Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

domingo, 2 de diciembre de 2012

Chávez en este sentido es un negacionista nostálgico que vive de sus recuerdos épicos de batallones y asonadas, de su historia guerrera revistada. El PSUV por ejemplo, es una organización política necrosada en la nostalgia de los partidos únicos estalinistas del bloque soviético o de Cuba. Son un tejido muerto.


Opinión | 17/09/2012
Nostalgia necrosada
Chávez en este sentido es un negacionista nostálgico que vive de sus recuerdos épicos de batallones y asonadas, de su historia guerrera revistada. El PSUV por ejemplo, es una organización política necrosada en la nostalgia de los partidos únicos estalinistas del bloque soviético o de Cuba
PAULA VÁSQUEZ


Un politólogo francés, Philippe Braud, afirma que la nostalgia es la clave del conservatismo. Los nostálgicos son conservadores y los conservadores son nostálgicos. Los políticos tienen que tener un compromiso fuerte con el presente para no paralizar la acción y fosilizarse, tratando problemas que están obsoletos o superados. Los problemas de la Venezuela de hoy no son los de hace quince años.
Son peores, se dirá el lector. Pero no es tanto de balances que me parece interesante hablar sino de las maneras de concebir el presente. Una de las cosas más asombrosas del candidato presidente es que los problemas que se han generado bajo su mandato son invisibles. No existen.
Chávez en este sentido es un negacionista nostálgico que vive de sus recuerdos épicos de batallones y asonadas, de su historia guerrera revistada. El PSUV por ejemplo, es una organización política necrosada en la nostalgia de los partidos únicos estalinistas del bloque soviético o de Cuba. Son un tejido muerto.
Haber servido a una causa que fracasó o peor aún, una causa moralmente desacreditada debería ser un peso enorme en la memoria de muchos. De hecho ser llamado estalinista para un socialista europeo es una raya, es un insulto. En cambio para nuestros pesuvistas la cosa es una gracia, se autodenominan así y les parece chévere. ¿Ignorancia o necrosis autoritaria? Esa nostalgia, ese ruralismo militarista de elogiar el pasado guerrero de hombres a caballo es un mensaje de peligro, de un esencialismo que decidió hacer de ciertas tradiciones y de cierta visión de la historia un patrioterismo retrógrado.
El chavismo entendió que los venezolanos eran muy desmemoriados y diseñó una memoria, una idea de nación para llenar ese vacío y conferirle una identidad particular al pueblo. Diría que esa identidad está basada en la mirada nostálgica de las guerras de Independencia según los militares y la revolución cubana. De ese pastiche ha salido pues una renuencia a cuestionarse, a entender el presente como otra cosa que el puro producto del pasado. Por eso no hay quien los saque de la excusa de los cuarenta años y de la denigración de ese periodo que ellos han llamado la cuarta república.
La nostalgia no se cuestiona, nos dice Philippe Braud, y supone una especie de exilio interior, un recogimiento en sí mismo, constituyendo una verdadera cultura de bunker en donde no entran sino quienes piensan igual y viven de los mismos sueños necrosados.

Diario TAL CUAL Opinión | 30/07/2012
Lo nocivo del pueblo
El populismo chavista se dirige con una gran carga emocional al corazón de los que creen que son el pueblo, único y legítimo, y desestima a todos aquellos que no entren en esa categoría
PAULA VÁSQUEZ


Roger Bartra escribía hace poco en un dossier sobre el populismo publicado en la revista Letras Libres sobre la construcción de la idea de pueblo. Dice Bartra que el concepto de pueblo está basado en un a priori binario que es terrible: unos son pueblo y otros no lo son.
El populismo chavista se dirige con una gran carga emocional al corazón de los que creen que son el pueblo, único y legítimo, y desestima a todos aquellos que no entren en esa categoría. Claro, esa manera política de funcionar y construir a las amasas es propia de los regímenes fundados en la fuerza de sus dirigentes y en la autoridad incontestada e incontestable.
Pero lo que quiero resaltar hoy es que esa manera de hacer del presidente Chávez se ha anclado muy bien en cierta forma de ser muy venezolana en la que según las circunstancias hay unos que merecen ser tratados como personasy otros que no. Hay como una conexión entre el autoritarismo leninista del presidente y formas microsociales de relacionarse en lo cotidiano.
Hay unos que merecen la atención del funcionario y otros que no. El que tiene poder, redes, palancas, pinta, el que parece revolucionario y el que mete la coba al menos. Ya eso existía en Venezuela y Chávez lo exacerbó.
En vez de construir una ciudadanía que respete la diversidad y que considere a los diferentes como iguales se propuso construir una masa de unos que tienen derechos y otros que no.
Eso cuadra muy bien con el clientelismo porque los que reciben son los que se cuadran, los que saben pedir y los que saben ofrecer cosas a cambio. La inmensa estatolatríaclientelislista venezolana está basada en una enorme maquinaria de discriminación y de arbitrariedad.
Todo es una cuestión de suerte en un banco o en una oficina pública, todo depende de como lo vieron a uno y qué criterios discriminatorios aplican los funcionarios que reciben directivas. Todo es discriminación en Venezuela, todo está hecho para restringir los derechos y las posibilidades de ejercerlos.
Nunca fuimos muy "republicanos" en el sentido de considerar ciudadanos a todos sin distinción independientemente de lo que sean o de lo que parezcan ser. Pero a lo largo de esta década, la arbitrariedad propia de la incultura y la ignorancia cuadra muy bien con esa idea de hacer a unos legítimos y buenos revolucionarios y suponer que los demás son ya sea malandros ya sea majunches.

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