Hablando de ti, poeta |
Con un dolor intenso oculto en el alma, vimos como el último ocaso del largo verano que azotó estos pueblos comidos por la sed de despidió navegando en barcos de viento y entre agajes de nubes entre la candela que bebe el horizonte. No podía yo comenzar estas líneas sin hablar de los elementos que siempre amó Jesús Rosas Marcano, y sigo su partida en los resplandores de cada amanecer que se levanta en las sabanas de Guacuco, porque cuesta no nombrar esa mar donde amontonó tantos versos. Donde montaría en el lomo de una ballena para buscar caracoles y caballitos de mar.
No puedo poeta dejar de contar cuando descubriste que el patio de la casa donde naciste es el río que baja de El Copei, y cuando sentías que las primeras lloviznas golpeaban el zinc del rancho de Juan Marta corrías a mirar por la tapia cómo aquella vena de agua crecía te apresurabas a construir barquitos de papel que llegaran al sol y les dabas nombres bonitos con diminutas figuritas pintadas con creyones de cera.
Los cuentos de ti los sabemos todos, porque en cada rama de almendrón están los duendes de tus fantasías, barrigones blancos y negritos tumbados de risa esperando los compases de tu imaginación, construyendo castillos con palitos de guayaba, donde los niños se asomaban por ventanas mágicas vestidas de sueños.
Qué bueno fue conocerte, poeta en todas partes y a cada paso, atesorando la vida, presagiando las rendijas para mirar más allá de nosotros las veinte líneas de lo cotidiano. Qué bueno fue poeta ser tu amigo con esa mirada de quien escarba en nada y encuentra un tesoro repartiéndolo luego a cada cual en pedacitos.
Fuiste entonces poeta, el campanario dispuesto a invadir el silencio asuntino para convocar todas las calles y zaguanes a la hechura de la vida con olor a baúles que guardan confesiones condenadas al olvido, y uno sin querer traspasaba los lazos de años caminando el filo de la huida por los techos altos que devolvían la voz de la caña brava, donde las paredes destilaban el barro bueno, donde los tuyos éramos todos y sentías por dentro los pájaros y los peces, y las luces llamando a despertar del trasunto de las cosas.
Ahora poeta, hemos quedado vestidos en la orilla, de los pesares, a solas, pero curiosos de conocer las manías y las locuras de tu corazón que se cayó cansado a instancia de los primeros truenos del invierno. A pesar de todo nos queda la luz del cirio que siempre fuiste para coronar el vuelo de las tortolitas, para echarnos encima de los troncos de los árboles que han quedado íngrimos sin verte por última vez antes de soltar tu espíritu en busca de la montaña encandilada donde las cenizas se vuelven eternas.
Las puertas de estas esquinas consumirán tu ausencia, y se abrirán para la garúa que nos traerá el respiro de la herida que nos ardió con el adiós de tu escritura.
Jesus Rosas Marcano
Jesús Rosas Marcano nació en La Asunción un 5 de enero de 1930. Este fue un margariteño que logró reunir en una sola alma la esencia de la docencia, el periodismo y la poesía, que entregó como legado a los centenares de venezolanos que ayudó a formar, y su pueblo en general.
Cirio, como es también conocido, dedicó 50 años de su vida a la docencia, 40 al ejercicio del periodismo y unos cuantos a la investigación de la comunicación y sus procesos. En los últimos 20 años de su existencia, Rosas Marcano desarrolló un reconocido trabajo en la canción popular.
Su madera docente la pule al graduarse como maestro en la escuela Normal Miguel Antonio Caro, en 1949. Inició su carrera en la Escuela Rural Caurimare, en los Dos Caminos. Más adelante hizo sus estudios universitarios en periodismo, en la Escuela de Comunicación Social de la UCV y escoge la Universidad de La Sorbona en París, para realizar estudios de postgrado.
Esto le permite regresar a la docencia pero ya en el plano universitario donde también se inicia como investigador. En 1960 asume la Cátedra de Historia de Medios de la Escuela que lo formó, la de Comunicación Social de la UCV.
Como periodista inició tareas como reportero en Ultimas Noticias, bajo la dirección de Oscar Yánez. Allí descubre el gusto por los versos humorísticos cuando empieza a escribir bajo el pseudónimo de Ross Mar. Luego vendrá Capilla Ardiente, una columna diaria que duró 20 años con la que firma Cirio; y la Espuma de los Días que firma Hisopo, ambas en el diario El Nacional.
Por los 80 se inicia en el Diario de Caracas donde escribe sus recordadas Veinte Líneas, hasta el final de la primera etapa de este diario. Las páginas del Semanario Quinto Día albergan nuevamente su verso desde 1998. En 1999 es invitado a colaborar en Así es la Noticia donde retomó la Capilla Ardiente y en el diario el Sol de Margarita escribió una página semanal de humor bajo el mote de Pata e’ cabra, lo que le permitió retomar la experiencia vivida como colaborador de El Camaleón (El Nacional).
Dedicado a los “chamos” y a la música
Su trabajo dedicado al periodismo infantil y juvenil vió luz en los diarios La Voz de Catia (Martes Infantil), El Nacional (La Pájara Pinta), El Globo (Glo-Glo), El Diario de Caracas (Presencia Juvenil) y la Revista Ventana Mágica. Esta fue un área que realmente apasionó a este gran hombre de letras ya que la siguió desarrollando hasta el fin de sus días a través de los talleres que dictaba en distintos planteles educativos públicos y privados. Igualmente cultivó la poesía infantil, la cual quedó plasmada en varios poemarios.
Otra de las grandes pasiones de Cirio fue la Canción Popular que como el mismo reconoció “toda Venezuela las canta”. Fue la agrupación Un Solo Pueblo la que popularizó gran parte de sus letras, con temas como “Botaste la bola”, “Nadie ha visto negro como yo”, “Quítame la mano”, “Las campanadas de la Catedral” y la “Marcha de los pendejos”.
Y para afianzar en el ámbito periodístico y académico eso de las tonadas, creó, junto con el profesor José Fernández Freites el semanario “La canción popular” a partir de una materia optativa de la Escuela de Comunicación Social de la UCV.
Fue a principios de este siglo cuando Jesús Rosas Marcano nos deja, con una inmensa sensación de vacío para continuar el sendero que con mucha inteligencia, picardía y humor supo transitar. Lo más seguro es que en el cielo se sigan escribiendo páginas con su verbo incansable y se sigan escuchando las sabías palabras de un ser que nació para aprender y vivió para enseñar.
Florece Rosas Marcano
Del 30 de mayo al 4 de junio la fundación creada en su memoria debutará en la escena cultural con la realización de una cátedra a la usanza de las que “el profe” promoviera desde la Escuela de Comunicación de la UCV. Sus letras serán la materia
Claudia Furiati
LEGADO Serenella Rosas y José Rodríguez rescatan el mundo del “Cirio”
ÁNGEL COLMENARES
ALEGRÍA Su máxima siempre
LUIS VALLENILLA
Son más de setenta las canciones escritas por Jesús Rosas Marcano que han pasado a formar parte del acervo de la fundación creada por su hija Serenella Rosas y el productor cultural José “Enano” Rodríguez. El propósito es mantener viva la obra del periodista, humorista y poeta margariteño fallecido hace un año.
Muchas de estas canciones gozan de la mayor popularidad gracias a la agrupación “Un Sólo Pueblo”, sin embargo pocos saben que la autoría recae sobre el “Chú”, como cariñosamente era llamado Rosas Marcano. Por ejemplo, la primera canción que escribiera para la agrupación venezolana, “Botaste la bola”, resultó todo un hit nacional. Ni se diga de piezas como “La Marcha de los pendejos”, “Quítame la mano”, “Las Campanas de la Catedral” y “Negro como yo”.
Recuerda Serenella que la etapa de escritor de temas musicales de su padre, coincidió con el inicio del Seminario de la Canción Popular, que por más de dos décadas llevó adelante con el profesor “Cheo” Fernández Freites en la Escuela de Comunicación de la UCV.
Sin saberlo, ambos investigadores del cancionero popular latinoamericano, generaron un inédito formato para estudiar la comunicación y la historia de nuestros pueblos.
Armando Manzanero y Silvio Rodríguez fueron algunos de los famosos testigos que desfilaron por este singular espacio.
SERVIDOR MUNDIAL
La Fundación Jesús Rosas Marcano tiene como propósito “ofrecer los servicios que papá daba al mundo”, simplifica Serenella.
Proyectar el Seminario de la Canción Popular fuera del Alma Mater es una de estas tareas y en cada ocasión nutrirán la experiencia musical con otras facetas del recordado “Cirio” (el humor, la docencia, el periodismo).
También está adelantando los contactos para realizar la segunda edición del festival de la Canción de Jesús Rosas Marcano en La Asunción, Margarita, (agosto). Asimismo están organizando la reedición los talleres de periodismo infantil; ofrecer servicios de tutoría para tesis de grado en comunicación social, editar un cancionero y producir un CD con sus aguinaldos y parrandas para este diciembre.
Reconocen que para todo esto se necesitan recursos económicos, pero confían en que la fuerza de convocatoria que siempre tuvo “Chú” les acompañará.
De hecho no escatiman a la hora de dar los créditos a fieles amigos que han sumado su arte a esta noble iniciativa: Graterolacho, Laureano Márquez, Miguel Angel Bosh, Rosa López, Magali Ramírez, Andrea Herrera, Carlos Julio Ramírez, Francisco Pacheco, entre otros.
ESCRIBIR SIN MUSA
Aclara la hija del poeta que, como escritor de décimas Rosas Marcano más que acudir a la musa, siempre se impuso el ejercicio reflexivo, la labor intelectual.
Recuerda una de sus recurrentes frases al respecto: “hay que temer a lo que venga fácil porque puede ser un lugar común”. En otra oportunidad afirmó: “La inspiración no existe. Para crear uno tiene que convocar su corazón, su cerebro, lo que ha leído, el momento”.
De allí la empatía que logró establecer con otro gran poeta y cronista latinoamericano, Tite Curet Alonso, para quien forzar la escritura y apelar a la métrica, permitía aflorar prosas de calidad.
Una de ellas titulada “Lo mejor de Venezuela”, la dedicó a su partner de décimas: “El instinto no es colegio / porque al corazón apela / es función que se desvela / en usted muy campechana / cantando en forma galana / lo mejor de Venezuela”.
Juan José Prieto
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