Josefina Weidner
Caraqueña de La Candelaria, mezcla de andina y alemán, tarbesiana, ucabista gracias al allanamiento inolvidable del gobierno de 1969 y a la reforma de la Escuela de Letras de la UCV.
Observadora de la única huelga de hambre de la UCAB y con tesis de grado discutida públicamente sobre el Ernesto Cardenal del libro “Vida en el amor”, escrito cuando era monje trapense y discípulo de Thomas Merton, pues nunca busqué mi verdad ni centro existencial en los fanatismos de “izquierda y de derecha” que pululaban en el ambiente. Me tracé objetivos profesionales compartidos con extraordinarios amigos y ejercidos en la antigua Biblioteca Nacional caraqueña de 1970 hasta 1977, sepultados vivos a partir de 1981 en Valencia, pisoteados desde 1986 cuando me hice ceramista y orfebre y resurgidos como un loto en 1992 en la Abadía San José de Güigüe, que hice “mi casa” hasta 1999.
Después vino la debacle del MOBBING LABORAL en FUNDAPATRIA en
2007 cuando nos clausuraron pero mi ansiada y peleada jubilación, gracias
a Aníbal Matute.
Observo en silencio y a través de la prensa diaria, la paradoja de vida de los antiguos y actuales “come candela” y “enfants terribles” convertidos en eternos burócratas de la cultura o buscadores de un “carguito” mantenidos por todos los gobiernos, enquistados en excluyentes y misóginas cofradías, causantes del estancamiento y falta de trascendencia de nuestra producción intelectual, que al fin comienzan a variar un poco su modelito vigente, con el consecuente resurgir de la literatura venezolana, hermanados en el mejor estilo Blade Runner, sin expresión en el rostro y la mirada perdida en un mañana sin ilusiones.
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