Julio César Pineda ||
Good bye Gaddafi
Gaddafi fue el más longevo de los dictadores de África. Como embajador en Libia tuve la oportunidad de conocerlo personalmente y observar el estilo, filosofía y práctica de su gobierno.
Durante 42 años Gaddafi construyó un sistema dictatorial bajo el total control de él y su familia. No soportó la existencia de una Constitución política con separación de poderes, con elecciones democráticas, con pluralismo político y alternabilidad, como lo intentó en los primeros años de gobierno. Cuando dio el golpe de Estado en 1969, derrocando al rey Idris Al-Senussi, prometió la plena democracia, con el desarrollo que le garantizaba el petróleo en el Estado árabe más rico de África.
En 1977, con esa visión hybrica de identificación absoluta del líder con su pueblo, decidió eliminar el Parlamento porque su revolución no quería tener intermediarios. Igualmente eliminó el Poder Judicial porque, representando al pueblo, el líder es quien interpreta la justicia y no los magistrados que, como los parlamentarios, pueden ser manipulados por potencias extranjeras o por las clases dominantes.
Gaddafi, y otros que han tratado de emularlo, como Fidel Castro en América Latina, creía que todas las acciones del gobernante son lícitas y justas, por lo tanto no aceptaba críticas de la opinión pública, condenando a los medios de comunicación social al silencio, al mutismo de la verdad, a la negación de una realidad que no quería confrontar y que grita la ineficiencia de su régimen.
Ese sistema político tenía que desaparecer, no sin antes dejar una huella de dolor, una herida abierta en el alma de un pueblo que se rebeló, exigiendo respeto a los derechos humanos, que contó con la ayuda internacional y el favor de las circunstancias. Ahora esta nación inicia una incipiente democracia, con desarrollo social en el principio de una verdadera libertad que costó, y aún cuesta, la vida de quienes nunca se dieron por vencidos.
En mis tiempos de embajador de Libia sólo había un periódico y un canal de televisión, ambos manejados por el gobierno. Un solo movimiento político y una sola interpretación de la Constitución dentro del denominado Libro Verde. Esto me recuerda, en los tiempos finales de Brezhnev en Rusia, donde el comunismo sufría del mismo síndrome, aunque terminó afortunadamente por la caída del Muro de Berlín, los soviéticos sólo leían dos periódicos: Pravda (Verdad) e Izvetzia (Noticias), todos comentaban que ni Pravda decía la verdad, ni Izvetzia tenía noticias.
jcpineda01@gmail.com | @jcesarpineda
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