50 años sin Gary Cooper
Aquilino José Mata aquilinojmata@hotmail.com @AquilinoJMata
Hace medio siglo, el 13 de mayo de 1961, a los 60 años de edad, falleció una de las luminarias más rutilantes de la época dorada de Hollywood: Gary Cooper, quien en su larga carrera destacó como recio héroe en más de un centenar de películas, fue triple ganador del Oscar -uno de ellos honorífico- y entabló amistad con varios de los más prestigiosos intelectuales de su época, entre ellos Ernest Hemingway y Pablo Picasso.
Nacido en la localidad de Helena, estado de Montana, Estados Unidos, Frank James Cooper, que así era su verdadero nombre, era hijo de un acaudalado matrimonio británico. Su padre era abogado y juez, además de propietario de un enorme rancho, le envió a estudiar a Inglaterra. Tras acabar sus estudios primarios en Gran Bretaña y sufrir un grave accidente de coche, el joven Cooper regresó a los Estados Unidos para terminar su instrucción académica. Se graduó en Agricultura en Montana y en Arte en la Universidad de Iowa. De esta última faceta lo atrajo el dibujo de tiras cómicas, que publicaba en varios diarios de su lugar natal. Luego, a comienzo de la década de los años 20, se mudó a California a tratar de probar suerte en periódicos de mayor tiraje. No le fue bien. Como en algo había que trabajar, lo hizo trabajando en pequeños papeles en películas de vaqueros. Su primer rol de importancia le llegó en 1926 en Flor del desierto, de Henry King. La Paramount se interesó en él y lo contrata para cintas como Ello (It) (1927) y el primer filme ganador del Oscar, Alas, del mismo año, con Clara Bow como protagonista femenina. Allí se convirtió en su amante, la primera de una serie que pasaron por la vida del apuesto y espigado actor, entre ellas la estrella latina Lupe Vélez, la rubia Marlene Dietrich y la vampiresa Evelyn Brent. Debutó con buen pie en el cine sonoro. Fue en El Virginiano (1929), un western dirigido por Victor Fleming. En este género fueron muchas de sus innumerables películas. Allí demostraba sus habilidades como jinetes, aprendidas en el rancho familiar. Ya en los años 30 era una de las máximas estrellas de Hollywood. |
En el libro recientemente publicado al, español, Gary Cooper, el héroe americano, de Jeffrey Meyers, se afirma que “su abierta afiliación a los ideales conservadores no impidió que, en la época de la caza de brujas, defendiera al guionista Carl Foreman, autor de uno de sus mejores títulos, Solo ante el peligro (una de las dos películas que le valieron el Oscar al actor). Y pronto se aficionó a los poemas de Kipling, el arte moderno y los toros”.
El libro también recoge algunos de sus momentos más taurinos, como impenitente amante de la fiesta brava que era, junto a Hemingway. “Fuimos a una ganadería en Toledo, dimos unos cuantos capotazos a una vaquillas y lo pasamos muy bien. Volvimos al hotel oliendo como cabras”, relató divertido en una de sus visitas a España.
El icono de la masculinidad llegó a salir a la arena junto a Luis Miguel Dominguín. “Nunca en mi vida había experimentado un miedo semejante. Me las arreglé para dar un par de buenos pases y que me gritaran unos cuantos olés, que me supieron mejor que todos los aplausos que había recibido en Hollywood”.
Pero con quien no acabó de entenderse fue con Sara Montiel, su compañera en Veracruz. “Volvía del rodaje en exteriores diciendo que casi le resultaba insoportable tenerla que tocar o besar. Ella nunca utilizaba champú. Me dijo su peluquero que cada día no hacía más que añadirle aceite de oliva a su pelo”, recuerda en la cita publicación la actriz, amiga y amante de Cooper Lorraine Chanel.
Cuando el cáncer ya hacía predecir su inminente muerte, sus últimas voluntades fueron: “Viajar a París, ir a cazar faisanes con Hemingway y decir adiós a mis amigos”.
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