1
En los prolegómenos de las elecciones presidenciales, cuando la sociedad colombiana
no despertaba aún del impacto que le causaran las revelaciones de las últimas
encuestas que mostraban la irrupción aparentemente arrolladora del candidato
Antanas Mockus en la segunda vuelta contra el candidato Juan Manuel Santos,
sostuve una larga conversación telefónica con Fernando Londoño Hoyos, ex ministro
de Interior y Justicia del gobierno de Álvaro Uribe, a quien no conocía. Alberto López
Oliver, un amigo común avecindado por entonces en Bogotá, le había hecho llegar mis
coordenadas y Londoño pensó que mi opinión podría ser de algún interés para comprender
lo que estaba ocurriendo en la vecina república. Sabía de mis denuncias contra las
brutales manipulaciones de algunas empresas encuestadoras que habían servido
de instrumento de manipulación de la conciencia ciudadana o de legitimación ante
festum de los fraudes sobre los que aún descansa el pervertido sistema electoral venezolano.
No pude servirle de mucho. Le señalé que me parecía absolutamente irreal que el
abrumador prestigio que le traspasaba Álvaro Uribe a su ex ministro de defensa se volatilizara
de manera tan abrupta en tan corto tiempo. Pero le comenté asimismo los extraños giros
que pueden dar las preferencias de los electores llegados a una situación límite,
lanzándose irresponsablemente a los abismos de sus caprichos y veleidades, como
sucediera – y sigue sucediendo – en nuestra sociedad. Aún no terminamos por comprender
y asimilar las transformaciones del metabolismo social ante la gigantesca capacidad de
injerencia y manipulación de las nuevas tecnologías, algunas favorables a volcánicas
irrupciones de anhelos represados, como ya estaba sucediendo en el norte de África,
y otras capaces de echar por la borda viejas y estabilizadoras certidumbres.
No pude auxiliarlo en su deseo de conocer de algunos asesores electorales venezolanos.
Ya Santos, en todo caso, había decidido servirse de la asesoría de JJ Rendón,
decisión que demostró ser extraordinariamente acertada. Basta con remitirse a las
pruebas: Mockus fue abatido por una avalancha de votos favorables a la preservación
de los logros de Álvaro Uribe y a su política de paz democrática. Así el beneficiario
abrigara secretas intenciones que iban por otro sendero. Y cuyas consecuencias,
vaya insólita contradicción, terminaran costándole por poco la vida al propio ex ministro
Londoño en el brutal atentado que sufriera a comienzos de esta semana.
2
Fue el comienzo de una fructífera relación. Fui entrevistado por él para su popular programa
"La hora de la verdad" en varias ocasiones y aprendí a respetarlo por su intachable
comportamiento democrático, su austeridad de viejo tribuno constitucionalista, su acendrado
valor como defensor de la paz, la seguridad y la democracia colombiana. Con un coraje,
una tenacidad y una vocaciones de veracidad que ha terminado por situarlo al borde de la muerte.
Londoño pertenece a esa vieja élite política colombiana que ve los destinos de la paz
y la prosperidad de nuestros dos países como momentos indisolubles de un mismo
gran proceso histórico social. Unen a Colombia y a Venezuela lazos de consanguineidad,
intereses e historia compartida ya proverbiales. Y no se comprende el destino de uno
sin el acompañamiento del otro. De allí su honda preocupación por el gravísimo deterioro
de la institucionalidad venezolana, su rechazo frontal a la colaboración sin disimulos
de nuestro gobierno con las narcoguerrillas de su país, su denuncia sistemática por
la deriva autocrática y totalitaria del gobierno de Hugo Chávez. Y su coraje en expresar
sus más que fundados temores por la naturaleza forajida de quien ya comienza
a ser denunciado por sus propios funcionarios ante organismos de control internacionales.
Si bien jamás imaginó, y así lo hizo saber, que el candidato que tanto defendiera y que
creyera un consecuente heredero de su amigo Álvaro Uribe terminaría coqueteando con
el contubernio castro chavista, al extremo de despreciar nuestra territorialidad pasando
por sobre este pedazo de la Gran Colombia para entrevistarse con Chávez – su nuevo
amigo íntimo - en suelo extraño y ante la presencia de los Castro.
3
El atentado que ha sufrido este martes en la Avda. Caracas – vaya siniestra coincidencia
– se produce luego de la publicación de su estremecedor artículo Si Chávez Se Muere
(http://tl.gd/hedjnv), en el que pronostica las gigantescas dificultades en las que considera
la inevitable muerte de Hugo Chávez sumirá a la Venezuela que admira y respeta.
Los destinatarios de este horrendo suceso se encuentran a ambos lados de la frontera.
Pero su motivación primaria parte del rechazo militante de Londoño a la discusión
en el Congreso de la República del llamado Nuevo Marco Legal, que le arrebata a la justicia
ordinaria el enjuiciamiento a los actos criminales de las guerrillas y le concede a
Juan Manuel Santos potestad supra constitucional para enfrentar a su aire la supuesta
solución del grave problema de las guerrillas colombianas. En rigor, beneficiando con
la impunidad la acción criminal y desintegradora de las guerrillas castristas que asolan
Colombia desde hace medio siglo. Ello luego del sistemático desmontaje de la exitosa
política de seguridad democrática implementada por Álvaro Uribe, y que en rigor llevara
al poder a su ministro de defensa.
La muerte de Chávez o su derrota electoral, dos eventos que se encuentran profundamente
entrelazados y que comienzan a contar con suficiente fuerza como para que se los advierta
en nuestro horizonte histórico inmediato, fortalecería la vía hacia la paz de la región,
constituiría un golpe mortal para las narcoguerrillas colombianas, que perderían a su
más próximo e importante aliado y cerraría el pasaje hacia este hinterland de las
acciones terroristas, facilitadas a extremos incalculables por nuestro gobierno y sus más
altas autoridades uniformadas.
No es en absoluto aventurado situar los Idus de este destino existencial que nos
estamos jugando en Venezuela en el contexto de las problemáticas relaciones de nuestro
actual gobierno con Colombia y Cuba, dentro del marco regional en que se decide el destino
de América Latina. Uno de los más perspicaces intelectuales latinoamericanos,
el mejicano Enrique Krauze, afirmaría en presencia de un grupo de influyentes
personalidades
venezolanas entre los que tuve la fortuna de encontrarme, que en nuestro país, una vez
más, como entre tantas otras anteriores, se estaba jugando el futuro de América Latina.
De lo que ocurra en Venezuela en el futuro inmediato, señaló textualmente, dependerá
el futuro de nuestra región. El retorno a la democracia venezolana cerrará el paso
al retorno de la desestabilización insurreccional y golpista, pendiente y acechante en
América Latina desde el 1 de enero de 1959, cuando Fidel Castro asaltara el poder
de la isla caribeña. Injerencia insurreccional a la que la obra magnífica de Rómulo
Betancourt pusiera un escollo insalvable.
4
La historia suele jugarse a espaldas de sus protagonistas y a veces contra los datos
inmediatos de su propia conciencia. Hay veces en que el peor verdugo es la propia
víctima. Ni a Carlos Andrés Pérez lo tumban los sectores populares ni son éstos
los que encumbran al Poder a quien llegaría a hacer tábula rasa de los logros de
nuestra democracia. De ambos sucesos son responsables los sectores privilegiados
por la democracia parlamentaria y el sistema económico impuestos en nuestro país
luego de la caída de la dictadura: sus clases medias.
Hoy, como ayer, esos sectores sociales, acompañados en gran medida por la juventud
que recién se incorpora a la lucha política y los campesinos y trabajadores renuentes
a dejarse manipular por el canto de sirena del socialismo totalitario, son el vector de
fuerza fundamental del cambio que reclama la sociedad venezolana. Y en sus manos
se encuentra el destino presente y futuro de nuestro país. Cabe preguntarse por el nivel
de conciencia con que acometen la tarea de rectificar sus graves errores – pues de los
polvos que nuestras clases medias levantaran desde comienzos de los años
ochenta derivan los lodos en que hoy chapoteamos todos los venezolanos – y
la fuerza de convicción, la ambición de grandeza y la decisión con que nuestro candidato
Henrique Capriles Radonski venza todos los graves obstáculos que enfrentaremos.
Unos, herencia de viejas taras ya genéticas, otros, generados o profundizados
a extremos intolerables por la irresponsabilidad ilimitada de la camarilla cívico militar
que ha asaltado el Poder.
De esas gravísimas dificultades trataba el artículo del ex ministro Fernando Londoño.
Sería altamente irresponsable atribuirle la razón última que motivó a los terroristas
que pretendieran acabar con su vida. Tras este siniestro atentado, que dejara tras suyo
un saldo de muerte y desolación, se canaliza el odio ilimitado de las fuerzas de la
disolución, la desintegración y la anarquía colombianas representadas por sus grupos
guerrilleros, la izquierda radical filocastrista y sus ambiciosos tontos útiles de la
burguesía colombiana contra un hombre que los ha enfrentado sin medias tintas.
Es un atentado contra los esfuerzos de paz y de seguridad para la sociedad colombiana,
de prosperidad y de progreso, que tanto reclaman nuestros vecinos.
Quienes luchamos en nuestro país por esos mismos propósitos debemos sentirnos
aludidos. Los enemigos de la paz colombiana son los enemigos de la paz de la región.
Y en primerísimo lugar, de nuestros propios anhelos de paz. Nos conminan a comprender
la dimensión de la guerra civil no declarada en que estamos empeñados. Y que no
obviaremos si cerramos nuestros ojos y miramos de soslayo. Quien por evitar la guerra
hace como si no existiera, no hace más que provocarla. Será su primera víctima.
E-mail: sanchezgarciacaracas@gmail.com
Twitter: @sangarccs
No hay comentarios:
Publicar un comentario