En tiempos como los que vivimos en los que sucede
una veloz transformación realidad socio-cultural y el cambio de época, surge la beatificación de Juan Pablo II, un Papa muy especial, porque no era el hombre asexuado como Pablo VI o que no luchaba contra el comunismo que vivió como obrero metalúrgico en Polonia, hombre de belleza masculina incuestionable aun anciano y enfermo y de teatro, sumados todo a un carisma muy especial. Un Papa hombre que alcanzó la santidad y nos demuestra que no hay que tener miedo
para afrontar realidades de la vida y que la santidad
es posible
Por José Tobías De la Cruz Caro*
Continuando con el estudio de este importante documento de Aparecida, quiero en este artículo continuar la temática desarrollada en la anterior edición (197), ya que seguiremos tratando el tema sobre el Cambio de Época. Ahora vamos a profundizar cómo esta situación ha afectado la realidad socio cultural del mundo actual.
En otras palabras, el presente artículo maneja los conceptos o más bien los cambios de ideologías y la mentalidad de nuestra época. Una de las evoluciones más grandes de ésta es la valoración que se hace hoy de las culturas en la vida de los individuos y de nuestros pueblos.
En este artículo sintetizaremos todo lo que he leído sobre la realidad sociocultural visto desde el documento de Aparecida, ante todo porque son conferencias tomadas de altos personajes que participaron activamente en la V Conferencia Latinoamérica y del Caribe en Aparecida, Brasil.
La decadencia de las ideologías y de las utopías ha llevado a la humanidad a buscar su nueva identidad, convirtiéndonos a todos en sujetos y actores de la cultura.
La cultura expresa la manera particular como los pueblos cultivamos la relación con la naturaleza; entre nosotros, los otros y con Dios. Se crea un “estilo de vida”, una “modalidad propia”, que nos caracteriza y engendra la pluralidad de culturas.
La cultura, en su comprensión más extensa, representa el modo particular con el cual los hombres y los pueblos cultivan su relación con la naturaleza y con sus hermanos, con ellos mismos y con Dios, a fin de lograr una existencia plenamente humana. En cuanto tal, es patrimonio común de los pueblos, también de América Latina y de El Caribe. DA 476
Tanto el Papa, en su discurso número 1 y 2 como el número 44 DA nos dicen: “Vivimos un cambio de época, cuyo nivel más profundo es el cultural”.
En nuestra época cultural el cambio ocupa el centro. Hoy se da paso a la inestabilidad en todo lo que sea posible y no se puede entender ni que algo deba permanecer, ni que alguien busque defender permanencias. Hoy se trata de un verdadero cambio de época que afecta a todo el hombre en sus maneras de ser, percibir, sentir, ver, comprender, relacionarse, vivir, crear y creer. Son múltiples las voces, las disciplinas y sobre todo las realidades que hablan y confirman dicha condición radical del cambio de época. Estos cambios remiten a nuevas epistemologías, las cuales no sólo nos permiten reconocer otras dimensiones de la vida, sino que a su vez se constituyen ellas mismas en factores de cambio: nuevas epistemologías hacen posible ver, interpretar y proyectar nuevas realidades humanas, el mismo ser del hombre. Ejemplo: del paradigma industrial (mecánico, newtoniano) al virtual (abierto, flexible, ecológico, holístico)
Hoy se percibe un cambio de época de matriz antropológica social, en la que la entidad, es decir las raíces, son atacadas sistemáticamente por la mentalidad dominante, encerrando la persona en el ámbito hermético de lo individual.
“Los cambios culturales han modificado los roles tradicionales de varones y mujeres, quienes buscan desarrollar nuevas actitudes y estilos de sus respectivas identidades, potenciando todas sus dimensiones humanas en la convivencia cotidiana, en la familia y en la sociedad, a veces por vías equivocadas”. DA 49
*Presbítero. Vicario de Pastoral – párroco de Nuestra Señora de las Gracias de Torcoroma.
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Y sobre todo SE RELATIVIZA EL MAL O SE LE NIEGA...
Por Johan Llanos Berdugo*
A la razón moderna le cuesta creer hoy lo que se dice en los púlpitos y catecismos sobre el tema de la caída del primer hombre. Que la desobediencia de Adán, su “pecado”, haya hecho perder el género humano, es ya mucho más inverosímil. Dificultades en torno a este tema en parte provienen del olvido, negación, y, sobretodo, de exponer inadecuadamente hoy aquella realidad que la teología ha llamado “pecado original”. Se añade que en este punto algunos teólogos se habrían ajustado a algún esquema filosófico, asumiendo el dogma que se encuentra en la base de la cultura moderna, sea ésta capitalista o marxista afirmando que el hombre bueno por naturaleza, corrompido sólo por una educación equivocada y por estructuras sociales necesitadas de reforma. Actuando sobre el “sistema”, las aguas volverían a su cauce y el hombre podría entonces vivir en paz consigo mismo y con sus semejantes. En efecto, si no se comprende que el hombre se halla en un estado de alienación que no es sólo económica y social (una alienación, por lo tanto, de la que no puede liberarse solo con sus propias fuerzas), no se alcanza a comprender la necesidad de Cristo redentor. Toda la estructura de la fe se encuentra así amenazada. La incapacidad de comprender y de presentar el “pecado original” es ciertamente uno de los problemas más graves de la teología y de la pastoral actual.
No hay que cerrar totalmente la posibilidad de admitir que puedan modificarse expresiones de origen teológico como “pecado original” que, en cuanto a su contenido, tienen un origen directamente bíblico, pero que a nivel de expresión manifiestan ya un estadio de reflexión religioso. En todo caso, creo que las dificultades teológicas y pastorales que plantea el “pecado original” no son ciertamente sólo semánticas, sino de naturaleza más profunda.
¿Y qué significa esto en concreto?
En una sana presentación de la hipótesis evolucionista del mundo, no tendría sentido, evidentemente, hablar de “pecado original” si no se hace una adecuada armonización de estas dos concepciones; “pecado original”, en el más extremo de los casos, no pasaría de ser una expresión simbólica, mítica, para indicar las carencias naturales de una criatura como el hombre que, desde unos orígenes imperfectísimos, avanza hacia la perfección, hacia su realización completa. Ahora bien, interpretar inadecuadamente esta visión significa no dar el justo valor y aporte que puede hacer a la teología, como alterar radicalmente la estructura del cristianismo: Cristo se transfiere del pasado al futuro; redención significa simplemente caminar hacia el porvenir como necesaria evolución hacia lo mejor. El hombre no es más que un producto que todavía no ha sido perfeccionado del todo por el tiempo; no ha tenido lugar redención alguna porque no había pecado que reparar, sino tan sólo una carencia que, insisto, es natural. No bastan aquí las discusiones con las ciencias naturales, aunque este tipo de confrontación resulta siempre necesaria.
La vida implica la mortalidad en todos los miembros de todas las especies. La muerte forma parte de la vida. La muerte es una función biológica que no tiene nada que ver con una supuesta falta. Cierto, hay un vínculo entre el pecado y la muerte, pero este vínculo no es filosófico. La muerte biológica no apareció con el pecado. Y esto vale también para la especie homo.
El escenario construido por Agustín, y que se ha hecho clásico en el pensamiento occidental, no puede ser aceptado tal como él lo propone. ¿Hemos de renunciar a él? ¿Hemos de acogernos a las otras dos expresiones: "pecado del mundo" y "pecado de Adán"? En mi opinión, no. La noción de pecado original es indispensable. Debemos atender al contenido filosófico de los términos, y más aún a la dimensión específicamente teológica del pecado. Para ello, el punto de partida no puede ser una visión trágica de la existencia. El punto de partida ha de ser el acto salvador por el que Dios se revela y se da. Es el perdón el que pone al descubierto la verdadera naturaleza del pecado. La noción de pecado original debe, pues, ser repensada. Y para ello se hace indispensable subrayar la distinción que se da entre las tres expresiones mencionadas, así como mostrar su complementariedad.
En el plano metafísico, conviene distinguir claramente entre “principio” y “origen”. El “principio” es el lapso de tiempo que se da al comienzo del curso de la duración. Respecto al “origen”, hay que decir que no forma parte del curso del tiempo, el “origen” dice relación a algo que trasciende a la duración. La noción de pecado designa específicamente lo que rompe la relación del hombre con Dios. Esta ruptura es original; no es un acontecimiento lejano de un pasado inaccesible, sino que se sitúa en el presente como origen del pecado. La noción de pecado original explica el origen del pecado. Dado que no ocurre en el curso del tiempo, el origen utiliza un lenguaje que no es el de la cronología. El relato bíblico del pecado original no tiene nada que ver con la narración cronológica del comienzo de la humanidad.
La noción teológica de pecado original atañe a diversos tratados de teología en los que desempeña roles específicos. En Moral, explica la infelicidad del mundo y la dificultad de conversión de los justos. En Cristología, sirve para mostrar la necesidad y universalidad de la salvación (aquí el pecado debe ser visto como la condición en la que Cristo interviene, no como la condición de su intervención). En Teología, introduce una visión cristiana de la historia. En Antropología, confirma la importancia del libre albedrío. En Eclesiología, justifica la necesidad del bautismo para los recién nacidos. El concepto de pecado original pone en juego un conjunto de tomas de posición global.
*Ingeniero en Telecomunicaciones. Universidad Autónoma del Caribe - Lic. Ciencias Religiosas. Facultad de Teología Pontificia U. Javeriana. - Diplomado en Teología Bíblica. Universidad del Norte
Su Vida
Nació el 18 de mayo de 1920 en Wadowice, sur de Polonia. Su familia estaba conformada por su padre Karol Wojtyla, un militar del ejército austro-húngaro, su madre, Emilia Kaczorowsky, una joven sileciana de origen lituano, y un hermano adolescente de nombre Edmund.
Los padres de Karol Wojtyla lo bautizaron a los pocos días de nacer en la iglesia de Santa María de Wadowice. A los 9 años de edad recibió un duro golpe: el fallecimiento de su madre al dar a luz a una niña que murió antes de nacer. Años más tarde falleció su hermano y en 1941 murió su padre.
De joven, el futuro Pontífice mostró una gran inquietud por el teatro y las artes literarias polacas tan grande que aún en el colegio pensaba seriamente en la posibilidad de continuar estudios de filología y lingüística polaca. Sin embargo, un encuentro con el Cardenal Sapieha durante una visita pastoral, le hizo considerar seriamente la posibilidad de seguir la vocación que tenía impresa -entonces aún sin develarse plenamente- en el corazón: el sacerdocio.
Al desatarse la Segunda Guerra Mundial, los alemanes cerraron todas las universidades de Polonia con el objetivo de invadir no sólo el territorio sino también la cultura polaca. Frente a esta situación, Karol Wojtyla con un grupo de jóvenes organizaron una universidad clandestina en donde estudió filosofía, idiomas y literatura. Poco antes de decidir su ingreso al seminario, el joven Karol tuvo que trabajar arduamente como obrero en una cantera. Según relata el hoy Pontífice, esta experiencia le ayudó a conocer de cerca el cansancio físico, así como la sencillez, sensatez y fervor religioso de los trabajadores y los pobres.
En 1942 ingresó al Departamento Teológico de la Universidad Jaguelloniana. Durante estos años tuvo que vivir oculto, junto con otros seminaristas, quienes fueron acogidos por el Cardenal de Cracovia.
El 1 de noviembre de 1946, a la edad de 26 años, Karol Wojtyla fue ordenado sacerdote en el Seminario Mayor de Cracovia y celebró su primera misa en la Cripta de San Leonardo en la Catedral de Wavel. Al poco tiempo obtuvo la licenciatura de Teología en la Universidad Pontificia de Roma Angelicum y más adelante se doctoró en Filosofía. Durante algún tiempo se desempeñó como profesor de Ética en la Universidad Católica de Dublin y en la Universidad Estatal de Cracovia, donde interactuó con importantes representantes del pensamiento católico polaco, especialmente de la vertiente conocida como "tomismo lublinense".
El 23 de setiembre de 1958 fue consagrado Obispo Auxiliar del Administrador Apostólico de Cracovia, Monseñor Baziak, convirtiéndose en el miembro más joven del episcopado polaco. Asistió al Concilio Vaticano II, donde participó activamente, especialmente en las comisiones responsables de elaborar la Constitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium y la Constitución pastoral Gaudium et Spes. Durante estos años, el entonces Obispo Wojtyla combinaba la producción teológica con una intensa labor apostólica, especialmente con los jóvenes, con quienes compartía tanto momentos de reflexión y oración como espacios de distracción y aventura al aire libre.
El 13 de enero de 1964 falleció Monseñor Baziak por lo que el obispo Wojtyla ocupa la sede de Cracovia como titular. Dos años después, el Papa Pablo VI convierte a Cracovia en Arquidiócesis. Durante su labor como Arzobispo, el futuro Papa se caracterizó por la integración de los laicos en las tareas pastorales, la promoción del apostolado juvenil y vocacional, la construcción de templos a pesar de la fuerte oposición del régimen comunista, la promoción humana y formación religiosa de los obreros y el aliento del pensamiento y las publicaciones católicas.
En junio de 1967, a los 47 años de edad, el Arzobispo Wojtyla fue creado Cardenal por el Papa Pablo VI. En 1974, el nuevo Purpurado ordenó a 43 nuevos presbíteros, en la ordenación sacerdotal más numerosa desde que terminó la Segunda Guerra Mundial.
En 1978 muere Pablo VI y es elegido nuevo Papa el Patriarca de Venecia, Cardenal Albino Luciani, de 65 años, quien tomó el nombre de Juan Pablo I. El "Papa de la Sonrisa", sin embargo, fallece a los 33 días de su nombramiento. El 16 de octubre de 1978, luego de un nuevo Cónclave, el Cardenal polaco Karol Wojtyla es elegido como el sucesor de San Pedro, rompiendo con la tradición de más de 400 años de elegir Papas de origen italiano. El 22 de octubre de 1978 fue investido como Sumo Pontífice asumiendo el nombre de Juan Pablo II.
El Papa Benedicto XVI proclamó beato esta mañana (hora local) a su predecesor el Papa Juan Pablo II, al inicio de una histórica y multitudinaria Eucaristía a la que se estima asisten más de un millón de personas de todas partes del mundo.
En este evento por primera vez en diez siglos un Pontífice eleva a los altares a su predecesor inmediato.
En medio de un gran ambiente de fiesta, ante la multitud que colmó la Plaza de San Pedro, la vía de la Conciliación y las calles adyacentes en donde se apreciaba banderas de muchos países de todo el orbe, el Vicario para la diócesis de Roma, Cardenal Agostino Vallini, leyó ante el Papa una biografía de Juan Pablo II, interrumpido en diversas ocasiones por los aplausos de los presentes.
Los aplausos invadieron la Plaza de San Pedro cuando se recordó, por ejemplo, la fecha de la elección como Pontífice, el 16 de octubre de 1978, su especial predilección por los jóvenes a quienes se dirigió de manera particular en las Jornadas Mundiales de la Juventud.
Tras la lectura de la biografía, el Papa Benedicto XVI declaró beato a Juan Pablo II y dijo que la fiesta del Papa peregrino se celebrará el 22 de octubre de cada año, tras lo cual se descubrió el tapiz con el rostro de Karol Wojtyla y se entonó el himno de la beatificación, ante los incesantes aplausos y vivas de los presentes, en medio de un mar de banderas que se ondeaban en señal de alegría.
Luego de la lectura del decreto de beatificación, le fue presentada al Papa Benedicto XVI una ampolla con la sangre del nuevo Beato que fue portada, entre otros, por la protagonista del milagro que permitió la beatificación, la religiosa francesa Marie Simon Pierre.
Esta reliquia podrá ser venerada por los fieles llegados de todo el mundo a Roma.
Para leer la homilía completa del Papa Benedicto XVI en la Misa de beatificación, ingrese a: Para leer la homilía completa ingrese a: http://www.aciprensa.com/Docum/benedictoxvi/documento.php?id=361
Queridos hermanos y hermanas:
Hace seis años nos encontrábamos en esta Plaza para celebrar los funerales del Papa Juan Pablo II. El dolor por su pérdida era profundo, pero más grande todavía era el sentido de una inmensa gracia que envolvía a Roma y al mundo entero, gracia que era fruto de toda la vida de mi amado Predecesor y, especialmente, de su testimonio en el sufrimiento.
Ya en aquel día percibíamos el perfume de su santidad, y el Pueblo de Dios manifestó de muchas maneras su veneración hacia él. Por eso, he querido que, respetando debidamente la normativa de la Iglesia, la causa de su beatificación procediera con razonable rapidez. Y he aquí que el día esperado ha llegado; ha llegado pronto, porque así lo ha querido el Señor: Juan Pablo II es beato.
Deseo dirigir un cordial saludo a todos los que, en número tan grande, desde todo el mundo, habéis venido a Roma, para esta feliz circunstancia, a los señores cardenales, a los patriarcas de las Iglesias católicas orientales, hermanos en el episcopado y el sacerdocio, delegaciones oficiales, embajadores y autoridades, personas consagradas y fieles laicos, y lo extiendo a todos los que se unen a nosotros a través de la radio y la televisión.
Éste es el segundo domingo de Pascua, que el beato Juan Pablo II dedicó a la Divina Misericordia. Por eso se eligió este día para la celebración de hoy, porque mi Predecesor, gracias a un designio providencial, entregó el espíritu a Dios precisamente en la tarde de la vigilia de esta fiesta.
Además, hoy es el primer día del mes de mayo, el mes de María; y es también la memoria de San José obrero. Estos elementos contribuyen a enriquecer nuestra oración, nos ayudan a nosotros que todavía peregrinamos en el tiempo y el espacio. En cambio, qué diferente es la fiesta en el Cielo entre los ángeles y santos. Y, sin embargo, hay un solo Dios, y un Cristo Señor que, como un puente une la tierra y el cielo, y nosotros nos sentimos en este momento más cerca que nunca, como participando de la Liturgia celestial.
‘Dichosos los que crean sin haber visto’. En el evangelio de hoy, Jesús pronuncia esta bienaventuranza: la bienaventuranza de la fe. Nos concierne de un modo particular, porque estamos reunidos precisamente para celebrar una beatificación, y más aún porque hoy un Papa ha sido proclamado Beato, un Sucesor de Pedro, llamado a confirmar en la fe a los hermanos. Juan Pablo II es beato por su fe, fuerte y generosa, apostólica. E inmediatamente recordamos otra bienaventuranza: ‘¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo’.
¿Qué es lo que el Padre celestial reveló a Simón? Que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Por esta fe Simón se convierte en ‘Pedro’, la roca sobre la que Jesús edifica su Iglesia. La bienaventuranza eterna de Juan Pablo II, que la Iglesia tiene el gozo de proclamar hoy, está incluida en estas palabras de Cristo: Dichoso, tú, Simón´ y ‘Dichosos los que crean sin haber visto’. Ésta es la bienaventuranza de la fe, que también Juan Pablo II recibió de Dios Padre, como un don para la edificación de la Iglesia de Cristo.
Pero nuestro pensamiento se dirige a otra bienaventuranza, que en el evangelio precede a todas las demás. Es la de la Virgen María, la Madre del Redentor. A ella, que acababa de concebir a Jesús en su seno, santa Isabel le dice: ‘Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá’.
La bienaventuranza de la fe tiene su modelo en María, y todos nos alegramos de que la beatificación de Juan Pablo II tenga lugar en el primer día del mes mariano, bajo la mirada maternal de Aquella que, con su fe, sostuvo la fe de los Apóstoles, y sostiene continuamente la fe de sus sucesores, especialmente de los que han sido llamados a ocupar la cátedra de Pedro. María no aparece en las narraciones de la resurrección de Cristo, pero su presencia está como oculta en todas partes: ella es la Madre a la que Jesús confió cada uno de los discípulos y toda la comunidad.
De modo particular, notamos que la presencia efectiva y materna de María ha sido registrada por San Juan y San Lucas en los contextos que preceden a los del evangelio de hoy y de la primera lectura: en la narración de la muerte de Jesús, donde María aparece al pie de la cruz; y al comienzo de los Hechos de los Apóstoles, que la presentan en medio de los discípulos reunidos en oración en el cenáculo.
También la segunda lectura de hoy nos habla de la fe, y es precisamente San Pedro quien escribe, lleno de entusiasmo espiritual, indicando a los nuevos bautizados las razones de su esperanza y su alegría. Me complace observar que en este pasaje, al comienzo de su Primera carta, Pedro no se expresa en un modo exhortativo, sino indicativo; escribe, en efecto: ‘Por ello os alegráis’, y añade: ‘No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación’. Todo está en indicativo porque hay una nueva realidad, generada por la resurrección de Cristo, una realidad accesible a la fe. ‘Es el Señor quien lo ha hecho –dice el Salmo– ha sido un milagro patente’, patente a los ojos de la fe.
Queridos hermanos y hermanas, hoy resplandece ante nuestros ojos, bajo la plena luz espiritual de Cristo resucitado, la figura amada y venerada de Juan Pablo II. Hoy, su nombre se añade a la multitud de santos y beatos que él proclamó durante sus casi 27 años de pontificado, recordando con fuerza la vocación universal a la medida alta de la vida cristiana, a la santidad, como afirma la Constitución conciliar sobre la Iglesia Lumen gentium.
Todos los miembros del Pueblo de Dios –Obispos, sacerdotes, diáconos, fieles laicos, religiosos, religiosas– estamos en camino hacia la patria celestial, donde nos ha precedido la Virgen María, asociada de modo singular y perfecto al misterio de Cristo y de la Iglesia. Karol Wojtyła, primero como Obispo Auxiliar y después como Arzobispo de Cracovia, participó en el Concilio Vaticano II y sabía que dedicar a María el último capítulo del Documento sobre la Iglesia significaba poner a la Madre del Redentor como imagen y modelo de santidad para todos los cristianos y para la Iglesia entera.
Esta visión teológica es la que el beato Juan Pablo II descubrió de joven y que después conservó y profundizó durante toda su vida. Una visión que se resume en el icono bíblico de Cristo en la cruz, y a sus pies María, su madre. Un icono que se encuentra en el evangelio de Juan y que quedó sintetizado en el escudo episcopal y posteriormente papal de Karol Wojtyła: una cruz de oro, una ‘eme’ abajo, a la derecha, y el lema: ‘Totus tuus’, que corresponde a la célebre expresión de San Luis María Grignion de Monfort, en la que Karol Wojtyła encontró un principio fundamental para su vida: ‘Totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt. Accipio Te in mea omnia. Praebe mihi cor tuum, Maria: Soy todo tuyo y todo cuanto tengo es tuyo. Tú eres mi todo, oh María; préstame tu corazón’.
El nuevo Beato escribió en su testamento: ‘Cuando, en el día 16 de octubre de 1978, el cónclave de los cardenales escogió a Juan Pablo II, el primado de Polonia, cardenal Stefan Wyszyński, me dijo: ‘La tarea del nuevo Papa consistirá en introducir a la Iglesia en el tercer milenio’. Y añadía: ‘Deseo expresar una vez más gratitud al Espíritu Santo por el gran don del Concilio Vaticano II, con respecto al cual, junto con la Iglesia entera, y en especial con todo el Episcopado, me siento en deuda. Estoy convencido de que durante mucho tiempo aún las nuevas generaciones podrán recurrir a las riquezas que este Concilio del siglo XX nos ha regalado. Como obispo que participó en el acontecimiento conciliar desde el primer día hasta el último, deseo confiar este gran patrimonio a todos los que están y estarán llamados a aplicarlo. Por mi parte, doy las gracias al eterno Pastor, que me ha permitido estar al servicio de esta grandísima causa a lo largo de todos los años de mi pontificado’.
¿Y cuál es esta ‘causa’? Es la misma que Juan Pablo II anunció en su primera Misa solemne en la Plaza de San Pedro, con las memorables palabras: ‘¡No temáis! !Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!’.
Aquello que el Papa recién elegido pedía a todos, él mismo lo llevó a cabo en primera persona: abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante, fuerza que le venía de Dios, una tendencia que podía parecer irreversible. Con su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad, este hijo ejemplar de la Nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio.
En una palabra: ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de libertad. Más en síntesis todavía: nos devolvió la fuerza de creer en Cristo, porque Cristo es Redemptor hominis, Redentor del hombre: el tema de su primera Encíclica e hilo conductor de todas las demás.
Karol Wojtyła subió al Solio de Pedro llevando consigo la profunda reflexión sobre la confrontación entre el marxismo y el cristianismo, centrada en el hombre. Su mensaje fue éste: el hombre es el camino de la Iglesia, y Cristo es el camino del hombre. Con este mensaje, que es la gran herencia del Concilio Vaticano II y de su ‘timonel’, el Siervo de Dios el Papa Pablo VI, Juan Pablo II condujo al Pueblo de Dios a atravesar el umbral del Tercer Milenio, que gracias precisamente a Cristo él pudo llamar ‘umbral de la esperanza’.
Sí, él, a través del largo camino de preparación para el Gran Jubileo, dio al Cristianismo una renovada orientación hacia el futuro, el futuro de Dios, trascendente respecto a la historia, pero que incide también en la historia. Aquella carga de esperanza que en cierta manera se le dio al marxismo y a la ideología del progreso, él la reivindicó legítimamente para el Cristianismo, restituyéndole la fisonomía auténtica de la esperanza, de vivir en la historia con un espíritu de ‘adviento’, con una existencia personal y comunitaria orientada a Cristo, plenitud del hombre y cumplimiento de su anhelo de justicia y de paz.
Quisiera finalmente dar gracias también a Dios por la experiencia personal que me concedió, de colaborar durante mucho tiempo con el beato Papa Juan Pablo II. Ya antes había tenido ocasión de conocerlo y de estimarlo, pero desde 1982, cuando me llamó a Roma como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, durante 23 años pude estar cerca de él y venerar cada vez más su persona. Su profundidad espiritual y la riqueza de sus intuiciones sostenían mi servicio.
El ejemplo de su oración siempre me ha impresionado y edificado: él se sumergía en el encuentro con Dios, aun en medio de las múltiples ocupaciones de su ministerio. Y después, su testimonio en el sufrimiento: el Señor lo fue despojando lentamente de todo, sin embargo él permanecía siempre como una ‘roca’, como Cristo quería.
Su profunda humildad, arraigada en la íntima unión con Cristo, le permitió seguir guiando a la Iglesia y dar al mundo un mensaje aún más elocuente, precisamente cuando sus fuerzas físicas iban disminuyendo. Así, él realizó de modo extraordinario la vocación de cada sacerdote y obispo: ser uno con aquel Jesús al que cotidianamente recibe y ofrece en la Eucaristía.
¡Dichoso tú, amado Papa Juan Pablo, porque has creído! Te rogamos que continúes sosteniendo desde el Cielo la fe del Pueblo de Dios. Amén.
En su homilía de la Misa de beatificación de Karol Wojtyla, el Papa Benedicto XVIseñaló que el ahora Beato Juan Pablo II recuerda a todos, con su vida, sus palabras y su gran ejemplo, el llamado que toda persona tiene a la santidad.
En su homilía, el Papa Benedicto XVI recordó que hace seis años había un profundo dolor por la muerte del Papa peregrino, "pero más grande todavía era el sentido de una inmensa gracia que envolvía a Roma y al mundo entero, gracia que era fruto de toda la vida de mi amado Predecesor y, especialmente, de su testimonio en el sufrimiento".
"Ya en aquel día percibíamos el perfume de su santidad, y el Pueblo de Dios manifestó de muchas maneras su veneración hacia él. Por eso, he querido que, respetando debidamente la normativa de la Iglesia, la causa de su beatificación procediera con razonable rapidez. Y he aquí que el día esperado ha llegado; ha llegado pronto, porque así lo ha querido el Señor: Juan Pablo II es beato".
El Papa saludó luego a los cientos de miles de peregrinos llegados desde todos los rincones del orbe, y destacó que esta beatificación se celebre en el Domingo de la Misericordia, el segundo Domingo de Pascua en el que además se celebra a San José Obrero, y con el que se comienza el mes de mayo, mes de María..
"Estos elementos contribuyen a enriquecer nuestra oración, nos ayudan a nosotros que todavía peregrinamos en el tiempo y el espacio. En cambio, qué diferente es la fiesta en el Cielo entre los ángeles y santos. Y, sin embargo, hay un solo Dios, y un Cristo Señor que, como un puente une la tierra y el cielo, y nosotros nos sentimos en este momento más cerca que nunca, como participando de la Liturgia celestial".
Seguidamente resaltó que "Juan Pablo II es beato por su fe, fuerte y generosa, apostólica. E inmediatamente recordamos otra bienaventuranza: ‘¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo’. ¿Qué es lo que el Padre celestial reveló a Simón? Que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Por esta fe Simón se convierte en ‘Pedro’, la roca sobre la que Jesús edifica su Iglesia".
"La bienaventuranza eterna de Juan Pablo II, que la Iglesia tiene el gozo de proclamar hoy, está incluida en estas palabras de Cristo: Dichoso, tú, Simón´ y ‘Dichosos los que crean sin haber visto’. Ésta es la bienaventuranza de la fe, que también Juan Pablo II recibió de Dios Padre, como un don para la edificación de la Iglesia de Cristo".
Tras resaltar el gran amor del Papa a la Virgen María, que se plasmó en su lema "Totus tuus" (Todo tuyo), Benedicto XVI explicó que Juan Pablo II con el Jubileo del año 2000 "dio al Cristianismo una renovada orientación hacia el futuro, el futuro de Dios, trascendente respecto a la historia, pero que incide también en la historia".
"Aquella carga de esperanza que en cierta manera se le dio al marxismo y a la ideología del progreso, él la reivindicó legítimamente para el Cristianismo, restituyéndole la fisonomía auténtica de la esperanza, de vivir en la historia con un espíritu de ‘adviento’, con una existencia personal y comunitaria orientada a Cristo, plenitud del hombre y cumplimiento de su anhelo de justicia y de paz".
El Papa recordó también su experiencia personal con Juan Pablo II: "desde 1982, cuando me llamó a Roma como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, durante 23 años pude estar cerca de él y venerar cada vez más su persona. Su profundidad espiritual y la riqueza de sus intuiciones sostenían mi servicio".
"El ejemplo de su oración siempre me ha impresionado y edificado: él se sumergía en el encuentro con Dios, aun en medio de las múltiples ocupaciones de su ministerio. Y después, su testimonio en el sufrimiento: el Señor lo fue despojando lentamente de todo, sin embargo él permanecía siempre como una ‘roca’, como Cristo quería".
El Santo Padre dijo que el nuevo beato, mostró una "profunda humildad, arraigada en la íntima unión con Cristo, que le permitió seguir guiando a la Iglesia y dar al mundo un mensaje aún más elocuente, precisamente cuando sus fuerzas físicas iban disminuyendo. Así, él realizó de modo extraordinario la vocación de cada sacerdote y obispo: ser uno con aquel Jesús al que cotidianamente recibe y ofrece en la Eucaristía".
"¡Dichoso tú, amado Papa Juan Pablo, porque has creído! Te rogamos que continúes sosteniendo desde el Cielo la fe del Pueblo de Dios. Amén", concluyó.
Redacción Internacional, 14 ene (EFE).- El proceso de beatificación de Juan Pablo II, que se abrió el 28 de junio de 2005 en Roma y culminará el 1 de mayo de este año, es uno de los más cortos en la iglesia moderna y similar al de Teresa de Calcuta, con una duración de seis años desde su muerte.
En junio de 2005, por deseo expreso de Benedicto XVI, se abrió en Roma el proceso de beatificación de Juan Pablo II, fallecido el 2 de abril de ese mismo año, sin haber transcurrido los cinco años de su muerte que establece la legislación canónica.
No obstante, la norma atribuye al papa la potestad de acelerar el proceso para que comience antes del citado plazo.
Eso hizo Juan Pablo II con la Madre Teresa de Calcuta, fallecida en septiembre de 1997. Con una dispensa especial, fechada en diciembre de 1998, comenzó el proceso de beatificación de la religiosa albanesa y finalizó con su beatificación en octubre de 2003.
El 19 de diciembre de 2009, Benedicto XVI proclamó “venerable” a Juan Pablo II, después de aprobar el decreto por el que se reconocían las “virtudes heroicas del Siervo de Dios”, Karol Wojtyla, primer paso hacia la santidad del papa polaco.
Benedicto XVI ha aprobado hoy finalmente el milagro que conducirá a la proclamación de beato a Juan Pablo II.
Se catalogaron 251 supuestos milagros inexplicables realizados por intercesión de Wojtyla, pero el postulador de la causa, el sacerdote polaco Slawomir Oder se inclinó por la curación de la monja francesa Marie Simon Pierre, aquejada de Parkinson, la misma enfermedad que padeció Juan Pablo II.
Estas son las fechas destacadas en la causa de beatificación:
2005
- 28 abril.- El Papa Benedicto XVI recibe al cardenal Camilo Ruini para tratar sobre las extraordinarias circunstancias en el proceso de Juan Pablo II.
- 13 mayo.- Benedicto XVI da a conocer la dispensa de los cinco años necesaria para iniciar una causa.
- 18 mayo.- El cardenal Camilo Ruini firma el edicto de la causa de beatificación y canonización y pide testimonios a favor y en contra, así como cualquier escrito inédito de Juan Pablo II.
- 28 junio.- El cardenal vicario de Roma, Camilo Ruini, abre oficialmente el proceso de beatificación.
El primer acto de beatificación se inicia con el juramento en latín del cardenal Ruini, juez ordinario del Tribunal Diocesano, seguido por el juez delegado, monseñor Gianfranco Bella, el juez adjunto monseñor Francesco Maria Tasciotti, el promotor de justicia Guiseppe d’Alonzo y los notarios Giuseppe Gobbi, Francesco Allegrini y Marcello Terramani.
Posteriormente se comunica las personas que tendrán que ser interrogadas sobre la vida y virtudes de Juan Pablo II y se procede al juramento del Postulador, el impulsor de la causa, el polaco Slawomir Oder.
- 4 noviembre.- El Tribunal de Cracovia (Polonia) creado para ayudar en la investigación, comienza sus trabajos en la ciudad donde Wojtyla pasó la mayor parte de su vida antes de ser elegido pontífice.
2006
- 30 enero.- Se hace público el milagro seleccionado. Juan Pablo II, tras su muerte realizó supuestamente un milagro, al curar de la enfermedad de Parkinson a una religiosa francesa, según Monseñor Slawomir Oder.
- 26 marzo.- Oder habla de la existencia en EEUU de un hombre aquejado de una afección hepática incurable que podría haber superado gracias a la intervención del fallecido pontífice. Se trataría, de un milagro “aún no comprobado”.
2007
- 2 abril.- Se celebra en la catedral de Roma la ceremonia que concluye la fase diocesana de la causa de beatificación. A partir de este momento el proceso pasa a la Congregación para la Causa de los Santos.
2009
- 19 diciembre.- Benedicto XVI proclama “venerable” a Wojtyla al aprobar el decreto por el que se reconocen sus “virtudes heroicas”.
2010
- 2 abril.- Se cumplen cinco años de la muerte del papa Wojtyla.
2011
Miles asisten a vigilia
de beatificación
de Juan Pablo II
EFE
Decenas de miles de personas asisten este sábado en el Circo Massimo de Roma, en una noche desapacible, a una vigilia con motivo de la beatificación de Juan Pablo II en la que intervienen el que fuera su secretario particular Stanislaw Dziiwisz, y su portavoz, el español Joaquín Navarro Valls.
Participa también la monja francesa Marie Simon Pierre, cuya curación, de manera inexplicable para la ciencia, de la enfermedad de parkinson que padecía ha abierto las puertas a la beatificación de Karol Wojtyla.
A pesar de la lluvia caída durante la tarde, los fieles -entre ellos miles de polacos, españoles, franceses y balcánicos- han desafiado el mal tiempo y llenan el famoso recinto romano para carreras de carros.
En el Circo Massimo ondean cientos de banderas española, polacas, italianas, mexicanas, libanesas, croatas y de otras nacionalidades, así como pancartas y fotos gigantes de Juan Pablo II. La organización, la diócesis de Roma, ha repartido agua, bebidas y velas a los asistentes a esta vigilia, en la que participan numerosos cardenales, obispos y sacerdotes.
La vigilia comenzó con un vídeo de Juan Pablo II del año 2000 durante la Jornada Mundial de la Juventud de Roma, en la que decía a los jóvenes "hay que dar que hablar", y prosiguió con el canto "Jesus Christ you are my life", interpretado por el Coro de la Diócesis de Roma y de la Orquesta del Conservatorio de Santa Cecilia.
Papa Benedicto XVI
beatificó este
domingo a Juan Pablo II
AP
El papa Benedicto XVI beatificó este domingo a su antecesor Juan Pablo II ante 1,5 millones de personas que llenaron la Plaza de San Pedro y las calles aledañas, en un festejo jubiloso que acercó al amado pontífice a la posible canonización.
Las multitudes en Roma y varias ciudades del mundo estallaron en gritos, aplausos y lágrimas en el momento de develarse una enorme foto de Juan Pablo sonriente sobre la loggia de la Basílica de San Pedro.
“Restauró al cristianismo su verdadero rostro de religión de la esperanza”, dijo Benedicto en una homilía que incluyó recuerdos personales del hombre al que aprendió a “venerar” durante casi un cuarto de siglo de colaboración.
Los príncipes herederos de España, Felipe y Letizia, junto con el premier italiano Silvio Berlusconi, el presidente mexicano Felipe Calderón, el líder del sindicato Solidaridad y ex presidente polaco Lech Walesa, así como el presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, estaban entre los presentes.
La beatificación busca elevar la moral de una iglesia golpeada por la crisis de los abusos sexuales de menores, pero también ha provocado la indignación de los grupos defensores de las víctimas porque el escándalo se produjo durante el pontificado de 27 años de Juan Pablo.
Antes de la misa reinaba un ambiente de fiesta: monjas sentadas en círculo tocaban guitarras y cantaban himnos, hombres alzaban a sus niños sobre sus hombros para que pudieran ver sobre las cabezas de la multitud y grupos de jóvenes católicos agitaban banderas de Argentina, Polonia, Francia y Gran Bretaña.
Con grandes sacrificios económicos, numerosos latinoamericanos llegaron hasta Roma para estar presente en la beatificación de Karol Wojtyla. Sonia Campos Espinoza vino de Lota, un pobre pueblo minero del sur de Chile, quien se declaró feliz aunque quedó fuera del Vaticano y no pudo ver la ceremonia.
“Vine porque él es mi papa y estoy feliz, aunque no vea la beatificación porque hay mucha gente, pero igual me alegro de estar acá. Estoy súper emocionada, aunque no vea nada. Me siento una bendecida”, dijo Campos a The Associated Press. Reconoció que fue un gran sacrificio económico: “Si, de todas manera, junte peso con peso, y me endeudé además, pero aquí estamos”.
Ricardo Ríos, quien llegó desde Lima, dijo estar “muy orgullosos como latinoamericanos, donde somos casi todos católicos, que Karol Wojtyla haya sido proclamado beato”. “Todos los sacrificios económicos que hicimos son bien pagados, con tal de estar aquí y poder cumplir con nuestro papa, quien fue un emigrante más, como muchos de nosotros”, expresó.
La colombiana Esperanza Nova no había dormido para participar la noche del sábado en la vigilia de oración en el Circo Máximo y para estar desde temprano en el Vaticano, pese a lo cual aseguró que “no estoy cansada, sino solo feliz de poder compartir este momento con mi religión y mi espiritualidad”.
Jesús, quien vino de Veracruz, México, señaló que era una experiencia “padre” (muy buena), una “ocasión única de estar en la beatificación de Wojtyla, a quien los mexicanos tenemos un cariño especial, y poder con nuestra presencia devolverle todo el amor que expresó a nuestro país”.
La seguridad fue estricta: amplios sectores de Roma, a kilómetros del Vaticano, quedaron cerrados al tráfico automotor, helicópteros surcaron el cielo, lanchas policiales recorrieron el cercano río Tíber y unos 5.000 agentes uniformados patrullaron las barricadas para asegurar que los religiosos, las delegaciones oficiales y los poseedores de los codiciados pases VIP pudieran llegar a sus lugares.
Hablando en latín, Benedicto declaró a Juan Pablo “beato” poco después del inicio de la misa, realizado bajo un cielo despejado y ante un mar de banderas polacas blancas y rojas, una escena que recordó el funeral de Juan Pablo en 2005, cuando unas 3 millones de personas le rindieron homenajee.
Benedicto recordó ese día hace seis años y señaló que el inmenso dolor se vio compensado por una enorme gratitud por su vida y pontificado.
“Ya entonces percibimos el aroma de su santidad”, dijo el pontífice para explicar la “razonable prisa” con que se honró a Juan Pablo. Dijo que con “la fuerza de un titán, una fuerza que le llegó de Dios”, Juan Pablo revirtió la marea aparentemente “irreversible” del marxismo. “Reclamó correctamente para el cristianismo el impulso de la esperanza de que alguna manera flaqueó ante el marxismo y la ideología del progreso”, dijo el Papa.
Después de una misa de casi tres horas, Benedicto oró frente al ataúd de Juan Pablo dentro de la Basílica de San Pedro, que permanecería abierto durante la noche y todo el tiempo necesario para que pasen las multitudes de fieles que quieren rendirle homenaje. El ataúd sellado ocupará una capilla lateral en la basílica junto a la famosa escultura de la “Piedad” de Miguel Angel.
La policía, autoridades del gobierno y el Vaticano estimaron la cifra de los que asistieron a la misa en 1,5 millones. Apenas unos cientos de miles cabían en la Plaza de San Pedro y las calles aledañas, pero otros se congregaron frente a alguna de las 14 pantallas gigantes instaladas en diversos lugares de la ciudad o siguieron la ceremonia por radio en polaco o italiano.
- 14 enero.- Benedicto XVI promulga el decreto por el que se reconoce un milagro por la intercesión de Juan Pablo II, la curación inexplicable para la ciencia de la monja francesa Marie Simon Pierre, que padecía desde 2001 Parkinson.
Juan Pablo II proclamado
beato ante más de un millón
de fieles
EFE/APCiudad del Vaticano.- Benedicto XVI proclamó este domingo beato en el Vaticano a Juan Pablo II, en la beatificación más multitudinaria de la historia de la Iglesia, en la que dijo que el papa Wojtyla devolvió al cristianismo aquella carga de esperanza que se le dio al marxismo y a la ideología de progreso.
Ante más de un millón de personas, según datos facilitados por el Vaticano y la policía italiana, seis años y un mes después de su muerte, Juan Pablo II (1920-2005) fue elevado a la gloria de los altares por su sucesor, lo que no ocurría desde hacia mil años.
Benedicto XVI, que fue su colaborador durante 23 años, resaltó la figura del primer papa polaco de la historia y manifestó que subió al Solio de Pedro llevando consigo "la profunda reflexión sobre la confrontación entre el marxismo y el cristianismo, centrada en el hombre".
"Ya entonces percibimos el aroma de su santidad", dijo el pontífice para explicar la "razonable prisa" con que se honró a Juan Pablo II. Dijo que con "la fuerza de un titán, una fuerza que le llegó de Dios", el papa polaco revirtió la marea aparentemente "irreversible" del marxismo. "Reclamó correctamente para el cristianismo el impulso de la esperanza que de alguna manera flaqueó ante el marxismo y la ideología del progreso", dijo el Papa.
A Juan Pablo II se le atribuye haber ayudado a derribar el comunismo en su Polonia natal con el apoyo al sindicato Solidaridad, lo que aceleró la caída de la Cortina de Hierro.
Benedicto XVI recordó la famosa frase de Juan Pablo II: "No temáis, abrid de par en par las puertas a Cristo" y señaló que Wojtyla "abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante, fuerza que le venía de Dios, una tendencia que podía parecer irreversible".
El Papa recordó los viajes que Juan Pablo II realizó a España y Latinoamérica y destacó "el calor y la estima sincera y entrañable" que siempre encontró.
Durante el rezo del Regina Coeli, que sustituye al Angelus en tiempo de Pascua, Benedicto XVI saludó a los fieles españoles y latinoamericanos, a los cardenales, obispos y a las delegaciones oficiales de estos países que asistieron en el Vaticano a la beatificación de Juan Pablo II.
"El nuevo beato recorrió incansable vuestras tierras, caracterizadas por la confianza en Dios, el amor a María y el afecto al Sucesor de Pedro, sintiendo en cada uno de sus viajes el calor de vuestra estima sincera y entrañable", dijo en español. El ataúd que permanecería abierto durante la noche y todo el tiempo necesario para que pasen las multitudes de fieles que quieren rendirle homenaje.
El ataúd sellado ocupará una capilla lateral en la basílica junto a la famosa escultura de la "Piedad" de Miguel Angel.
Juan Pablo II fue proclamado beato en la festividad de la Divina Misericordia, instituida por él para honrar el culto impulsado por santa Faustina Kowalska, una religiosa de la que se consideraba discípulo y que es conocida como la Teresa de Jesús polaca.
En la fachada principal de San Pedro fue descubierto un retrato de tamaño gigante del nuevo beato, en el que se le ve sonriendo con la capa pluvial, copia de una foto de 1995. El Papa estipuló que la fiesta litúrgica del flamante beato se celebre el 22 de octubre, aniversario del comienzo de su pontificado (en 1978).
El milagro que eleva a
Karol Wojtyla a
los altares
Marie Simon Pierre es una monja francesa de 49, perteneciente a la congregación de las Hermanitas de las Maternidades Católicas. La religiosa sufría de mal de Parkinson, la misma dolencia que aquejaba a Juan Pablo II.La enfermedad le fue diagnosticada en 2001, y desde el primer momento recibió tratamientos paliativos que, aunque no la curaban, si atenuaban los síntomas propios del Parkinson.
Al morir Juan Pablo II el 2 de abril de 2005, sor Marie y sus compañeras de congregación comenzaron a rezarle al fallecido Papa.
"Ante la noticia del fallecimiento del Papa Karol Woityla, que sufrió la misma enfermedad, sor Marie y sus hermanas de la congregación comenzaron a invocar al difunto pontífice para pedir la curación", explicó el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.
"El 2 de junio de 2005, cansada y oprimida por los dolores, la religiosa manifiesta a la superiora la intención de renunciar al trabajo profesional" en una maternidad de París, narró Amato.
"Sin embargo, la superiora le invita a confiar en la intercesión de Juan Pablo II. Al retirarse, la religiosa pasa una noche tranquila. Al despertarse, se siente curada. Desaparecen los dolores y deja de sentir la rigidez en las articulaciones", agregó el cardenal.
"Era el 3 de junio de 2005, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Interrumpe inmediatamente el tratamiento y se va a ver al médico que la atendía, quien no tuvo otra posibilidad que constatar la curación", explicó el purpurado salesiano. La investigación diocesana sobre la curación inexplicable de sor Marie Simon Pierre arrancó en 2007 en la Arquidiócesis francesa de Aix-en-Provence, donde se encuentra la maternidad en la que trabajaba la religiosa.
Sor Tobiana, la monja polaca que le cuidó hasta su muerte, y sor Marie Simon Pierre -cuya curación de manera inexplicable para la ciencia del parkinson que padecía le ha llevado a la beatificación- llevaron hasta el altar mayor un relicario con una pequeña ampolla con sangre de Wojtyla.
A la beatificación asistieron la gran mayoría de cardenales y obispos de España y Latinoamérica, así como delegaciones de España, México, Honduras, República Dominicana, Panamá, Venezuela, Colombia, Argentina, Chile, El Salvador, Perú, Guatemala, Brasil, Puerto Rico, Ecuador, Nicaragua, Cuba.
Con información de El Universal
Latinoamérica celebró
por el Papa Amigo
Para rendir homenaje al nuevo beato Juan Pablo II, el arzobispo de Caracas, cardenal Jorge Urosa Savino, presidió una misa en el estadio de Parque Miranda, en la capital.Urosa Savino señaló, minutos antes de iniciar la eucaristía, que la beatificación del Papa polaco es un llamado a los católicos a seguir el camino de Jesucristo, por la entrega generosa que el Sumo Pontífice hizo a Dios, reseñó El Nacional en su servicio digital.
El Cardenal recordó que el mensaje que Juan Pablo II siempre llevó a la juventud en sus visitas a diversos países, fue abrir los corazones a Jesús, así como a defender la vida y la humanidad. "Estamos llamados a ser constructores de la paz".
En la misa intervino Adrián Guacarán, quien durante la primera visita que hizo el Papa a Caracas le interpretó la canción El Peregrino.
Bendecida escultura del Papa en Valencia
Celebrada misa por beatificación del Papa Juan Pablo II
Monseñor expresó su satisfacción por la ceremonia de beatificación. (Mauricio Centeno)
Alfredo Fermín
El arzobispo de Valencia, Reinaldo Del Prette, presidió este domingo la festividad de la Divina Misericordia en la iglesia de El Morro, donde expresó las gracias a Dios por la beatificación del Papa Juan Pablo II, del cual afirmó que no tardará mucho tiempo para que sea declarado santo por haber sido un hombre de Dios.
Monseñor concelebró esta misa con el padre Miguel Jiménez, párroco de la Divina Misericordia, en la cual recordó la devoción que tuvo el Papa Juan Pablo II, por santa Faustina, la monja polaca a la cual se le apareció Jesús y la inspiró para que lo pintara con dos rayos, que simbolizan la sangre y el agua que brotaron de la profundidad de su misericordia, cuando su corazón agonizante fue traspasado por una lanza en la cruz, como forma de proteger a las almas.
Con el templo hermosamente adornado y lleno de feligreses, monseñor Del Prette, expresó su satisfacción por la ceremonia celebrada en la plaza de San Pedro “en una forma realmente desbordante, por el gozo y la alegría que había en Roma. Ciertamente fue algo supremamente grande”.
En Valencia, la feligresía de la iglesia San Antonio, en Prebo, celebró este domingo la solemnidad de la Virgen de Fátima, la Divina Misericordia y la beatificación del papa Juan Pablo II con una procesión por la urbanización Prebo.
El padre Miguel Pan pidió a los católicos que escuchen el llamado del anterior Papa y que sigan a Cristo. En la eucaristía de las 5 de tarde fue bendecida una escultura del papa Juan Pablo II del artista Adolfo Estopiñán, quien regaló además al padre Pan una réplica en pequeño tamaño.
Brasil espera renovación de Iglesia
En Brasil, que tiene el número mayor de católicos en el mundo, los creyentes consideraron importante la beatificación de Juan Pablo II y esperan que propicie una renovación de la Iglesia.
"La beatificación renovará la fe de aquéllos que hubieran perdido su camino y que dejaron la Iglesia", dijo Adimir Godoy a su salida de una misa dominical en la iglesia de Santa Cecilia, en el centro de Sao Paulo. "El papa Juan Pablo nos bendijo a todos con su vida y merece ser un santo".
Argentina atenta al Vaticano
En Buenos Aires la beatificación fue seguida con atención por los fieles católicos argentinos que realizaron una vigilia y acompañaron los actos desde el Vaticano a través de pantallas gigantes de televisión.
En la Catedral Metropolitana la vigilia de oración comenzó a las once de la noche del sábado. En la entrada se colocó un busto de Juan Pablo II, que visitó el país en 1982 y 1987. "Juan Pablo II, te quiere todo el mundo", cantaban los jóvenes.
En Córdoba, a unos 800 kilómetros al norte de la capital, se expuso el "papamóvil" que utilizó Juan Pablo II en su visita a la arquidiócesis de la ciudad en 1987.
Gran misa campal en Quito
Los ecuatorianos celebraron la elevación a los altares del Papa polaco con una gran misa campal en la denominada "Cruz del Papa", del parque capitalino La Carolina, sitio en el que el extinto Papa se dirigió en 1985 a miles de feligreses.
Peruanos vistieron de morado y marrón
En Lima, miles de fieles celebraron la beatificación frente a las principales iglesias de ocho ciudades de la costa del Pacífico, el sur altoandino y la Amazonia que fueron visitadas por el papa polaco en 1985 y 1988.
Los católicos limeños, con tradicionales hábitos morados y marrones, se agruparon desde la noche del sábado frente al monasterio de Santa Catalina, construido en el siglo XVII, donde recibieron cantando la beatificación de Karol Wojtyla.
Panamá levantará capilla en honor al Beato
Las autoridades de la Iglesia Católica panameña colocaron el domingo la primera piedra en donde se levantará una capilla en honor a Juan Pablo II en un acto de celebración por la beatificación del pontífice.
La zona donde se construirá la capilla, que sirvió en el pasado como base militar de Estados Unidos, fue escenario para una misa multitudinaria que ofreció Juan Pablo II durante su visita en 1983.
Salvadoreños celebraron con caravana
En El Salvador, decenas de fieles católicos realizaron una vigilia la madrugada del domingo en una iglesia de la capital luego del recorrido de una caravana de vehículos que encabezó el Papamóvil, un vehículo blindado y con una cabina especial que transportó al Papa en su primera visita del 1983 a este país. Su segunda visita fue en febrero de 1996.
Chile recordó ayuda del Papa en conflicto limítrofe
Los chilenos celebraron con una eucaristía en la que también se agradeció la mediación de Juan Pablo II en el diferendo limítrofe con Argentina, en 1978.
Los cancilleres Rafael Moreno de Chile y Héctor Timerman de Argentina participarán este lunes en el Vaticano en una ceremonia de agradecimiento a la mediación papal en la Casina Pío IV, donde se realizaron muchas de las negociaciones.
Misa de acción de gracias en Uruguay
El Arzobispo de Montevideo, monseñor Nicolás Cotugno celebró el domingo una misa en acción de gracias en la Catedral Metropolitana por la beatificación de Juan Pablo II.
La Iglesia Católica uruguaya dejó para el 15 de mayo la celebración de una misa campal en la Cruz de Tres Cruces, erigida para la primera visita de Juan Pablo II a Uruguay en 1987, que presidirá el Cardenal Marc Ouellet, Prefecto de la Congregación para los Obispos de la Santa Sede.
Colombia feliz
El presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia y arzobispo de Bogotá, monseñor Rubén Salazar Gómez, celebró el domingo la beatificación de Juan Pablo II con una misa en el sur de la capital colombiana.
Con los latinoamericanos, Juan Pablo II "se hizo amigo de ellos, les habló, les llegó al corazón, los escuchó en sus necesidades, los bendijo, los animó y los motivó a amar a Jesucristo", dijo el obispo Leonardo Gómez Serna.
Con información de The Associated Press
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