo la democracia en 40 años desde el punto de vista de construcción, no solo de obras, de una mentalidad, de una idea. Estos 14 años de Chávez, sin que Chávez pueda doblegar a la mitad del país, y ahora es más de la mitad, bueno chico, porque aquí había una conciencia democrática de respeto de los unos por los otros.
-Una conclusión: En el libro se refleja que usted no fue una buena segunda, fue una mala subordinada y en un partido donde ser mujer era casi un pecado y una limitación, tuvo siempre problemas por eso, quizás en otros países y en otras circunstancias hubiera podido llegar a ser presidenta de la República.
PG- Yo cuento allí cómo fui precandidata y después me di cuenta que era una ridiculez. Es eso lo que le pasa a la gente, se obnubila, yo entendí lo que le pasó a Alfaro después, que se creyó lo que le decían, porque yo me lo creí, cuando a mí me dijo Pablo González que el buró de educación me iba a apoyar y que había no sé cuántos miles de educadores en el país y que iba a ser la futura presidenta, me lo creí. Luego empecé a darme cuenta que era absurdo completamente y cuento que traté de inspirarme con lo que hacía Héctor Mujica cuando fueron candidatos Piñerúa y Luis Herrera; él era candidato del Partido Comunista y hay una recepción en El Nacional y le pregunto: ¿Héctor, y tu esposa, no vino? Y me dice, “no chica, ella dice que con una sola persona en la familia que haga el ridículo es suficiente”. Después me echa el cuento que estuvo en Mérida e iba en un Volkswagen con un compañero comunista que voceaba en un megáfono que estaba Héctor Mujica y nadie salía a verlo, pero sale una viejita y agita los brazos y él se baja y la abraza, y la viejita le dice “mijo cuándo viene Piñerúa”. Eso contado por Héctor Mujica. Yo la verdad empecé a tratar de decir que no iba a ser presidenta, pero que le estaba abriendo el camino a mi nieta, y por supuesto las mujeres fueron las que menos me apoyaron y sabían que yo no iba a ganar. Está bien que “ella” no va, pero puede ser que esto abra el camino para que dentro de unos años otras mujeres puedan hacerlo, evidentemente fueron las menos proclives a apoyarme.
-Otra limitante no fue ser judía.
PG- Yo lo cuento allí que tenía dos plomos en el ala: mujer y judía, hubiera sido muy difícil. Si cuando Lusinchi me nombra ministra de Estado para la cultura y presidenta del Conac me dice “yo te iba a nombrar desde el primer momento, pero hubo un escándalo tal en la Iglesia Católica cuando nombramos a Rud Lehninger”.
-En su libro elogia a sus “enemigos”. Reconoce que Carlos Azpúrua la rescata y que María Cristina Iglesias trabajó con usted.
PG- Sí, además reconozco que Aristóbulo fue mi mejor colaborador. Nos conocemos desde el Concejo Municipal, hicimos una gran amistad, pero además Aristóbulo, cuando éramos miembros, y yo era presidente, él era miembro de la comisión de Política Interior. Los adecos y los copeyanos eran una cuerda de flojos, ésos no iban a nada y él que me acompañaba a todo, a visitar las cárceles, a lo que fuera era Aristóbulo, era un gran trabajador, no sé cómo estará ahorita. Pero es algo que no puedo negar, y yo siempre digo tanto de María Cristina como de Aristóbulo, que esas dos personas murieron y esas dos personas que nacieron con ese mismo nombre son otros, porque yo de verdad no reconozco para nada a los que yo conocí y a los que quise.
- Es judía y pro judía y tiene una gran debilidad solidaria por el sexo femenino. Apoyó a María Corina porque era mujer.
PG- No, yo lo aclaré mucho. Sí, una mujer, pero además una mujer talentosa. Una mujer con grandes méritos. Yo no voy a apoyar a una mujer solo porque sea mujer.
- ¿Consideró a María Corina como mejor candidata?
PG- Yo escribí un artículo donde ponía las virtudes de todos los candidatos. Incluyendo Leopoldo López antes de que se hubiera retirado para apoyar a Capriles. Yo no estaba en contra de ninguno, yo consideraba que todos tenían méritos y virtudes.
-¿Hasta por Diego Arria?
PG- Hasta por Diego Arria lo manifesté. Con quien tuve diferencias como lo digo en el libro. Cuando fui su viceministra, él era ministro de Información y Turismo en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, yo fui su viceministra durante menos de un año. Tuvimos diferencias, pero lo estimo, creo que ha hecho un gran trabajo, que muchas de esas cosas han quedado en el pasado. Lo digo en el inicio del libro, ahorita estamos todos en un mismo barco. Peleé con muchos copeyanos, con muchos marxistas, comunistas, con adecos ni se diga; mucha gente me dice “tú te conservas muy bien”; claro si no tengo que cuidarme de las zancadillas de los adecos y las puñaladas por la espalda.
-El libro explica mucho de lo que ocurría en el pasado, el libro es parte anecdótico. Es interesante la descripción que hace del fin de la democracia en Venezuela, la actitud que había de acosar a los diputados en la Asamblea y la ausencia de defensa que hubo de la democracia. Cita un episodio con Carlos Azpúrua.
PG- Fue el día que asume la presidencia por seis meses el doctor Ramón J. Velásquez, estaban todas esas turbas de lo que ahora es el chavismo, en la puerta, y de pronto, yo voy a salir de allí y empiezan a lanzarme objetos, a insultarme, yo me enfurecí y comencé a contestarles; Carlos Azpúrua me rescató y me dijo “cálmate” y me llevó para dentro del Congreso. Y después, otro episodio, él es el que me lleva a renunciar cuando fui senadora; allí pido un derecho de palabra para referirme a la manera cómo conducía el Congreso el presidente de éste que era el íntimo amigo de Chávez en ese momento, el coronel Dávila. Uso mi derecho de palabra y me dicen que “en la puerta hay doscientas personas que te van a linchar cuando salgas”, y me logra sacar de allí un teniente de la Guardia Nacional, escondida en la parte de atrás de su carro.
“Caldera enterró la democracia
por una ambición personal”
-En el libro hay historias particulares sobre su relación con determinados personajes. Un Rafael Caldera, a quien conoce como su profesor de Derecho y el otro es Carlos Andrés Pérez, dos relaciones si se quiere negativas, pues están signadas por desencuentros
PG- Pero fue al revés. Con Caldera, porque a pesar de que no compartí su ideología siempre tuve admiración y respeto. Todo el mundo dice: “Caldera tuvo la culpa, el puso en libertad a Chávez”. No, no creo que fue porque puso en libertad a Chávez, pienso que lo que cambió la historia fue el discurso de Caldera el cuatro de febrero de 1992 por supuesto, si no hay un caldo de cultivo como pasó con Por Estas Calles, si no hay una cosa ahí que está pasando que es negativa. Un discurso no cambia la historia de un país, una telenovela no cambia la historia de un país. Había algo, él lo sacó a relucir, lo elevó a la categoría de hecho importante y mira, hasta el punto que Aristóbulo había hecho un discurso condenando el golpe, vuelve a hablar, pide la palabra, en una cosa insólita, y cambia totalmente su discurso. Eso es lo que cambió la historia del país.
- Fue un gesto de audacia en el que comprometió el futuro del país por una ambición personal.
PG- Exactamente, el hombre que cambia todo echando por tierra su partido. Porque enterró su partido, lo que él creó, y enterró la democracia del que él fue uno de los artífices por una ambición personal. En cambio con Carlos Andrés fue al revés y nunca nos llevamos bien, ni él simpatizaba conmigo ni yo con él. La gente creía que si Carlos Andrés renunciaba se salvaba el país y yo entendí desde el primer momento, no porque fuera un genio ni nada, sino porque lo percibí, el golpe civil que tumba a Carlos Andrés Pérez, no era contra Carlos Andrés, sino contra el sistema democrático. Y los hechos me dieron la razón. Por eso desde el primer momento me opuse que se le pidiera la renuncia.
-¿Por qué cree que el sistema en el fondo no se defendió? ¿Había mucho complejo de culpa?
PG- Había complejo de culpa, pero fue una cadena de equivocaciones, yo cuento allí que cuando Alfaro tiene la idea, que era secretario general de AD, de hacer unas jornadas programáticas del partido y me pide a mí que sea la coordinadora del evento. Ese evento fue trascendental. Durante semanas la prensa habló de él. Allí participó la gente de Copei, del MAS, de la izquierda, fue un evento extraordinario, y en ese momento se hace una encuesta y AD como partido tenía el 51 por ciento de popularidad, y lo entierra Alfaro con su aspiración de ser presidente de la República.
-Sin embargo, usted fue su jefa de campaña
PG- Fui su jefa de medios. Ahí lo cuento también. Dos personas que éramos de su mayor confianza y aprecio, que éramos Arístides Hospedales; le decimos “¿usted lo pensó bien caudillo?”. Estaba convencido que sí, porque los gobernadores de Estado lo apoyaban, todos los negociantes de este país, todos los constructores, algunos periodistas como Rafael Poleo, toda esa gente lo estimuló. “Él iba a ser el presidente más grande de la historia de Venezuela”.
-Alfaro se postula porque a él lo convencen de que ganaba
PG- Después de ese acto, se hace un llamado a un acuerdo nacional. ¿Cómo haces tú un llamado de acuerdo nacional con Alfaro de candidato? El acuerdo nacional significaba buscar un candidato de verdad, de unidad nacional, podía ser un independiente como Claudio Fermín, que se iba y regresaba de AD cada diez minutos, insultaba al partido y regresaba otra vez.
Alfaro pone a Antonio Ledezma de jefe de campaña, un poco para neutralizar la posibilidad de que Antonio se postulara. Nosotros tuvimos un excelente asesor de campaña mediática, que era un brasilero fabuloso. Él apenas conoce a Alfaro le dice, “mire, usted es muy viejo, hay un presidente viejo (Caldera), es muy difícil hacerle una campaña a usted, podemos tratar de hacerla, pero no es nada fácil usted es un viejo que va a sustituir un viejo”, y Alfaro lo odió desde el primer momento.
Como cosa curiosa, cada vez que le llevábamos las cuñas extraordinarias; había una que se llamaba el hombre de las mil caras que era extraordinaria. Cómo el captó lo que iba a pasar después, que Chávez se iba transformado la cara de un ángel hasta un monstruo, era una especie de espiral. Hizo la famosa propaganda que iban a freír a los adecos en aceite, hizo una contra Salas Römer que decía “yo no soy un caballo, soy un burro”, que era frijolito.
-¿y ninguna salió?
PG- Sí, como no, todas salían, pero Alfaro retenía las que era contra Chávez. A él le gustaban todas las que eran contra Salas Römer le fascinaban, las que eran contra Chávez no…
- ¿Y por qué?
PG- Lo cuento en el libro, si cuento todo el libro nadie lo va a comprar.
- Hay un relato de la relación de Alfaro Ucero y Chávez donde no se precisa, porque no hay las pruebas, pero donde se insinúan muchas cosas.
- Muchos de los que han sufrido las consecuencias de la persecución chavista cuando faltaba un mes para las elecciones “lo apoyaron”. Todo el mundo sabía que Chávez era imparable.
Alfaro tenía 6% Irene tenía 10% Salas Römer tenía 20 y pico. El comando de campaña era un cementerio allí no iba nadie. Nosotros pasábamos el día obstinados allí, y de pronto comienza a llegar comandados por Cisneros, todos los dueños, gerentes, los banqueros, a meterle plata a la campaña, a dar cuñas gratis, todas las cuñas que quieran meterles y yo decía ¿qué es esto?, qué es lo que está pasando aquí. Bueno, en el momento no entendía, era difícil entender. Después, era muy fácil, todo era para que Alfaro no se retirara y dividirle los votos a Salas Römer de manera de que Chávez ganara. ¿Y para qué era eso? Lo que siempre pensaron, este hombre gana con el apoyo nuestro y después manejamos a este hombre.
-El libro es una interpretación del auge y caída de la democracia en Venezuela. Autocrítico.
PG- Yo soy corresponsable. Este año fui parte y miembro del CEN de Acción Democrática, copartícipe de las decisiones que se tomaron equivocadas o no; para nada puedo decir: “yo no tengo nada que ver con lo que pasó”.
-Ahora hay una revalorización del período de la democracia participativa, lo que llaman la República Civil. Ese tremendo desprestigio que se vio en los años 80 hasta el ascenso de Chávez al poder.
PG- El error fue generalizar a todos como inmorales. Por eso yo junto a Pepe, queríamos llevar a rango constitucional el honor, el derecho a réplica y eso, porque ni Pepe Rodríguez era un ladrón, ni yo era una ladrona… ni muchos otros, y por qué razón teníamos que estar… yo cuento allí muchas anécdotas, una de las mejores anécdotas fue cuando el sargento Fullchola tiene un programa, y yo voy en mi carro oyéndolo y oigo que llama un radioescucha que hablaba de los ladrones, “los adecos y esos corruptos, esa corrupta de Paulina Gamus y esa ladrona”, y entonces el sargento Fullchola y le dice “un momento, a ella la conozco de toda la vida ella es rica de cuna y se casó con un señor y cuando se divorciaron él le dio las Saritas y las Sarella”; y resulta que esos dueños de Sarita y Sarella son primos terceros de mi ex esposo, mi ex esposo nunca tuvo que ver con eso ni yo fui rica de cuna, yo lo llamé a agradecerle muchísimo su defensa, pero le dije ni soy rica de cuna ni me dejaron ninguna Sarita ni ninguna Sarella en el divorcio. Pero fue esa cosa que te llamaban a insultarte, a decirte ladrón.
-La generalización. A veces eran corruptos los empresarios y no los políticos conocidos.
PG- Eso te iba a decir. Que hay una revalorización de ese período. No creo que haya que verlo ni con los ojos de que fue una maravilla ni que fue malísimo. Si ese libro pudiera servir para algo, Permítanme Contarles, es para que no se vuelvan a repetir los errores. Yo estoy confiada en el triunfo de Henrique Capriles, en el retorno de la democracia en Venezuela, pero que no se vuelvan a repetir esos errores. Hubo cosas que hay que rescatarlas, que ¿el pasado de Venezuela fue malísimo? no, lo que hizo la democracia en 40 años desde el punto de vista de construcción, no solo de obras, de una mentalidad, de una idea. Estos 14 años de Chávez, sin que Chávez pueda doblegar a la mitad del país, y ahora es más de la mitad, bueno chico, porque aquí había una conciencia democrática de respeto de los unos por los otros.
-Una conclusión: En el libro se refleja que usted no fue una buena segunda, fue una mala subordinada y en un partido donde ser mujer era casi un pecado y una limitación, tuvo siempre problemas por eso, quizás en otros países y en otras circunstancias hubiera podido llegar a ser presidenta de la República.
PG- Yo cuento allí cómo fui precandidata y después me di cuenta que era una ridiculez. Es eso lo que le pasa a la gente, se obnubila, yo entendí lo que le pasó a Alfaro después, que se creyó lo que le decían, porque yo me lo creí, cuando a mí me dijo Pablo González que el buró de educación me iba a apoyar y que había no sé cuántos miles de educadores en el país y que iba a ser la futura presidenta, me lo creí. Luego empecé a darme cuenta que era absurdo completamente y cuento que traté de inspirarme con lo que hacía Héctor Mujica cuando fueron candidatos Piñerúa y Luis Herrera; él era candidato del Partido Comunista y hay una recepción en El Nacional y le pregunto: ¿Héctor, y tu esposa, no vino? Y me dice, “no chica, ella dice que con una sola persona en la familia que haga el ridículo es suficiente”. Después me echa el cuento que estuvo en Mérida e iba en un Volkswagen con un compañero comunista que voceaba en un megáfono que estaba Héctor Mujica y nadie salía a verlo, pero sale una viejita y agita los brazos y él se baja y la abraza, y la viejita le dice “mijo cuándo viene Piñerúa”. Eso contado por Héctor Mujica. Yo la verdad empecé a tratar de decir que no iba a ser presidenta, pero que le estaba abriendo el camino a mi nieta, y por supuesto las mujeres fueron las que menos me apoyaron y sabían que yo no iba a ganar. Está bien que “ella” no va, pero puede ser que esto abra el camino para que dentro de unos años otras mujeres puedan hacerlo, evidentemente fueron las menos proclives a apoyarme.
-Otra limitante no fue ser judía.
PG- Yo lo cuento allí que tenía dos plomos en el ala: mujer y judía, hubiera sido muy difícil. Si cuando Lusinchi me nombra ministra de Estado para la cultura y presidenta del Conac me dice “yo te iba a nombrar desde el primer momento, pero hubo un escándalo tal en la Iglesia Católica cuando nombramos a Rud Lehninger”.
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