El no conoció esta Venezuela de hoy. Nunca supo de la existencia de un personaje como el asillado en Miraflores. Seguramente se hubiera sorprendido al ver que los tiempos de los caudillos retrógrados y decadentes no habían sido superados. Me atrevo a asegurar que no hubiera callado, que se hubiera quedado afónico de tanto protestar por los abusos y arbitrariedades de un gobierno explotador. Se hubiera horrorizado al ver a un patán como el showman de La Hojilla ocupando un espacio como en el que alguna vez en ese mismo canal tuvo alguien como Pedro Berroeta.

Hacer la diferencia

Para hacer patria lo que se requiere es altura moral, manos abiertas y coraje del que viene del alma...

SOLEDAD MORILLO BELLOSO |  EL UNIVERSAL

viernes 31 de agosto de 2012  12:00 AM

Nació el 31 de diciembre de 1894 y se fue el 14 de octubre de 1988. Yo no lo conocí pero todos coinciden en hablar bien de él, en decir que era divertido, apasionado y encantadoramente extravagante. En su vida hizo de todo, desde miembro de la Asamblea Constituyente de 1946 hasta entregar un carro a cambio de un cuadro que con el paso de los años sería una reputada obra de arte. 

Como buen porteño -de Puerto Cabello- tenía la mirada y el alma puestas en el horizonte. Seguramente ello lo hizo no saber nunca estarse quieto. A eso hay que sumarle eso de formar parte de una de esas generaciones que cabalga entre dos siglos, que vivió sucesos universales, entre ellos dos guerras mundiales, la llegada del hombre a la Luna y el control de la natalidad gracias a una pastillita. 

El no conoció esta Venezuela de hoy. Nunca supo de la existencia de un personaje como el asillado en Miraflores. Seguramente se hubiera sorprendido al ver que los tiempos de los caudillos retrógrados y decadentes no habían sido superados. Me atrevo a asegurar que no hubiera callado, que se hubiera quedado afónico de tanto protestar por los abusos y arbitrariedades de un gobierno explotador. Se hubiera horrorizado al ver a un patán como el showman de La Hojilla ocupando un espacio como en el que alguna vez en ese mismo canal tuvo alguien como Pedro Berroeta. 

Los cultos y decentes que sobreviven a la razzia que este gobierno ha hecho en el mundo del arte reconocerán su nombre como el de uno de los venezolanos que mayor aporte y apoyo dio a la esfera de la plástica en Venezuela. No en balde, en un acto de desprendimiento inaudito, cedió en concordato su colección de piezas cubistas al Museo de Bellas Artes. Pensaba que esas obras debían estar disponibles para quienes quisieran disfrutarlas. Claro, el candidato del oficialismo lo calificaría de burgués, oligarca, majunche, pitiyanki, vendido y otras linduras. 

Lo que no entiende el hombre ese que se cree que la presidencia es su patio de bolas criollas es algo muy elemental: que venezolanos como Pedro Vallenilla Echeverría pudieron armar su vida en torno al banal poder, pero decidieron que para hacer patria lo que se requiere es altura moral, manos abiertas y coraje del que viene del alma y no de un gatillo y un verbo insolente. Hay quienes se creen diferentes. Y hay quienes hacen la diferencia. 

smorillobelloso@gmail.com