Iraida Fermín de Izaguirre
|| Cauce Claro
Ni sienten ni se arrepienten
En ese estado caótico y devaluado de los sentimientos y actuaciones de las personas, pensamos en los hijos, que gracias a Dios no todos, pero sí una gran mayoría vive en una guerra permanente con los padres; cuando a éstos uno que otro hijo le ayuda, le apoya, en medio de otros que piden, gritan, reclaman, ofenden y jamás dan nada, en el momento de las cuentas o todos van al mismo saco o justamente el solidario sale con los platos rotos en la cabeza porque se atrevió a proponer una solución justa en medio de tanta altanería.
Los amigos... ¿existen? Uno que otro y casi siempre pesan todo antes de tomar partido por alguien, según las conveniencias. Los enemigos, a granel, y generalmente gratuitos. El agradecimiento está en crisis y el término a punto de desaparecer del diccionario, porque casi nadie lo ve ni lo siente... ¿Razones? Miles, desde la más manoseada que es la falta de tiempo o de memoria, hasta la más inaudita; no dan ninguna.
Lo grave de todo y verdaderamente preocupante y alarmante es lo que subyace en el fondo del espíritu: una mezcla de envidia, egoísmo, insidia y desconocimiento que mi papá sintetizaba en el refrán: “Cría cuervos y te sacarán los ojos”.
Yo siempre he creído que de estar en un escenario representando animales, el mejor papel que haría sería el del búho, porque yo observo mucho y como aquél puedo en dos giros ver lo que sucede a mi alrededor los 360º. Así voy seleccionando a las personas luego de analizarlas y sopesarlas.
Aquél va allá porque con él me comporté en tal forma y a la hora de hacer causa común se alinea frente a mí y no a mi lado, como debería ser; aquélla otra la ubico por acá, porque todo lo critica, nunca ve el lado bueno de nadie. Ambos olvidándose que soy el búho y que los estoy viendo. Así uno va sintiéndose solo aunque le rodeen mil personas.
Pero aún hay algo más difícil: la búsqueda de soluciones o sucedáneos y la apertura a nuevas perspectivas y a los consejos de los pocos amigos que quedan: que hay que tolerarlo todo porque el mundo está así; que la recompensa viene después; que el espíritu debe elevarse por sobre esas miserias para poder tener paz. Y así siguen enumerando las recomendaciones.
Pero... ¿es posible ver con ojos benévolos y bañados de paz a quien es nuestro deudor y nuestro enemigo? Muy difícil. Yo he oído de muchos psicólogos y sacerdotes estos consejos, pero cuando se llega a las confidencias resulta que al consultado casi se le salen las lágrimas contando sus experiencias.
Sin embargo, en este generalizado mal hay excepciones que lo reconcilian a uno con la vida y con la gente; suelen llevar nombres cortos bíblicos... Pablo... ¿Juan?... Algunos como éstos son paradigmas de lealtad y agradecimiento, y cuando uno les observa de lejos, serios, ajenos a la burla o la maledicencia, entregados a su trabajo, respira la brisa fresca de la mañana, mira el sol resplandeciente y piensa en ese recodo donde nos encontraremos todos y sacaremos cuentas.
Y aqui enlazo la perfecta opinión de la Dra. Fermín sobre el comportamiento
de los hijos de hoy, con el artículo del sr. Paolo Montanari Tigri, para los jóvenes
de hoy esa forma de ser que tiene variadas manifestaciones, incluso oculta
tras aparentes "obediencias a mamá" es un axioma, y el que no es asi es un
un pobre “untermenschen”, o sea un “hombre inferior”, categoría en la que
colocan a sus padres asi sean postgraduados o muy preparados como lo son
la mayoría de nuestra generación, padre o madre de la que inicia (1975) la
conducta a la que se refiere la Dra. Fermín, cosa que a nosotros no se nos
hubiera ocurrido ni nos salía del corazón, menos aun del alma, aunque nuestros
padres o quienes nos criaron, nos hubieran dejado solos en internados
de colegios super estrictos y a veces nos veíamos una vez al mes, o fueran
personas que llegaron "hasta cuarto grado" pero dieron lo mejor de si para
nuestra formación, que a pesar de la verdadera "barrera generacional" que
podía entablarse, más podía el respeto, amor y gratitud por todo lo que ellos
hacían por nosotros. Estas generaciones nuevas con el "axioma" de la libertad
y el mismo izquierdismo que les da no tener una fe o un Dios en el que crean,
y todo lo que define Montanari Tigri que se aplica a tantas situaciones que
se viven hoy en día hasta en las relaciones humanas cotidianas,
permite la actitud que denuncia la Dra. Fermín y que en mi estudio sobre
las enfermedades del alma en las mujeres junto al problema de la
pareja no consolidada, lleva a esas dolencias sin causa física aparente
y que están presentes en la raíz de otras que si se manifiestan y se pueden medir
científicamente, pero cuyo origen nace en "el alma"...Chávez que es el
comodín venezolano para todo, nació de esa raíz en el inconsciente
colectivo nacional, que también originó lo que dice la Dra. Fermín,
la ausencia de parejas consolidadas, la inhumanidad desde el gerente
de una transnacional, una secretaria de gobierno hasta e el portero de una oficina
o el indigente que cuida tu carro en su "zona" correspondiente...
En este momento para toda la humanidad funciona el axioma:
"si tú no piensas como “yo”
Paolo Montanari Tigri || Desde Italia
Los axiomas del social-comunismo
Según la R.A.E., “axioma” es una norma de comportamiento que no necesita demostraciones y, por ende, no admite discusión alguna. Por ejemplo, cuando uno sostiene una determinada tesis pero no acepta réplicas ni contradictorios porque está firmemente convencido de tener la razón, ése es un “axioma”.
En sintonía con ese concepto entonces, la forma de pensar y de actuar de los social-comunistas, no solamente en Venezuela sino en el mundo entero y desde siempre, es un “axioma”. La única opinión que vale es la de “ellos” porque las otras no sirven para nada.
Son intolerantes hacia los que piensan de una manera distinta, convencidos de que “ellos” son los mejores, los que siempre tienen la razón, los únicos que quieren de verdad a su país, los únicos honestos, los únicos capaces de administrar la “cosa pública”. Y así, con esa certeza arrogante y con esa errónea presunción típica de los hombres de extrema izquierda de ser superiores, no solamente rehúsan confrontarse con los demás, sino llegan al extremo de justificar todos los desaciertos cometidos buscando siempre, con un infantilismo poco menos que ridículo, a quién echarle la culpa.
Que si a la oposición oligarca, que si al capitalismo salvaje, que si al imperialismo americano. Y así, con esa ofuscación mental cada día más arraigada, pretenden hacernos creer, por ejemplo, que la situación dramática que vive la Cuba castrista, donde después de cincuenta años de dictadura social-comunista todavía hay racionamiento de agua, de luz, de una serie de artículos de primera necesidad, que la culpa no es del sistema sino de la crueldad del embargo americano.
Desde el jefe máximo hasta el último de los partidarios, tienen un concepto autoritario de la democracia sin tomar conciencia que en un país auténticamente libre es imposible imponer una sola forma de pensar. Esas son cosas que pasaban en el siglo pasado en la Rusia de Stalin, en la Italia de Mussolini o en la Alemania de Hitler.
El “axioma” categórico que quiere imponer esa izquierda social-comunista entonces es siempre el mismo: si tú no piensas como “ellos”, tú no quieres a tu país y, no solamente tú eres un contrarrevolucionario y un escuálido oligarca sino, utilizando el mismo término que usaban los nazistas de Hitler, eres un pobre “untermenschen”, o sea un “hombre inferior”.
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