EL ENTUSIASMO CHAVISTA DE MONSIEUR MELENCHON
Elizabeth Burgos
eburgos@organge.fr
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Semanario ABC 6 setiembre 2012 pp.14-15
El candidato francés de la izquierda, Jean-Luc Mélechon, huérfano de votos en su país, participó con lágrimas de entusiasmo de un mitin electoral de Chávez y de regreso a Francia, relata su entusiasmo.
Pese a que el tiempo político parece detenerse durante las vacaciones del mes de agosto, la crisis siria constituye una excepción y continúa tomando la primera plana de los informativos con su cortejo de muertos y de violencia. Las otras noticias que ocupan a los medios, es el Ecuador por la instrumentación del caso Assange y Venezuela, por la relación de la extrema izquierda francesa con el presidente de ese país. Mientras, la clase política francesa, permanece en receso estival. En Francia, en el mes de agosto el tiempo político se pone entre paréntesis; las radios, periódicos y televisiones dedican su espacio a los festivales, y a la manera cómo los franceses pasan ese periodo delfar niente. No sólo estudiantes, profesores y empleados se ausentan de las ciudades y van a colmar las playas, también el Presidente de la República, ministros, diputados, senadores detienen por un tiempo su actividad, y cada uno escoge un lugar placentero en donde pasar esos días de descanso.
Obedeciendo al cambio de estilo que François Hollande prometió en su campaña electoral, con ser “un presidente normal”, en contraste con el estilo “bling, bling” del anterior presidente, este año los lugares escogidos por los diferentes miembros del gobierno, no dieron materia a escándalo como en la época del gobierno de Nicolás Sarkozy, cuando éste aceptaba invitaciones en yates de millonarios o algunos de sus ministros aceptaban invitaciones de gobiernos poco respetuosos de la democracia. Inesperadamente, el escándalo mediático en relación al lugar de vacaciones, lo suscitó el muy radical y crítico líder del Partido de la Izquierda, Jean Luc Mélenchon por su viaje a Venezuela. El primer objetivo de su desplazamiento estival al país del socialismo del siglo XXI, fue el de asistir al Foro de Sao Paulo. Luego permaneció en el país, para participar, como él mismo lo declara en su Blog, en la campaña electoral del candidato presidente, el teniente coronel Hugo Chávez.
A su regreso del país de Bolívar, Mélenchon dedicó duras críticas al gobierno francés, y en particular, al presidente de la República, François Hollande, acusándolo de inmovilismo, empleando un lenguaje propio de su estilo, agresivo, bordeando el insulto. La respuesta del Primer Ministro, Jean-Marc Ayrault, no se hizo esperar, escogió como ángulo de ataque, la estadía de Mélenchon en Venezuela y en tono irónico comentó: “Es cierto que cuando se regresa de cinco semanas de vacaciones en Venezuela, con Hugo Chávez, es posible que le falte un poco de conocimiento real de la situación de Francia y de Europa”. El Ministro del Trabajo, por su parte, se refirió a “la izquierda de América del Sur, que sólo maneja el verbo”. Por su parte, el líder ecologista, célebre conductor de las revueltas de mayo 68, declaró que: “alguien que dé lecciones de política y que pase sus vacaciones con Chávez, es cosa bastante inaudita”.
Durante la campaña electoral francesa, Jean-Luc Mélenchon constituyó un fenómeno en términos mediáticos. El empleo de un discurso radical, su facilidad oratoria, el uso de una frase que golpea y la expresión de un imaginario político que place particularmente a los franceses por su recurso a referencias literarias y de orden histórico, hizo creer que lograría un alto porcentaje de sufragios. En la realidad no resultó así, y ni siquiera logró acceder a la Asamblea Nacional como diputado.
Sus relaciones con el gobierno de Venezuela no datan de su reciente viaje al país. Sólo que durante la campaña electoral, su admiración por Hugo Chávez le fue reprochada como argumento electoral, tanto por la derecha como por la izquierda democrática. En ese entonces, se trataba de ganar votos, y negó en varias ocasiones que Chávez le sirviera de modelo, sino que su “voluntarismo” constituía una “fuente de inspiración” y que él se “sentía más próximo de Rafael Correa”. Sin embargo, a raíz de su regreso de esta última estancia estival en el Caribe venezolano, Mélenchon no escatima alabanzas por el teniente-coronel, y demuestra un grado de entusiasmo por la “revolución bolivariana” poco usual en alguien formado en la tradición cartesiana. Pero es cierto, que en Francia, América Latina sigue alimentando un imaginario que se ha forjado a través de los siglos; el de un continente a la vez extraño y familiar, cuyo anecdotario político permite la libertad de expresar sentimientos que no sería de buen tono demostrar hacia la realidad francesa. América Latina es como una suerte de oasis, en donde se puede descansar de esa racionalidad cotidiana indispensable para la sobrevivencia en un mundo altamente institucionalizado.
La crónica que le inspiró a Mélenchon su viaje a Venezuela, es una demostración palpable del estado de ánimo que suscita el universo imaginario de cierta izquierda latinoamericana, orientada hacia el pasado, por considerar el presente como un simple escalón que debe conducir hacia un futuro idealizado. Ello remite forzosamente al mito de la Revolución Francesa, que sigue actuando como referencia, que es irremediablemente un capítulo pasado, pero que en América Latina, parece estar siempre a la orden del día.
El relato de Jean-Luc Mélenchon – que al término de Foro de Sao Paulo permaneció en Venezuela a“participar un poco de la campaña electoral que ha comenzado en vistas a las elecciones presidenciales de octubre próximo”, -transmite una emoción conmovedora. Relata un viaje de Caracas a Barquisimeto, -a donde fue a participar a un mitin electoral en el que tomaría la palabra el candidato-presidente-, en el avión presidencial en donde “tuve el honor de estar sentado en el asiento frente al que llevaba el nombre de Hugo Chávez, pero que permaneció vacío porque el comandante trabajaba sus fichas en su espacio privado”, refiriéndose a la preparación del discurso que iba a pronunciar el “comandante” en la ciudad de Barquisimeto. Se deja llevar por la asociación de ideas y por un fenómeno de identificación y compara la campaña a la que está asistiendo en Venezuela, a su propia y reciente campaña electoral, por lo que dice“conocer ese tipo de ejercicio por lo que se comprende su importancia”.
Y haciendo gala de un profesionalismo de hombre de espectáculo, apunta que “ese tiempo cuando se entra en lo que se va a decir y donde de cierta manera se comienza a encarnarlo, debe ser hecho con seriedad y método. Describe la masa que se agolpa esperando al candidato presidente que el visitante francés califica de “huracán bolivariano”. Y en un rapto de lirismo, y de clara identificación con el candidato venezolano aclamado por la multitud, transido de emoción, afirma: “Ver en aquellos rostros jóvenes, la luz que percibí en el de mis camaradas, muchachas y muchachos, que hacían lo mismo en Estrasburgo, en París, y en muchos otros sitios!”… “Nunca había visto un tal fervor político concentrarse de esa manera en los cuerpos y en los rostros. A medio camino, me di cuenta de que tenía el rostro cubierto de lágrimas”.
Ese mismo personaje, al que “la luz de los rostros de los jóvenes iluminados por la gracia bolivariana” le hace derramar lágrimas de emoción, abandonó en signo de protesta, el recinto del Parlamento europeo durante la sesión en la que fue concedido el premio Sakarov al disidente cubano, Guillermo Fariñas, quien tras 105 días de huelga de hambre logró que la dictadura cubana liberara al grupo de presos políticos, condenados a 28 años de cárcel por tratar de ejercer un periodismo libre. Ni siquiera se inmutó por el hecho de que el régimen cubano no autorizó a Fariñas acudir a Europa a recibir el premio.
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