"Dino"
En la historia de la humanidad, siempre hay hombres que destacan en el diario quehacer de sus tareas. Son hombres que parecen haber sido hechos para indicar el camino a los demás, para ser modelos de personas y de seres humanos, especialmente en momentos en los cuales todos los demás parecen desmayar.
Todas las sociedades parecen tener referencias célebres de este tipo de seres que suelen poseer el don de convertir en oro todo lo que tocan o acarician, ya que siempre van dejando prosperidad y alegría por donde pasan, gracias a una capacidad de trabajo a toda prueba y una mística insuperable, digna de un líder.
La columna de hoy sirve para recordar a una persona que fue un baluarte indiscutible del progreso de la ciudad de Valencia en la segunda mitad del siglo pasado y durante la primera década de esta centuria. Predestinado a convertirse en un proveedor de satisfacciones para sus congéneres, se ha ido de este mundo, dejando un legado extraordinario, una lección de fe y de vida, para sus hijos, sus amigos y todos sus conciudadanos.
Se trata de Leonardo Marchese, mejor conocido como Dino, el siempre sonriente hombre de la Pastelería Dino, a quien conocimos y admiramos, y quien acaba de cumplir un mes de fallecido, hace algunos días atrás.
Leonardo Marchese nació en Sicilia, Italia, en 1933. A la joven edad de 18 años llegó a Venezuela con su espíritu emprendedor e incansable y su temperamento alegre y bondadoso. Contrajo matrimonio con Lastenia Requena y de dicha unión nacen Guisi, Vicente y Rosemary. Establecen residencia en la ciudad de Valencia, donde fundó su famosa pastelería, tan conocida y disfrutada por tantas personas de distintas generaciones.
En 1993, no contento con lo hecho hasta ese momento, inauguró el Centro Clínico La Milagrosa, institución de salud icono del municipio Naguanagua y de la ciudad capital del estado Carabobo. Tanto en el centro clínico, como en la pastelería, compartía con todos quienes le conocimos con su simpatía característica, mostrando que el éxito no modificó nunca su sencillez y humanismo.
El señor Dino, como afectuosamente era conocido, fue siempre un hombre trabajador, preocupado del bienestar de las personas que laboraron en las fuentes de empleo que generó ese incansable deseo de trascender en la vida. Siempre con una idea, con un proyecto, con una propuesta para hacer de lo bueno algo mejor… ¡Dios lo bendiga, señor Dino!
Hasta el próximo lunes. ¡Que Dios los bendiga a todos y todas!
todoloslunes@gmail.com
sorrento@cantv.net
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