Fata morgana, revolución...
Feo vicio el engaño, más cuando se dice frente a la dura verdad que rodea a los más necesitados
RAFAEL MUCI-MENDOZA | EL UNIVERSAL
domingo 19 de agosto de 2012 12:00 AM
En la mitología egipcia, Maat hija de Ra, el Sol, era diosa de la verdad, la justicia y del sentido de realidad, símbolo de la fuerza de la unión y los beneficios de la justicia. El efecto fata morgana, deriva de Morgan le Fay, nombre italiano de la hermanastra del Rey Arturo que, según la leyenda, era un hada cambiante. El término expresa un espejismo o ilusión debido a una inversión de la temperatura que produce en lontananza, "castillos de cuentos de hadas". Viendo a lo lejos 13 brumosos años, donde la luz de la verdad se opacó, percibimos la sumatoria de un gran fracaso que busca perpetuarse en el "saliente" presidente, ese que se construyó en su propio espejismo de ídolo, hueco él mismo, sin resonancia en una garganta montañosa donde las promesas tantas veces proclamadas se repiten sin consecuencia. Maat expresada en la soberanía popular se lo reclama. No deja de asombrar el desparpajo, el juego engañoso, la levedad y simplificación del ignorante "saliente" y sus asesores al tratar, entre otros, los temas de salud, de lo que muy poco saben ni nada quieren saber. Su cerebro vacuo les impide ver la realidad que les rodea, tal cual nos la brinda la luz a los demás. Según cifras oficiales, desde 2004 hasta 2011 disminuyó en 77% la atención de los ciudadanos en los módulos de Barrio Adentro.
Ese es el drama de la revolución bonita, un líder invidente con ilusión de conocimiento donde su cerebro produce las más atrevidas fantasías y conjeturas sobre una realidad distorsionada cuando no inexistente. ¡Es feo vicio el engaño y más, cuando es reiterado y cuando se dice frente a la dura verdad que rodea a los más necesitados! ¡Buche y pluma na'má, eso eres tú! No tengamos miedo a los "salientes", Maat hará lo suyo.
rafael@muci.com
Ese es el drama de la revolución bonita, un líder invidente con ilusión de conocimiento donde su cerebro produce las más atrevidas fantasías y conjeturas sobre una realidad distorsionada cuando no inexistente. ¡Es feo vicio el engaño y más, cuando es reiterado y cuando se dice frente a la dura verdad que rodea a los más necesitados! ¡Buche y pluma na'má, eso eres tú! No tengamos miedo a los "salientes", Maat hará lo suyo.
rafael@muci.com
La oportunidad perdida
RICARDO COMBELLAS | EL UNIVERSAL
domingo 19 de agosto de 2012 04:02 PM
Con el paso del tiempo, cuando la historia juzgue el período convulso que nos ha tocado vivir en estos últimos tres lustros, los estudiosos llegarán, no tengo dudas, a una conclusión compartida. Nuevamente el país perdía una oportunidad única para progresar y así andar por los senderos del desarrollo y el avance en la toma de una mejor conciencia nacional, de un destino compartido, en la solidaridad que hace progresar a las naciones, en suma, a la reconciliación y la fortaleza espiritual y ética del pueblo venezolano.
Veníamos de una fase de decadencia de un sistema político que en su momento había despertado el interés y hasta la admiración de nuestros hermanos latinoamericanos. Lamentablemente, progresivamente se fueron relajando los resortes éticos que deben guiar una democracia robusta, haciendo de la corrupción un mal endémico difícil de erradicar; la economía nunca rompió su dependencia de la renta petrolera, mientras el estatismo populista penetraba inmisericorde en la forma de ser y de hacer de la clase dirigente, incluida la clase política y la burguesía criolla. Los partidos habían perdido la conexión con las aspiraciones y demandas más sentidas de la población, y el pueblo llano se sumía en la desesperanza, ante el cinismo y el desinterés del liderazgo político. Al unísono, la sociedad civil apenas despertaba de su largo letargo, pero todavía, estructuralmente débil, era incapaz de generar una plataforma de oportunidades que coadyuvara a enrumbar nuevamente el alicaído régimen de la IV República.
Las expectativas generadas por el recién electo presidente el año 1998, Hugo Chávez, rápidamente se difuminaron. Su innegable y poderoso liderazgo carismático no fue capaz de generar un movimiento de avance hacia mejores derroteros. La voluntad de cambio trasmutó en una voluntad de retroceso, resultando el nuevo presidente incapaz de propiciar una unidad de propósitos ampliamente compartidos, tal como lo solicitaba el anhelo de cambio de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Tenía todas las posibilidades, se abría todo un abanico de oportunidades. Se perdieron y con ello perdimos todos.
Perdió la democracia, pues sin la construcción de consensos básicos, sin el reconocimiento del pluralismo político y social, no hay democracia que no sufra, no hay democracia sostenible, no hay democracia que en definitiva se sostenga, pues más temprano que tarde degenera en formas autoritarias de gobierno, se impone la dictadura. La fuente de la destrucción (lo he intentado explicar en anteriores artículos) está en el resentimiento, pues hablamos de un sentimiento radicalmente negativo a través del cual es imposible construir una obra buena. En definitiva, retornaron los fantasmas del pasado, se hicieron presentes y quieren hacerse futuro. El militarismo volvió por sus fueros, unido al personalismo caudillista, amén de que se multiplicó el populismo, nos justificamos en una ideología vetusta y decadente, el socialismo comunista, rebautizado como "socialismo del siglo 21", y los resortes éticos que dan sentido a una acción política honesta y con sentido de responsabilidad, se disolvieron detrás de un discurso manipulador y alienante.
Sí apreciados lectores, se perdió una gran oportunidad y el tiempo no pasa en vano. Decía Ortega que la única lección de la historia está en aprender de sus errores e intentar por tanto no repetirlos. Magra pero enaltecedora lección. ¡Ojalá la hayamos aprendido!
ricardojcombellas@gmail.com
Veníamos de una fase de decadencia de un sistema político que en su momento había despertado el interés y hasta la admiración de nuestros hermanos latinoamericanos. Lamentablemente, progresivamente se fueron relajando los resortes éticos que deben guiar una democracia robusta, haciendo de la corrupción un mal endémico difícil de erradicar; la economía nunca rompió su dependencia de la renta petrolera, mientras el estatismo populista penetraba inmisericorde en la forma de ser y de hacer de la clase dirigente, incluida la clase política y la burguesía criolla. Los partidos habían perdido la conexión con las aspiraciones y demandas más sentidas de la población, y el pueblo llano se sumía en la desesperanza, ante el cinismo y el desinterés del liderazgo político. Al unísono, la sociedad civil apenas despertaba de su largo letargo, pero todavía, estructuralmente débil, era incapaz de generar una plataforma de oportunidades que coadyuvara a enrumbar nuevamente el alicaído régimen de la IV República.
Las expectativas generadas por el recién electo presidente el año 1998, Hugo Chávez, rápidamente se difuminaron. Su innegable y poderoso liderazgo carismático no fue capaz de generar un movimiento de avance hacia mejores derroteros. La voluntad de cambio trasmutó en una voluntad de retroceso, resultando el nuevo presidente incapaz de propiciar una unidad de propósitos ampliamente compartidos, tal como lo solicitaba el anhelo de cambio de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Tenía todas las posibilidades, se abría todo un abanico de oportunidades. Se perdieron y con ello perdimos todos.
Perdió la democracia, pues sin la construcción de consensos básicos, sin el reconocimiento del pluralismo político y social, no hay democracia que no sufra, no hay democracia sostenible, no hay democracia que en definitiva se sostenga, pues más temprano que tarde degenera en formas autoritarias de gobierno, se impone la dictadura. La fuente de la destrucción (lo he intentado explicar en anteriores artículos) está en el resentimiento, pues hablamos de un sentimiento radicalmente negativo a través del cual es imposible construir una obra buena. En definitiva, retornaron los fantasmas del pasado, se hicieron presentes y quieren hacerse futuro. El militarismo volvió por sus fueros, unido al personalismo caudillista, amén de que se multiplicó el populismo, nos justificamos en una ideología vetusta y decadente, el socialismo comunista, rebautizado como "socialismo del siglo 21", y los resortes éticos que dan sentido a una acción política honesta y con sentido de responsabilidad, se disolvieron detrás de un discurso manipulador y alienante.
Sí apreciados lectores, se perdió una gran oportunidad y el tiempo no pasa en vano. Decía Ortega que la única lección de la historia está en aprender de sus errores e intentar por tanto no repetirlos. Magra pero enaltecedora lección. ¡Ojalá la hayamos aprendido!
ricardojcombellas@gmail.com
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