Guillermo Mujica Sevilla || De Azules y de Brumas
Cuando las calles tenían nombres de pasión
Al llegar la Semana Mayor, parecía descender sobre la ciudad un manto que era, a la vez, religioso y solemne. En las Iglesias, plenas de cirios y de fieles en oración, un lienzo morado cubría las imágenes de los santos. En las casas, la gente preparaba "el traje de estreno". Y, si las posibilidades económicas no daban para ese "flux" a estrenar, al menos se limpiaban, con métodos caseros, los viejos trajes para hacerlos lucir como nuevos. La gente se preparaba con respeto, a seguir las ceremonias de la Semana Santa, a cumplirse en los templos y en las calles.
Había en la Semana Santa, además del ambiente religioso severo, un ambiente "citadino" especial. Todo parecía teñirse de "morado". Desde morado triste e ingenuo de los penitentes, adultos y niños, vestidos de "nazarenos", hasta el morado grandioso y vegetal de los apamates en flor. Ahí, frente al Teatro Municipal, había una hilera de ellos que, florecidos, eran de una belleza indescriptible. Y luego, las comidas clásicas, infaltables el chigüire, ahora cada vez más difícil e imposible de encontrar, era, generalmente muy fácil de conseguir. Y nunca faltaba el "arroz con coco", como postre. Se tenía de Semana Santa aún las diversiones y los esparcimientos. Como la "echadera de coco", en las cuales se trataba de partir un coco sostenido en las manos de otro, con un coco "percutor". Y las idas a Puerto Cabello, para la bendición del mar. El tranvía resultaba insuficiente, para trasladar a tanta gente a la "Estación del Ferrocarril inglés" (o de Puerto Cabello), hoy Rectorado.
Había también la "picaresca" de Semana Santa: Cuando los muchachos, por ejemplo, se divertían en la iglesia, pegando (con alfileres o con hilo) la falda de una señora a la de la otra. Para el gran disgusto cuando ellas querían ponerse de pie. Tiempo también para las excursiones a Guataparo y sitios cercanos que eran rurales, para buscar contras: Fragmentos de zábila y otros vegetales que se conservaban como protección contra la mala suerte.
Pero hoy deseamos destacar un aspecto interesante de la vida antigua de la ciudad, en relación a la Semana Santa. El destacado historiador e insigne ciudadano de grata recordación, Don Torcuato Manzo Núñez, narra en su libro "Historia del Estado Carabobo", que la primera nomenclatura de las calles de la ciudad la produjo el Obispo Diez Madroñero en 1767. "La ciudad" nos dice Don Torcuato, tenía 14 calles de naciente a poniente y trece de Norte a Sur. Estas últimas se enumeraron del 1 al 13. Pero a las primeras (de naciente a poniente, nota nuestra) se les puso nombre. La que estaba más al Norte de la ciudad se llamó "La Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo", y correspondía a la que hoy se llama "Vargas". La última, hacia el sur a la que hoy se llama Michelena, en aquella primera nomenclatura se llamó "El llanto de las mujeres de Jerusalén"; las doce calles intermedias tenían todas nombre de pasajes de la Pasión de Cristo. Revela la profunda religiosidad de aquella época el hecho de que esos nombres los conservan todavía las calles en 1794, año en que la ciudad tenía exactamente las mismas calles.
Diego Antonio Díez Madroñero
Austeridad y reforma
Hombre de visión clerical, el obispo Díez Madroñero, llevado de su indudable celo apostólico, es posible que en la Caracas del siglo XVIII, deseara imitar a Savonarola, y probablemente encontrara el terreno abonado para cambiar las costumbres de aquella ciudad, que según las apreciaciones del celoso obispo, había perdido la fe legada por sus antepasado y los estribos morales por el libertinaje de sus moradores.
En su manifiesta intransigencia, se empeñó en cambiar las costumbres libertinas de Caracas, reformando el concepto espiritual de quienes él consideraba disolutos moradores, aboliendo las costumbres de la época y enalteciendo la dignidad humana al amparo de la austeridad en la diversión, imponiendo obligatoriamente férrea disciplina religiosa y promoviendo la santa oración a todas las horas del día.
Fiscalización pastoral
En su celo patriarcal, además de rebautizar las calles de Caracas con el nombre de algún santo, comenzó por levantar un censo general de Caracas, y en poco tiempo tenía censados a los habitantes de cada vivienda (hombres, mujeres, niños, servidumbre, esclavos...) con sus edades, estado, condición, profesión, nacionalidad…, sin dejar de reflejar las contribuciones periódicas que daban a la Iglesia, el hábito de rezar el santo rosario y las veces que confesaban y comulgaban semanalmente aquellos sumisos feligreses que cuidaba don Diego Antonio.
Amparo y respeto
Teniendo como secretario a su coterráneo José Antonio García Mohedano (el mismo de la primera taza de café en Chacao en el valle de Caracas), aunque nunca había descuidado la beneficencia, durante los últimos años de su apostolado, se dedicó mayormente a cuidar del amparo de los desposeídos y de la moralidad de sus feligreses más señalados, ya que era público que algunos de ellos abusaban de las mujeres que tenían en sus haciendas.
Opinión razonada
Su intransigencia apostólica se puede apreciar en las opiniones del escritor y médico venezolano, Arístides Rojas, que citando a Díez Madroñero, nos lo presenta como... "reformador de costumbres e innovador religioso, monomaníaco pacífico, que supo transformar a Caracas, durante los doce años de su apostolado, en un convento en el cual solo faltó que los moradores de la capital vistieran todos el hábito talar".
Conclusión
Diez Madroñero pudo haber hecho una destacada labor en aquellos momentos de su apostolado cuando la iglesia y la política colonial necesitaban de manos firmes y mentes lúcidas. Cuando se produjo la expulsión de los jesuitas en 1767, quedó en un segundo plano al no criticar la pragmática real. Por otra parte, se abstuvo de intervenir en el enfrentamiento emancipador, lo que quizás hubiera contribuido a no fuera tan sangriento y tan traumático.
En una de sus visitas pastorales por la Provincia de Venezuela, moría en la Valencia venezolana el 3 de febrero de 1769
Bibliografía
- "Misioneros extremeños en Hispanoamérica y Filipinas" Biblioteca de Autores Cristianos. ISBN 84-7914-090-9
- "Crónicas de Caracas" Arístides Rojas. Biblioteca Popular Americana, Edición 1.946
Bibliografía
- "Misioneros extremeños en Hispanoamérica y Filipinas" Biblioteca de Autores Cristianos. ISBN 84-7914-090-9
- "Crónicas de Caracas" Arístides Rojas. Biblioteca Popular Americana, Edición 1.946
]Quien quiera ahondar más en el tema existen, que yo sepa, los libros:
Pastor celestial, rebaño terrenal, lobo infernal
Alejando Moreno Olmedo
ISBN: 980-6741-33-1
páginas: 265
formato: 11,5 x 21 cm
A utos y sumarias que el obispo Diez Madroñero ordenara incoarle a don Juan Vicente de Bolívar, padre del Libertador; permaneciendo inéditos más de 200 años.
La justicia eclesiástica en tiempos del obispo Diego Antonio
Diez Madroñero (1757-1769)
Autor: Agustín Moreno Molina
- Localización: Tiempo y Espacio, ISSN 1315-9496, Vol. 26, Nº. 47, 2007 , págs. 42-70
- 2001-2011 Universidad de La Rioja
Quien quiera ahondar más en el tema existen, que yo sepa, los libros:
Alejando Moreno Olmedo
ISBN: 980-6741-33-1
páginas: 265
formato: 11,5 x 21 cm
A utos y sumarias que el obispo Diez Madroñero ordenara
La justicia eclesiástica en tiempos del obispo Diego Antonio
Diez Madroñero (1757-1769)
Autor: Agustín Moreno Molina
- Localización: Tiempo y Espacio, ISSN 1315-9496, Vol. 26, Nº. 47, 2007 , págs. 42-70
- 2001-2011 Universidad de La Rioja
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