Una muestra hecha sin catálogo deja un vacío
Galerías y salas institucionales intentan retomar la realización de publicaciones en las que se registre su programación expositiva
Hay exposiciones que han marcado hitos y, muchos años después, se sigue hablando de ellas. Sin embargo, una vez que las obras se desmontan sólo queda una manera de volver a visitarlas: hojeando el catálogo.
Esos cuadernos tienen diversas presentaciones y, según el historiador Francisco Da Antonio, comenzaron a editarse en el país en los años cuarenta, de la mano del Museo de Bellas Artes y de los nacientes salones de arte. “La época dorada de las publicaciones fueron las décadas de los ochenta y noventa, en los museos”, señala el investigador.
Usualmente un catálogo contiene un registro de las piezas exhibidas con sus respectivas fichas técnicas, los textos que desarrollaron los investigadores y curadores a cargo de la muestra y, sobre todo, fotografías. Por sus elevados costos, se habían convertido en una especie en extinción en las instituciones venezolanas. Sin embargo, este año algunas salas volvieron a apostar por las publicaciones.
Esta semana, Periférico Caracas presentó una colección de 6 catálogos de las individuales de Jorge Pedro Núñez, Asdrúbal Colmenárez, Suwon Lee, Luis Molina-Pantin, Daniel Medina y Terry Smith. El último es el artista que exhibe sus obras actualmente en esa sala. El tiraje fue de 500 ejemplares y su publicación es parte del convenio de cooperación que la institución firmó hace un año con la Fundación Telefónica. “Los catálogos son importantísimos, porque una muestra dura, en promedio, 45 días en sala. Pienso que invertir en la programación expositiva sin contar con un registro de ella lo deja todo en un asunto efímero. Lo que nosotros queremos es contribuir a la historiografía del arte”, señala Ana Caufman, directora de Periférico Caracas.
Los costos. Hacer un catálogo involucra a gran cantidad de profesionales, como escritores, críticos, fotógrafos y diseñadores. También hay que tomar en cuenta los costos de imprenta, que suelen variar de un mes a otro. En el país, a diferencia de en el exterior, estas publicaciones no se venden, sino que se distribuyen de manera gratuita. Por ello eran consideradas, erróneamente, como un lujo.
Valentina Ríos, presidenta de la Fundación Telefónica, indica que cuando la organización se alió con Periférico Caracas se llegó a la conclusión de que no tenía sentido recortar el presupuesto de los catálogos para hacer un mayor número de exposiciones. “Pensamos que hay que hacer el esfuerzo para que salgan las dos cosas. El catálogo es importante porque es lo que podemos llevar luego a los centros de documentación, a las bibliotecas, para que todo el mundo tenga acceso a la muestra aunque no la haya podido ver”.
Esos cuadernos tienen diversas presentaciones y, según el historiador Francisco Da Antonio, comenzaron a editarse en el país en los años cuarenta, de la mano del Museo de Bellas Artes y de los nacientes salones de arte. “La época dorada de las publicaciones fueron las décadas de los ochenta y noventa, en los museos”, señala el investigador.
Usualmente un catálogo contiene un registro de las piezas exhibidas con sus respectivas fichas técnicas, los textos que desarrollaron los investigadores y curadores a cargo de la muestra y, sobre todo, fotografías. Por sus elevados costos, se habían convertido en una especie en extinción en las instituciones venezolanas. Sin embargo, este año algunas salas volvieron a apostar por las publicaciones.
Esta semana, Periférico Caracas presentó una colección de 6 catálogos de las individuales de Jorge Pedro Núñez, Asdrúbal Colmenárez, Suwon Lee, Luis Molina-Pantin, Daniel Medina y Terry Smith. El último es el artista que exhibe sus obras actualmente en esa sala. El tiraje fue de 500 ejemplares y su publicación es parte del convenio de cooperación que la institución firmó hace un año con la Fundación Telefónica. “Los catálogos son importantísimos, porque una muestra dura, en promedio, 45 días en sala. Pienso que invertir en la programación expositiva sin contar con un registro de ella lo deja todo en un asunto efímero. Lo que nosotros queremos es contribuir a la historiografía del arte”, señala Ana Caufman, directora de Periférico Caracas.
Los costos. Hacer un catálogo involucra a gran cantidad de profesionales, como escritores, críticos, fotógrafos y diseñadores. También hay que tomar en cuenta los costos de imprenta, que suelen variar de un mes a otro. En el país, a diferencia de en el exterior, estas publicaciones no se venden, sino que se distribuyen de manera gratuita. Por ello eran consideradas, erróneamente, como un lujo.
Valentina Ríos, presidenta de la Fundación Telefónica, indica que cuando la organización se alió con Periférico Caracas se llegó a la conclusión de que no tenía sentido recortar el presupuesto de los catálogos para hacer un mayor número de exposiciones. “Pensamos que hay que hacer el esfuerzo para que salgan las dos cosas. El catálogo es importante porque es lo que podemos llevar luego a los centros de documentación, a las bibliotecas, para que todo el mundo tenga acceso a la muestra aunque no la haya podido ver”.
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