Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

jueves, 26 de mayo de 2011

FIBROMIALGIA: Regreso del fuego de Hestia . Y origen del pueblo árabe

Silvia Degwitz. Serie: Mandalas.


FIBROMIALGIA: Regreso del fuego de Hestia .

Del libro: “Todos Tenemos un Ángel”

de Anselm Grün Monje benedictino.

La primera historia bíblica en donde un ángel juega un rol decisivo es el episodio de “Agar”, la criada de Abraham.
Abraham recurre a Agar porque su esposa, Saray, no puede tener hijos. Agar queda, entonces, embarazada de Abraham. Pero Saray, guiada por sus celos, maltrata a tal punto a Agar que ésta se fu¬ga al desierto. Allí se encuentra con el ángel del Se¬ñor quien le pregunta: “Agar, doncella de Saray, ¿de dónde vienes y hacia dónde vas?” (Gen 16,8) y la envía de regreso con su ama. Ella debe soportar el maltrato por la promesa de que su hijo Ismael tendrá una numerosa descendencia que será ade¬más muy exitosa. Agar denomina al lugar donde se le apareció el ángel: “El-Roi (Dios que me mira)” (Gen 16,13).
La situación vivida por Agar es bastante arquetípica. Se siente rechazada por todos y dejada de lado. Abraham, el padre de su hijo, la deja librada a voluntad de Saray. No tiene a nadie que la defienda. Entonces es, cuando aparece el ángel. Aun las personas la han abandonado, el ángel no la deja sola.

Los niños experimentan constantemente estas experiencias. Se sienten incomprendidos por sus padres quienes protestan y hasta llegan a pegarles por cosas insignificantes.
Muchos adultos me cuentan cómo cuando eran niños pensaban que hacían todo mal. Su padre reaccionaba arbitrariamente, nunca podían saber qué era lo que debían decir o hacer en realidad. Todo podía determinar un ataque de ira de su padre. Estos niños se sienten dejados de lado, abandona¬dos a la arbitrariedad.

La reacción normal sería bloquear nuestros sen¬timientos y tan sólo funcionar como máquinas. Pe¬ro gracias a Dios existen también otras maneras de reaccionar. Los niños se crean un espacio donde se olvidan del mundo y se internan en sí mismos para lograr sentirse bien. Podríamos considerar estas reacciones positivas como obra de los ángeles que protegen a los niños. El ángel guía al niño hacia lu¬gares donde se siente protegido de padres terribles y arbitrarios. Allí los niños se sienten seguros y completos y se conectan con la fuente interna. Allí descubren como Agar la fuente de donde pueden beber. “Beer-Lahai- Roi ( la Fuente de quien me protege)” (Gen 16,14). Para algunos pequeños es la iglesia quien les proporciona protección. Para otros es la frazada debajo de la cual se esconden para sentirse seguros o bien se construyen fortalezas o cuevas donde refugiarse. Allí experimentan el re¬gazo materno. Otros abrazan a su muñeco de peluche o acarician a su perro para demostrarle sus sufrimientos. A veces me asusto con algunos episo¬dios de la niñez que me narran. Pero la fe en que esa persona cuando niño no estuvo solo hacia un lugar donde sí podía respirar, me da confianza de que aún estas personas tan heridas encuentren el camino en sus vidas.

El ángel de nuestra historia envía a Agar de re¬greso con Saray. Agar debe soportar el maltrato porque lleva en su seno una promesa. Los ángeles también le comunican este tipo de mensajes a aquellos niños injustamente maltratados y dejados de lado. Porque cada niño es también una promesa, porque el niño puede crearse un mundo en donde él es importante y creativo. Por eso puede regresar una y otra vez a su hogar paterno y soportar las di¬ficultades.

Para aquellos que buscan por medio de una te¬rapia reconocer las heridas de su niñez, es impor¬tante que también rastreen las huellas de los ánge¬les en su vida. Al relatar una y otra vez sus heridas, sólo se sienten cada vez peor. El contar puede lle¬gar a aliviamos pero a veces puede convertirse en una carga para nosotros. Por eso invito a quienes me rodean a contar sólo los momentos en que se sintieron bien consigo mismos y protegidos. A par¬tir de que se concentren en sus experiencias ange¬licales va a ir creciendo en ellos una confianza en sí mismos. Lograrán reconocer que también en su niñez hubo un ángel que advirtió su necesidad y s proveyó de la fuerza necesaria para superar las dificultades. Cuando el adulto logre conectarse nuevamente con su ángel, podrá convivir de otra manera con sus heridas y lastimaduras. Podrá descubrir la promesa que él significa, ver el otro mundo en el que pudo sumergirse de niño, la fuerza curativa emanada por los ángeles.

Una joven me contó una vez que de pequeña siempre añoraba el amor de su madre pero nunca había podido llegar a sentir ese amor tal como se lo imaginaba. Por mucho tiempo vagó en busca de es¬te amor y una y otra vez se vio desilusionada. Se convirtió en anoréxica para “cobrarle” a su madre su falta de amor. Cuando le pregunté por sus “hue¬llas de ángeles” me narró espontáneamente cómo jugaba de niña y cómo se creaba en sus juegos su propio mundo. Luego les daba a sus amigas una es¬pecie de anotaciones de director, como en el cine, para que supieran de qué tenían que actuar. Su te¬ma preferido era siempre una pensión y ella siem¬pre era quien la atendía. Al analizar como adulta estos juegos y en especial su papel en ellos se dio cuenta de la importancia del rol elegido por ella. La dueña de la posada es quien atiende a los huéspe¬des y les hace sentir que son importantes y que in¬tenta hacer siempre todo lo posible para que se sientan a gusto. Los huéspedes son bienvenidos en la pensión y se deben sentir bien en ella. La dueña de la pensión representaba para la niña la figura del ángel y ella misma era capaz de actuarla. Ahora co¬mo adulta debía intentar contactarse nuevamente con su ángel para que éste la protegiera, en vez de tan sólo añorar el amor de su madre. La huella an¬gelical en su vida le permite sentir el amor que ella misma es capaz de darse. En ella hay un ángel que la protege. Si confía en su ángel no necesita más buscar el amor de su madre. Ya tendrá suficiente amor para ella. En ella hay una mujer a cargo de una pensión donde se puede encontrar todo lo que se necesita para la vida. Ella también tiene un ángel que la guía hacia la fuente “donde se encuentra quien siempre me protege” (Gen 16,14). La historia de Agar continúa. Tras el nacimien¬to Saray no puede soportar ver al hijo de Agar tan vital y feliz. Esto mismo le sucede lamentablemen¬te a algunos padres que no pueden soportar la vita¬lidad de sus hijos. En vez de alegrarse por ello, “envían a su hijo al desierto al igual que Saray lo hizo con Agar”. Se alejan de él y lo abandonan en el desierto del aislamiento y de las reglamentacio¬nes. Allí corre peligro de morirse de hambre y de sed y el niño enloquece. El ser lastimado por el pa¬dre lleva al niño a un estado de confusión senti¬mental extrema. El pequeño ya no se reconoce y en su confusión casi no tiene chances de sobrevivir. Cuando Agar ya no tiene más agua, coloca a su hi¬jo debajo de una rama y se sienta dándole la espal¬da. Dice: “No puedo ver cómo mi hijo muere” (Gen 21, 16). Entonces la llama su ángel y le pre¬gunta: “Agar, ¿qué te ocurre? Dios ha escuchado el grito de tu hijo. Levántate, busca a tu niño y sujétalo fuerte con tu mano que lo convertiré en el fundador de un gran pueblo”(Gen 21,17). Y el ángel le abre los ojos para que pueda ver la fuente de agua fresca que se encuentra cerca. “Dios estuvo con el niño. El pequeño creció en el desierto y se convirtió en un arquero”(Gen 21,20).

Situaciones similares a la de Agar son experimentadas hoy en día por muchas madres. No pueden ver cómo el padre envía a su hijo al desierto, cómo el es tan débil que no puede ayudar a su hijo o como proyecta sus propias necesidades en el niño. Las madres no pueden escuchar los gritos de sus hijos cuando se mueren de sed o de hambre. La historia de Agar e Ismael nos demuestra cómo a pesar de todo el niño no está solo. El ángel escucha los gritos del niño. Este es un mensaje consolador, el ángel no sólo ha escuchado nuestros llantos y gritos de niño sino que también nos escucha cuan¬do gritamos ahora. Ismael parece no tener ninguna chance más. Se encuentra solo en el desierto deba¬jo de una rama y seguramente morirá. El ángel que escucha sus gritos le muestra a su madre la fuente que los salvará. Allí donde lloramos y gritamos desesperadamente sin ver una salida, se encuentra siempre cerca una fuente de la cual podemos beber y recuperar fuerzas para seguir. Quizás solos no la podamos ver. Necesitamos un ángel que nos abra los ojos para que no nos ceguemos en nuestra desesperación y podamos reconocer la ayuda que se encuentra a nuestro alcance. Pueden ser personas que nos rodean o algún lugar como una iglesia, un convento o también una pradera o un bosque don¬de nos sintamos seguros. Puede ser también una fuente en nuestro interior con la que logremos conectamos y entonces nuestra vida vuelve a florecer.

Desarrollamos nuestras capacidades de la mis¬ma manera que Ismael lo hizo como arquero. Ismael se convierte en el líder de un gran pueblo y logra desarrollar todas las capacidades que se en¬cuentran en potencia en él. Es arquero, el símbolo de la fuerza vital y rapidez de un hombre. El arco conecta siempre dos polos, une cielo y tierra, Dios y a los hombres y nos convierte en seres completos a partir de la unión de los opuestos.

Con el arco podemos ser un buen guardián, uno que alcanza su objetivo y tiene éxito en su vida. Esta imagen existe en el budismo: El hombre lanza la flecha de su yo sin saber nada hacia el verdadero y más alto ser para volverse uno solo junto a él. El arquero sim¬boliza, entonces, al hombre espiritual que intenta unirse a Dios. El ángel nos pone de esta manera en medio del desierto en contacto con nuestro anhelo de espiritualidad que nos guiará a través de esa situación sin salida hacia una zona divina en la cual experimentaremos seguridad, protección, libertad y amor absoluto. A menudo llegamos a descubrir re¬cién en este tipo de situaciones desesperantes cómo es en realidad nuestro verdadero ser y qué es lo que somos capaces de hacer. Pero para ello necesitamos al ángel que escuche nuestro grito. Necesitamos personas que no teman a nuestros gritos y por sobre todo al ángel interior que escuche el llamado de nuestra alma y venga a ayudarnos.

Al tratar a mujeres sexualmente abusadas, suelo preguntarme cómo es posible que nadie haya escuchado sus gritos. La madre no quiso tampoco escu¬char los gritos de su hijo. A sus tímidos intentos de expresar su necesidad interna de justicia se respon¬da siempre que el tío era tan bueno con los otros que le podía “inventar esa historia”. En algún momento cesaron finalmente los gritos del niño.

Las mujeres suelen tener sus lastimaduras enterradas en su interior, las heridas se convierten así en algo cotidiano. Por ello se apartan de la vida y quieren solo funcionar y sobrevivir para no tener que sufrir más. Pero en algún momento vuelve a surgir de su interior ese grito reprimido. También allí es en realidad un ángel quien las ayuda a que escuchen nuevamente sus gritos.

Deben enfrentar sus heridas pero: ¿de dónde obtener las fuerzas para ello? Sólo cuando alguien que no teme escucharlas las acompaña, entonces, allí oyen a su ángel como Agar lo hizo en el desierto. El ángel se les aparece a través de personas que les muestran la fuente que llevan en su interior o bien directamente como una fuerza interna que irrumpe en ellas. El ángel se muestra en su corazón y las guía hacia la fuente a partir de la cual pueden crear para regenerarse y crecer más allá de sus antiguas heridas. Su ángel les promete que se convertirán en grandes líderes de un pueblo, en arqueros, como Ismael les asegura que tendrán éxito en sus vidas, que lograrán todos sus anhelos y deseos.

Por todo esto aseguramos que no debemos ana¬lizar en los tratamientos terapéuticos sólo las heridas. No podemos quedarnos tan sólo en el gri¬to desesperado aunque sea también tan importante que la persona pueda exteriorizar su dolor. Debe¬mos, en cambio, rastrear al ángel que escuchó esos gritos y nos guió hacia una posible salida. Si logra¬mos encontrar el río de aguas frescas que fluye en nuestro interior desde nuestra fuente interna, entonces, calmaremos nuestra sed y nuestro grito ce¬sará.

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