Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

domingo, 15 de mayo de 2011

"¡Ese bichito!"

Por estas calles









Por Estas Calles es el titulo de una telenovela venezolana, muy famosa en los años 90. Producida por Radio Caracas Televisión, se emitió en el mismo horario, a las 9 de la noche durante dos años, entre 1992 y 1993.

En los ojos de analistas políticos, ayudó a traer abajo la presidencia de Carlos Andrés Pérez. Fué la primera vez que una telenovela se ocupó de las condiciones de la vida pobre en los ranchitos (chabola) de Caracas tanto como los de las clases media y alta. Se trató de la miseria que había en el país, y el guión fue escrito diariamente con mucha improvisación, con una semana de atraso respecto a la realidad para incorporar lo que sucedía en el mundo político. Reflejó la exasperación pública con la corrupción e incluyó escándalos tales como un doctor que robó el equipo de su clínica privada y un gobernador forzado a resignar después de tomar el dinero de un fondo secreto, hechos que sucedían en el país de verdad, eran presentados por personajes ficticios.

Según la revista Rolling Stone en español de Agosto de 2005. Por estas calles ocupa el puesto Nro. 8 entre los 100 Mejores Programas de la TV de Todos los Tiempos de Latinoamérica y Estados Unidos conjuntamente.





Yordano cantó la canción de la novela, el tema se llama al igual que la novela: “Por estas calles“.

Definitivamente, para bien o para mal, esta telenovela marcó un punto en la historia venezolana.

ENTREVISTA Franklin Virgüez, actor
El regreso de Eudomar

"En mi opinión, es demasiado creer que una telenovela pueda desestabilizar un sistema político" "No vamos a favorecer per se a una tendencia política determinada (en la obra), porque les damos duro"

"Yo no formo parte de grupos, no camino, no marcho; yo nunca he hecho eso, ni por partidos políticos ni por nadie, soy una persona que observo y emito una opinión", afirma Oswer Díaz"
ÁNGEL RICARDO GÓMEZ , FRANKLIN VIRGÜEZ , ACTOR | EL UNIVERSAL
domingo 15 de mayo de 2011 12:00 AM

29 de mayo de 2007. La señal de RCTV ya no está al aire. Globovisión se convierte en la parada obligada de aquellos que quieren mostrar dolor, indignación, furia... Piedad. De pronto, la imagen de Franklin Virgüez arrodillado con gorra del canal de La Florida y lentes de pasta. Le recuerda al presidente Hugo Chávez la vez en que tomó un crucifijo en su mano para pedir una oportunidad al pueblo venezolano. "Yo simbolizo al pueblo y de rodillas le pido a usted que nos de una oportunidad, que RCTV vuelva al aire", le implora.

No se equivocaba en aquello de la espada de Damocles pendiendo sobre el presidente: sería brutal la derrota política que le vendría -y que sigue desmoronándolo. Pero erró el actor al arrogarse el papel del pueblo venezolano. Así lo reflexiona el hombre de carne y hueso, y así se lo reclama su alter ego. Eudomar Santos vuelve con una obra que, al igual que la telenovela Por estas calles, desestabilizará sistemas.

El autor, Ibsen Martínez, no solamente confronta al actor y su personaje, sino que él mismo entra en la escena como entrevistador de su creación, el del "Como vaya viniendo, vamos viendo".

-Una vez yo iba entrando a un restaurante en Nueva York y veo venir al ex presidente Carlos Andrés Pérez. A mí siempre me impactó porque era un hombre que te impresionaba por lo enérgico que era. Yo lo saludo y me le presento, y me dice: 'Yo lo conozco. Usted trabajo en una telenovela que le hizo mucho daño al país, especialmente a mi Gobierno y a mí, en lo personal'.

-¿Y cree que realmente le hizo daño al país o a ese Gobierno? Por estas calles

-No solamente lo dice CAP. La Historia reciente cuenta que esa telenovela formó parte de un 'Plan de los notables'. Se dice, incluso, que Marcel Granier, orquestó un plan para desestabilizar el régimen de partidos.

-¿Y qué piensa Ibsen Martínez de eso?

-Él lo dice en la obra. Pero en mi opinión, es demasiado creer que una telenovela pueda desestabilizar un sistema político. Hay unas circunstancias político-sociales que reflejan eso, y se ven en la obra.

-¿Y cree usted que le allanó el camino al actual presidente? Por estas calles

-Yo siento que no fue Por estas calles sino las circunstancias que permitieron que eso ocurriera. Eso sería lavarse las manos muy deportivamente. Hubo hechos que se generaron (Recadi, Blanca Ibañez, juicio a CAP, el Caracazo) y la telenovela fue un reflejo de eso.

La herencia de Eudomar

-Ocurre que la gente recuerda la telenovela y se acuerda de Eudomar como un hecho simbólico y eso se debe a una frase: "Como vaya viniendo, vamos viendo". Esa frase no la inventé yo, la inventó Ibsen y él se la anexó a este personaje que sobrepasa la historia de la telenovela. Y me correspondió a mi como actor vivirla porque esa frase se hizo mundial, porque simboliza, desde el Río Bravo hasta la Patagonia, como nuestros países improvisan. Nosotros nos diferenciamos de los anglosajones en que vivimos el día a día, no planificamos nuestro futuro, no forma parte de nuestra cultura. Eudomar Santos es el símbolo del muchacho bueno del barrio que quizás no tiene luces pero tiene pilas y se nutre de su experiencia y de lo que ve a su alrededor.

-¿Cómo quedó el personaje cuando lo dejó Ibsen en el capítulo 300 y tanto, y qué línea siguió?

-Él andaba en una lucha política nueva con Lucha Briceño y el candidato Chepe Orellana. El canal siguió la misma línea. Lucha y Chepe formaron parte del lavado de cerebro malo hacia Eudomar Santos que venía de formar parte de la campaña "El Gocho pa'l 88". En la obra 20 años después, él echa el cuento. Eudomar saqueó pero llegó tarde, cuando llegó habían dejado solamente los pitillos. Eudomar siempre estaba como bordeando el delito pero no era un delincuente, se codeaba con los fumones, drogos, narcos, pero él no era malo... los de cuello blanco lo utilizaban. Toda esa circunstancia política preparó la cama para que el tipo votara y le pusiera su fichita al actual presidente, él fue uno más de los 3.695.967 que votaron por Chávez.

-¿O sea, que Eudomar es chavista?

-Eso lo dejo en incógnita. Él formó parte de eso, pero en este momento está en el grupo de venezolanos que están como en una gran interrogante. No me gustaría ahondar mucho en eso porque forma parte interesantísima del final. La obra es heavy, tuvimos que hacerle un peine, porque tenemos que manejarnos con diplomacia y no ser directos, no hace falta.

-¿Qué implica para el actor retomar este papel?

-Eudomar Santos es un personaje excepcional, un hecho maravilloso que ocurrió en mi vida como actor. Y en una telenovela que aún la gente recuerda y quiere. Hay personas que te abordan y preguntan '¿Cuándo viene Por estas calles 2?', como con una necesidad, como que si eso dependiera de uno, pero tenemos un inconveniente: que el único canal que puede hacerla fue cerrado en 2007.

-Ahora que menciona a RCTV, muchos recuerdan aquella arrodillada ante las cámaras de Globovisión ¿Cómo lo ve en perspectiva?

-Eudomar Santos está totalmente en desacuerdo con eso que hizo Franklin Virgüez. En la obra hay un encuentro entre el actor y su alter ego, se ven conversan y Eudomar le reclama.

-¿Y Franklin Virgüez cómo lo ve?

-Para aquel entonces yo tenía un conflicto interno muy grave, un problema familiar fuerte, pasaba por circunstancias especiales. Mi psiquiatra en aquel momento era Edmundo Chirinos... Creo que siempre es mejor reflexionar y no actuar con la emoción sino con la mente. Lamentablemente yo actué con la emoción. Lo que dije lo puedo repetir pero quizás en otros términos. Yo no debí arrodillarme a nombre del pueblo venezolano porque el pueblo no se arrodilla, o como dice Eudomar Santos en esta obra: "Pueblo arrecho no se arrodilla".

-¿Se parece Franklin Virgüez a Eudomar Santos?

-Sí, pero aunque no lo crean, Eudomar Santos es más reflexivo que yo. En la obra le reclama a Franklin eso, le dice: "¡Muchacho pajúo!".

-¿Y entonces? ¿Eudomar es rojo, rojito o no?

-También le damos su golpe a la oposición en la obra. A Eudomar le preocupa y le molesta la indecisión. La posición está clara, pero no vamos a favorecer per se a una tendencia política determinada, porque les damos duro.

La obra Como vaya viniendo... tiene previsto su estreno para el próximo 17 de junio, a las 8:00 de la noche en el auditorio del BOD-Corp Banca de La Castellana. Contará con la dirección de Daniel Uribe.


"¡ese bichito!"
EL UNIVERSAL
domingo 15 de mayo de 2011 12:00 AM

Franklin Virgüez tiene un papel en Eva Luna, telenovela de Univisión que transmite Venevisión y ahora actuará en la nueva producción dramática del canal de La Colina, escrita por Alberto Gómez y titulada Natalia del mar.

En su paso por Colombia trabajó en Salvador de mujeres y en Miami actuó en una teleserie de FOX, titulada La mariposa.

Franklin Virgüez decía en 2005: "No oculto la edad para quitarme ese peso de encima". Ahora dice: "Tengo 50 y pico". Aunque olvida que hace seis años reveló que tenía 52. Tiene 33 años de carrera, trayectoria que le valió recientemente un premio ACE.



agomez@eluniversal.com



El compañero Eudomar Santos

Ibsen Martínez

El Nacional, sábado 9 de diciembre de 2000

Mono
Ibsen Martínez, El mono aullador
de los manglares
, Caracas:
Grijalbo-Mondadori, 2000.










Tuve un amigo de quien perdí la pista hace años.

Había sido durante muchos años tramoyista en Teatro Nacional, y por el tiempo en que trabamos amistad, estaba don Tomás todavía en los mismos menesteres, pero esta vez en el Teatro Alberto de Paz y Mateos.

Solía sentarse el señor Tomás en las escalinatas del Paz y Mateos, a la espera de que hubiese suficiente «quorum», bien para los ensayos, bien para las funciones, y allí iba yo a reunirme con él, a fumar un cigarrito y echar un párrafo sobre «la situación».

Don Tomás había sido «adeco octubrista», como él mismo solía definirse, para diferenciarse de Carmelo Lauría a quien sencillamente él no podía tragar.

Tenía la mar de cuentos sobre el trienio adeco, vivido como pudo vivirlo un venezolano de ese pueblo llano que irrumpió en el horizonte político del país el18 de octubre del 45.

A propósito del 24 de noviembre del 48 contaba don Tomás una anécdota que nunca me cansé de hacerle repetir.

Don Tomás había entrado a militar en Acción Democrática a instancias de un compadre suyo, sindicalista de la fábrica de bombillos que alguna vez hubo en Maiquetía.

Ocurrió que en noviembre del 48 derrocaron al maestro Gallegos. Durante la crisis que precedió al golpe frío, y en el anticipo del mismo, la dirigencia de Acción Democrática instruyó a su militancia a aprestarse para la defensa a toda costa del gobierno popular.

En consecuencia, se desplegaron planes de contingencia que incluyeron el reparto de armas de guerra y la asignación de tareas de agitación y sabotaje.

A Tomás y a su compadre les entregaron sendos y vetustos fusiles Mauser, les dieron alguna munición y les asignaron un sitio para la defensa del primer gobierno que el pueblo venezolano se daba a través del voto universal y secreto.

Las instrucciones no eran muy precisas, pero tenían como premisa el éxito inicial del golpe reaccionario, e implicaban poder asestar un contragolpe, confiados los adecos en poder organizar la resistencia que habría de devolverle el poder al pueblo en corto plazo.

En efecto, durante unas horas, luego de la partida del derrocado novelista, un puñado de irreductibles se manifestó radiofónicamente desde Maracay, proclamando ser la legítima prolongación constitucional del gobierno depuesto arteramente.

A don Tomás y a su compadre les tocaba aguardar la reconquista del Palacio Blanco por fuerzas motoblindadas que, así se les aseguró, permanecían leales al autor de Doña Bárbara.

Les asignaron la colina de El Calvario como apostadero y allí transcurrió su vela de armas. No podían saber que a la resistencia radiofónica la habían silenciado y que los irreducitbles estaban ya presos.

Hasta que amaneció el 25 de noviembre y desde su observatorio pudieron ver cómo despertaba la ciudad de Caracas al primer día sin Rómulo Gallegos en la presidencia.

Los ventorrillos de café y de arepitas dulces abrían uno tras otro con rutinaria regularidad, a la iglesia de Pagüita acudían los fieles de siempre a su misa de seis, el tráfico automotor se reanudaba sin tropiezos desde Catia hacia el centro, y viceversa. La ferretería Restrepo abría puntualmente, así como puntualmente acudían a clases los liceístas del Fermín Toro.

En vano esperaron ver aparecer la columna de tanques leales al gobierno de Gallegos que, según les habían dicho sus dirigentes, restituirían la constitucionalidad interrumpida.

Tomás salió al paso a la confusión, inquietud y vergüenza de su compadre, que al fin y al cabo, era quien los había metido en aquel brete:

—Compadre, ya van a ser las ocho de la mañana, no se ven tanques por ninguna parte y nosotros sin siquiera un guayoyito en la caja’el pan. Y acostados en el piso, con estos chopos, ¿no estaremos haciendo más bien el papel de pendejos?

Eso bastó. Sin más, les quitaron las agujas percutoras a sus fusiles para inutilizarlos, los ocultaron detrás de un espeso seto de «lengua-de-suegra» y silbandito iguanas se alejaron del sitio, cada quien a lo suyo, como el resto de la gente.

Contaba el señor Tomás que en ningún momento se sintió ni fraudulento ni inadecuado. Ni siquiera burlado por sus líderes y sus mitológicos tanques leales: los dirigentes habían hecho lo que tocaba —dar unos gritos antes de correr a asilarse en alguna embajada— y, por su parte, él y su compadre también habían cumplido; ahí quedaba el gesto de una noche en vela con las armas en la mano.

El cuento de los héroes de la colina de El Calvario revivió en mi memoria en estos días, al ver a un insumiso y tonante Ramírez León prometer que de la CTV lo sacarían como a Salvador Allende del palacio de La Moneda, y vaticinar que bastaría una llamada de la OIT para que un embargo más impenetrable que el que la marina yanqui impuso a Cuba durante la crisis de los misiles del 62 cerraría un cerco en torno Venezuela si los «camisas pardas» del sindicalismo chavista osaban llevar adelante el referéndum sindical.

Según el Ramírez León de hace dos semanas, si se pretendía eliminar a la CTV por vía de un referéndum, a Venezuela no le quedaría más recurso de abastecimiento que un puente aéreo Bagdad-Trípoli-La Habana-Caracas.

Todo se sabe en esta villa, y no es una conseja el hecho de que, horas después de formuladas todas las declaraciones desafiantes, la directiva de la CTV, en el mejor estilo trapisondista de la IV República, tomaba discreto contacto con el más alto nivel de la cúpula política —que no sindical— del MRV y esbozaba el ofrecimiento de renunciar motu proprio una vez realizado el referéndum, dizque para facilitar unas elecciones por la base.

La numantina gesticulación combativa y la retórica impugnadora del referéndum ya había sido consignada, igual que Tomás y su compadre la noche de El Calvario, acataron el ritual de la resistencia.

Tocaba ahora entenderse con las realidades políticas que, en rigor, no les son del todo adversas, visto el «momento sicológico» que con seguridad atraviesan hasta los más intransigentes líderes del emerrevismo, luego de ese parto de los montes que ha resultado ser el referéndum sindical.

A los bolivarianos, a su vez, les ha pasado lo que a don Tomás y su compadre: el día siguiente del referéndum ha amanecido como otro cualquiera para los venezolanos, sindicalizados o no.

En cuanto al laborismo bolivariano, llamado a barrer de la faz de la tierra a los cetevistas, es un hecho que a menudo los periodistas que cubren la fuente no logran dar con un dirigente obrero bolivariano distinto a Nicolás Maduro para entrevistarlo.

Pero miento: una vez encontraron a dos de ellos. Y los tipos se pronunciaron por el regreso al régimen de prestaciones sociales de modo tan vehemente que el propio Maduro hubo de desmentirlos de la manera más enfática.

¿De dónde han de sacar los bolivarianos las dos mil y pico de vacantes que dejarían las federaciones objeto de su campaña de profilaxis moral?

No es inconcebible que en las mentadas elecciones por la base, el oficialismo deba compartir muchas directivas con curtidos sindicalistas de la IV República.

Teniendo todo esto presente, y a cambio de la caballerosa renuncia de los directivos de la CTV, se abriría un período de consultas y conversaciones que en sí mismas serían la negación de la hegemónica «limpieza ética» que prescribía el plan político original.

El episodio todo debería ser muy ilustrador para la contra sifrina y apocalíptica, esa que todavía cree que el guión de lo que está pasando en Venezuela lo escribe Ceresole y cuya ignorancia no le permite atender a ciertas constantes con que el «reacomodo» se ha manifestado una y otra vez a lo largo de nuestra historia republicana.

Más que Ceresole y Mussolini, el mentor del proceso que vivimos, por lo que toca a adecos y chavistas, parece ser más bien el epicúreo y pragmático politólogo Eudomar Santos, autor del célebre apotegma «como vaya viniendo, vamos viendo».

Tome nota el incrédulo de que, al fin y al cabo, ha sido el insumergible Henry Ramos Allup, quien ha logrado colarse en la selecta comisión postuladora de candidatos al poder ciudadano, en lugar de ninguna de las numerosas advocaciones de la sociedad civil, hoy acérrimas rivales entre sí.


Estampas de El Universal.

Carlos Mata y Jeanette Rodríguez en
"Cristal"


Nadie le tumba al culebrón su liderazgo como género del corazón. Desde que hiciera su aparición en la TV venezolana, en 1953, no hay una sola generación de este país que no se haya enganchado con alguna de sus tramas, en ocasiones ciertamente lúcidas y, en otras, muy poco lucidas. Sea como fuere, hoy le tomamos el pulso a una expresión que nos ha mantenido, por más de medio siglo, a punto de infarto, siempre con el mismo cuento y en horario estelar. Pablo Blanco


Eduardo Serrano y Lupita Ferrer, una de las parejas estelares de Venevisión en los años setenta

El impecable look de Amndaray se mezcla con el desbordante histrionismo

Marina Baura y Raúl Amundaray, un dúo protagónico
que marcó época

Amanda Gutierrez y Daniel Alvarado en La Dueña,
considerada la obra maestra

A


Hace 52 años, uno después de la llegada de la televisión al país y según lo que menciona la autora Carolina Espada en su libro La telenovela en Venezuela, salió al aire por la extinta televisora comercial Televisa lo que se considera la primera telenovela de factura nacional. Se trataba de La criada de la granja, una historia que se transmitía de lunes a viernes a las siete de la noche, en vivo, durante apenas 15 minutos. Trece años más tarde, Raúl Amundaray ya estaría en la cresta de la ola como el galán más cotizado de los dramáticos en blanco y negro, y los culebrones se instituirían como el género televisivo con más arrastre por estos lares. Desde entonces —y para siempre jamás—, los venezolanos hemos tenido una comunión ciertamente dramática con las telenovelas: las criticamos, las ensalzamos, las abandonamos y las volvemos a retomar; rogamos todos los días que Salvador y Cabrujas inspiren a sus sucesores o que se nos pegue algo del vecino Brasil... pero no las dejamos. Generación tras generación, allí estamos: plantados frente al televisor engordando el rating. Aceptémoslo de una vez: a esta tierra de gracia le calza al pelo un melodrama. Después de todo, y aunque mal paguen, que no se diga que no han dado para más de un cuento y una buena tertulia.

Hubo una vez
ternamente recordado por su papel protagónico como Albertico Limonta, Raúl Amundaray no puede dejar de entusiasmarse al recordar un pasado que lo tenía permanentemente en primera plana. Constancia de tanto robo de cámara ha quedado registrada en eso que él mismo ha bautizado como el “minimuseo”, un rincón de su casa que alberga, entre otras “piezas”, portadas de revistas —conservadas por su esposa en envases cilíndricos de plástico—, en donde posa junto a sus parejas protagónicas de las décadas de los sesenta, setenta y ochenta. La piel de zapa, junto a Pierina España, Cristina, junto a Marina Baura, e Historia de tres hermanas, junto a Doris Wells, ocupan las tapas de varias publicaciones nacionales de entretenimiento. Más allá, un álbum de artículos de periódico, organizado en vida por su señora madre, conserva para la posteridad titulares que hablan por sí solos: “Fue asaltado el ídolo por sus propias fans. Le quitaron su cartera en donde tenía 700 bolívares”, “Le ofrecen a Amundaray 10 mil bolívares para que deje el canal dos”, “Se casó Albertico Limonta”... A lo que se podría agregar: ...y las solteras del país lo sienten y lo lloran.



Detrás de El derecho de nacer
Sería El derecho de nacer la telenovela que consolidaría el género como tal. La epopeya de Albertico Limonta estuvo al aire durante dos años (1965-1967) y mantuvo su récord de máximo número de transmisiones —una hora de lunes a viernes— hasta 1992, cuando Por estas calles lo superó, menciona Espada en su libro. El fenómeno fue de tal magnitud, que hasta la Billo’s Caracas Boys le escribió un merengue: “¿Y Albertico qué le dijo? Ya Don Rafael habló”, rezaba el estribillo.
El cubano Félix Becañé escribió esta historia del hijo que no iba a nacer por una petición de aborto de su propia madre, María Elena del Junco, quien, finalmente, lo deja en manos de una humilde mujer: mamá Dolores. Esta última lo convierte en un “hombre de bien” y él, con el tiempo, se convierte en un médico de renombre. Posteriormente, uno de sus pacientes es su propio padre, Don Rafael del Junco, por quien conoce al amor de su vida, su prima Isabel Cristina, interpretada por la bella chilena Conchita Obach.

“Muchos me criticaban porque decían que yo era un ‘galán de salón’. Si bien era el galán, también tenía que ser un buen actor, llorar y reír como el personaje. A veces hasta caía en trance. Y cuando íbamos a presentaciones en público me vestía con mi bata blanca, que tenía una placa que decía ‘Dr. Albertico Limonta’, y la gente se lo creía. Muchos me gritaban en la calle: ‘¡Albertico, mamá Dolores no es tu verdadera madre!’”.

Otro de los rumores, al margen de la telenovela, tenía que ver con el supuesto romance entre Amundaray y Obach. Ante esta interrogante de antaño, el actor responde recitando La casada infiel, un poema de Federico García Lorca: “No quiero decir por hombre las cosas que ella me dijo. La luz del entendimiento me hace ser muy comedido...”. Todo un galán.


La pareja, acompañada de Bárbara Teyde, quien siempre brilló en los roles de villana

Amundaray como Albertico Limonta junto a Conchita Obach
como Isabel Cristina, los sufridos
protagonistas de El derecho de nacer

Raúl Amundaray y Conchita Obach

en "El Derecho de nacer"


La señora de Cárdenas
se transforma en una fiera
Los setenta son recordados por muchos escritores contemporáneos como la verdadera época dorada de la telenovela venezolana. Esto tiene que ver con la incursión en el género de importantes autores tales como Salvador Garmendia y José Ignacio Cabrujas. El primero estuvo a cargo de las líneas de La hija de Juana Crespo, protagonizada por Mayra Alejandra y José Luis Rodríguez, El Puma. El segundo se catapultó con historias que rompían con el esquema “rosa” para hablar de personajes con los que la audiencia se pudiera identificar más fácilmente: Natalia de 8 a 9 y Silvia Rivas, divorciada, entre otras. Alí Rondón, profesor de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello, quien además dicta la cátedra: La telenovela, el arte tras la industria, no escatima en vanagloriar la obra de Cabrujas, especialmente La Señora de Cárdenas, protagonizada por Doris Wells y Miguel Angel Landa.

“El dilema del ama de casa que descubre las infidelidades de su marido y que no sabe si divorciarse o no, puso en vilo a muchas espectadoras. Algunas de ellas se iban a las puertas de RCTV a ordenarle a Cabrujas que separara a esa abnegada mujer de ‘aquel sinvergüenza’. A Miguel Angel Landa, por su parte, lo abordaban los hombres para reclamarle que no fuera tan evidente, ya que su personaje les daba 'muchas pistas' a las mujeres casadas. Fue la primera vez en la que, al final, los protagonistas no quedaban juntos, porque ella, obviamente, se merecía un hombre mejor, como aquel correcto médico interpretado por Héctor Myerston”. De esa misma época, Rondón menciona, con igual entusiasmo, una producción que considera irrepetible: La Fiera, con Doris Wells, José Bardina y Carlos Márquez en su inolvidable papel del patriarca Eleazar Meléndez. Esta telenovela es una adaptación que hace Julio César Mármol de la obra Los hermanos Karamazov de Fedor Dostoievski.
“Lo más memorable es la actuación de Doris Wells como esa incontrolable campesina, llamada Isabel, de la cual se enamoran el mismo Eleazar Meléndez y sus dos hijos. Es una de las primeras telenovelas donde se plantea la clásica lucha entre dos familias por las tierras codiciadas. Inolvidable es el apodo que le pone Meléndez a Isabel: ‘Mi catirrusia’”.





El drama de la infidelidad en La Señora de Cárdenas, con Miguel Angel Landa
y Doris Wells

Mayra Alejandra y José Luis Rodríguez en el idilio urbano
de La hija de Juana Crespo

Carlos Márquez como Eleazar Meléndez junto a su “catirrusia” Doris Wells, en La Fiera






De Cristal, Topacio y Leonela
Quien vio televisión durante los nunca bien ponderados años ochenta, probablemente disfrutó de Topacio, Leonela y Cristal, una trilogía rosa de la reconocida escritora cubana Delia Fiallo. La primera es el remake de su propia obra Esmeralda, estrenada en los años setenta. Su nueva versión es protagonizada por Grecia Colmenares y Víctor Cámara. Se cuenta la historia de una hermosa campesina invidente que conoce a Jorge Luis, el galán citadino que será testigo de su recuperación médica en medio del romance entre ambos. Amalia Pérez Díaz interpretaba a ‘Maíta’ y Carlos Cámara era Sirilo, el noble amigo de Topacio, quien sufre de ciertos retardos mentales. “Con eso se demostró que el galán en esa familia es Víctor, pero el verdadero actor, definitivamente, es Carlos”, acota Rondón.

De Leonela, protagonizada por Mayra Alejandra y Carlos Olivier, se puede decir que fue una de las más truculentas, pero no por ello menos exitosa. “Mira que escribir la reinserción social de un violador a través de la paternidad que le genera el embarazo de su propia víctima, gracias al amor, no es nada sencillo. ¿Cómo lo hizo la señora Fiallo? Sólo ella lo sabe”, explica Rondón. También lo saben los millones de venezolanos que no se despegaron de la caja a la que la profesora Marta Colomina llamó una vez “la Celestina mecánica”.

¿Qué decir de Cristal que no se haya dicho? La historia es muy conocida: la aprendiz de modelo que triunfa en la pasarela y descubre que su madre es la dueña de la agencia para la que trabaja, y que el hijo adoptivo de la misma es el amor de su vida. Los puntos del rating que logró Fiallo son incontables.

Dos amigos inseparables, la invidente Topacio
y su fiel Sirilo, Grecia Colmenares y Carlos Cámara, en el remake de Esmeralda, original de Delia Fiallo



El dúo romántico de Topacio, Colmenares junto
a Víctor Cámara. El actor interpretaba al acicalado Jorge Luis, galán de la historia

Pero no sólo Delia Fiallo se cotizó alto —para variar. Los protagonistas de Cristal, Jeannette Rodríguez y Carlos Mata, lograron la internacionalización gracias a sus personajes. “Me enteré de que, en España, Inocencia, el personaje de Mariela Alcalá que llega a sufrir de cáncer de mama, sirvió para una campaña preventiva dirigida a las mujeres de ese país. Las consultas médicas, aparentemente, aumentaron”.

Raúl Amundaray y Lupita Ferrer coprotagonizaron Cristal como Los Ascanio, los “amos del valle” de este relato. “Eran ellos mismos. Ella se despertaba rozagante, maquillada, perfecta y le pedía una pastilla para la jaqueca a Gledys Ibarra, que era Nancy, la mujer de servicio. El era un bohemio que recitaba poesías. No se diferencian en casi nada de Amundaray y Ferrer”, bromea Rondón. Hasta la fecha, esta telenovela ha sido transmitida un total de nueve veces en la Madre Patria, con un impresionante récord de audiencia.

De la misma época no se puede obviar el éxito que, igualmente, obtuvo Ligia Elena, escrita por César Miguel Rondón, quien se inspiró en el tema musical homónimo de Rubén Blades. Esta producción fue protagonizada por Alba Roversi y Guillermo Dávila. “Es la primera vez que el final de la historia estaba contenido en la canción promocional de la telenovela. La cándida niña de la sociedad se fuga con el trompetista de la vecindad”, comenta Alí Rondón.


C

De la violencia al amor en Leonela,
con Carlos Olivier y Mayra Alejandra

Cristal icono de los 80 internacional


Alba Roversi y el “musiquito”,
Guillermo Dávila, en Ligia Elena



¡Kassaaandra!
Kassandra, la telenovela de Delia Fiallo, “es la primera en ser comprada por Japón y entra al Libro Guinness de Récords por ser la más vendida en el mundo. Además, apacigua la guerra en Bosnia, pues durante sus transmisiones se hacía una tregua tácita para poder seguir los amores de Coraima Torres y Oswaldo Ríos. Una vez que se cayó la señal televisiva en toda esa zona, varias recitadoras de oficio corrieron a la frontera entre Serbia y Bulgaria para que los habitantes de la región les contaran lo que estaba pasando en el capítulo de ese día. Ellas reproducían, posteriormente, la historia, por unas cuantas monedas, a quienes estaban ‘incomunicados’ de la pantalla chica. En el capítulo en el que la cándida gitana es sentenciada a prisión por un crimen que no cometió, las amas de casa serbias se volcaron a las calles para exigirles a los representantes diplomáticos del gobierno venezolano que se comunicaran con Caracas para que pusieran a Kassandra en libertad, porque ellas sabían que la joven era inocente. Estamos hablando de amas de casa que tenían a sus esposos y a sus hijos muriendo a consecuencia de una verdadera guerra”, comenta Carolina Espada, a propósito de este éxito dramático de principios de los noventa.

El noticiero como libreto
El drama rosa de Kassandra le sigue la laureada Por estas calles, original de Ibsen Martínez, quien se rehusó a alargar la historia por más de seis meses, lo que no impidió que durara, gracias a un nuevo equipo de libretistas, un total de dos años (1992 - 1994). La trama reproducía la cotidianidad política y social del país, casi “en directo”. La maestra Eurídice Briceño, interpretada por María Alejandra Martín, hace pareja con el juez Alvaro Infante (Aroldo Betancourt). Los acompañaban Gledys Ibarra como la humilde Eloína Rangel y Franklin Virgüez como Eudomar Santos, el “guapo del barrio”, cuyo grito de guerra era: “¿Qué es lo que está pa’ sopa?”. “Es la primera telenovela en la que había un personaje que ‘editorializaba’ cada capítulo, el famoso Don Lengua. Los productores se nutrían tanto de la realidad venezolana que habían capítulos que se grababan a las seis de la tarde y a las nueve salían al aire”, explica Alí Rondón.

Entre gordas bellas y cositas ricas
Habiendo partido de la triunfante fórmula de la novela rosa, la telenovela venezolana, en el nuevo milenio, comienza a convertirse en un género que no le teme a la “mezcla de ingredientes” que bien funciona para obtener los anhelados números del rating: la comedia, la cotidianidad, las tramas policiales, el suspenso, y, obviamente, el nuevo discurso femenino. “Pese a que en Guerra de mujeres había una pareja protagónica joven, conformada por Yubirí (Gaby Espino) y Wilker (Jorge Reyes), César Miguel Rondón y yo nos atrevimos a incluir a tres protagonistas más: una menopáusica (Brigitte, el personaje de Mimí Lazo), una gorda que le era infiel al marido (Finita, el personaje de Milena Santander) y una mujer soltera que tiene un noviazgo con un hombre más joven que ella (Ana, el personaje de Nohely Arteaga). Es que una mujer madura tiene muchas más cosas que contar que una muchacha de 18 años, que es la típica protagonista”, explica la escritora Mónica Montañés en alusión a una de las producciones recientes más exitosas de Venevisión.

Igualmente exitosa para el llamado canal de la colina fue Cosita Rica, de Leonardo Padrón. La historia de la humilde bailarina del Barrio República, Paula C (Fabiola Colmenares) y el adinerado Diego Luján (Rafael Novoa) recordó un poco el espíritu dePor estas calles, en eso de retratar el contexto político y social del país. “Cuando todo el mundo estaba analizando la crisis política con visiones apocalípticas, Cosita Rica lo hacía a través de la huella digital de los venezolanos: el humor. El público veía todo con una sonrisa que luego se transformaba en reflexión”, menciona Padrón.

Por su parte, RCTV hizo de la comedia su sello distintivo. Mi gorda bella, protagonizada por Natalia Streignard y Juan Pablo Raba fue un ejemplo contundente de ello. Inevitable es la comparación que recibe esta telenovela con la colombiana Yo soy Betty, la fea, de Fernando Gaitán. “No sólo las gordas se identificaron con la trama, también las delgadas que no querían ser gordas”, explica Rosana Negrín, la escritora que versionó para la TV esta obra original de Carolina Espada. Hasta el año pasado esta telenovela había sido comercializada en más de 40 países, con especial éxito en Centroamérica, en donde se dio un fenómeno llamado “la gordamanía”. “Las gordas empezaron a vestirse con jumpers y las que no lo eran comenzaron a cambiar sus lentes de contacto por lentes de pasta. Todo para parecerse a Valentina, la protagonista”, comenta Espada.

Para resumir lo que ha sido la tendencia de la telenovela venezolana actual, José Simón Escalona, vicepresidente de dramáticos de RCTV, explica las fortalezas del género.“Nuestras producciones son más naturales que las mexicanas, más centradas en la mujer que las colombianas, más frescas que las argentinas y con un lenguaje más directo que las brasileñas. La telenovela venezolana ha ido aderezándose con lo mejor de nuestra venezonalidad, con esa exhibición constante de optimismo, humor y exageración de nuestros sentimientos. Todo esto sin olvidar el paraíso que supone el amor correspondido”.



La escultural Natalia Streignard se transformó en la obesa Valentina, la atípica protagonista de Mi gorda bella. Su galán fue el colombiano Juan Pablo Raba

Rafael Novoa y
Fabiola Colmenares
en Cosita Rica, el hit de Leonardo Padrón


Milena Santander, Nohely Arteaga y Mimí Lazo,
las heroínas de Guerra de Mujeres, todo un
manifiesto feminista

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