Democracias latinoamericanas (3)

El carabobeño 05 agosto 2011
César Esteves || Scorpius
Democracias latinoamericanas (3)
cgep2007@hotmail.com

Mancheta de hoy: ¿Por qué no dice la Lotería del Táchira donde cayó el premio de 12 millones y tantos de bolívares correspondiente al sorteo del domingo 24 de julio?

Las democracias de América Latina comienzan y terminan con las elecciones. Ah!: Las elecciones son una fiesta que el que ve eso de fuera dice, estos pueblos son una monada de felicidad. Pero prontamente, al día siguiente de terminado el proceso y sentado en su silla el ganador. Y ya... un puntapié tanto a los que celebran, como a los alicaídos por la pérdida, es la costumbre.

El pueblo, es decir, la nación sin clases, sin división de ninguna especie, no puede gobernar sino por medio de delegados que podemos llamar partidos políticos que son los agentes suyos y sus representantes quienes son los encargados de seleccionar cada uno de ellos el candidato de su predilección. Esa estructuración así constituida, es la base esencial de toda democracia. Pero en el mundo latinoamericano o tercer mundo hay un problema que pensamos no sabemos si con desconsuelo o ausencia de esperanzas para una transformación futura (y esto lo vemos muy difícil); hay necesidad suma de contar con una instancia primordialísima Primun Movis de un auténtico Estado de derecho y es un consejo de consultas y medición de capacidades, verdadero confesionario del individuo que aspira a una primera magistratura de una nación cualquiera menos por supuesto, los estados monárquicos que abundan en el viejo mundo. Es el muy ilustra Consejo Supremo Electoral o Poder Electoral de los pueblos civilizados y organizados políticamente. Es el tutor por excelencia de un régimen de libertades públicas cuando el riel a seguir es el profundo respeto a la Constitución de la República. En la sabia escogencia de este organismo que debe ser absolutamente apolítico, reside la perfectibilidad del sistema. En el desvarío de este orden de cosas también reside nuestra desgracia política de casi todos los pueblos de la América española. La corrupción de un Consejo Electoral que se desplaza genuflexo cuando ve al Jefe del Estado y siempre se repliega a él, se alcanza la triste jerarquía de una pueblo en despelote... En Venezuela tenemos un ejemplo, porque es un pueblo indefenso y quien tenía que defenderlo tienes las fauces de sus arcas abiertas para la oportuna deglución de emolumentos.

Un pueblo indefenso es el caldo de cultivo para el dolo. Es esta y no otra, la situación actual nuestra. La milicia no es defensa de la democracia, no depende precisamente de ese cuerpo con que está conformado el ejército de un país, pues es ella apolítica y no deliberante. Desde que el presidente sacó a los militares de donde estaban en su puesto de obediencia, se nota claramente que Chávez no conoce a Bolívar. La defensa de la democracia está en la fisonomía indeclinable del Poder del Pueblo en que están cifradas todas las fuerzas para acometer sobre cualquier irregularidad que surja del cuerpo de funcionarios que manejan la administración del Estado bajo la estricta y consecuente dictadura de las leyes.

Una de nuestras debilidades más odiosas es la adulación, germen que ha carcomido la personalidad en numerosas e increíbles ocasiones y en gente que fácilmente por hacer a una cuenta bancaria que no tenían, pues, pasan como se dice, el charco a pie si es necesario. Eso está ocurriendo en Venezuela con los militares de todos los rangos que con su actitud de desprestigio, el brillo de sus galas en la mirada de sus admiradores, se ha opacado hasta volverse indescriptiblemente mustias.
Continuaremos.