02 septiembre 2011
Lo anotado es de vital importancia en cuanto se cree que somos producto, en todos los aspectos, de las estructuras e instituciones republicanas, marginando la herencia monárquica que de tanto peso es en la conformación de aquellas y fundamentalmente en lo religioso, político, cultural y, desde luego, lo territorial.
Bolívar, que hasta en eso profundizó, en discurso de la Sociedad Patriótica, en vísperas de declarar la independencia, produjo la frase de si tres siglos de dominación no eran suficientes para tomar la decisión de independizarse de la monarquía (la frase no es textual, pero sintentiza el pensamiento del joven mantuano de romper con el miedo a la tradición e imponer los nuevos ideales, los republicanos, a través de la Independencia.
Desde luego, con la Independencia se creó la República, pero tomando por bases estructurales muchas instituciones monárquicas las cuales era necesario sustituir por las ideas republicanas, lo que produjo, como era de esperarse, la inevitable confrontación entre lo nuevo, que aspiraba a institucionalizarse, y lo viejo, que por más de tres siglos de dominio venía modelando la existencia material y espiritual de la población.
Los quince largos años de guerras independentistas no sustituyeron del todo lo viejo por lo nuevo, lo monárquico por lo republicano. Si nuevo era el sistema republicano de gobierno con instituciones que respondían a esos fines, otras de viejo régimen continuaron.
El catolicismo, fuerte institución del viejo régimen, continuó con el nuevo hasta que en 1833 se logró la libertad de cultos; la esclavitud, como mano de obra esencial del viejo sistema, siguió por un poco más de cuatro décadas después de declarada la Independencia, en lo que Bolívar vio como una contradicción de la Independencia; el latifundismo, cimiento clave del poderío de clase colonial, aun pervive.
Es más, con el caudillismo que surge producto de la gesta emancipista, el latifundismo se multiplica presionado por las ambiciones militares en cuestión que condena la República, por otra parte, a un rosario de guerras civiles que trajeron empobrecimiento de la economía, insalubridad, epidemias, bandolerismo, regionalismos, revoluciones que solo fueron de nombre, dictaduras e inestabilidad política cuyas consecuencias, como lo vemos al presente, se han traducido en una reencarnación del caudillismo militarista, luego de pasar por cuarenta años de democracia cuyos desaciertos brindaron las oportunidades al caudillismo en cuestión para reimplantarse, ahora como un comunismo de corte totalitario copiado del régimen cubano.
Alfonso Betancourt || Desde el Meridiano 68
Venezuela monárquica y republicana
Tres siglos y unos cuantos más definen la Venezuela monárquica. La republicana, si la contamos a partir de 1810, en el 2010 cumplió dos siglos. A muchos les parecerá increíble, que los venezolanos hayamos vivido más bajo el régimen monárquico que el republicano, pero así es.Lo anotado es de vital importancia en cuanto se cree que somos producto, en todos los aspectos, de las estructuras e instituciones republicanas, marginando la herencia monárquica que de tanto peso es en la conformación de aquellas y fundamentalmente en lo religioso, político, cultural y, desde luego, lo territorial.
Bolívar, que hasta en eso profundizó, en discurso de la Sociedad Patriótica, en vísperas de declarar la independencia, produjo la frase de si tres siglos de dominación no eran suficientes para tomar la decisión de independizarse de la monarquía (la frase no es textual, pero sintentiza el pensamiento del joven mantuano de romper con el miedo a la tradición e imponer los nuevos ideales, los republicanos, a través de la Independencia.
Desde luego, con la Independencia se creó la República, pero tomando por bases estructurales muchas instituciones monárquicas las cuales era necesario sustituir por las ideas republicanas, lo que produjo, como era de esperarse, la inevitable confrontación entre lo nuevo, que aspiraba a institucionalizarse, y lo viejo, que por más de tres siglos de dominio venía modelando la existencia material y espiritual de la población.
Los quince largos años de guerras independentistas no sustituyeron del todo lo viejo por lo nuevo, lo monárquico por lo republicano. Si nuevo era el sistema republicano de gobierno con instituciones que respondían a esos fines, otras de viejo régimen continuaron.
El catolicismo, fuerte institución del viejo régimen, continuó con el nuevo hasta que en 1833 se logró la libertad de cultos; la esclavitud, como mano de obra esencial del viejo sistema, siguió por un poco más de cuatro décadas después de declarada la Independencia, en lo que Bolívar vio como una contradicción de la Independencia; el latifundismo, cimiento clave del poderío de clase colonial, aun pervive.
Es más, con el caudillismo que surge producto de la gesta emancipista, el latifundismo se multiplica presionado por las ambiciones militares en cuestión que condena la República, por otra parte, a un rosario de guerras civiles que trajeron empobrecimiento de la economía, insalubridad, epidemias, bandolerismo, regionalismos, revoluciones que solo fueron de nombre, dictaduras e inestabilidad política cuyas consecuencias, como lo vemos al presente, se han traducido en una reencarnación del caudillismo militarista, luego de pasar por cuarenta años de democracia cuyos desaciertos brindaron las oportunidades al caudillismo en cuestión para reimplantarse, ahora como un comunismo de corte totalitario copiado del régimen cubano.
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