Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

lunes, 2 de mayo de 2011

La mentira que estamos viviendo





El proyecto democrático tiene
que ver con un cambio psíquico

Rafael Osío Cabrices / El Ncional (Venezuela) - 02/07/06

El psicoanalista Adrián Liberman evalúa mediante las claves de su oficio las dificultades que Venezuela tiene para apartar los ojos de la incandescente figura del hombre fuerte. Considera que la intolerancia y el fanatismo que alientan la tentación totalitaria comienzan en la casa. Desde su consultorio, Liberman invita a sus colegas a ayudar, a lanzarse a la arena pública para auxiliar en la tarea de expulsar de los venezolanos los demonios interiores.

Cada 15 días, los artículos que Adrián Liberman (quien nació en Montevideo, Uruguay, en 1963) publica en la sección de Opinión de este diario conectan el a veces oscuro, pero siempre interesante campo del psicoanálisis con varias de las angustias centrales de este país en este momento: cómo sacudirse el autoritarismo, cómo encontrar una vía pacífica para resolver las diferencias. Profesor en el postgrado dePsicología Clínica de la Universidad Católica Andrés Bello y en la Asociación Psicoanalítica de Caracas, Libermanescribe regularmente además en el periódico Nuevo Mundo Israelita.

—¿Hay una manera psicoanalítica de explicar por qué Chávez sigue mandando en Venezuela?

—Hay más de una. La teoría psicoanalítica tiene una larga tradición de comprensión del individuo frente al autoritarismo y el totalitarismo. Muchos se han puesto a estudiar esto, empezando por el mismo Freud. La división entre lo privado y lo público es completamente artificial y no siempre es fácil establecer esa línea en un paciente.

—Hay muchos testimonios acerca de la intensidad y la frecuencia con la que los acontecimientos nacionales, vía el maltrecho interior de sus pacientes, entraron en los consultorios de los psicoanalistas y los médicos.

—Sí. Los sucesos del 11 de abril de 2002 nos hicieron plantearnos a muchos por primera vez que la realidad nacional no estaba aparte. Lo que pasa es que el psicoanálisis se ha ensimismado y aburguesado y ha creído que el ámbito público es asunto de otras disciplinas, de los sociólogos por ejemplo. Ha creído que lo nacional no le compete. Yo en cambio he trabajado el desempleo como una categoría clínica, porque he visto lo que significa para mis pacientes quedarse sin trabajo: es quedarse sin un puesto en lo público, sin un marco de referencias; el que no tiene trabajo, no existe. Otros colegas han comenzado también a preocuparse por esas cosas. Siento que los psicoanalistas estamos en mora ética con la sociedad venezolana.

—Usted ha escrito que el chavismo es un síntoma, pero en el sentido psicoanalítico. ¿Qué significa eso?

—Uso el modelo de síntoma en psicoanálisis para explicar a Chávez. Un síntoma es un intento de resolución, a medias frustrado, a medias exitoso, de un conflicto. El chavismo es un síntoma colectivo, el intento de toda la gente que votó por él de dar cuenta del drama nacional. El chavismo apareció como una oferta de hacerse cargo por entero de lo público; Chávez ofreció que él se ocuparía de todo y mucha gente aceptó ese ofrecimiento. No olvidemos que Chávez fue elegido, incluso por gente ilustrada que hoy lo adversa. Pero como pasa siempre con los síntomas, que nunca satisfacen del todo, generó problemas. Si creas una fobia para protegerte del miedo a volar, por ejemplo, te encuentras luego con el problema de que no puedes viajar tranquilamente a donde quieras porque no te atreves a usar los aviones.

—También ha escrito, en El Nacional, que el chavismo “produce sufrimiento, ya que es excluyente y empobrecedor, pero también refleja la puesta en acción de un patriarcado omnipotente, tan caro a nuestros mitos fundantes”. ¿Cuáles son esos mitos fundantes?

—Básicamente, los que se refieren a la forma que tenemos de relacionarnos. Pese a que nos consideramos un país democrático, tenemos fuertes visos de autoritarismo, empezando por los que se manifiestan en la unidad familiar. En lo macro se expresa lo que ocurre en lo íntimo. Otros mitos son el del Libertador, el del gran padre que es alfa y omega de la nacionalidad, no hay nada ni antes ni después de él.


De tal padre, tal ciudadano

—¿Es la psique de un colectivo la suma aproximada de las psiques de sus miembros? Lo que quiero saber es ¿cómo se manifiestan en lo nacional las peculiaridades psicológicas de los venezolanos?

—No podría suscribir algo como que el todo es la suma de las partes. El psicoanálisis más bien busca lo que hay de irrepetible en cada persona. Pero hay un objeto común que se llama país, donde sí se expresan muchas de nuestras individualidades. Los que compartimos ese objeto común tenemos también características comunes. Por ejemplo, la tendencia a pretender resolver los conflictos mediante la violencia.

—En un artículo suyo sobre las bases psicológicas de la democracia, habla de un tema que acabamos de rozar, que todo parte de las dificultades para convivir que tenemos los venezolanos en el ámbito de lo íntimo. ¿Es que la democracia empieza en la cama, en la mesa de comedor de todos los días?

—La democracia es una forma de relación que implica una regulación de lo que se desea y de lo que se teme. Si esa regulación no se instala en las primeras fases del desarrollo de la personalidad de un individuo, o sea, en la casa, es muy difícil que se pueda hacer después, en la calle. Así que, sí, la democracia empieza en la cama, en la mesa. En lo íntimo. Será muy difícil que en lo público no se manifieste esa profunda carencia privada.

—¿Cómo se puede obtener entonces esa “personalidad democrática” de la que ha hablado? ¿Cómo se lleva al país al diván?

—El país no vendrá al diván. Hay que salir a buscarlo. Nos corresponde a los psicoanalistas dejar de esperar la demanda de análisis; hay que salir a ofrecerlo. Si de algo padecemos es de exceso de gente que tiene recetas para el país. No tengo tanta omnipotencia. Pero sí tenemos nosotros algo que decir, tenemos cómo ayudar a los demás a entenderse a sí mismos y a entender a los demás. El psicoanálisis parte de la certeza de que la historia de una persona es modificable. Lo es en cierto grado, lleva tiempo y esfuerzo. Pero se puede reescribir. Los individuos pueden cambiar y hacer cambiar a las sociedades.

—¿Hay un caso cercano a Venezuela en el que los psicoanalistas hayan ayudado a manejar asuntos públicos?

Argentina es emblemática en cuanto a psicoanalistas que salen del consultorio para hacer actividades de calle. Ocurrió en la transición que vino luego del fin de la dictadura en 1983, pero también cuando la debacle económica de 2001. En Venezuela, el movimiento psicoanalítico ha hecho algunos intentos, pero no son suficientes.

Una de las cosas que tenemos que hacer es exigir la vigencia del Estado de Derecho y de la libertad de expresión. Estamos obligados a defender esas cosas. Entre otras razones, por supervivencia profesional: si no hay Estado de Derecho ni libertad de expresión no podremos pedirle a ningún paciente que hable libremente en nuestros consultorios. Nos falta mucho, muchísimo. Hay pocos psicoanalistas hablando en los medios, cuando lo colectivo, ese objeto común del que te hablaba hace un rato, debe ser pensado por todos. Cuando lo abandonamos, surge, precisamente, la tentación totalitaria. Nada de esto son ideas originales mías. Debemos ir a los espacios públicos para que nuestra experiencia le sirva a la gente. Si uno habla claro, a la gente le interesa lo que decimos.

—Y hay muchos indicios de que la gente está buscando respuestas. Basta con acercarse a las librerías para comprobarlo.

—Sí, pero hay que tener cuidado con que esa búsqueda de respuestas se satisfaga con resultados inmediatos. Nuestra clase media se enriqueció pero no se ilustró. Prefiere estar borracha a interrogarse sobre el deseo de estar borracho. Lo que hay que buscar no son respuestas inmediatas, sino posibilidades liberadoras. El psicoanálisis ofrece acercar a quien quiera a sus propias verdades.


Omnipotencia tentadora

—Ya que menciona a Argentina: cuando terminó la última y peor dictadura militar, la que era conocida como el Proceso, el gobierno de Raúl Alfonsín se dedicó a erradicar los rasgos de autoritarismo que había en lugares como las escuelas. ¿Cómo erradicar de entre los venezolanos esas conductas?

—Primero, preguntándonos por qué esas conductas existen entre nosotros, por qué el que algún omnipotente venga a normar toda nuestra vida nos parece tan tentador cada cierto tiempo. El proyecto democrático tiene que ver con un cambio psíquico. Tiene que ver con el modo en que la idea de ley entra en nosotros: la ley debe significar algo más que una autoridad represiva, debe significar un modo de relación con el otro. Estamos hablando de un proyecto de cambio a largo plazo que no puede hacerse si no nos preguntamos, con valentía, cómo nos relacionamos. Una cosa que puede ir haciéndose es estimular en el ámbito familiar que la ley no se transmita por la vía de la represión y del castigo, sino de una manera tierna y amorosa. Eso, por supuesto, lleva varias generaciones.

—Pero, entonces, ¿es factible, es posible la democracia en una nación tan inconclusa, tan inmadura como esta?

—Sí. Sí es posible. Pero no es algo que debe darse por sentado. Debe ser cultivado, trabajado, defendido. Los psicoanalistas no dejamos de asombrarnos acerca de cuánto se ataca la gente a sí misma. Unos fracasan al triunfar, otros triunfan al fracasar, otros carecen de cualquier tipo de proyecto. El proyecto democrático tiene que ser vigilado por todos: al Estado no se le puede dejar solo con una tarea como esa. El Estado no puede relevar a la sociedad.

—¿Hay alguna relación entre el culto al hombre fuerte y la ausencia de tantos padres en la familia venezolana, en un país en el que hay muchas mujeres criando solas a sus hijos?

—Sí. Creo que uno de los dramas colectivos que tenemos es este materno-centrismo en tantas familias en las que el padre no es más que una referencia, muchas veces muy negativa.

—¿Qué hay en las psiques de holandeses, canadienses o daneses que les permite tener mejores democracias?

—No sé si hay algo distinto. Hay que evitar esos enfoques de psiques evolucionadas y no evolucionadas porque eso deriva fácilmente en teorías fascistoides que dicen que un colectivo es superior a otro. En la historia de cada país hay modos de relacionarse que surgen en ciertos ámbitos y que logran volverse estructurales. Es una labor, insisto, de muchas generaciones. En sitios como Dinamarca o Canadá, cualquier acción de Estado se somete a la discusión pública, a veces en exceso según se ve desde aquí, y por eso vemos que caen gobiernos por cualquier tontería. Pero no quiero ponerme a ver si ellos son más evolucionados. Nosotros también podemos cambiar.


Enemigo íntimo

Otro tema que ha tratado Adrián Liberman, nieto de judíos alemanes que se establecieron enUruguay, es la amenaza totalitaria, que no es exclusiva de Venezuela. “El problema de los crímenes de odio, que tienen explicaciones muy complejas, es el dilema de la otredad.
























Hablan de que lo que ha desaparecido son los mecanismos simbólicos para mediar con la otredad, de modo que el otro se ha vuelto una amenaza siniestra.Una de las genialidades de Freud es habernos hecho ver que lo siniestro está dentro de cada uno de nosotros y que siempre se puede actualizar, que el amor convive con el odio y la razón no es la dueña de la casa. Es más fácil matar al mensajero, entonces, que cuestionar las creencias propias.

Hoy se habla del terrorismo islámico, pero cualquier sistema de creencias absolutas puede crear un fascismo, que es negación del otro y reivindicación violenta de alguna supuesta pureza. Lo característico de la humanidad es la diversidad.

Los psicoanalistas sabemos que cada persona es irrepetible. La diversidad no es un problema, sino una oportunidad de crecimiento y de aprendizaje. Yo mismo me he rebelado contra la herencia cultural de que provengo”.

Liberman
, de vuelta al caso venezolano, formula una advertencia final: “Todos, en algún momento, podemos sentir que la violencia es la manera de resolver un conflicto.

Podemos tener una discusión de tránsito y querer pegarle un tiro al otro. Pero hay que evitar recorrer esa distancia entre el deseo y el acto, cosa que alguna gente no está haciendo. El enemigo de la democracia está en cada uno de nosotros”.



Fue, en verdad, Revolución

La Independencia fue una verdadera Revolución, y no necesita la falsa idea de ser el primer paso del socialismo para ser valorada

La celebración del Bicentenario de la Independencia ha sido aprovechada por el gobierno de Hugo Chávez para realizar una masiva propaganda de su tradicional discurso legitimador. Dicho discurso se centra en la visión de un proceso de Independencia inconcluso. Los próceres iniciaron nuestra Edad de Oro, pero “la oligarquía apátrida” aliada al “imperialismo yanqui” detuvo su avance; hasta que “los hijos de Bolívar” (realmente serían tataranietos) retomaron el camino señalado para completarlo y darnos a todos los venezolanos (e incluso a la humanidad entera) “la mayor suma de felicidad posible”. Esta visión mantiene al pueblo (las mayorías) inmerso en una perspectiva infantil de nuestra historia, y reduce el valor que tuvo el período en sí. La Emancipación solo tiene valor como constructor de ese futuro que es el presente, hay un presentismo que termina convirtiéndola en el pretexto para la propaganda. En el fondo no hay ningún interés para el estudio histórico o el fortalecimiento de la memoria.

Los tiempos bicentenarios que vivimos deben buscar precisamente lo contrario: adentrarnos en el largo proceso independentista y conocer los seres humanos que la vivieron, junto a sus ideas y realidades. Lograr esta tarea nos permite ir más allá de la Independencia (ruptura con España), y afirmar que fue una Revolución (cambio radical de una sociedad). Aunque la historia oficial señale que fue un tiempo de frustraciones para las “clases oprimidas”, en los que las oligarquías conservaron su poder “asesinando” a Bolívar, y con él: los sueños del pueblo; no podemos limitar este tiempo a un momento profético como si de una religión se tratara. Incluso para los sectores más bajos representó un avance.

El mejor ejemplo para comprobar esta tesis es la comparación de la situación de los pardos, esclavos e indígenas al inicio y al final del proceso. El régimen hispano poseía una estructura social de castas en donde las élites conservaban un conjunto de privilegios jurídicos, los cuales fueron desmontados por medio de la Constitución de 1811. Las mismas personas que disfrutaban de estas ventajas (los mantuanos) en relación a las mayorías, fueron las que establecieron su superación. Y si la realidad de la segregación se conservó por un tiempo en las costumbres, y estos tres grupos que hemos señalado estuvieron un tiempo del lado del Rey; al final terminarían en el bando republicano al descubrir que eran los más sinceros en lo que se refiere al reconocimiento del mérito, y no el origen étnico o social como elemento para valorar a las personas.

Si miramos más allá de lo social, y pensamos en toda la labor de construcción republicana, los cambios son de una magnitud nunca inmaginada para la sociedad tradicional hispanoamericana de principios del siglo XIX. Es la primera vez que se llevan a cabo elecciones libres (democracia, principio de la soberanía popular), la redacción de varias Constituciones (¡Siendo la de 1811 la cuarta del mundo!), la creación de nuevas poderes (ejecutivos, legislativo y judicial) en los que se luchó por mantener el principio del equilibrio de poderes y el respeto al principio de legalidad, el reconocimiento de los derechos humanos (la vida, la propiedad, la inviolabilidad del hogar, y las libertades civiles), las primeras experiencias de federalismo, la discusión de las ideas y la formación de ejércitos.

La Independencia fue una verdadera Revolución, y no necesita la falsa idea de ser el primer paso del socialismo para ser valorada.

CodigoVenezuela.com es un medio de comunicación abierto y tolerante ante todas las corrientes del pensamiento y tendencias políticas siempre que sean respetuosas de la Ley y de los valores democráticos; CodigoVenezuela.com no necesariamente comparte las opiniones expresadas por sus colaboradores y columnistas, éstas son entera responsabilidad de sus autore

No hay comentarios: