Como el tema
está de moda
aqui transcribo
unas "misceláneas"
informativas
sobre los mismos
José Toro Hardy:
El Cairo y Teherán
El segundo gran conflicto estalla en Egipto con
Gamal Abdel Nasser, quien impone su nacionalismo socialista árabe,
así como una política de panarabismo. En junio de 1956 Nasser
nacionalizó el Canal de Suez. Aquello provocó que Francia, el Reino Unido e Israel le declarasen la guerra. EEUU impuso la paz, temeroso de una III Guerra Mundial.
El carismático Nasser constituye con Siria
la República Árabe Unida y junto con otros países árabes, promete la destrucción de Israel. A finales de mayo de 1967, declara: “Árabes, esta es nuestra oportunidad de asestar a Israel un golpe mortal y aniquilador”
Moshé Dayan el héroe israelí de la "Guerra
de los seis días".
El 4 de junio de 1967, despegan de Israel 300 aviones
Mirage que destruyen la poderosa aviación egipcia sin que ésta lograse tan siquiera levantar vuelo. Derrotado, Nasser decide bloquear el Canal de Suez, interrumpiendo el flujo de petróleo desde el Golfo Pérsico. Estalla una inmensa crisis. El petróleo, que pasaba por el Canal, tenía ahora que darle la vuelta a todo el continente africano. No había suficientes tanqueros en el mundo para hacerlo.
En 1970 muere Nasser.
Le sucede Anwar el-Sadat, quien jura vengar la derrota sufrida por su patria. El 6 de octubre de 1973 -día sagrado para los judíos por tratarse del
Yom Kippur y también sagrado para los árabes porque se iniciaba el Ramadán- Egipto y Siria atacan por sorpresa a Israel. Una vez más los árabes resultan vencidos. Las naciones árabes declaran un embargo petrolero que interrumpe todos los envíos de petróleo a Occidente, dando lugar a otra inmensa crisis conocida como el primer shock petrolero.
NOTA: Es la época del Ta'barato dame
dos que cambió la vida de Venezuela
Arafat y Begin, Se abrazan
Al verse derrotado, Anwar el-Sadat decide cambiar de rumbo y firma en Camp David la paz con Israel. Gadafi -de Libia- indignado le declara la guerra a Egipto. Los fundamentalistas islámicos nunca perdonarían a Sadat y lo asesinan el 6 de octubre de 1981. Asume entonces el mando su vicepresidente,
Hosni Mubarak, quien desde hace tres décadas gobierna con mano de hierro.
Pero ahora un tsunami de cambios recorre el mundo árabe. Ya provocó la caída del dictador de Túnez -Ben Alí, con casi dos décadas y media en el poder- y amenaza a otros países de la región y en particular a Egipto.
Con justa razón, centenares de miles de egipcios reclaman un Gobierno democrático. Inshallah (Dios lo quiera). El problema es que en cinco mil años de historia, Egipto nunca ha conocido la democracia y muchos temen a la Hermandad Musulmana -fundada en 1928- con un ideario basado en el islam, pero no violenta, que aspira a la instauración de un Gobierno teocrático inspirado en la shari’a.
De alguna forma la situación nos recuerda los sucesos que provocaron la caída del Sha de Irán, quien se había mantenido en el poder -también con mano de hierro- por más de tres décadas y media. En 1979 las multitudes iraníes salían a la calle reclamando la salida del Sha, quien en un último esfuerzo por calmar los ánimos designó a
Shahpur Bakthiar -líder de la oposición- como Primer Ministro.
Bakthiar ofrecía democracia, pero quien se impuso fue el
Ayatollah Jomeini desatando la revolución islámica shií que aún se mantiene en el poder, mediante una dictadura teocrática férrea y fundamentalista por más de tres décadas. Su actual presidente, Mahmud Ahmadinejad, sigue afirmando que hay que barrer del mapa a Israel mientras que en la ONU se teme que esté desarrollando armamento atómico. Mientras tanto el Ayatollah Alí Jamenei, líder supremo de esa dictadura teocrática, saluda los sucesos de Egipto como un “movimiento de liberación islámico”.
Una última reflexión: Venezuela siempre se había mantenido neutral frente a los recurrentes conflictos que afectan a los países islámicos productores de petróleo, cada uno de los cuales impactó severamente los mercados mundiales. Las raíces de esos conflictos se basan en hechos de un pasado remoto -desde el éxodo hasta el holocausto- pero que nada tienen que ver con nuestra historia. Como país petrolero siempre estuvimos dispuestos a acudir en auxilio de los mercados y siempre fuimos considerados como una parte de la solución. Ahora sin embargo, dada la alianza de Chávez con Irán, hemos pasado a ser considerados como una parte del problema.
Las redes sociales son catalizadores de una nueva
sociedad y son puente de una nueva forma de
expresión, por eso el intento desesperado de
Hosni Mubarack, Fidel castro a través de Ramiro
Valdés, Hugo Chávez,
Mahmud Ahmadinejad
tantos jefes
de estado totalitarios de bloquear internet y la tele-
fonía celular.
El Nacional 1 de febrero
de 2011
SE TAMBALEAN LOS MUROS.
VICTOR RODRIGUEZ CEDEÑO
Twitter y masas |
Quizás se trate del principio del fin de la tolerancia hacia los regímenes híbridos, esos que reducen la democracia a su dimensión electoral mientras le niegan, con represión y demagogia, su principal atributo: la alternabilidad. Foreign Policy publicaba ayer una lista de los impresentables gobiernos que Estados Unidos tolera a cuenta de aliados circunstanciales, señalando, creo yo, el dilema que Occidente tendrá que seguir intentando resolver: compromiso universal con la democracia liberal o complacencia estratégica hacia las dictaduras electivas.
Pero todo esto queda disminuido frente al espectáculo de masas, frente al brote de mitos que quisieran ver en las redes sociales la variable independiente, la causa eficiente del cambio de régimen que estaría en juego.
En realidad se trata de un rompecabezas para
McLuhan: la digitalización, por así decirlo, de la experiencia política, termina por ocultarla, borrar sus contornos y sus especificidades. No sabemos nada de Túnez y de Egipto, como diría David Bisbal, recordamos unas pirámides; pero construimos de inmediato la fantasía de que Twitter y Facebook son los peligros más grandes que enfrentan las reliquias autoritarias del mundo. ¡Ah! Que muera la política y que viva la “tecnología”, como la mientan. En definitiva, Túnez y Egipto sufren del agotamiento económico y generacional que sobreviene a los regímenes que se resisten a cambiar, y la profusión de tweets y sms no deja ver los muertos y el costo del cambio, y menos aún las causas profundas de los levantamientos populares, que en mi opinión, obedecen más a la ruptura del pacto dictatorial: aquella especie de “contrato” según el cual el dictador electivo asegura sus votos ofreciendo dádivas a cambio de derechos.
El papel que pueden jugar los nuevos medios en el cambio político seguirá siendo objeto de disputa; habrá que ver si, en los términos de
Albert Hirschman, estos favorecen la “voz” o la “salida” o ninguna de las dos.
Eugeny Morozov, autor de
The Net Delusion: The Dark Side of Internet Freedom, es quizás el defensor más célebre de esta última tesis; sin negar la visibilidad que las redes sociales ofrecen, se preocupa acerca del impacto represivo que ellas mismas pueden generar, apuntando, en definitiva, a que los procesos políticos y los medios de acción política son independientes entre sí y que no hay ninguna relación causal entre nuevos medios y nuevas libertades.
La oportunidad ha sido buena para que los nostálgicos del fast track desempolven sus consignas. Gente que se queja de que a los venezolanos nos faltan ganas de prendernos en fuego en la calle, mientras denigra de la vía electoral y democrática que ha sido la única mediante la cual se le ha podido poner límites a un régimen atragantado en su propia ambición de poder ilimitado.
Siempre es fascinante conectarse con el imaginario libertario de las masas en movimiento, sin preguntarse cuáles son las condiciones específicas de posibilidad y de eficacia de la protesta masiva. La política de “calle” que conocimos en 20022003 tuvo resultados opuestos a los buscados, precisamente por la falta de sabiduría política que, poco a poco, ha venido reconstituyéndose. Hoy, el país no aspira a un mero cambio de gobierno sino a un cambio de régimen, es decir, a la restitución de las garantías democráticas, de los contrapesos del poder y del respeto a los derechos e instituciones constitucionales. Y, por cierto, el tiempo apremia: el Gobierno adelanta su proceso de organización electoral mientras los factores democráticos postergan la toma de decisiones acerca del cronograma y estructura de selección de sus candidatos. La ocasión de consolidar visibilidad y eficacia política está ahí y no puede ser sacrificada a la inercia que algunos creen les beneficiaría.
También es responsabilidad de la sociedad que quiere el cambio hacerse presente, presionar y contribuir a que las decisiones sean oportunas. Con Twitter o sin él.
colettecapriles@hotmail.com
En el espejo de El Nuevo Diario
Basta, desde luego, la preocupación democrática, y específicamente por la libertad de expresión, como el fundamento de todas las otras libertades, según lo dijera Pedro Joaquín Chamorro en uno de sus últimos discursos, para que se enciendan todas las luces de alarma y de indignación, y ojalá de formas de protesta más firmes, por lo que está ocurriendo a El Nuevo Diario (END), acosado por las autoridades del Ministerio de Hacienda por el hecho de haber denunciado la corrupción del Director General de Ingresos (DGI).
Que eso no puede estar ocurriendo sin la autorización del Presidente de la República, es obvio, como tantas personas lo han señalado.
Que eso forma parte del creciente uso de la represión institucional -forma quizá más sutil, pero no menos violenta de represión dictatorial- también ha sido denunciado.
Yo, que me sumo fervientemente a todas esas manifestaciones de preocupación democrática, quisiera agregar otra perspectiva.
Mi mensaje -y fíjense bien, en reiteradas ocasiones he reconocido y reconozco una vez más la importancia que el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP) insista frente al gobierno en una agenda de fortalecimiento de la institucionalidad democrática- está dirigido a quienes creen que se puede indefinidamente separar la política de los negocios.
Es un grave error.
Lo vimos cuando después del terremoto de 1972 Somoza llamó al mismo la “revolución de las oportunidades”, porque al haberse destruido muchos activos (viviendas, comercios, industrias, infraestructura, etc) generó las oportunidades de inversión y los flujos de financiamiento (por liquidación de seguros y préstamos y donaciones internacionales) para reponer esos activos. Pero el caso fue que la luna de miel entre quienes entonces decían que había que separar la política de los negocios, y Somoza, terminó, porque éste usando el poder del gobierno empezó a acaparar a su favor la “revolución de las oportunidades”.
Exactamente lo mismo anticipa el acoso económico a que está siendo sometido El Nuevo Diario. En la medida que más y más miembros del círculo gobernante, con Daniel Ortega a la cabeza, apalancándose en el poder gubernamental se están volviendo empresarios, y se comienza a perfilar la misma confusión de Somoza -empresario y gobernante, y como empresario cargando los dados cargados del gobierno a su favor- en algún momento dirán, desde el poder, a quienes ingenuamente creen que puede separarse la política de los negocios, “apartáte vos, que me quedo yo”.
Curioso, porque ya no es el Daniel Ortega confiscador por socialista, sino por capitalista. Pero confiscador, al fin y al cabo.
En el espejo de Egipto
Lo primero que se me vino a la mente con lo ocurrido en Túnez, está ocurriendo en Egipto, y se anticipa ocurrirá en otros países del norte de África y del Medio Oriente, fue la tesis de George Friedman, de una importante firma norteamericana de “inteligencia estratégica”, en su libro titulado “Los próximos cien años”.
Analizando grandes macrotendencias demográficas, religiosas, tecnológicas, económicas, militares, entre otras, Friedman sostiene que en el último siglo, y según anticipa algo semejante ocurrirá en el actual, más o menos cada dos décadas se han producido y se producirán importantes cambios en la geoeconomía y la geopolítica mundial. Para sustentar su tesis, explica como a finales del siglo XIX, la “Pax Victoriana”, del imperio británico, parecía eterna, y 20 años después el mundo cayó en la primera guerra mundial que reconfiguró totalmente la geopolítica mundial. Después de los horrores de la “gran guerra”, como se llamó a esa primera guerra mundial porque la mayoría de las muertes se producían cuerpo a cuerpo, cara a cara, sin la distancia que después puso la aviación y artillería de larga distancia de la segunda guerra mundial, nadie apostaba porque semejante horror se repitiera, y veinte años después Hitler estaba llegando al gobierno alemán y poco después se desencadenaría la segunda guerra mundial.
Al hilo de ese análisis, pasando por lo que significó veinte años después del fin de la segunda guerra mundial la ruptura entre el comunismo chino y el soviético, llega Friedman al siguiente fin de ciclo: la caída del bloque comunista y el fin de la Guerra Fría, y la gigantesca ola democratizadora que entonces se desató.
Sin asumir necesariamente esa tesis de George Friedman, no pude dejar de pensar que 20 años después del fin de la Guerra Fría, se está produciendo semejante reordenamiento geopolítico en el norte de África y el Oriente Medio.
Pero tampoco he podido, ni he querido, dejar de pensar que según van las cosas con el gobierno de Ortega, Nicaragua bien puede ver su futuro en el espejo de lo que está ocurriendo en países como Túnez y Egipto.
En términos de semejanzas se reúnen, al menos, cuatro características. Primero, el intento de gobernantes de prolongarse indefinidamente en el poder, por cualquier medio.
Segundo, la nueva realidad derivada de la revolución en la tecnología de la información. Intentar silenciar las voces de la libertad, es tan inútil como intentar agarrar agua con las manos. Así como el agua se filtra entre los dedos, las voces de la libertad se filtran a través de los celulares, la Internet, la radio, Facebook, Twitter y tantos otros medios.
Tercero, cuando el pueblo está masivamente en las calles, las fuerzas armadas y de policía, si se utilizan para reprimir, no aguantan muchos muertos. A más institucionales las fuerzas armadas y de policía, menos muertos. Ya no existen los espacios de antes, para construir fuerzas armadas privatizadas por la voluntad de caudillos y dictadores.
Cuarto, el uso de turbas para reprimir, tiene sus límites: piedras y palos están al alcance de todos.
Finalmente, los plazos históricos son ahora más breves. Mubarak en Egipto puede haber durado treinta años, pero otros que intenten repetirlo durarán menos, mucho menos.
La economía ha sido impactada por este terremoto democrático
La revolución de los jazmines desencadenó el tsunami democrático en todo el Medio Oriente. Es el fin de los dictadores y la primavera para un cambio del modelo político y económico en la región. Túnez y Egipto ante la medida por controlar la información en esa región desencadenaron la transparencia cibernética.
Los pueblos han encontrado un gran aliado en Internet que ha demostrado ayudar a cambiar el mundo. Es la primera vez que un Gobierno apagó el Internet, pero gracias a la televisión Al-Jazeera desde El Cairo hemos seguido los acontecimientos. El nuevo poder comunicacional, ya fue visible en la revuelta iraní por el fraude de Mahmud Ahmadinejad. Recientemente en Túnez y en El Cairo la protesta vino desde abajo, sobreponiéndose a los partidos políticos y con cierta ayuda sindical. Los jóvenes han sido los actores fundamentales con su nuevo poder del ciberespacio. En el caso de la cultura musulmana, tanto en la revuelta persa como en el mundo árabe, también las mujeres han sido clave en el reclamo de sus derechos ante una sociedad que presenta una política discriminatoria de género. Jóvenes y mujeres en Túnez dejaron atrás 23 años del militar golpista Zine El Abidine Ben Ali, quién derrocó al primer presidente, Habib Bourguiba, siendo su ministro del Interior. En El Cairo, Mohammed Hosni Mubarak, excomandante de la fuerza aérea, siguió el mismo camino de los dictadores de la región, en el poder desde hace tres décadas, incluso había designado a su hijo para sucederle dentro de la tradición dinástica de esos gobiernos. Así, en Libia, Muammar Gadafi, en el poder desde 1969 ya designó a su hijo, Sayf Al-Islam como heredero, igualmente en Siria, Bashar al-Assad llegó a la presidencia por decisión de su padre Hafez al-Assad, quien gobernó desde el año 1971 al 2000, y hasta en Argelia, el presidente Abdelaziz Buteflika, no solo se contentó con reformar la Constitución, para un tercer periodo presidencial, sino que no teniendo hijos ha propuesto a su hermano de 57 años para que lo suceda al terminar su mandato en el 2013.
En Túnez fue más rápido el proceso porque Ben Ali siendo militar, manifestó el temor del golpe y marginó a los militares, privilegiando a la guardia y a la policía, además de decretar un partido único y financiar a las milicias armadas, los militares se alinearon con el pueblo, dejando solo a su Comandante en Jefe. En Egipto, el poder militar es sólido, institucional y aunque no ha obedecido las órdenes de Mubarak de disparar al pueblo, se ha mantenido alerta, por lo que puede representar la toma del poder de los hermanos musulmanes. La oposición organizada egipcia la constituyen los fundamentalistas, con larga tradición y trabajo social. Muchos temen que se repita el caso de Irán, cuando en el 69 cayó la tiranía del Sha se vivió una primavera democrática y se está en un otoño teocrático y dictatorial con Mahmud Ahmadinejad. Israel también se inquieta por la frontera común, el problema de Gaza con Hamás y su excepcional relación diplomática en el mundo árabe.
Hasta ahora la rebeldía egipcia quiere una democracia laica, por eso no nació en las mezquitas, ni liderada por clérigos, como ocurrió con el Ayatolá Jomeini. Dos de los posibles egipcios del gobierno de transición, pueden ser: el actual secretario general de la Liga Árabe, Amr Mohammed Mousa, y el exdirector general del Organismo de Energía Atómica (OIEA), Mohamed el-Baradei. A Mousa lo encontramos en algunas reuniones de la Liga Árabe cuando me desempeñé como embajador en Libia y con el-Baradei tuve la oportunidad de compartir en Viena con otros diplomáticos latinoamericanos en conferencias de la AEIEA. Ambos tienen una gran experiencia diplomática, conocen la geopolítica de su región y el entorno internacional y gozan del respaldo de todos los sectores de Egipto, pueden llevarlo a una moderna democracia con desarrollo social. Hay que señalar que Túnez y Egipto cuentan con un gran número de profesionales formados en su país, en Europa y en Estados Unidos. Muchos jóvenes universitarios frustrados por no conseguir trabajo, uno de ellos, el tunecino Mohammed Bouazizi, fue quien por su inmolación incendió la chispa que inició de la revolución de los jazmines. Son los jóvenes también los que desafiaron el toque de queda esta semana en El Cairo.
La economía ha sido impactada por este terremoto democrático, en Túnez por ser receptor de turismo e inversiones extranjeras y en Egipto además de esta misma característica por lo estratégico del paso de los hidrocarburos por el Canal de Suez.
jcpineda01@gmail.com
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