Una pluma ajena al tiempo
RUBEN LOZA AGUERREBERE
Con su aire de campesina indiferente, esta mujer serena y dueña de una cultura enciclopédica, transfiguró literariamente el mundo. Hablo de Marguerite Yourcenar, de quien se cumplen 25 años de su adiós a todos. La célebre escritora francesa es la autora, entre otras obras mayores, de la célebre novela "Memorias de Adriano". Y tiene otro privilegio: fue la primera mujer que ingresó en la Academia Francesa de Letras. En esta hazaña lograda en 1979, que no pudo realizar Colette, correspondió un papel preponderante al novelista y académico Jean d`Ormesson.
Nacida en Bruselas, en 1903, hija de padres franceses, Marguerite Yourcenar dio a conocer su primera obra en 1929, "Alexis o el tratado del vano combate", libro al que siguieron cuatro novelas, un poemario y varios ensayos. La guerra la sorprendió en Estados Unidos, donde fijó su residencia. Obtuvo la nacionalidad americana en 1948, pero renunciaría a ella muchos años después, para poder ingresar así a la Academia Francesa de Letras.
En 1951 se publicó su libro más famoso, el antes citado "Memorias de Adriano", que había comenzado en febrero de 1949. Esta obra maestra de la literatura moderna, le deparó una, por cierto, muy justificada fama internacional. En sus páginas entreteje la autobiografía imaginaria del emperador romano, fundada minuciosamente en la realidad histórica.
Luego vinieron diversos libros. Entre ellos, debemos mencionar otros ya clásicos, como "Recuerdos piadosos" y "Archivos del Norte" y, por cierto, su estudio sobre el novelista japonés Yukio Mishima, quien, como recordará el lector, murió por "hara kiri", tras haber asaltado (insólitamente) con su ejército personal un cuartel militar.
Marguerite Yourcenar concebía la literatura como fragmentos de eternidad, y el Japón, Grecia e Italia fueron ambientes de sus libros. También le dieron numerosos personajes memorables como Alexis, Zenón o Adriano, en los que palpita el hombre diverso, con sus aspiraciones, sus sueños, sus esperanzas, sus derrotas y realizaciones. Si pertenecían a una región, una cultura o un tiempo imposible de conquista directa, los documentos y las visitas a los escenarios, suplían la ausencia de trato. De esa manera utilizó esos estudios como una aventura interior, propicia a la confrontación de glorias y fracasos. Con sueños y fábulas, Marguerite Yourcenar describió el espíritu del hombre de hoy.
La escritora francesa era una mujer ritual: no escribía diariamente, sino a través de arremetimientos creativos. Cuando comenzaba a trabajar sabía dónde iba; previamente lo había imaginado y planeado en su mente.
De cuarenta organizaciones para la defensa de la naturaleza. Dictó clases de literatura con y para niños, en la televisión francesa. Nada limitaba su comprensión. Era una lectora profunda y voraz. Tengo la impresión de que le importaban más los libros que los escritores, aunque, de todos modos, frecuentó a varios de ellos. Conoció a Roger Martin du Gard, a Charles du Bos, a André Gide y a André Malraux, por el que sentía admiración literaria. En sus últimos años de vida mantuvo una estrecha relación con Borges, a quien admiraba.
Levantó el vuelo, como dijimos, en 1987, y en este cuarto de siglo de ausencia, podemos decir que el fulgor de las páginas que escribió Marguerite Yourcenar permanece intocado por el tiempo.
El País Digital
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