Yo, Hugo Chávez, el Supremo |
El culto a la personalidad del Presidente en Venezuela roza lo grotesco | Los magistrados del Tribunal Supremo el expresaron su sumisión: "¡Uh, ah Chávez no se va!"
No hay carretera venezolana que no esté inundada de vallas de tamaño gigante con loas a Hugo Chávez. Ya puede uno tomar la ruta de Valencia, Barcelona o Mérida. En todos los caminos el viajero se topa con la figura del presidente -unas veces solo, otras con alcaldes y gobernadores-, con cánticos a sus excelencias. Lo mismo ocurre en Caracas. Edificios públicos y privados se cubren con la imagen del caudillo. Desde el tiempo del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo no se veía en América Latina tal idolatría.
Los aplausos enloquecen a Chávez, a él le gusta que lo vitoreen, le agrada la pompa y la parafernalia presidencial. La adulación llena los informativos de las cadenas de televisión sometidas a la autocensura. Sus funcionarios se ven compelidos a exaltar su sabiduría, pensamiento, genialidades, agudeza. La ausencia de clase obrera, de partido, de ideología, conduce a asignar esos papeles al líder único. Chávez restableció el caudillismo como forma de relacionarse con la gente e instauró el culto a la personalidad como mecanismo de control social, lo que un periodista llamó "narcisismo-leninismo".
Al presidente Chávez se le atribuyen poderes, virtudes, capacidades, cualidades de superhombre. Las vallas para publicitar productos y servicios se destinan a ensalzar su imagen. El elogio al jefe es la consigna que seguir; hay que darle gracias por cualquier cosa buena que ocurra. En un anuncio se presenta a Chávez en actitud de filósofo con el lema Pensamientos convertidos en obras. En los carteles se le agradece la reparación de la plaza, la construcción de la acera, el bacheo de la calle. No se exaltan grandes obras porque en la Venezuela bolivariana no hay proyectos relevantes. Se llega al extremo de que los productos que se venden en las tiendas de alimentos del Estado llevan en el envase mensajes de la revolución.
"Ejercer el poder es organizar la idolatría", escribió Bernard Shaw. Es la máxima que sigue a ciegas el presidente bolivariano. El diario Tal Cual señala que lo único que le falta a Chávez es una corona de olivo y que lo proclamen "César imperial". Por primera vez en la historia de Venezuela, la concentración del poder deriva en un abrumador culto a la personalidad, en la adoración y adulación llevadas al paroxismo. Basta caminar por la calle, oír la radio, ver la tele o leer el periódico para quedar abrumado por la presencia permanente de Chávez.
El veterano periodista Teodoro Petkoff señala que la vanidad del presidente es tal que serán novelistas y no biógrafos los que se ocuparán de su vida. Desde El señor presidente, de Miguel Ángel Asturias, hasta El discurso del método, de Alejo Carpentier, pasando por El otoño del patriarca, de García Márquez, La fiesta del chivo, de Vargas Llosa, y Yo, el Supremo, de Roa Bastos, el inmenso anecdotario de caprichos abusivos que acompaña a los autócratas del continente, recogido en obras fundamentales de la literatura latinoamericana que dan el arquetipo del dictador, no estará completo sin las ocurrencias del caudillo militarista. Petkoff afirma: "Con nuestro emperador sólo compite [ el norcoreano] Kim Jong Il".
La obsesión enfermiza por acumular poder personal y no dejar que nadie tenga peso propio condujo a que Chávez se crea el mesías de Venezuela. "Estoy convencido de que el único que puede gobernar este país en este momento histórico en que estamos se llama Hugo Chávez", ha repetido él mismo.
El sometimiento de los poderes públicos llega a la ridiculez. Durante la inauguración del año judicial del 2006, los magistrados del Tribunal Supremo le expresaron su sumisión: "¡Uh, ah, Chávez no se va!", gritaron a coro. Cilia Flores, presidenta de la Asamblea Nacional, prestó juramento con una fórmula de abyección: "Patria o muerte y rodilla en tierra con el pueblo de Venezuela y con la revolución bolivariana". Los uniformados de las tres armas tienen que repetir a diario: "¡Patria, socialismo o muerte!". En la inauguración de una escuela petroquímica, un niño recitó: "Le daré gracias a Dios por habernos dado el mejor presidente". Las habilidades de Chávez lo abarcan todo, hasta el extremo de que cuando juega al béisbol también es el mejor. Por el canal estatal se oyen este tipo de afirmaciones: "El jugador más valioso, dentro y fuera de la cancha, es nuestro querido presidente".
El humorista Laureano Márquez señala que Chávez es un enfermo de egolatría: "Cuando la foto del presidente cubre diez pisos de un edificio, si esto no es culto a la personalidad habría que llamarlo solución arquitectónica para tapar ventanas".
El comunicador social Antonio Pasquali recuerda que se cumple el 51. º aniversario desde que se empleó por primera vez el término culto a la personalidad. Kruschov fue el primero en utilizar el término al atacar a Stalin en el XX congreso del partido comunista. "Mata la creatividad, conduce al pensamiento único, determina el curso del país y los destinos del pueblo - dice Pasquali-. El sistema público de radio y televisión ya no es del Estado, ni gubernamental. Es personal del autócrata. En Venezuela se hace lo que él dice. Si quiere hablar siete horas por todas las emisoras de radio y televisión, ordena una cadena nacional y habla siete horas en todos los medios. El funcionario no tiene otra opción que acatarlo o se va a plantar coles".
En octubre del 2006, cuando aún no había cumplido ocho años de gobierno, Chávez ya había hecho 1.442 cadenas nacionales, muchas de ellas en horarios de máxima audiencia, forzando a que la gente tuviera que ver en horas intempestivas su ración diaria de telenovelas. Nadie puede protestar.
[*] Link: http://www.lavanguardia.es/lv24h/20070618/51365059355.html
El Gobierno se sustenta en la generación de debilidad
Elvia Gómez / El Universal (Venezuela) - 21/02/07
ENTREVISTA // Axel Capriles, psicólogo e investigador
Licenciado en Psicología y doctor en Ciencias Económicas, docente e investigador, con diplomado en Zúrich, Axel Capriles Méndez ha estudiado el comportamiento social de Venezuela desde la Independencia. Concentrado en la actualidad, confiesa su decepción al comprobar que lejos de su creencia de que el venezolano no se dejaba pisar, resultó en verdad un pícaro que se amolda al poder.
-¿Qué hace que las sociedades se hagan partícipes del culto a la personalidad?
-El culto a la personalidad es un mal general. La idea de la fama como pasión colectiva cada día tiene más peso, por ejemplo, en el cine ser una figura grandiosa, reconocida. La celebridad es un vacío que lo único que contiene es el ser celebrado. En (Hugo) Chávez uno ve cuáles son sus necesidades narcisistas por las cuales necesita ser adorado...
-Le preguntaba no por Chávez sino el por qué la sociedad acepta esa dinámica.
-Sí, eso es lo curioso, porque la gente necesita idealizar, allí está el fundamento del culto a la personalidad. A través de la historia hemos visto que se desarrolla el culto a la personalidad, desde la idea de (Thomas) Carlyle del Culto al Héroe. Yo creo que eso está muy vinculado a que todos los seres humanos tenemos fracturas en nuestra personalidad, estamos llenos de angustias y defectos y para sentir que nos salvamos de eso idealizamos a seres magníficos. Es la necesidad de construir un Yo poderoso vicarialmente por la incapacidad de construirlo en nosotros mismos.
-¿Por qué se da ahora esa propensión a hipertrofiar la imagen presidencial?
-La sociedad venezolana ha sido tremendamente maltratada, tiene una serie de fracturas y heridas muy profundas. Cualquier ciudadano común se siente débil ante la sociedad, se siente inseguro ante las autoridades y vive en una debilidad absoluta. El ciudadano no soporta sentirse continuamente oprimido, entonces, al construir una imagen grandiosa se siente protegido. El venezolano cuando se pone su franela y su cachucha roja y le rinde culto a Chávez ya se siente bajo la aureola de ese ser grandioso que lo apoya y lo cuida. Así compensa los sentimientos de minusvalía.
-¿Necesita este régimen generar pobres?
-Ya yo lo he dicho, el Gobierno se sustenta en la generación de debilidad, es un juego muy sutil y muy perverso. Los mantiene en condiciones de dependencia de modo que tienen que pedir la limosna (misiones) y a la vez los hace sentir queridos. En una sociedad que salga de la pobreza donde las personas se sientan más seguras, con una estructura institucional que las proteja, allí habitualmente no se da el culto a la personalidad. Es general a todos los latinoamericanos que las imágenes de identidad nacional son negativas y perniciosas, siendo así se construyen esos seres grandiosos y para la construcción del culto a la personalidad cualquier organismo político requiere mantener a la población en situaciones de gran carencia.
-¿Cómo influye esa situación en el sentido crítico?
-Cuando el pensamiento empieza a ser subordinado a la idea del otro se anula el sentido crítico. Fíjate tú, para pertenecer a ese mundo poderoso, de seguridad que me haga salir de la precariedad en que vivo, yo me convenzo a mí mismo de que yo creo lo que él cree, elimino todas las funciones del pensamiento crítico, que es una función psicológica diferenciadora y al eliminarla empiezo a funcionar por identidad.
-Somos desordenados y libertarios, ¿eso dificulta imponer el pensamiento único?
-Yo estoy terminando un libro sobre el arquetipo del pícaro donde trabajo su contraposición con el héroe. Los ideales que nos movilizan al culto a la personalidad tienen como polo opuesto lo vil, lo ruin y lo pícaro. El individualismo anárquico en Venezuela es una característica dominante y yo siempre pensé que eso era lo que nos iba a salvar del yugo del autoritarismo, porque no nos dejábamos pisar, por ese arquetipo del "alzao". Pero estos estudios me indican que el pícaro no se enfrenta al poder, no lo confronta, sino que simplemente se adapta al poder sin seguirlo. Es un anarquismo que acepta el yugo.
-¿Genera eso un desdoblamiento en la vida cotidiana?
-Claro, recuerda nuestra figura del folclor, Tío Conejo, que con astucia y viveza logra adaptarse al poder de Tío Tigre. Ha sido una de mis grandes tristezas ver a la sociedad venezolana en ese nivel de sometimiento, nos dejamos montar un sistema autoritario con la anuencia de la sociedad.
-Al ser libertarios satisfacemos nuestra necesidad sin respetar las normas.
-Esa es una de nuestras peculiaridades que se ve ese nivel de concentración de poder en un lado y por el otro ese nivel de anarquía, por eso dicen que este no es un gobierno dictatorial. Ahora el dominio se ejerce a pesar de mantener una especie de caos y anomia.
-¿Somos una sociedad débil para enfrentar al abusador?
-Claro, y esa debilidad viene de ese individualismo anárquico, de los bajos niveles de confianza. La idea del Gobierno del cooperativismo y de los consejos comunales es valiosa, sólo que lo están usando como forma retórica, como una ficción de poder para el pueblo cuando lo que realmente se está afincando es el culto a la individualidad.
-¿Cómo se explica que ante las fallas la gente dice: "Es que el Presidente no sabe lo que está pasando"?
-Tiene el propósito de defenderse y seguir recibiendo vicarialmente toda esa aura benéfica que da identificarse con la gran figura del héroe que no se puede resquebrajar.
-¿Y cuándo se produce el quiebre?
-Yo creo que cuando se agudiza la crisis.
-¿Cometieron los gobernantes el error de no educar para la democracia?
-La democracia en Venezuela se impuso no tanto por la voluntad popular como por la voluntad de una clase política que tenían ese ideal. Ellos se confiaron en que esa democracia estaba enraizada en el pueblo y no fue así, se enraizó en ciertos niveles pero no en el funcionamiento fundamental que es un balance de derechos y deberes y en la consideración del otro.
-El "otro" no existe.
-No, no existe. Hay la idea de un individuo anárquico que siempre puede buscar lo que él desea y siempre tiene acceso a una situación de excepción.
-Ese desconocimiento del "otro" marca la pauta del comportamiento de Hugo Chávez.
-Ese es el problema fundamental del narcisismo, se está tan concentrado en su visión del mundo que la otra parte no existe. Y esa es la contradicción, porque él dice que quiere desarrollar la vida comunal como una forma de acción colectiva y por el otro lado construye un culto a una personalidad única.
-¿Cómo influye la celebración del golpe del 4F en esa contradicción?
-Eso debilita aun más a la sociedad porque legaliza el cinismo como discurso público. Permite que se pueda estar diciendo una cosa y haciendo otra, que ha sido uno de los problemas fundamentales en la sociedad venezolana, la disociación entre la palabra y la acción.
“Si un hombre fuese necesario para sostener el Estado,
este Estado no deberá subsistir, y al fin no existiría”
Simón Bolívar
Sección
El Estado Soy Yo
"Huid del país donde uno solo ejerza todos los poderes;
es un país de esclavos"
Simón Bolívar, 2 de enero de 1814
Rostros del reverso
El pFausto Masó
Algunos les disparan por la espalda a los diputados de la oposición, critican su supuesta falta de preparación como si les extrañara que no presenten videos y no cuenten con barras o con el apoyo de la presidencia de la Asamblea.
Los sabios de café con leche los comparan con los grandes asambleístas de la historia del país, se quejan de que no incluyan en sus filas especialistas en petróleo, constitucionalismo, economía, relaciones internacionales...
Se olvida el proceso de selección de los diputados y la compleja tarea de unificar a la oposición, lo que parecía imposible para la mayoría.
Hay un hecho: los diputados de la Asamblea sesión tras sesión han mostrado mayor eficacia, han aprovechado al máximo las pocas oportunidades que tienen.
El martes pasado acorralaron a los ministros con retahílas de preguntas imposibles de contestar. Ningún ministro respondió ni una, nadie supo explicar el supuesto milagro agrícola, apenas se dijo la enormidad que la inflación la combatía el gobierno con importaciones, en vez de alentar la producción nacional, condenando de paso a los trabajadores al desempleo, o a vivir de sueldos miserables.
Los diputados de oposición ganaron el último round. Enfrentaban a un enemigo que todavía aturde a la cultura nacional, a un complejo del que no se libra el país: el chantaje de izquierda, el peso de mitos que le conceden una ventaja inmerecida al PSUV. La incapacidad, por ejemplo, de defender la privatización de Sidor y decir que desgraciadamente las plantas de aluminio siguieron en poder del Estado, pues si se hubieran privatizado habrían aprovechado la gran bonanza del aumento de precios de las materias primas.
La argumentación oficial se limita a acusar a la oposición de derechista, colocar la estatización como un valor absoluto, una falsedad.
Hay empresas que en manos del Estado le han sido útiles al país, como Edelca en otros tiempos, instituciones como el INCE que cumplieron una gran labor.
No se trata de defender el pasado, de querer un retorno imposible, sino de no aceptar el chantaje de la condena en bloque de los años de gobierno civil, incluso de validar un lenguaje que condena a la oposición, admitir el concepto de Cuarta República en vez de hablar de los años de la República Civil.
La obra de los primeros gobiernos adecos y copeyanos representa los mejores años de Venezuela. Chávez no tiene ninguna obra que se compare con la represa del Guri o el Metro de Caracas.
Por eso fue un gran momento del debate cuando una diputada dijo: “Soy adeca, ¿y qué?”, pues un adeco no tiene por qué avergonzarse de buena parte de la historia de ese partido. No se trata de reivindicar a Pérez sino de no abochornarse de la instauración de la democracia por Rómulo, Leoni y Caldera, de la derrota de la subversión, de la nacionalización de Pdvsa, hecha sensatamente y eficazmente.
Habría que acusar a los diputados del PSUV de reaccionarios, defensores de Gaddafi, destructores de la independencia nacional, como acertadamente señaló William Dávila.
No hay vuelta al pasado, el país pide algo nuevo, pero basta de aceptar un chantaje bobo de izquierda. En realidad Chávez no representa a la izquierda, sino a la derecha. Gracias a su gobierno, Venezuela pierde una gran oportunidad, la de pertenecer al grupo de países que están superando el subdesarrollo, acercándose al Primer Mundo, como Brasil, Colombia, Chile.
No hay un debate en Venezuela entre dos modelos. Pamplinas. Lo importante es un desarrollo que también saque de la pobreza a la mayoría, como está ocurriendo en China, Brasil, Colombia.
El socialismo del siglo XXI se limita a volvernos a todos más parásitos que nunca del ingreso petrolero.
Cedice Escribe
ND Quo Vadis Es de vital importancia confrontar la inmensa gravedad de la crisis y la trascendencia histórica del desafío con el perfil de quien tendrá sobre sus hombros la pesada carga de encabezar la cruzada por la recuperación de nuestra democracia desde el momento mismo en que sea designado candidato único, dirigir luego el proceso de transición y restablecer finalmente la estabilidad nacional. Los países enfrentados a similares desafíos han atendido antes a la experiencia y la madurez política de las figuras escogidas que a factores generacionales o demoscópicos. Pues la primera prioridad es salir de este atolladero. 1 A pesar de tratarse de ideas simples, siempre es pertinente repetirlas, hasta el cansancio para convertirlas en ideas-fuerza. La primera, nunca suficientemente subrayada, es que Venezuela vive la crisis existencial más grave de su historia y se encuentra al borde de la disolución y la pérdida de sus tradiciones y valores fundamentales. La libertad, la primera y más esencial de ellas. En juego no sólo está un pésimo gobierno: están doscientos años de historia republicana. La segunda es que esta crisis terminal no es producto del azar. Es producto de un asalto sistemático al Poder llevado a cabo por un caudillo militar inescrupuloso y ahíto de ambiciones, acompañado por un grupo de oportunistas de ultra izquierda, militares y civiles, que pretenden blindar el control del Estado y su propio poder mediante el establecimiento de un régimen totalitario bajo la mascarada castrista del socialismo a la cubana. La tercera es que nada de lo que ha sucedido en estos doce años de aparente desgobierno es producto exclusivo de la ineficiencia y la incapacidad gerencial. A quienes tienen el control total de los poderes del Estado no les interesa resolver los problemas de nuestro país, para enrumbarlo por la senda del progreso, el desarrollo y la prosperidad, Les interesa agravarlos, hasta desencajar a la Nación y hacerla presa fácil de la tiranía. De allí el cierre de más de cinco mil empresas, la liquidación de la capacidad productiva del país en todos sus rubros, la degradación de nuestra subsistencia a una economía de puertos y la dependencia de todos a las dádivas del Estado, orientado consciente y deliberadamente a convertirse en el propietario universal de todos los bienes y vidas de la República. La cuarta indica que es esencia de este proyecto desquiciador por imponer una tiranía castro comunista provocar una irreversible división social, un enfrentamiento mortal entre los sectores democráticos y los sectores afines al régimen, la implacable imposición de una guerra a muerte entre los detentores del Poder y el conjunto social que rehúsa el sometimiento, así como la aniquilación de todos los valores tradicionales de la sociedad venezolana. La quinta, consecuencia de las anteriores, es que no existe posibilidad alguna de convivencia o entendimiento de los sectores democráticos con quienes desde el Poder han decidido destruirlos. Quienes utilizan todos los medios legales e ilegales, legítimos e ilegítimos, violentos o pacíficos para apropiarse del país, empobrecer y empujar a todos los venezolanos a la máxima miseria para, sobre la base de una tierra arrasada, mantener en el Poder indefinidamente a la autocracia gobernante. La imposibilidad de esa convivencia es reafirmada a diario en el espectáculo asambleario, usado como circo romano por la inescrupulosidad del déspota. La sexta, colofón de todas las anteriores, es que en Venezuela el enfrentamiento que se libra abierta o solapadamente es el duelo mortal entre la dictadura o la democracia, el comunismo o el capitalismo, la economía de mercado, la libre iniciativa y el derecho a la propiedad privada, de nuestro lado, o el centralismo estatal, el colectivismo y la anulación del derecho a poseer nada, ni siquiera los más elementales medios de subsistencia, por parte de la camarilla en el Poder. 2 De esas ideas sencillas y esenciales se derivan pautas de acción, que debieran ser ejecutadas por todos los ciudadanos, pero muy en especial por quienes tienen la grave responsabilidad de enfrentarse a la tiranía y derrotarla de manera contundente y efectiva: Partidos, precandidatos, comandos. La primera de ellas exige postergar toda mezquina ambición individual y anteponer la sagrada defensa de la Patria por sobre toda otra consideración. Reconociendo con suprema honestidad los límites de cada cual y los valores y capacidades de quienes tienen la responsabilidad de derrotar al autócrata. Ante una crisis tan profunda y una encrucijada tan definitoria, no debiéramos dejarnos arrebatar por inmediatismos de afinidades generacionales y simpatías más propias del mundo del espectáculo, que por la reflexión y el análisis. Si nos encontramos en el abismo se debe a ese impulso irracional de la emotividad y la irreflexión frente a las cruciales decisiones políticas: Chávez es el producto de un arrebato de locura. No fue la primera vez en nuestra turbulenta historia. De nosotros depende que sea la última. De allí, de esta necesidad de seleccionar al mejor, se deduce la segunda de ellas: unir todas las voluntades en un esfuerzo supremo de Concertación Nacional. Quien alcance el alto y complejo honor de ser elegido para dirigir la cruzada que nos saque de este marasmo – ojala por razones de calidad y no de cantidad, de experiencia, de madurez y coraje antes que por simpatías fácilmente manipulables por encuestadores inescrupulosos y costosas campañas de auto promoción –, debe ser acompañado por todas las fuerzas políticas, sin exclusión ninguna. Que deberán formar parte de una Gran Concertación Nacional y del gobierno de transición respectivo. La tercera de ellas se refiere a la naturaleza del gobierno que elegiremos: se trata de un gobierno de transición desde la crisis a la democracia, del caos a la estabilidad, de la emergencia nacional a la normalidad institucional. Sepámoslo de una vez: Venezuela debe entrar en terapia intensiva para restablecer el orden y asegurar su reconstrucción mediante la normalidad política y el desarrollo social y económico. Cuánto vaya a durar esa transición y cuántos gobiernos deberá requerir, dependerá en gran medida del éxito inicial en el emprendimiento de la tarea. La cuarta es asimismo esencial: ni las elecciones se cumplirán en el marco de un país institucionalizado, ni el gobierno de transición podrá ser responsabilidad de un solo hombre, ni los plazos de la reconstrucción a llevar a cabo por el gobierno de concertación nacional pueden obedecer a la improvisación, al espontaneismo, al día a día. Ni las fuerzas desplazadas del poder cejarán en su intenso por alentar la guerra civil y regresar a sus perdidas posiciones. Las respuestas a esa reflexión son tan sencillas como las ideas que manejamos: la reconstrucción nacional debe ser producto de un equipo de gobierno en el que estén representados todos los partidos y todos los sectores claves de la sociedad civil. Se trata, en suma, de un gobierno que encabece una cruzada nacional, que involucre a todos los venezolanos y que permita contar con la mayor suma de esfuerzos, talentos, experiencias y voluntades posibles. 3 Todos los precandidatos están llamados a protagonizar la reconstrucción nacional. El que resulte electo a representarnos en la justa electoral será un Primus Inter Pares. De allí la imperiosa necesidad de realizar este complejo y difícil proceso de primarias sin que el necesario espíritu de unidad sufra el más mínimo quebranto. Ya se menciona a más de una docena de nombres aparentemente dispuestos a medirse en primarias por la nominación candidatural, entre ellos los gobernadores Pablo Pérez, César Pérez Vivas, Henrique Salas Feo, Henrique Capriles Radonsky y el alcalde metropolitano Antonio Ledezma, así como los diputados María Corina Machado y Enrique Mendoza, los dirigentes Eduardo Fernández, Leopoldo López, Oswaldo Álvarez Paz, Henry Ramos Allup y Manuel Rosales. Algunos partidos, como Un Nuevo Tiempo y COPEI presentan dos o más candidatos simultáneamente. Sin considerar la casi segura participación de algunas importantes personalidades independientes que no hacen vida en la MUD y podrían lanzar también las suyas. No es conveniente ni lógico que esta proliferación de candidaturas se mantenga o amplíe sin que provoque desconcierto y confusión en los electores, toda vez que el presidente de la república lleva meses atropellando con su candidatura única y todopoderosa. La decisión de acudir a primarias cuanto antes e, incluso, de dirimir el nombre definitivo del seleccionado mediante una segunda vuelta electoral, no tiene necesariamente que provocar la estampida de postulaciones. Sería altamente conveniente que partidos y personalidades se mostraran dispuestos a someter sus ambiciones a una criba que produzca una preselección y nos lleve a no más de tres o cuatro nombres en liza. Es de vital importancia confrontar la inmensa gravedad de la crisis y la trascendencia histórica del desafío con el perfil de quien tendrá sobre sus hombros la pesada carga de encabezar la cruzada por la recuperación de nuestra democracia desde el momento mismo en que sea designado candidato único, dirigir luego el proceso de transición y restablecer finalmente la estabilidad nacional. Los países enfrentados a similares desafíos han atendido antes a la experiencia y la madurez política de las figuras escogidas que a factores generacionales o demoscópicos. Pues la primera prioridad es salir de este atolladero. Bajo un régimen plenamente democrático, cuando las diversas candidaturas – como en el pasado – ofrezcan diferencias de matices y no posiciones absolutamente polarizadas, podremos permitirnos el lujo de apostar por aquellos que hoy aún no poseen el peso político, la madurez, la densidad y la experiencia necesarias para presidir un país en crisis. Pero que entonces habrán acumulado la suficiente experiencia como para legitimar sus aspiraciones. Es sabida la propensión del venezolano al juego, al azar, a la aventura. Como su natural predisposición a aceptar los estímulos de inmediatismos y apostar a la emoción antes que a la reflexión. Esa predisposición llevó a la mayoría a sumarse al carro del golpismo, a convertir la política en un espectáculo de retaliaciones y venganzas y a echar por la borda uno de los sistemas democráticos más estables y exitosos de la región. Es hora de cambiar ese paradigma y dar ejemplo de sensatez. Dios quiera que frente al futuro prime la racionalidad y el buen sentido. |
El genio se salió de la botella. José Toro Hardy
Soplan vientos de cambio. El mundo es testigo de lo que está ocurriendo en El Medio Oriente
En Egipto los ciudadanos demostraron que sí se puede. Centenares de miles salieron a protestar durante 18 días continuos. Ganaron la batalla gracias a su perseverancia. Mientras tanto los militares -cuyo apoyo a Mubarak lucía inquebrantable- comprendieron que los vientos de la historia soplan ahora en otra dirección. Ni un disparo salió de aquellos rifles.
Así suelen actuar los militares en todas partes. Cuando entienden que el reclamo del pueblo es legítimo, les retiran su apoyo a los autócratas. Esa es la pesadilla de todos los dictadores del mundo.
En el Medio Oriente el genio se salió de la botella. Los problemas arrancaron en Túnez donde Ben Alí, mandatario por 30 años, fue desplazado del poder mientras sus fuerzas armadas se mantuvieron al margen.
Los vientos de cambio pueden afectar los sitios más inesperados. En la lista figuran gobiernos como el de Argelia, donde Bouteflika llegó al poder en 1999 pero que, vencido su período presidencial, modificó la Constitución para reelegirse al mejor estilo de algún autócrata caribeño; o en Yemen, donde Ali Abdullah Saleh lleva 32 años en el poder. Todos se encuentran amenazados por lo que luce como un efecto dominó indetenible. También Baharein, Sudán y Marruecos, entre otros.
Ningún país está exento de riesgos. Ni siquiera Arabia Saudí, amenazada por grupos cuyo fanatismo religioso los lleva a aspirar a un califato Wahabita. Elwahabismo ha inspirado a algunos de los movimientos más radicales del islam. Pero no es el radicalismo religioso lo que parecen estar anhelando las multitudes árabes; es más bien la democracia.
Quizás donde existen más razones para que los ciudadanos exijan un cambio democrático es en países como Irán, Libia y Siria.
En 1979 las multitudes iraníes salieron a la calle para reclamar la salida del Sha de Irán. Intentando calmar los ánimos, éste decidió designar al líder de la oposición -Shahpur Bakthiar- como Primer Ministro. Bakthiar ofrecía democracia, pero quien se coló fue el Ayatolá Jomeini, que impuso una dictadura teocrática que aún impera.
Hoy en día -32 años después- la historia se apresta a pasar la página. El pueblo nuevamente está en las calles de Teherán reclamando aquella democracia que les había sido esquilmada. Recordemos que el 12 de junio del año pasado se impuso de manera fraudulenta y sangrienta la reelección del presidente Mahmud Ahmadinejad, quien pudo lograr su trampa gracias al apoyo del Líder Supremo. Y es que en Irán quien tiene el control es el Ayatolá Jamenei -Jefe de Estado y Líder Supremo- elegido de por vida por el Consejo de Expertos integrado por 86 ayatollahs. Sólo ellos pueden removerlo.
Pero como el genio se salió de la botella, los ciudadanos ya no están dispuestos a tolerar más aquella dictadura teocrática dominada por Jamenei. Es su cabeza la que pide el pueblo. En respuesta, el Líder Supremo amenaza con una "Azura"(decreto religioso) para acusar de "Mohareb"(enemigos de Dios) a los líderes de la oposición y a los que participen en disturbios en su contra. El castigo para unMohareb es la pena de muerte. Aún así el rugido del pueblo continúa clamando libertad. Es posible que el Ayatolá Jamenei, en un esfuerzo por salvar su propia testa, termine por arrojarles la de Mahmud Ahmadinejad.
Y en Libia la situación tampoco es mejor. Aquel dictador que llegó al poder en 1969 después de derrocar al rey Idris, confronta también las iras de su pueblo. La represión ha sido violenta y se habla ya de más de 90 muertos en los últimos días. Al mundo le cuesta olvidar el apoyo que Gadafi dio al terrorismo internacional. Se le acusó de financiar el movimiento "Septiembre Negro" que perpetró la matanza de atletas judíos en las Olimpíadas de Munich en 1972, así como de las bombas colocadas en "La Belle", una discoteca en Berlín donde murieron más de 200 personas, y de apoyar a quienes plantaron la bomba en el vuelo 103 de Pan Am que cayó en Lockerbie dejando 270 víctimas.
Soplan vientos de cambio. El mundo entero es testigo de lo que está ocurriendo en El Medio Oriente. En otras latitudes ejércitos y ciudadanos comprenden que podría estar llegando la hora de seguir el ejemplo que El Cairo dio. Sólo el respeto a las normas democráticas, a la independencia de los poderes, a la libertad de expresión, la libertad de los presos políticos, a las elecciones libres, a los tratados internacionales, al manejo pulcro y eficiente de los fondos públicos, podrían convencer al genio de que regrese a la botella.
pepetoroh@gmail.com
@josetorohardy
EL UNIVERSAL martes 22 de febrero de 2011 12:00 AM
Los enfermos que nos gobiernan |
En nuestra sociedad se suele llamar loco a cualquier irresponsable que actúa de manera “tonta” o “loca” o que comete desafueros sin asumir la responsabilidad correspondiente. Es “hacerse el loco” cuando le conviene. Con esta mentalidad o manera de pensar dificultamos en grado extremo las relaciones serias y adultas entre los individuos y de hecho frenamos el desarrollo social y la evolución civilizada.
La psico-sociología ha desarrollado un concepto: la inteligencia emocional, muy oportuna para nuestro propósito. Según esta teoría personas “inteligentes” intelectualmente pero en su conducta, emociones y relaciones inter-personales son unos verdaderos “tontos” e irresponsables. En nuestra sociedad esto es un verdadero problema de salud pública y oportunidades perdidas de progreso cultural y social real y efectivo.
Al efecto podemos poner como ejemplo la “paternidad” y la “maternidad” irresponsable. El abandono efectivo y afectivo de los hijos; esa enorme orfandad nacional generalizada. La conducta necia e irresponsable frente a las obligaciones de cualquier tipo. Asumirnos como personas y sociedad más como “sujetos” de derechos que de deberes. El perverso e individualista “hago lo que me da la gana” y el complejo infantil, esquizofrénico y neurótico del “vivo”. Decimos una cosa y hacemos otra. Todo lo anterior configura una patología social grave y perjudicial a los mejores intereses nacionales y que dificulta en sumo grado nuestro progreso social.
Con “locos” y “tontos” no vamos a ninguna parte y menos si estos gobiernan y ocupan posiciones relevantes en cualquier sector de la vida nacional. En términos socio-políticos es lo que explica en parte nuestra precaria seguridad jurídica y la inexistencia de un verdadero Estado de Derecho. Igualmente explica la falta de una verdadera rendición de cuentas y una efectiva contraloría después de ejercer un cargo o asumir una responsabilidad.
Qué lejos estamos del gobernante filósofo de Platón y del gobernante virtuoso de Confucio, pero la responsabilidad evidentemente es de nosotros mismos que elegimos a “cualquiera” y aceptamos que nos gobierne “cualquiera”.
[*] Rector de la Universidad Católica cecilio Acosta - Venezuela / E-mail: rector@unica.edu.ve
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