Destrucción galopante
El partidismo tradicional de vieja data no se percata del desvalijamiento de la nación
RAFAEL BELLO | EL UNIVERSAL
sábado 3 de septiembre de 2011 12:00 AM
Es la inmoralidad enquistada en la política, evidente en la ambición de la impronta riqueza, que la exhiben en lujos rimbombantes: relojes que ni los grandes potentados del mundo usan, automóviles costosos, inmuebles tanto dentro como fuera del país, lujos impensados y dinero colocados en cuentas cifradas en paraísos fiscales. Es el atentado inaudito contra las finanzas públicas en una delirante ambición de poder pero con los bienes de la nación.
El pretendido liderazgo mundial vacío de ideas y próspero en delirios que la psicología conductual define sin equívocos y la corrupción inmoral sin precedentes en América Latina, deja su estela de perturbación y retroceso.
Lo mal llamado gobierno, simplemente ha representado el usufructo de los resentidos y oportunistas. Así se ha recorrido un trance escalofriante con la exacerbación de mediocridades y la progresión de gravísimos hechos en los que la inseguridad se ha erigido como la primera causa de muerte en Venezuela y el atraso, una desgracia. Es la plaga del autoritarismo repudiado por la colectividad y mal visto en naciones civilizadas.
Deprimente el cuadro del país, pero late con determinación en la colectividad la necesidad del cambio. No es posible la disolución de Venezuela ni ser contemplativos ante la traición. El partidismo tradicional de vieja data no se percata del desvalijamiento de la nación. Pero hay convicciones democráticas y ante el empobrecimiento progresivo, el pueblo asume su rol definitorio en el proceso histórico sin otros cálculos que la libertad de la patria.
bello.rafael@yahoo.es
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