Se fortalece la presencia de Venezuela en la FIL Guadalajara
Tres autores nacionales hablarán en México sobre el tratamiento de la extranjería en la literatura
Si ser extranjero significa habitar una nación que no es la propia, ¿no es también foráneo el que, viviendo en la patria natal, desconoce sus códigos; quien extraña no a una geografía sino a otro tiempo o el que siente que sólo el desarraigo lo conecta con la comunidad? Tales son las marcas que surcan las obras de Rodrigo Blanco Calderón, Juan Carlos Méndez Guédez y Eduardo Sánchez Rugeles, los tres forasteros made in Venezuelaque participarán en Narrativas Migratorias, la actividad central de la delegación en la Feria Internacional del Libro que se celebrará en Guadalajara desde hoy hasta el 2 de diciembre.
Este año se conmemora un lustro de la consolidación de Venezuela en el encuentro, que convoca a cerca de 2.000 editoriales y a más del doble de autores del mundo. En 2008, la Cámara Venezolana del Libro decidió acabar con el hiato de 10 años que la mantuvo alejada de la fiesta tapatía y preparó un homenaje a las obras de Adriano González León y de Eugenio Montejo, escritores fallecidos ese año y muy queridos en México. Por primera vez una delegación comercial latinoamericana promovía una agenda cultural y esa fue la marca del país que más tarde otros imitaron.
Construir presencia
A ese éxito de la cámara se le sumó el año siguiente la distinción a Rafael Cadenas con el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, que terminó de poner en alto las letras venezolanas. Y aunque en 2010 el homenaje a José Balza planeado por Cavelibro se desinfló cuando el autor se enfermó y no pudo asistir, la representación nacional se recuperó y dejó otra vez su marca el año pasado, cuando Roberto Martínez Bachrich fue elegido uno de los “25 secretos mejor guardados de América Latina”. El escritor, junto con la ensayista Elena Cardona y el poeta Willy McKey, convirtió la literatura del país en el performance multimedia. Venimos a Hablar del Otro fue un encuentro en el que se hilvanaron la narración de las vicisitudes de importar libros sin dólares, el análisis de la necesidad de “matar tigres” para sobrevivir como escritor y un recital de las maneras de leer sin novedades editoriales.
Seguir de pie
Este año, sin embargo, el impulso de Cavelibro perdió fuerza y Narrativas Migratorias –la actividad que representará al país en Guadalajara– es iniciativa de la editorial Lugar Común. La disminución de la representación nacional se debe a la falta de fondos y a la resaca que dejaron las elecciones presidenciales.
“A pesar de los problemas que la cámara encontró este año para participar, como la falta de divisas y el escaso patrocinio, hicimos un esfuerzo por no perder el lugar que Venezuela se ha hecho en esa cita mundial. Por eso nos mantenemos en la FIL con un stand en el que exhibiremos una muestra de retratos de nuestros escritores hecha por Lisbeth Salas. Insistimos en que el país tenga presencia en el encuentro porque si nuestra literatura no se conoce más en el planeta es porque nuestras editoriales no se ven en el resto del mundo y, por ende, tampoco nuestros autores”, explica Jeanette León, miembro de la junta directiva de Cavelibro.
Los representantes de la cámara y las editoriales del país que desde hoy deletrean Venezuela sobre el suelo tapatío dan una muestra de profesionalismo pocas veces vista en la gestión cultural nacional, porque su interés comercial abrió las puertas al artístico, al exhibir la literatura venezolana a través del trabajo de sus escritores, los verdaderos protagonistas de un encuentro crucial en el mundo de habla castellana.
Para los escritores, migrar es otra manera de seguir pensando en Venezuela
Tres narradores nacidos en el país hablaron del desplazamiento como tema de la literatura nacional
El país también dejó su marca en la vigésimo sexta edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, con la actividad titulada Venezuela: Narrativas Migratorias.
La tertulia, organizada por la editorial Lugar Común, permitió construir una mirada de la narrativa venezolana contemporánea basada en el trabajo de dos autores que nacieron en el país en generaciones distintas, pero que están radicados actualmente en Madrid: el barquisimetano Juan Carlos Méndez Guédez y el caraqueño Eduardo Sánchez Rugeles.
Estadísticas oficiales registran más de medio millón de venezolanos que viven y trabajan fuera del país, una situación que se ha acentuado en los últimos seis años, por lo que la emigración, como realidad, se convierte en un tema capital dentro de las letras nacionales.
El objetivo de la mesa era entender la narrativa venezolana contemporánea desde diversos sentidos de la palabra “migración”: el desplazamiento de los escritores o desde la movilidad, la necesidad de traspasar fronteras que van más allá de lo geográfico y entran en lo literario, así como la búsqueda expresada en la literatura en general y, especialmente, en la obra de los autores convocados.
Allá y acá. La tertulia estuvo moderada por Rodrigo Blanco, que propuso tres postulados alrededor de los cuales se articularon las visiones de los autores de El libro de Esther (1999, 2011) y Blue Label /Etiqueta Negra (2010). El primero fue la manera como la migración determina el proceso de escritura de cada uno; el segundo se refería al humor como forma de asumir la identidad venezolana; y el tercero, a las posibilidades reales de un escritor venezolano de publicar en editoriales extranjeras.
“Los países donde uno nace no se curan nunca, son como una fiebre que no se quita”, dijo Méndez Guédez sobre la relación con la nación en la que nació en el año 1967. Sánchez Rugeles acotó que, a pesar de estar reflexionando constantemente sobre Venezuela, fue justamente su salida del país lo que le permitió mirar con perspectiva la realidad nacional.
“En Venezuela nunca tienes la oportunidad de conversar con un amigo de tal o cual jugador de fútbol porque siempre, invariablemente, la discusión cae en el asunto político. La omnipresencia de este tema, junto con la inseguridad urbana, es el argumento principal que justifica mi decisión de emigrar. Una vez que salí del país encontré la calma para reflexionar mejor sobre qué pasa allá. Entonces pude escribir”, afirmó Sánchez Rugeles.
Méndez Guédez hizo gala de su humor en las intervenciones y señaló que, ante la frustración, sólo el chiste y la chanza permiten a sus compatriotas sobrellevar las penas cotidianas. Sánchez Rugeles coincidió con él y dijo que en el caso de sus obras el humor negro es un mecanismo narrativo, pero que la carga cómica está generalmente sobre un personaje “impresentable”.
Antes de abrir la sesión de preguntas, los narradores alertaron sobre el mito de que los editores españoles no están interesados en publicar autores venezolanos. “Se trata de un complejo que aún no hemos superado y no entiendo por qué. Estas generaciones son distintas y todos mis libros han sido editados en sellos extranjeros. Es muy cansado estar acomplejado, lo que no nos lleva a ninguna parte. Si un editor español no publica un manuscrito es porque no es bueno, no por la nacionalidad de su autor”, concluyó Méndez Guédez.
Sánchez Rugeles también presentó esta semana en la FIL Guadalajara la edición mexicana de su novela Liubliana, ganadora del Certamen Internacional de Literatura Letras del Bicentenario Sor Juana Inés de la Cruz, Mención Novela. Este libro será traducido al esloveno y llegará a Ljubljana el próximo mes de marzo. Mientras tanto, el novelista afina los detalles de su próxima obra, Yesabel, de la que adelantó que está escrita en clave detectivesca.
Méndez Guédez presentará la próxima semana en Caracas su más reciente novela, Arena negra, editada también por Lugar Común. Acaba de terminar otra, de la que aún no revela el nombre, y no para de escribir cuentos. “Tengo que escribir todos los días porque si no me aburro”, expresó el autor.
Antes de finalizar, Blanco anunció que para las próximas ediciones de la FIL, la editorial que maneja junto con Garcilaso Pumar y Luis Yslas propondrá otras tertulias con temas capitales de las letras venezolanas.
La tertulia, organizada por la editorial Lugar Común, permitió construir una mirada de la narrativa venezolana contemporánea basada en el trabajo de dos autores que nacieron en el país en generaciones distintas, pero que están radicados actualmente en Madrid: el barquisimetano Juan Carlos Méndez Guédez y el caraqueño Eduardo Sánchez Rugeles.
Estadísticas oficiales registran más de medio millón de venezolanos que viven y trabajan fuera del país, una situación que se ha acentuado en los últimos seis años, por lo que la emigración, como realidad, se convierte en un tema capital dentro de las letras nacionales.
El objetivo de la mesa era entender la narrativa venezolana contemporánea desde diversos sentidos de la palabra “migración”: el desplazamiento de los escritores o desde la movilidad, la necesidad de traspasar fronteras que van más allá de lo geográfico y entran en lo literario, así como la búsqueda expresada en la literatura en general y, especialmente, en la obra de los autores convocados.
Allá y acá. La tertulia estuvo moderada por Rodrigo Blanco, que propuso tres postulados alrededor de los cuales se articularon las visiones de los autores de El libro de Esther (1999, 2011) y Blue Label /Etiqueta Negra (2010). El primero fue la manera como la migración determina el proceso de escritura de cada uno; el segundo se refería al humor como forma de asumir la identidad venezolana; y el tercero, a las posibilidades reales de un escritor venezolano de publicar en editoriales extranjeras.
“Los países donde uno nace no se curan nunca, son como una fiebre que no se quita”, dijo Méndez Guédez sobre la relación con la nación en la que nació en el año 1967. Sánchez Rugeles acotó que, a pesar de estar reflexionando constantemente sobre Venezuela, fue justamente su salida del país lo que le permitió mirar con perspectiva la realidad nacional.
“En Venezuela nunca tienes la oportunidad de conversar con un amigo de tal o cual jugador de fútbol porque siempre, invariablemente, la discusión cae en el asunto político. La omnipresencia de este tema, junto con la inseguridad urbana, es el argumento principal que justifica mi decisión de emigrar. Una vez que salí del país encontré la calma para reflexionar mejor sobre qué pasa allá. Entonces pude escribir”, afirmó Sánchez Rugeles.
Méndez Guédez hizo gala de su humor en las intervenciones y señaló que, ante la frustración, sólo el chiste y la chanza permiten a sus compatriotas sobrellevar las penas cotidianas. Sánchez Rugeles coincidió con él y dijo que en el caso de sus obras el humor negro es un mecanismo narrativo, pero que la carga cómica está generalmente sobre un personaje “impresentable”.
Antes de abrir la sesión de preguntas, los narradores alertaron sobre el mito de que los editores españoles no están interesados en publicar autores venezolanos. “Se trata de un complejo que aún no hemos superado y no entiendo por qué. Estas generaciones son distintas y todos mis libros han sido editados en sellos extranjeros. Es muy cansado estar acomplejado, lo que no nos lleva a ninguna parte. Si un editor español no publica un manuscrito es porque no es bueno, no por la nacionalidad de su autor”, concluyó Méndez Guédez.
Sánchez Rugeles también presentó esta semana en la FIL Guadalajara la edición mexicana de su novela Liubliana, ganadora del Certamen Internacional de Literatura Letras del Bicentenario Sor Juana Inés de la Cruz, Mención Novela. Este libro será traducido al esloveno y llegará a Ljubljana el próximo mes de marzo. Mientras tanto, el novelista afina los detalles de su próxima obra, Yesabel, de la que adelantó que está escrita en clave detectivesca.
Méndez Guédez presentará la próxima semana en Caracas su más reciente novela, Arena negra, editada también por Lugar Común. Acaba de terminar otra, de la que aún no revela el nombre, y no para de escribir cuentos. “Tengo que escribir todos los días porque si no me aburro”, expresó el autor.
Antes de finalizar, Blanco anunció que para las próximas ediciones de la FIL, la editorial que maneja junto con Garcilaso Pumar y Luis Yslas propondrá otras tertulias con temas capitales de las letras venezolanas.
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