Lectura Tangente
Notitarde 26-05-12
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El futuro de la historia
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Antonio Sánchez García
1
"Nadie ha hecho más por convertir
la narración histórica corta en una forma de arte" –escribió Anthony
Beevor en su crítica a esta breve joya de la reflexión histórico filosófica que
es EL FUTURO DE LA HISTORIA[i] – "que Anthony Lukacs." Difícil no
compartir tan excelsa opinión sobre el afamado historiador nacido en Hungría en
1924 y establecido en Londres, donde ha enseñado y escrito más de 30 obras
sobre nuestra historia contemporánea. Uno de los más grandes especialistas en
la Segunda Guerra Mundial, ha dejado testimonio de su perspicacia y hondura en
dos pequeñas obras que iluminan graves episodios que conformaron nuestra
modernidad: SANGRE, SUDOR Y LÁGRIMAS, el discurso que ganó la guerra, y CINCO
DÍAS EN LONDRES, mayo de 1940, Churchill solo frente a Hitler.
Bastarían para ingresarlo al salón de
la fama de los grandes historiadores del siglo. Con sigilosa acuciosidad,
Lukacs penetra en los secretos de días cruciales que decidieron el destino de
la humanidad. Siempre acicateado por la angustia existencial que motiva su
obra: desentrañar el destino de los acontecimientos, su inevitabilidad, la
acción decisoria de las circunstancias y el papel de los grandes espíritus que
se encontraron en el epicentro de los sucesos. Siempre motivado por la
preocupación vital de todo auténtico historiador: lo sucedido, ¿fue inevitable
o los hechos pudieron haber acontecido de otra forma? ¿Cuál ha sido el marco de
acción de los protagonistas de los acontecimientos cruciales de la historia,
hasta dónde cayeron como un guillotinazo sobre inermes voluntades o fueron
auspiciados o entorpecidos por la conciencia de los espíritus más preclaros o
más torpes de la época?
Asuntos nada ajenos a nuestras propias
preocupaciones existenciales, cuando no solo nos vemos arrastrados por hechos
cuya fatal incidencia sobre nuestro futuro inmediato – ya convertido en pasado
y presente de estas angustias - supimos anticipar, sin tener la más mínima
posibilidad de incidir sobre su desenlace, que se hizo inevitable por acción de
la miopía, la estulticia y la vanidad de quienes manejaron los grandes
escenarios, así como los conciliábulos en los que finalmente se tomaron las
grandes y fatales decisiones que nos condujeron a este desastre.
El futuro de la Historia reflexiona al
otro extremo de Cinco días en Londres: mientras la notable figura de Churchill
rescata la acción heroica, lúcida y valerosa de un hombre solo frente a su
destino y su asombrosa capacidad de torcer la suerte de una aventura
totalitaria global que parecía inexorable, amparado en su visión estratégica y
blindado por una voluntad a prueba de grandes catástrofes, El futuro de la
Historia, trata no sin cierto desconcierto de la naturaleza esquiva de la
historia en la época de dos de sus más resaltantes características: el
anonimato de la burocratización que puede encontrarse tras las grandes
decisiones y el cúmulo inabarcable de la información de que se dispone sobre
los más nimios y aparentemente insignificantes hechos.
Lo cual, bajo la sombra de un fenómeno
que ya anunciara Alexis de Tocqueville en LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA: el efecto
deformador de la conciencia ciudadana por obra de la publicidad como eje de la
acción política y la masiva irrupción de grandes mayorías en el universo
político convertido en mercado electoral. Y desde luego, de la acción medular
del propósito de la publicidad: convertir las opciones políticas en mercancías
y el convencimiento del elector en la compra venta de un producto bien
empaquetado por las encuestas: el vendedor de ilusiones.
2
El objetivo de la publicidad política
no es difundir un mensaje: es crear la falsa ilusión de la mayoría. "O
dicho en otras palabras: la tarea de la publicidad es la de simular que existe
una mayoría. Problemas de cantidad; problemas de calidad. Ambos se solapan y
ambos ponen en juego los materiales mismos del vasto templo de la
historia".[ii]
¿Qué hacer ante la multiplicidad de
informaciones y la contradictoria variedad de las fuentes para llegar al meollo
del acontecimiento y poder así narrar la verdad de los hechos? El periodista
Ramón Hernández va al grano: entrevista al personaje y mediante un acercamiento
sobrio, prolijo y circunspecto nos muestra su íntima verdad. La de un hombre,
Carlos Andrés Pérez[iii], que creyó tener la razón – posición que Ramón
Hernández no duda en ratificar – y debió caer abatido por un extravío colectivo
en que se funden las ambiciones, los torvos propósitos desestabilizadores, las
inconsistencias y la irresponsabilidad de personajes del primer plano político,
intelectual y mediático, amparados por la apatía y el anonimato de masas tan
amorfas e históricamente inconscientes como las que llevaban a sostener a
Ortega y Gasset que el hombre-masa, artífice de la rebelión de la modernidad,
vivía en el más absoluto presente, ajeno a la más mínima conciencia del devenir
histórico. La vida, au jour le jour. Después de mí, el diluvio.
En muy bien condensada 120 páginas y
bajo el imperativo de la brevedad cablegráfica, Ramón Hernández repasa y resume
la vida del segundo gran protagonista de la última mitad del siglo XX
venezolano, junto a Rómulo Betancourt artífice de la democracia moderna
venezolana, con sus grandes éxitos y sus grandes fracasos, sus grandes logros y
sus grandes falencias. Un hombre que confió en el poder demiúrgico de su
carisma, desestimó los rencores y odios represados en las élites nacionales y
creyó posible fundar una democracia liberal ilustrada sin consideración de las
grandes deudas y sobre todo de los insuperables intereses de factores anclados
en el populismo, la estatolatría, el rentismo y el clientelismo político y
cupular que decidieran coaligarse para sacarlo del juego y asesinarlo
políticamente – el asesinato físico lo frustró él mismo con su indoblegable
coraje y decisionismo un 4 de febrero de 1992.
De la generosa pluma de Ramón Hernández
se desprende un personaje entrañable, superior a todos sus contemporáneos,
incapaz de sentir odios y personalizar su tragedia e incapaz de imaginar la
dimensión y el volumen de la maldad que sus éxitos habían desatado entre sus
compañeros generacionales y la envidia corrosiva que desmoronaba el partido de
sus máximas querencias.
Junto a otras importantes obras que han
abordado el tema de la gran crisis desatada por el ascenso al poder del tribuno
de Rubio y los golpes de Estado que suscitara, como la de Mirtha Rivero, LA
REBELIÓN DE LOS NÁUFRAGOS, esta breve y enjundiosa biografía de Ramón Hernández
debiera ser de obligada lectura para quien no pertenezca a la generación tan
temida por el filósofo español. Aquella que considera ser el principio, y no el
fin de la historia.
3
Ve la luz casi simultáneamente con la
biografía de Carlos Andrés Pérez el dramático y estremecedor reportaje de los
tres días que conmovieron a Venezuela a partir del 11 de abril de 2002: EL
SILENCIO Y EL ESCORPIÓN, Crónica de un golpe de Estado, del norteamericano
Brian Nelson.[iv] En una excelente edición al cuidado de la profesora Angelina
Jaffé y un equipo de traductores bajo su coordinación, brilla la intención
anunciada en el epígrafe de Agnes Heller: "Así se evalúen las decisiones
morales bajo estándares universales o a la luz de tradiciones locales, todos
los conflictos morales son contextuales". Imposible mejor acercamiento al
libro de John Luckacs y al de Ramón Hernández: la comprensión de nuestra
encrucijada histórica a la luz de la responsabilidad individual y colectiva de
un pueblo desorientado, que aún no recoge y comprende los frutos de su pasado
para acertar en los designios de su futuro.
Mientras el partido ganancioso de los
eventos, a partir de los cuales supo aprovechar el quiebre de una tradición
institucionalista para consolidar un régimen caudillesco y neo dictatorial,
violatorio de todas sus normas, se ha negado sistemáticamente a satisfacer la
exigencia de la OEA y de la oposición democrática para conformar una comisión
de la verdad que permita dar paso a una auténtica reconciliación nacional, lo
acontecido en esos trágicos días de abril ha quedado en manos de la
interpretación de los propios protagonistas y de algunos observadores.
Aunque Brian Nelson no es venezolano,
vivió en nuestro país y pudo asistir en la mayor proximidad al desarrollo del
proceso que culminaría en los sórdidos episodios que narra con prolija
documentación y el testimonio de muchísimas fuentes de primera mano. Con una
riqueza narrativa y una tensión dramática digna de una obra de ficción. Resulta
naturalmente controversial y difícil poder establecer un dictamen fehaciente
sobre la naturaleza de los hechos, la voluntad o espontaneidad de lo acontecido
y la eventual presencia de factores interesados en que ellos se desarrollaran
del modo en que tuvieron lugar. En primerísimo lugar el castrismo cubano, al
acecho del petróleo venezolano desde el nacimiento mismo de su revolución
marxista.
Lo que resulta evidente es la inmensa
actualidad de su aproximación, el calor contagioso del hilo narrativo y la
inmediatez de los acontecimientos, todavía inconclusos y sin un claro
desenlace. La verdad de abril no terminará por establecerse hasta que no se
descorra el telón de su desenlace y Venezuela no asuma a plenitud la democracia
o la dictadura que entraña. Pocas veces el análisis de nuestra historia ha sido
tan necesario y el conocimiento de la verdad tan urgente como hoy. Sin poder
evadir un asunto de dramática vigencia y que John Lukacs parece advertir
anticipando el futuro de la historia: la verdad no es una adecuación positiva
de un hecho a su discurso narrativo. Es, como decía Hegel, un hecho concreto:
el esfuerzo por humanizar el devenir y hacer del futuro el reino de la
libertad. Una verdad pendiente, que espera por nosotros.
[i] El futuro de la Historia, John
Lukacs, Turner Noema, Madrid, 2011.
[ii] Pág. 37
[iii] Carlos Andrés Pérez, Ramón
Hernández, Biblioteca Biográfica Venezolana, El Nacional BanCaribe, Caracas
2012.
[iv] El silencio y el Escorpión, Brian
Nelson, Editorial Alfa, Caracas, 2012.
E-mail: sanchezgarciacaracas@gmail.com
Twitter: @sangarccs/
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