La Misión Vivienda viajará a Venecia
Venezuela presentará las construcciones en la XIII Bienal de Arquitectura.
Se expondrán testimonios de personas beneficiadas (Venancio Alcázares)
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DUBRASKA FALCÓN | EL UNIVERSAL
miércoles 15 de agosto de 2012 12:00 AM
Venezuela le expondrá al mundo los rostros de la Gran Misión Vivienda Venezuela en la XIII Bienal de Arquitectura de Venecia, que comienza el próximo miércoles 29 de agosto. Según lo aseguró el director del Museo Nacional de Arquitectura, Juan Pedro Posani, se trata de una serie de videos que muestra los testimonios de personas que han sido beneficiadas por el programa de Estado.
"Para mí no hay cosa más importante, desde el punto de vista de la construcción y del espacio físico, que esa experiencia (...). Son historias reales. Es la experiencia más aguda, sensible y dolorosa. Son personas que ha tenido una historia llena de percances, problemas y situaciones difíciles que, de repente, se encuentra con un apartamento; que viven ahora en condiciones dignas y civilizadas. Esta es una historia humana de gran importancia que no debe descuidarse cuando se habla de arquitectura. En la arquitectura no se puede hablar solamente de un objeto estético, sino de una realidad humana que está dentro de la arquitectura", afirma Posani.
Además de estos videos, dentro del Pabellón de Venezuela, diseñado en 1956 por el arquitecto veneciano Carlo Scarpa, se mostrará el trabajo gráfico del Premio Nacional de Arquitectura 2008-2010 y artista plástico Doménico Silvestro.
"Toda ciudad es siempre el resultado de una sociedad en particular. En este sentido la intensión de Doménico es presentar una suerte de utopía, de aspiración, de querer que la ciudad sea distinta a la que tenemos actualmente. Esto es lo que expresa a través de su gráfica, que tiene una carga cromática importante", cuenta Posani.
Ambas propuestas dialogarán en la pabellón nacional basados en el lema de la Bienal de Venecia: Common Ground (Territorios comunes). En la primera sala, la más grande, estará la propuesta de ciudad utópica del arquitecto Silvestro que, según Posani, se trata de gigantografías que "envolverán" todo el espacio expositivo. Mientras que en la segunda sala estarán los videos, que retratan el proyecto que encabeza el ministro de Estado para la Transformación Revolucionaria de la Gran Caracas, Francisco Sesto.
"Nos parecía un buen complemento. Presentar un testimonio artístico, y la vez un testimonio vital y humano de lo que implica la construcción de miles y miles de viviendas en todo el país (...). Esta era la mejor manera de decirle al mundo que participa en la bienal, lo que realmente está ocurriendo acá".
Para el decano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela, Guillermo Barrios, exponer en la Bienal de Venecia la Misión Vivienda Venezuela es más bien un vivo ejemplo de la "antiarquitectura".
"Los testimonios en sí formarían parte, pienso yo, de otro tipo de evento. En un congreso social, por ejemplo. En la bienal se trata de confrontar proyectos que se han realizado en la arquitectura o que se van a realizar. Evidentemente todos sabemos que la misión ha sido improvisada. No había un plan sostenido, un proyecto de rehabilitación de barrios. Todo se concentró en este último año electoral. La Misión Vivienda es la antiarquitectura. La antiarquitectura es la improvisación. No ha habido una planificación de diseño por fases. Estas construcciones favorecen a un grupo de familias y también desfavorecen a aquellas que ya están instaladas en esos lugares", asegura Barrios.
Pero al director del Museo Nacional de Arquitectura le parece que llevar los testimonios de las construcciones de viviendas es totalmente lógico. Ni siquiera le parece que se deba discutir.
"La discusión sobre Venecia está como envenenada por las circunstancias políticas. Por lo tanto hay que tratar de verlo de la manera más objetiva posible. En este sentido, y en eso estoy absolutamente convencido, la gran Misión Vivienda Venezuela es lo más importante que ocurre desde el punto de vista de la construcción del espacio y de la ciudad en el país. Es lógico que esa experiencia se traduzca en una exposición en la bienal. No me parece que sea discutible si es lo más importante que hay en el país, ¿cómo no se va a presentar eso en la bienal frente al mundo que está en crisis?", dice con vehemencia quien es partidario de que en el país se realice una convocatoria para participar en la Bienal de Venecia, que cierra sus puertas el 25 de noviembre de 2012.
"Para mí no hay cosa más importante, desde el punto de vista de la construcción y del espacio físico, que esa experiencia (...). Son historias reales. Es la experiencia más aguda, sensible y dolorosa. Son personas que ha tenido una historia llena de percances, problemas y situaciones difíciles que, de repente, se encuentra con un apartamento; que viven ahora en condiciones dignas y civilizadas. Esta es una historia humana de gran importancia que no debe descuidarse cuando se habla de arquitectura. En la arquitectura no se puede hablar solamente de un objeto estético, sino de una realidad humana que está dentro de la arquitectura", afirma Posani.
Además de estos videos, dentro del Pabellón de Venezuela, diseñado en 1956 por el arquitecto veneciano Carlo Scarpa, se mostrará el trabajo gráfico del Premio Nacional de Arquitectura 2008-2010 y artista plástico Doménico Silvestro.
"Toda ciudad es siempre el resultado de una sociedad en particular. En este sentido la intensión de Doménico es presentar una suerte de utopía, de aspiración, de querer que la ciudad sea distinta a la que tenemos actualmente. Esto es lo que expresa a través de su gráfica, que tiene una carga cromática importante", cuenta Posani.
Ambas propuestas dialogarán en la pabellón nacional basados en el lema de la Bienal de Venecia: Common Ground (Territorios comunes). En la primera sala, la más grande, estará la propuesta de ciudad utópica del arquitecto Silvestro que, según Posani, se trata de gigantografías que "envolverán" todo el espacio expositivo. Mientras que en la segunda sala estarán los videos, que retratan el proyecto que encabeza el ministro de Estado para la Transformación Revolucionaria de la Gran Caracas, Francisco Sesto.
"Nos parecía un buen complemento. Presentar un testimonio artístico, y la vez un testimonio vital y humano de lo que implica la construcción de miles y miles de viviendas en todo el país (...). Esta era la mejor manera de decirle al mundo que participa en la bienal, lo que realmente está ocurriendo acá".
Para el decano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela, Guillermo Barrios, exponer en la Bienal de Venecia la Misión Vivienda Venezuela es más bien un vivo ejemplo de la "antiarquitectura".
"Los testimonios en sí formarían parte, pienso yo, de otro tipo de evento. En un congreso social, por ejemplo. En la bienal se trata de confrontar proyectos que se han realizado en la arquitectura o que se van a realizar. Evidentemente todos sabemos que la misión ha sido improvisada. No había un plan sostenido, un proyecto de rehabilitación de barrios. Todo se concentró en este último año electoral. La Misión Vivienda es la antiarquitectura. La antiarquitectura es la improvisación. No ha habido una planificación de diseño por fases. Estas construcciones favorecen a un grupo de familias y también desfavorecen a aquellas que ya están instaladas en esos lugares", asegura Barrios.
Pero al director del Museo Nacional de Arquitectura le parece que llevar los testimonios de las construcciones de viviendas es totalmente lógico. Ni siquiera le parece que se deba discutir.
"La discusión sobre Venecia está como envenenada por las circunstancias políticas. Por lo tanto hay que tratar de verlo de la manera más objetiva posible. En este sentido, y en eso estoy absolutamente convencido, la gran Misión Vivienda Venezuela es lo más importante que ocurre desde el punto de vista de la construcción del espacio y de la ciudad en el país. Es lógico que esa experiencia se traduzca en una exposición en la bienal. No me parece que sea discutible si es lo más importante que hay en el país, ¿cómo no se va a presentar eso en la bienal frente al mundo que está en crisis?", dice con vehemencia quien es partidario de que en el país se realice una convocatoria para participar en la Bienal de Venecia, que cierra sus puertas el 25 de noviembre de 2012.
Los avatares del sujeto | Mónica Amor |
En 1993 Meyer Vaisman sorprendió al mundo del arte con lo que algunos aún consideran su obra más política y ambiciosa. Titulada Verde por fuera, rojo por dentro, esta pieza representaba un giro en la carrera del artista, íntimamente relacionado con su situación personal y con los cambios históricos de principios de los noventa. La obra, una estructura precaria a base de ladrillos rojos y huecos como los que se usan en Venezuela para "construir" las peligrosas y poco fiables viviendas de los pobres, consiste precisamente en uno de esos ranchos del llamado "cinturón de miseria" que rodea a Caracas. Pero el rancho de Vaisman es muy pequeño, unos 3 x 5 metros, más o menos el tamaño de un dormitorio mínimo. Y es eso exactamente lo que hay en su interior: el dormitorio en que vivió Vaisman durante su adolescencia, y que se conservó intacto durante años, 15 para ser exactos, cuando el artista partió hacia Estados Unidos a proseguir sus estudios universitarios. Como han observado algunos, lo primero que percibimos frente a la obra es una contradicción, una oposición dialéctica entre el interior y el exterior, una diferencia. El exterior está marcado por señales de miseria fácilmente reconocibles en un país que iba a sufrir el desastre natural más devastador de los últimos tiempos: las inundaciones de diciembre de 1999 incidieron directamente sobre la presencia inextricable del rancho.
Años de ausencia de planificación urbana, de desidia gubernamental y de un populismo retórico rampante que no ha hecho nada por mejorar, a largo plazo, las condiciones habitacionales del pueblo, han hecho del rancho la referencia icónica por excelencia del tercermundismo. Y Vaisman nos lo entrega en toda su crudeza: los ladrillos desiguales, el primitivo sistema de construcción que deja a la vista la mezcla de cemento entre los ladrillos, el techo de láminas de zinc fijadas con neumáticos y otros materiales de construcción, el aspecto residual del conjunto. En oposición, el interior aparece austero y ordenado, es la habitación bien cuidada de un individuo anónimo -no hay indicios de que sea la habitación de un adolescente, de un venezolano, hombre o mujer. Aunque nos anuncia a gritos su estatus social (sin duda es la habitación de una persona educada de clase media), lo que sorprende es el carácter genérico de esta obra tan personal: muebles de madera limpios y simples, una cama pequeña, un armario, una silla, una lámpara, algunos libros. De repente todo el travestismo de la obra anterior de Vaisman, que jugaba con la noción de la identidad como farsa, se apacigua ahora para dar paso a este énfasis en el lugar: el lugar social versus la noción de sujeto.
Pero otras operaciones importantes tienen lugar en esta obra de Vaisman. El inicio de los noventa marcó la institucionalización del multiculturalismo en EEUU, y el hecho de que esto coincidiera con la primera retrospectiva de Vaisman en su país de origen en 1992 pudo influir en el enfoque político que se hace evidente en la primera obra comisionada al artista para una exposición en Caracas. En efecto, Verde por fuera, rojo por dentro se creó especialmente para CCS 10 (Caracas 10), una exposición organizada por la Galería de Arte Nacional en 1993 para promover en el extranjero a diez artistas contemporáneos. De acuerdo con la imagen cosmopolita de Venezuela los organizadores invitaron a curadores, críticos y escritores internacionalmente situados para promocionar el arte contemporáneo. La producción de un trabajo tan enraizado en el paisaje local por el ya bien conocido Vaisman no puede dejar de asociarse con la confrontación pública del artista con su pasado en el país. Y esto precisamente en un momento en el que el mundo entero prestaba atención y homenajeaba a esa misma región: como ningún otro año, 1992 fue testigo de la proliferación descontrolada de exposiciones "latinoamericanas" en el mundo entero para celebrar el 500 aniversario del "encuentro entre dos mundos," tal como se definió el evento en lenguaje políticamente correcto. El gesto de Vaisman podía entonces leerse como un intento de acercarse, después de años de extrañamiento, al medio artístico venezolano. En este sentido, la tensión antitética entre el interior y el exterior de la obra parecían referirse a esta lógica del extrañamiento, incrementada por la alienación de Vaisman respecto de su entorno social y cultural.
Sin embargo, una observación más cuidadosa de la obra desenmascara la contraposición entre interior y exterior que parece proponer esta pieza. Hay dos elementos que conspiran para deshacer esta separación de lo interior respecto de lo exterior y que trabajan a favor de una relación espacial más compleja y menos definida. Lo primero que llama la atención del espectador son unos agujeros dispersos, enmarcados por huesos de cadera de mujer modelados en yeso color naranja, a través de los cuales intentamos percibir el interior. Esparcidos aquí y allá por las paredes de ladrillo de la estructura, estos agujeros obligan al espectador a agacharse, a mirar hacia arriba, a moverse de un agujero a otro, a intentar, sólo a intentar, comprender el inalcanzable interior. En efecto, no existe ningún acceso convencional al interior (¿del artista?): la puerta está sellada, y no hay ventanas. Pero aparte de los agujeros hay grietas, algunas llenas de mechones de pelo de niño, y hay cráneos de cerdos, también modelados en yeso anaranjado, intercalados entre las paredes. ¿Por qué elegiría el artista unos canales de comunicación tan opacos entre el interior y el exterior? Una posible respuesta sería que la metáfora operativa en la obra, en la que el exterior representa la frágil situación social del país de origen del artista y el interior su educación burguesa y privilegiada, apuesta a un modelo de subjetividad permeado, aunque de manera críptica, por el marco social que lo rodea. Es decir que, independientemente de lo sellado o protegido del interior, o de su distancia, las grietas pueden ser tan potentes como el sustrato materno que lanza al individuo al mundo de lo real, es decir, de lo social.
El carácter inquietante de la obra reside en este sutil deshacer de los opuestos. Así como las dos caras de la moneda estructuran el signo lingüístico (en el uso metafórico de la imagen, según Saussure), Verde por fuera, rojo por dentro representa las dos caras de una situación singular. Nada revela la paradoja de la resguardada vida individual inexorablemente permeada por lo social, su vínculo indisoluble con lo otro, tanto como la atemporalidad de la obra, su inquietante poder alegórico. Ahora, cuando una nueva generación de venezolanos abandona desesperadamente el país, no para ir a estudiar en prestigiosas universidades del exterior, sino para aumentar una diáspora global a la que negaba unirse, la imagen del rancho es más ubicua que nunca, más penetrante, más monumental. Como el fantasma reprimido de la modernidad, ha vuelto para acecharnos vengativamente.
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