Aqui Nacio la Republica de Venezuela y fuimos su primera capital
De La Cosiata a la Constituyente Valenciana
Domingo Alfonso Bacalao
Con el nombre de "La Cosiata" se conoce todo el proceso revolucionario que comienza en Valencia, en el mes de abril de 1826, y se extiende por todo el territorio nacional, causando una inmensa conmoción que a través de varias etapas conducirá definitivamente a la separación de Venezuela de la Gran Colombia, a la convocatoria de la Constituyente de 1830, a la sanción de una nueva Constitución y a la creación de un nuevo Estado, autónomo, independiente y soberano. Por tal razón, se asienta con toda propiedad que aquí -en Valencia- nació la República.
La expresión que tomó cuerpo y se hizo popular -es tenida como de origen valenciano y otros alegan su oriundez caraqueña- la utilizaba un actor dramático que actuaba en la ciudad y emplea el vocablo "cosa" y sus derivados "cosilla" y "cosiata" para expresar o referirse a asuntos enmarañados y de confuso desarrollo.
Pero anotemos de una vez: en el fondo de la cuestión subyace un problema de carácter político y constitucional, que desde el primer momento atiza el fuego del enfrentamiento y las confrontaciones.
Una vez sancionada la Constitución de Cúcuta del 30 de agosto de 1821, mediante la cual se crea la Gran Colombia, empiezan sus cuestionamientos. Gil Fortoul -el gran historiador venezolano- señala que la historia de esta Constitución será la historia de sus violaciones. Las tendencias separatistas de los venezolanos comienzan desde el momento mismo de la juramentación de la Carta Magna. El 29 de diciembre la municipalidad de Caracas, reunida en cabildo extraordinario, comienza a discutir sobre la juramentación que deben prestar el venidero tres de enero, y se escuchan las primeras críticas al texto constitucional, la necesidad de someterlo a un nuevo examen, hacerle los cambios y las reformas que se consideren más convenientes a la prosperidad de la República, la libertad y seguridad de los ciudadanos y hacer observaciones a algunos aspectos del mismo no adaptables a este territorio.
En el debate participan hombres de una alta significación y prestancia intelectual y política, como Andrés Narvarte, Valentín Osío, Juan Nepomuceno Chávez, José Austria y Tomás Lander, entre otros. Las profundas reservas frente a la Carta Magna y la incapacidad de ésta para regular una situación que le era completamente ajena, además de razones económicas, sociales y geográficas, apresuran el conflicto.
En su tratado de Derecho Constitucional, el profesor Ernesto Wolf acierta al decir que "el error del Congreso fue el no admitir el sistema federal y la autonomía administrativa para Venezuela y la Nueva Granada, que antes eran entidades completamente separadas, con su desarrollo particular. El particularismo no podía impedirse a dos naciones vecinas pero distintas; y la exageración del centralismo debía acabar con la Gran Colombia".
Es bueno apuntar que en el año 1813, cuando el Libertador, pensando en la organización del nuevo Estado, sometió a consideración de los juristas más ilustrados el llamado Proyecto o Plan Ustáriz, uno de los consultados sobre el particular fue Miguel Peña, quien desempeñará un rol estelar en los futuros sucesos de la patria. El gran valenciano fue atinado y visionario cuando aconsejó, como forma de organización del Estado por nacer, la confederación.
¿No veía con absoluta claridad el jurista lo que debía ser la estructura constitucional de la nación grancolombiana?
LOS ACONTECIMIENTOS DE ABRIL DE 1826
La pasión polémica aumenta el clima del momento. Los ánimos se van caldeando y los viejos resentimientos ponen sobre el tapete antiguas y encendidas divergencias. Surge con fuerza el tema relativo a la confrontación entre centralistas y federalistas. En estas circunstancias una crisis puede estallar en cualquier instante. Los venezolanos consideraban que los enormes esfuerzos y sacrificios hechos a lo largo de la Guerra de Independencia no se correspondían con las nuevas realidades. Una suerte de frustración sacudía con intensidad el espíritu y el sentimiento nacional. Sentían muy lejana la sede del poder, instalada con todas sus fuerzas en Bogotá, y el asunto de la capitalidad era como una espina hiriente e incómoda. La chispa que provocaría el grave incendio estaba por presentarse. Así sucede, cuando de manera imprudente el Congreso de la Gran Colombia procede a remover de su puesto de jefe militar al general José Antonio Páez -no estaba lejos el caso del coronel Infante, vilmente asesinado-, alegando exageración en el cumplimiento de una ley concerniente al alistamiento militar, produciendo diversas reacciones en el seno de la colectividad que le profesaba la más alta estima, viéndolo como su indiscutible conductor.
Se presentan numerosos disturbios y hechos de sangre que alarman considerablemente y causan una extendida zozobra. Los capitulares valencianos se reúnen, acompañados de sus principales asesores, Miguel Peña, José A. Borges, entre otros, con la premura que exigen las agitadas circunstancias. Y el 30 de abril de 1826 ofrecen pleno respaldo al general Páez. Al informarse de la situación, el Concejo Municipal de Caracas otorga su más decidido apoyo al de Valencia, al mismo tiempo que lo hacen otras municipalidades, personalidades y diversos sectores encabezados por la representación del clero, las autoridades judiciales. Los alcaldes, los comerciantes, los agricultores, en suma, todos los sectores de la comunidad.
La amplitud de las movilizaciones y respaldos y la entidad de los elementos involucrados en los mismos dan cuenta de las razones sociológicas de dicho movimiento. La Cosiata va extendiéndose y crece progresivamente, y en Valencia empieza a decidirse la suerte de la Gran Colombia.
EL MUNICIPIO Y UNA INCIPIENTE SOCIEDAD CIVIL
El municipio y una incipiente sociedad civil van a jugar un papel clave en los acontecimientos valencianos de abril de 1826. No se trata sólo de caudillos y de ambiciones personales o resentimientos, los que conducen y motivan tales hechos. Fuerzas sociales y económicas en gestación comienzan a expresarse, dejando oír su voz, buscando abrirle un nuevo cauce a una nación que se sentía relegada. Se manifestaba así, vivamente, el sentido protagónico que había alcanzado el municipio como realidad sociológica e histórica, haciéndose sentir como célula primaria del cuerpo político, capaz de tomar decisiones fundamentales y de sentido trascendente en momentos cruciales.
Se nos ofrece un ayuntamiento vivo, vigoroso, por donde circulaba savia de transformación y cambio y capaz de asumir los retos que le planteaba la realidad histórica-política de su tiempo, por exigente que fuera y por espinoso que se presentara.
Destacados historiadores han querido ver estos sucesos de manera muy simple y esquemática, observando en los mismos una confrontación entre buenos -santanderistas, bolivarianos- y los malos -cosiateros, Páez, Peña- desatendiendo e ignorando la múltiple y compleja trama que los configuran. En este sentido, el gran novelista Ramón Díaz Sánchez, en un extraordinario libro sobre Antonio Leocadio Guzmán titulado "Guzmán, elipse de una ambición de poder", estampa sobre Miguel Peña injustos y pesados juicios, que ya han comenzado a revisarse. Se pone, entonces, sobre individualidades el eje de un desarrollo que es a todas luces producto de causas muy variadas. Hay un acuerdo político mefistofélico, se afirma una conspiración de malvados, asociados para destruir a Colombia, dirigida e inspirada por Miguel Peña, "el gallo de la pasión bolivariana" que la maneja "en su laboratorio como un Cagliostro, dosificando su filtro".
Sobre esta problemática, Manuel Pérez Vila adelanta algunos juicios para ubicar las cosas en su verdadera dimensión, insistiendo en que las causas de esta crisis debían rastrearse más allá de la voluntad de Páez y de Miguel Peña, o de Santander, su adversario, "en un estado de espíritu colectivo que venía formándose en Venezuela desde años atrás".
HACIA EL ACTA DE VALENCIA Y LA CONSTITUYENTE
El correr de estos episodios había causado, pues, una gran tensión entre venezolanos y neogranadinos, que explican claramente el desenlace final de estos hechos. La separación está consumada y se espera que la misma se produzca de manera pacífica, sin apelar a las vías de hecho, para lo cual es indispensable consultar la opinión de los pueblos, criterio expresado por el propio Libertador Simón Bolívar, en dos cartas dirigidas al general José Antonio Páez. El 23 de noviembre de 1829, se reúnen en Valencia, en Asamblea General, los vecinos de cantón, padres de familia, comerciantes y agricultores, acompañados por el general Páez y su secretario, el Dr. Miguel Peña, para discutir los diversos asuntos vinculados a la separación, conviniendo todos en que Venezuela no debía continuar unida a la Nueva Granada y Quito, entre otros motivos "porque las leyes que conciernen a aquellos territorios, no son a propósito para ésta enteramente distinta por costumbres, clima y producciones; y porque en la grande extensión pierden la fuerza y energía como lo ha comprobado la experiencia de la administración pasada".
El 25 se reúnen en Caracas y el 26 se firma un acta -dos días después del Acta de Valencia- pidiendo la separación del gobierno de Bogotá. El 5 de diciembre se sucede el pronunciamiento de Nirgua, solicitando se establezca un gobierno federal, y el 6 de enero de 1830, los vecinos más notables de la parroquia de Montalbán se pronuncian igualmente por la separación y la conformación de un gobierno propio.
En Valencia, apunta Guillermo Morón, se congregan los organizadores de la República, y reformulan "las bases del proceso constitucional venezolano". El 27 de febrero de 1830 se reúnen las Asambleas Primarias, encargadas de escoger los electores que en cada una de las provincias designarían los diputados a la Constituyente, según el decreto sancionado el 13 de enero. La instalación de la misma se realiza el 6 de mayo, con la asistencia de 33 diputados, de los 48 que habían sido elegidos. Ocuparon aquel recinto, la
Casa de la Estrella, hombres de grandes méritos e ideales, preocupados por reconstruir la República reconquistando su autonomía política y jurídica y devolviéndole su plena soberanía. Producto de sus deliberaciones fue la Constitución de 1830, de orientación centro federal, considerada una cumbre de nuestro constitucionalismo por su sabiduría, prudencia y claro sentido de la realidad que normaba.
ELÍAS PINO ITURRIETA // CHÁVEZ CONTRA PÁEZ
Las afirmaciones del teniente coronel traducen un empeño de manipulación
Ya conocemos la vena de historiador que distingue al comandante en jefe y que lo lleva a presentar una visión del pasado hecha a su medida sin respaldo documental o aludiendo a las fuentes según el capricho de un aficionado. Desde su conversión en catedrático de nuestros anales ningún hombre público había hecho de la historia patria un galimatías. Desde sus primeras referencias a la Independencia y a Bolívar, nadie había mostrado el atrevimiento de unas lecciones superfluas cuyo propósito consiste en la creación de una plataforma de apoyo a la "revolución". Las lecciones no pasan del barniz manufacturado con brocha gorda, pero influyen en los destinatarios por su insistencia a través de los medios de comunicación.
La mayoría de sus transfiguraciones en tropical Herodoto no merece mayor atención debido a la superficialidad del análisis, pero conviene detenerse en una reciente debido a que fue pronunciada ante los alumnos del Liceo Andrés Bello. Ahora vertió el chorro de estereotipos ante los muchachos que asisten al plantel a buscar conocimientos, detalle suficiente para reflexionar sobre el daño que causa entre quienes pretenden la luz y terminan topándose con un maestro dispuesto a conducirlos a las penumbras. En la inauguración del año escolar, el teniente coronel afirmó ante los educandos que el general José Antonio Páez fue un traidor a la causa bolivariana debido a su trabajo de agente del imperialismo. Auspiciada por un villano, movida por un espía al servicio de la Casa Blanca, la autonomía de Venezuela en 1830 se convierte así en una felonía, en el primer pecado republicano que deben pagar las generaciones del futuro y del cual viene él a redimirnos en su rol de hombre providencial.
Los hechos fueron exactamente lo contrario. El movimiento encabezado por Páez en 1830 constituyó un acto de lucidez que protagonizaron las elites de la época, conmovidas ante la destrucción provocada por las guerras y ante la ineficacia de una administración renuente a paliar los agobios regionales desde la remota Bogotá. Las medidas del congreso colombiano, orientadas a una legislación de carácter general que no miraba hacia las parcelas del mapa sino a una inmanejable vastedad, sustentaron las quejas de los venezolanos. Las pretensiones autoritarias de Bolívar perseguían la implantación de la presidencia vitalicia según el modelo de Bolivia, después de eliminar ilegalmente las pautas de la vigente Constitución de Cúcuta. De allí que brotaran las ronchas en el pellejo de los voceros liberales de Valencia y Caracas. El choque de las economías de Venezuela, Nueva Granada y Quito, aunque también la recíproca animadversión entre don José Antonio y don Francisco de Paula, condujeron a una situación insostenible en cuya causalidad predominaron los resortes domésticos, sin que existan evidencias sobre la participación de intereses foráneos en el proceso de secesión.
El resultado de la desmembración fue encomiable. En la escena de un país convertido en escombros, bajo la presidencia de Páez se inició un ensayo de liberalismo caracterizado por la eficacia y la pulcritud. Gracias al libre juego de las ideas, al interés por la modernización, al respeto de la división de los poderes y a la puesta en marcha de un republicanismo respetuoso de los derechos del ciudadano, elpaís salió del atolladero. La aparición de obras fundamentales de historia, geografía, economía y política enrumbaron a la sociedad hacia metas enaltecedoras que se extraviarían más tarde en el tremedal de la guerra civil. Ninguna situación de corruptela ensombreció ese primer capítulo de autonomía, mientras se afirmaba la presencia del país en el concierto internacional sin designios inconfesables. Ni siquiera levaban anclas hacia nuestras costas los navíos de la expansión estadounidense, cuando la lanza de Carabobo apoyaba un compromiso de civilidad que debe mirarse con respeto en la actualidad.
Después la historia cambió su rumbo y se hizo distinto el camino de Páez, pero eso es un episodio de la posteridad que no viene a cuento ahora. Ahora sólo vienen a cuento la esforzada iniciación de la nacionalidad y la deplorable explicación hecha de ella por el teniente coronel ante un auditorio de estudiantes cautivos e incautos. Aparte de resumir ignorancia supina, las afirmaciones del teniente coronel traducen un empeño de manipulación para justificar una hegemonía de la actualidad, un acomodo para que el improvisado catedrático se sienta a gusto cerrando y abriendo procesos, creando villanos y decretando dioses desde la tribuna de una patética revolución. No le va bien en su zarzuela herodotiana, por fortuna
Al fin un valenciano: Antonio Ecarri toma las banderas del "olvidado y
desprestigiado" Dr. Miguel Peña,
y escribe la Biografía Nº 127 de la Colección de El Nacional
y de manera excelente nos narra la vida y obra
del gran valenciano, magnífico representante del gentilicio
y actor protagónico de "la Cosiata" y el parto y nacimiento de la
República de Venezuela libre ¡AL FIN!
Miguel Peña, primer defensor de la descentralización por
Daniela Chirinos Arrieta.
Gracias a Dios que Valencia
siempre ha defendido esa
idea que tanto progreso y
libertad trajo al país con la
eructante ruptura.
Notitarde Lectura Tangente 19-02-2011 pág.4/12 |
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Un evento importante reunió esta semana a destacadas personalidades de la política nacional, y a representantes de las fuerzas vivas de la entidad. Se trató del bautizo del libro "Miguel Peña" del carabobeño y vicepresidente nacional de Acción Democrática, Antonio Ecarri Bolívar.
Con su octava obra, Ecarri Bolívar decidió rendir homenaje al prócer civil "injustamente no biografiado e intencionalmente olvidado", pues como mencionó en su discurso citando a Arturo Uslar: "lamentablemente, la imagen de nuestro pasado generalmente es el resultado de una operación de mutilaciones, preferencias y prejuicios que los historiadores han hecho sobre la historiografía.
Y aludiendo a Manuel Caballero pronunció: "una cosa es maquillar la historia, algo habitual en los regímenes y otra cosa es abolir la historia, un propósito muy particular de los regímenes totalitarios, cuyo fin es dominar no sólo a aparato del Estado, sino a la sociedad y sus conciencias".
En todo caso -siguió- en todos los actos de la vida cultural de hoy, nuestro deber intelectual es desenmascarar a quienes quieren tergiversar nuestro pasado (...) Hay quienes desde el poder se empeñan en tergiversar la historia de tal grado que pretenden presentar a valencianos como Peña, como los perpetradores de crimen de la división de la Gran Colombia.
De ahí que la importancia de este evento radicó no sólo en celebración de la nueva publicación de Ecarri Bolívar, pues el momento se prestó para rendir homenajear a un hombre ilustre que defendió a su patria y tierra natal hasta sus últimos días.
Pero, ¿quién fue este hombre calificado de controversial, polémico, gran valenciano, excelente venezolano, e injustamente acusado de propiciar la división de La Gran Colombia?. Para despejar esta interrogante, fue consultada la obra de Ecarri Bolívar y el miembro de la Academia Nacional de la Historia, Luis Cubillán Fonseca, a quien el autor dedica su nueva publicación.
Una analogía con un tema de interés actual, se desprende de las impresiones tomadas en el evento: "imagina la Gran Colombia, en su capital se decidía todo y el primer movimiento descentralizador lo encabezo Miguel Peña, que no fue para dividir o independizar, sino fortalecer las decisiones dentro de un país nuevo". La pronunció el gobernador Henrique Salas Feo.
Cubillán Fonseca coincide al señalar que "ciertamente, en lo técnico administrativo, primero luchó por separar a Valencia de Caracas, luego por separar a Venezuela de La Gran Colombia, de manera que en las dos amplitudes hay un espíritu descentralizador", esto aún siendo un gran amigo de Simón Bolívar, aunque no compartían las ideas centralistas. De la biografía, se extraen datos algunos datos la información que continuación se presenta.
El hombre
Miguel Francisco Peña Páez nació y murió en Valencia (1770 – 1830) en su casa natal, ubicada en la calle Cantaura de la actual parroquia La Candelaria. Fue el hijo mayor del primer matrimonio de don Ramón Peña y Garmendia, con María Antonia Páez.
Nunca se casó, pero estuvo enamorado de una joven aristocrática llamada Hilda, quien era hija del Marqués del Pumar, pero este amor no prosperó porque ella murió. Después, hizo vida marital con "la González de Valencia", luego tuvo tres hijos con la bogotana Josefina Granados y en Trinidad procreó a Ramón, a quien desheredó por razones que esgrimen del testamento.
Estudió en la Universidad Real y Pontificia de Caracas, donde recibió el titulo de abogado o Doctor en Leyes. Trabajó en Trinidad en la transición de ésta de manos españolas a inglesas. "El héroe de mil batallas", diplomático, legislador, defensor de lo venezolano y lo valenciano murió el 8 de febrero de 1833. Así concluye el libro, no sin antes mencionar que los restos Peña están en el Panteón Nacional.
Independencia de Venezuela
Cuando comenzaban a surgir las ideas de independentistas, Peña se sumó a la Junta Patriótica, y el 4 de abril de 1811 pronunció un discurso contundente que definió nuestra historia, pues pedía la inmediata independencia de Venezuela. Esta sería quizá, su primera acción "descentralizadora".
En la primera parte argumenta que, hasta el 19 de abril de 1810, la historia política de Venezuela presentó un "teatro de despotismo con todos sus atributos", en el que la humanidad fue degradada, a lo que suma el monopolio comercial, y la vulneración de los derechos del hombre, ejercido por el "barbarismo" español.
"Seamos independientes: publiquémoslo en el día al mundo entero, levemos la patria al ato rango que ella exige; y si es preciso, para sostenerla, muramos todos y Venezuela, cual otra Sagunto, dará a las generaciones futuras un sublime ejemplo de constancia, de virtud y de heroísmo", finaliza el discurso. Al día siguiente, se declaró la independencia de Venezuela.
Separación de Valencia y Caracas
Valencia sufría la opresión –de 300 años- que mantenía Caracas, al punto que los caraqueños clausuraron el puerto de Borburata para sí crear el puerto de La Guaira e impedir que los valencianos tuvieran acceso al mar, como reseña Cubillán Fonseca.
Por ello, Miguel Peña y Fernando Peñalver consideran la separación de ambas ciudades, pues de ahí "venía la miseria de la provincia". Y comienza una lucha por traerse la capital a la provincia, trabajo que logran al declararse la Ciudad Federal en Valencia, proceso que ocurrió entre 1811 y 1812. Y en 1824, Bolívar aboga ante el Congreso de Nueva Granada para que creara la Provincia de Carabobo, cuyo primer Gobernador fue Fernando Peñalver.
Fin de la Gran Colombia
Con La Cosiata, comienza una gran conspiración en contra de Bolívar para separar a Venezuela de La Gran Colombia, pues económicamente era imposible de mantener, ya que funcionaba en base al centralismo.
Peña conspira activamente con José Antonio Páez para alcanzar la secesión de Venezuela de la Gran Colombia, y "sin ningún pleito, ni guerra", sino con diplomacia, "movió todos los arbitrios para destruir sueño de Bolívar", explica Cubillán Fonseca.
Así, se conforma el Congreso Constituyente en la Casa de la Estrella, cuando Venezuela se separó de la Gran Colombia. En ese momento Valencia vuelve a ser capital de la República, pero ese mismo año Páez es convencido para que regresara a Caracas "con la Capital detrás" , y Valencia pierde definitivamente este título, el 30 de mayo de 1831.
Y de la obra de Ecarri Bolívar se extrae: "cuando al presidente Páez le preguntan, saliendo de Valencia, si Peña o acompañaría dijo en forma de chanza, aunque de mal gusto: "El Dr. Peña es como el gato, que acompaña al amo hasta la puerta".
El jurista
El Dr. Miguel Peña es merecedor del respeto de los juristas venezolanos, pues como mencionó el ex Magistrado Aníbal Rueda, demostró tener una gran formación en esta área, cuyo dominio y prática, formaron parte de las bases de las primeras constituciones y leyes venezolanas.
Cuando Peña regresa a Venezuela –como reseña la biográfia- Bolívar lo está esperando para postularlo como diputado al Congreso de Cúcuta y es de los firmantes de la nueva Constitución de la República de Colombia, instancia que presidió temporalmente.
Más tarde –agrega- el 14 de febrero de 1828, le escribe a Bolívar que acudirá enfermo, a la Convención Ocaña, donde fue convocado por el Libertador para que participara en el Congreso Constituyente que salvaría la integridad territorial de La Gran Colombia y aprobar una nueva Carta Magna. Esto fue quizá, lo último que realizó como político, antes de retirarse hasta morir.
El amigo de Bolívar
Peña acompañó a Bolívar en la creación de La Gran Colombia (1821), participó en la convención de Ocaña (1828), de la que se desprenden señalamientos en su contra por haber "conspirado" en contra del Libertador a su regreso de la Convención de Ocaña, pero como acota Ecarri: "ahí está la carta que dejó Bolívar meses antes de su muerte, pidiéndole encarecidamente a Peña que regrese a la Corte Suprema de Justicia, acepte la embajada colombiana en EE.UU. o que lo acompañe al Consejo de Estado para cogobernar con él".
También fue víctima de quizá el precedente más antiguo de inhabilitación con excusas administrativas, que se desprendió de una acusación por usufructuar un cambio de divisas por un empréstito agrícola, a la que Bolívar encaró con el Decreto de Amnistía, como menciona Ecarri Bolívar.
La obra de Ecarri Bolívar merece ser leída, pues "Valencia amó al Dr. Peña, y lo tuvo siempre como un héroe civil", y en palabras del autor: "La foto de nuestro héroe debería estas en todas las escuelas nacionales y estatales.
E-mail: danchi@notitarde.com
Y el Ejecutivo y todos los Poderes que vergonzosamente manipulados
quieren imponer lo que los
valencianos no aceptaremos
Escrito por Domingo Alfonso Bacalao |
Miércoles, 19 de Mayo de 2010 17:46 |
En forma inconstitucional, sectaria y excluyente, comienza a andar el mal llamado Consejo Federal de Gobierno. Burda adulteración de una figura constitucional novedosa, que ha podido convertirse en un espacio fructífero para el diálogo y el ejercicio de una acción de gobierno progresista, comprensiva de la estructura plural y diversa que conforma la realidad política venezolana. Pero, sería pedirle demasiado al régimen autoritario, empeñado en sustituir el mapa constitucional democrático, por un adefesio jurídico centralista, calcado de las experiencias socialistas totalitarias fracasadas y de la patológica hipertrofia presidencial latinoamericana. ¿Con qué autoridad moral y psíquica ataca al centauro del LLano, cuando siendo Chávez llanero se escondió en el momento de la lucha. Páez y sus lanceros luchaban sin caballo ensillado y sin camisa, lanza al ristre. |
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