Guillermo Mujica S. ||
De Azules y de Brumas
La Tercera Edad (Primera Parte)
Así como hablamos de un tercer mundo, término aplicado a los países subdesarrollados, en la vida del hombre llega el momento en que se presenta la declinación, y se llama indistintamente vejez, senectud, senescencia o "tercera edad", ésta última la más usada en nuestro país (muy desmejorada por cierto).
En la evolución del individuo ocurren las etapas lógicas de infancia, adolescencia, adultez y senilidad. Se habla de un pre-senium, que es aquella época de la vida que precede a la edad senil.
Se dice que una de las cosas más difíciles es aprender a "envejecer con dignidad", es decir, reconocer que ya no somos jóvenes. Una de las tantas anécdotas que se cuentan es la de aquel hombre que salió de su pueblo cuando contaba quince años de edad; regresó muchos años más tarde y trató de saltar la quebrada que había en las afueras de la aldea: cayó en medio de ella, y se dijo: "El cauce de la quebrada ahora es más ancho, porque antes yo la brincaba fácilmente". Pero no se le ocurrió pensar que con los años transcurridos sus piernas eran menos ágiles.
En nuestro país de gente joven, ya el adulto ("pureto") y el anciano parece que sobraran, que estorbaran, porque los jóvenes nunca piensan que llegarán a viejos. Pero olvidan que gracias al esfuerzo de los hoy hombres maduros o ancianos, no sólo el país sino la humanidad entera han progresado.
Si leemos la prensa nos enteramos de que el posible sucesor de Chernenko podría ser un "joven" de 53 años. A Karol Wojtyla, el Papa que nos visitó hace muchos años, alguien lo llamó "El Hombre de Hierro" por la fortaleza física y espiritual que demostró durante el fatigante periplo que debió cumplir, hoy recientemente beatificado, y hasta José Antonio Páez, que aprendió inglés y hasta a tocar el piano en el crepúsculo de su vida.
No significa esto que haya que menospreciar a destacados jóvenes que han sobresalido en distintos campos, pero que han sido catalogados como prodigios, Giovanni Pico Della Mirandola, quien murió a la edad de 31 años, era capaz de hablar muchos idiomas y dialectos y propuso sostener en Roma un debate sobre 900 temas distintos. Amadeus Mozart, Chopin, Teresa Carreño, lograron grandes éxitos durante su corta pero productiva edad.
Hay una diferencia entre aquellos (ancianos) y estos (jóvenes). Estos fueron favorecidos por la naturaleza con dotes especiales. Aquellos han logrado el éxito a través del estudio tesonero, la voluntad y perseverancia para lograrlo.
Repetimos que es muy difícil saber envejecer con dignidad. Sir William Osler decía: "El hombre tiene la edad de sus arterias". En efecto, a medida que envejecemos nuestras arterias se vuelven duras, nuestras células se desgastan, se dificulta la irrigación cerebral, aumenta la tensión arterial, y hasta disminuimos de tamaño porque los huesos se comprimen debido a la osteoporosis. Aparecen las canas y el cabello se vuelve ralo; las articulaciones pierden la flexibilidad y comienzan a doler.
Continuaremos...
Parte de las fuentes tomada de la revista In-Fórmate Nº 145, Abril, 1985.
Guillermo Mujica Sevilla || De Azules y de Brumas
Hoy en día, gracias a la cirugía plástica, la piel vuelve a ser tersa, se implanta el cabello para disimular la calvicie, se sustituyen lentes por los de contacto. Es posible ver a hombres y a mujeres ya sexagenarios, con cabelleras de color "a la de cuervo". Hay hombres que se rasuran más de una vez al día que no se le note, el negro bigote y la barba blanca. Dama con bustos juveniles, cintura de avispa, naricilla respingada y cutis aterciopelado.
Pero... ¿serán capaces estos "jóvenes a juro" de saltar la quebrada sin caer en ella? No quieren darse cuenta de que sus mejores años han pasado. A veces es doloroso ver a una entrada en años haciendo "footing" enfundadas en un mono, o luciendo un bikini en la playa, o a un sesentón que quiere hacerse "el dueño de la fiesta" bailando con una jovencita y haciendo figuras para competir con los pavos...
En cambio, algunos son tan pesimistas que sólo piensan en que están "viviendo de ñapa". Son los que se ponen las pantuflas y el pijama a las siete de la noche, se dedican a ojear el periódico y no hacen la menor actividad física ni mental. Por lógica su salud se resiente por la vida sedentaria que llevan: se vuelven obesos, la hipertensión y el insomnio hacen su aparición y se tornan irritables, quejumbrosos e hipocondríacos, contagiando su mal humor al grupo familiar.
Hay otros que aceptan el inexorable paso del tiempo, pero no se arredran ante esta situación. Piensan con optimismo que la vida aún tiene muchas satisfacciones que depararle y continúan su productividad tanto en el aspecto físico como en el intelectual.
Quizás la mayor problemática que confronta el anciano es la incomprensión; hay algunos que no les importa morir, si con ello pueden lograr la estabilidad o la supervivencia de la familia. En algunas tribus indígenas, los viejos de la tribu aceptan ser abandonados a su suerte en parajes inhóspitos para que sus hijos y nietos puedan sobrevivir. En las culturas orientales el anciano está considerado como un ente venerable: se le respeta y se le consulta por su edad y experiencia... En nuestro medio joven, dinámico y agresivo, el anciano ya no sirve, se le ignora, se le irrespeta y hasta se abusa de su fragilidad física; se olvida en cambio lo que ha rendido durante su trayectoria vital que aún no está concluida.
A manera de ejemplo podríamos citar lo que continuamente vemos en los diarios reclamando consuetudinariamente el pago de su pensión de vejez, el cual ya no alcanza ni tan siquiera para la compra de medicinas, tan necesarias e imprescindibles cuando se llega a la "Tercera Edad". Para los que hemos tenido la oportunidad de vivir hasta estos momentos, es para nosotros "La Edad de Oro".
La involución, en la naturaleza, se observa en todos los seres vivos; se llega a admirar un viejo roble, un samán centenario, al olivo secular que comienza a dar sus mejores frutos y hasta los vinos añejados son paladeados con fruición por los entendidos.
Es la raza humana no sólo se ignora o se muestra indiferencia ante la trayectoria y productividad de un "hombre" a través de su vida, sino que los pequeños o grandes errores que puede cometer son imperdonables, atribuyéndoles a la pérdida de la eficiencia que puede conllevar el ocaso de la existencia, olvidando que: "errare hymanum est" sea cual fuere la época de la vida.
Parte de la fuente tomada de la revista In-Fórmate Nº 145. abril, 1985.
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