Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

sábado, 7 de mayo de 2011

¡Qué placer es leer a Rafael Poleo!

Rafael Poleo: Los “parámetros diferentes” de José Vicente Rangel




Rafael Poleo
Péndulo / Nuevas Crónicas Trashumantes
Revista ZETA
Opinión
06-05-2011

Crónica a propósito del repugnante episodio del traicionado paraco sueco, un infeliz que confió en la palabra de gente cuya ética es la del atracador.

La entrega al enemigo de un aliado que confia­damente viene a casa no es lo más honorable que puede hacer un sedicente socialista con pretensio­nes de hombre de izquierda. Cuando se cae en semejantes abismos las posibilidades que se impo­nen son escalofriantes. Las alarmas colaterales son de tanta o mayor fuerza como el caso mismo. ¿De qué no es capaz este hombre? Resistamos la ten­tación que sugiere esa pregunta. Vamos al grano.

¿Por qué Chávez tuvo que entregarle a Santos el llamado “faraco sueco”? El guerrillero Pérez Ba­rrera, la víctima, dice que “la orden vino de arriba”, con el ministro Izarra en el sitio de los aconteci­mientos, cuidando no hubiera debilidades. Sin esos cuidados, el faraco sueco hubiera pasado liso.

José Vicente Rangel, autorizado intérprete de la conducta de su jefe político el comandante Chávez, lo ha tratado de explicar en un artículo críptico y circunloquio, en el estilo de Marianela Salazar cuando habla “con cierta ligereza”. J. V. dice algo así como que la política tiene su propia lógica. Lo leí hasta tres veces y me quedó la sensación de que J. V. quiso pero no se atrevió a decir “su propia ética”.

Lo cierto es que con la computadora de Reyes y la del Mono Jojoy -que es más gorda-, más la locuacidad de Makled, Hugo Rafael Chávez Frías queda con el trasero al aire como socio de la narco-guerrilla. Vista la infortunada circunstancia de que el mencionado Hugo Rafael es Presidente de Venezuela, este errático país es quien queda en tan desairada postura. De la revolución y sus próceres nada queda por discutir. Sumadas las confesiones de Makled, la naturaleza misma de la revolución queda en entredicho. El objetivo de esa revolución deja de ser reivindicativo para conver­tirse en exitosa cruzada de enriquecimiento perso­nal ejecutada según los “parámetros diferentes” que José Vicente invoca.

Por supuesto, la condición de izquierda y la ideología socialista nada tienen que ver con ese tráfico, lo cual va haciendo difíciles ciertas convi­vencias, como a su pesar lo va entendiendo el emblemático Partido Comunista. Porque, más allá de los excesos a que conduce la reyerta política, en la cual nada se concede al adversario, lo cierto es que el socialismo y la izquierda son realidades no sólo respetables, sino indispensables. El socialis­mo, que no es esto de Cubazuela, movió los cambios sociales que hicieron la vida vivible para la mayor parte de la humanidad, la que antes estaba condenada desde la cuna hasta la tumba a condi­ciones de vida intolerables. La izquierda es con­ciencia de un mundo que sin ella se dejaría arrastrar por el más torpe conformismo y miraría con indife­rencia las peores injusticias. Ni el socialismo ni la izquierda tienen la culpa de lo que con ellos están haciendo sus secuestradores, los mismos que han plagiado al Libertador.

Al izquierdista honesto se le conoce porque practica la autocrítica, aprendizaje básico en la formación de un hombre de izquierda. Con esto, Marx no hizo sino darle un ropaje laico al examen de conciencia de los cristianos, el cual a su vez tiene su origen en la catarsis de los griegos. Hermosa tradición mediterránea.

Hombre de izquierda fue Kruschev, quien en el XX Congreso del Partido Comunista de la URSS denunció los crímenes de Stalin, uno de los personajes más tenebrosos que han pasado por la histo­ria de la humanidad. Hombre de izquierda fue Howard Fast, autor temprano de “Espartaco” y tardío de una saga sobre los humildes inmigrantes que hicieron la grandeza de los Estados Unidos de Norteamérica. Fast asumió el rol sacrificado de dirigir “The Daily Worker”, el diario del Partido Comunista de EE.UU. Soportó con entereza la exclusión social de ser comunista en un país entra­ñablemente capitalista y no se quebró ante la persecución del macartismo. Cuando el discurso de Kruschev reveló los crímenes del stalinismo, se presentó en la sede del partido y entregó su carnet con una simple frase: “Estuve equivocado toda mi vida”. Y se encerró a seguir siendo y viviendo como un hombre de izquierda.

Auténticos hombres de izquierda no hay mu­chos. Aquí entre nos, ser de izquierda es más difícil, tanto como fácil es proclamarse tal. Ser de izquierda es asumir una posición crítica ante la vida, ante la Historia, ante sí mismo. Esos lamecu­los de Chávez no son de izquierda ni derecha. Son lameculos. Por definición, el hombre de izquierda no puede ser incondicional. Si no es un imbécil o un pobre de espíritu, el incondicional es un oportunis­ta, un carrerista, un buscalavida, un voyaverqué-consigo. El incondicional es todo lo que no es el hombre de izquierda. Para ser de izquierda hay que ser como Eduardo Gallegos Mancera, como Cruz Villegas, como Jorge Rodríguez (el padre). Para ser de izquierda hay que tener los cojones rayaos.

Para ser de izquierda, amigos míos, hay que rectificar sin perder la esencia. Rectificar justamente para no perderla. Porque la vinculación de la iz­quierda con la libertad es íntima e indisoluble, y la libertad más importante es la del espíritu. Uno puede estar preso, que lo he estado, y en su calabozo ser un hombre libre. Uno puede estar desterrado, que lo estoy, y sentir la patria en las plantas de los pies donde quiera que las pose. No se puede ser de izquierda y apoyar déspotas. No se puede ser de izquierda y aplaudir como una foca, sin analizar lo que se aplaude -ser de izquierda no es una alienante militancia partidista, sino una permanente aventura intelectual. No se puede ser de izquierda y envilecer a los humildes negándoles la dignidad del trabajo y substituyéndosela-crimen nefando- por la conduc­ta del pordiosero que hace cola para recibir limosna del caudillo que lo naricea.

La condición de izquierda supone una ética exigente. José Vicente Rangel ha debido apren­derlo en una vida vivida a contrapelo. La entrega del guerrillero Pérez Barrera no cabe dentro de esa ética. En realidad, no cabe sino dentro de la ética del atracador que aplicó Hitler y cada día imita Chávez, ese muchacho que es fascista sin siquiera saberlo. Donde sí entra como anillo al dedo es en la ética fascista. En el socialismo no. El socialismo está hecho de consideraciones humanas que pue­den ser imprácticas pero que, junto al cristianismo, han permeado al hombre contemporáneo dotán­dolo del sentido de la compasión -esa capacidad de sufrir con el otro. Para una sensibilidad socialis­ta, la entrega del faraco sueco es una traición abominable, adjetivo que, según recuerdo, sólo utilicé antes cuando en un calabozo de la Disip y bajo un gobierno al cual estuve vinculado el comu­nista Jorge Rodríguez murió víctima de la tortura.

Una sensibilidad normal, no ideológica, senci­llamente humana, no puede regocijarse en el re­pugnante episodio del faraco traicionado. No podemos acostumbrarnos a ver esas maldades con el cristal que José Vicente nos propone. Por ese camino nos convertiremos en un país de canallas, que todavía no lo somos. Irresponsables sí, como cuando votamos (votaron) por un atolondrado sin principios cuya personalidad cambia cada vez que encuentra “un nuevo mejor amigo” que le ayuda a encubrir delitos comunes cometidos por familiares y conmilitones.

El hecho objetivo es que al faraco sueco le era normal pasar por Venezuela, su guarimba de toda la vida y de todos los faracos. Ese era el trato entre Chávez y las FARC, y ese trato no se ha revocado. Hasta cédula venezolana tenía, para votar dentro de las curiosas condiciones del REP. Su entrega es una canallada fascista que repugna como nos re­pugnó la represión nazi contra los comunistas. Un acto absolutamente inhumano. Para condenarlo no hay que ser de derecha ni de izquierda. Basta ser un hombre.

¡Qué falta está haciendo en Venezuela un par­tido de izquierda!

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