Estos artistas se enorgullecen de lograr que el arte sea accesible a todos
La ciudad tiene pequeños museos al aire libre. El de mayor tradición y donde los sábados se reúnen hasta diez pintores de calle está en la plaza La Concordia, en el Centro. Allí, en los bancos de cemento se exhiben a diario pinturas del Salto Ángel, El Ávila, figuras de santos, bodegones o la temática y el estilo que el cliente pida. Los fines de semana llegan niños a la plaza para verlos trabajar y con suerte hasta les enseñan algunas de sus técnicas.
Bajo el sol picante del mediodía, Javier Albarrán recrea en su lienzo un paisaje merideño inspirándose en la foto que le trajo un cliente. Es un encargo que terminará en dos horas y por el que cobrará 1.000 Bs. Después tiene pendiente una pintura de la Virgen del Valle. Lo que más piden las personas son imágenes de santos y paisajes.
"Los precios dependen del tamaño del cuadro y del tiempo que me tardo pintando, oscilan entre 600 y 3 mil Bs", dice Albarrán, quien lleva 40 años y aprendió su oficio leyendo libros de arte y viendo a los demás. "Con esta actividad somos libres, trabajamos por nuestra cuenta sin depender de nadie. Claro que esto no es como vender comida pero tenemos nuestros clientes. Es un oficio rentable si te sabes administrar".
Otra pequeña galería de arte ambulante existe en la avenida Casanova hace 42 años. Es la de José Vicente Aponte, quien pinta desde que era niño gracias a un tío italiano que le enseñó las técnicas". A la semana le hacen 4 o 5 encargos
"Este es un trabajo a tiempo completo. Estoy aquí desde las 7 am hasta las 9 pm. Es verdad que no vendemos todos los días pero al pintor de calle se le hace más fácil subsistir. Tenemos precios económicos. En las galerías venden muy caro; en la calle siempre hay quien compre", asegura Aponte mientras termina un cuadro de flores que venderá por 800 Bs.
Aponte fue boxeador hasta los 25 años. Quería ser campeón mundial para cotizar mejor sus cuadros pero no lo logró; ahora se enorgullece de hacer accesible el arte a las personas de menos recursos. La misma motivación mueve a Domingo Herrera, quien pinta en la calle hace 12 años: primero en la plaza El Venezolano y hace tres años en un costado de la plaza Candelaria. "Quien nos compra es fiel. Damos créditos y es rentable. El arte es para todos. Antes era difícil vivir de esto, ahora el venezolano aprecia lo que hacemos y sabe lo que quiere comprar. Nosotros tratamos de satisfacer con poco dinero una necesidad estética. Yo pinto lo que me pidan; no hay límite. El costo depende del formato: entre 1.500 y 3 mil Bs".
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