La figura de Richard Wagner polariza antes y ahora
"¿Acaso es Richard Wagner un ser humano?", se preguntó Nietzsche
EL UNIVERSAL
martes 21 de mayo de 2013 12:00 AM
Berlín.- "¿Acaso es Richard Wagner un ser humano? ¿No es más bien una enfermedad?". La pregunta del filósofo Friedrich Nietzsche sigue abierta: la figura del genial músico alemán llega a su bicentenario como una de las más influyentes, incómodas, veneradas y detestadas en la historia de la cultura.
Revolucionario de la música, ególatra, megalómano y antisemita, Wagner (1813-1883) despierta pasiones más cercanas a lo religioso que a lo estético. Las descripciones de su música por parte de contemporáneos abundan en alusiones a delirio, posesión y éxtasis. En Alemania se habla hoy de la "droga Wagner".
"Wagner polariza, antes y ahora. En su día por su postura estética y su vocación de poder. Ahora, casi exclusivamente como consecuencia de su antisemitismo. La moral ocupó el lugar de la estética", resume el experto Egon Voss en una de las biografías publicadas con motivo del bicentenario. Pero, ¿quién fue realmente Richard Wagner?
Nacido el 22 de mayo de 1813 en Leipzig como noveno hijo de una familia burguesa, Wagner llevó una vida tan convulsa como la de los personajes de sus óperas, salpicada de amores tortuosos, la constante fuga de sus acreedores, años de exilio y bandazos entre el hambre y la gloria.
Después de que sus primeras obras pasaran desapercibidas y de vagar por Dresde, Magdeburgo, Riga, París o Zúrich, comenzó por fin a triunfar con Rienzi(1842) y sobre todo con El holandés errante (1843) y Tannhäuser (1845), las dos primeras óperas ya típicamente wagnerianas. Lohengrin (1850) asentó esa fama.
La sombra del nazismo y el tono épico de algunos fragmentos de Wagner deformaron con el tiempo la imagen de un compositor esencialmente romántico, cuya obra se caracteriza, ante todo, por una sensualidad sin par en la historia de la música. En 2013 el mundo sigue siendo adicto a Richard Wagner.
Revolucionario de la música, ególatra, megalómano y antisemita, Wagner (1813-1883) despierta pasiones más cercanas a lo religioso que a lo estético. Las descripciones de su música por parte de contemporáneos abundan en alusiones a delirio, posesión y éxtasis. En Alemania se habla hoy de la "droga Wagner".
"Wagner polariza, antes y ahora. En su día por su postura estética y su vocación de poder. Ahora, casi exclusivamente como consecuencia de su antisemitismo. La moral ocupó el lugar de la estética", resume el experto Egon Voss en una de las biografías publicadas con motivo del bicentenario. Pero, ¿quién fue realmente Richard Wagner?
Nacido el 22 de mayo de 1813 en Leipzig como noveno hijo de una familia burguesa, Wagner llevó una vida tan convulsa como la de los personajes de sus óperas, salpicada de amores tortuosos, la constante fuga de sus acreedores, años de exilio y bandazos entre el hambre y la gloria.
Después de que sus primeras obras pasaran desapercibidas y de vagar por Dresde, Magdeburgo, Riga, París o Zúrich, comenzó por fin a triunfar con Rienzi(1842) y sobre todo con El holandés errante (1843) y Tannhäuser (1845), las dos primeras óperas ya típicamente wagnerianas. Lohengrin (1850) asentó esa fama.
La sombra del nazismo y el tono épico de algunos fragmentos de Wagner deformaron con el tiempo la imagen de un compositor esencialmente romántico, cuya obra se caracteriza, ante todo, por una sensualidad sin par en la historia de la música. En 2013 el mundo sigue siendo adicto a Richard Wagner.
Puenzo sigue con su tercera película el rastro de Mengele en Argentina
La cineasta bonaerense (1976) regresa al festival de los festivales con un largometraje que compite en la sección "Una cierta mirada", y que destapa un episodio de la historia argentina todavía latente.
De izquierda a derecha: Ana Pauls, Alex Brendemühl, Lucía Puenzo y Guillermo Pfening (Efe)
EL UNIVERSAL
martes 21 de mayo de 2013 10:58 AM
Cannes.- La directora argentina Lucía Puenzo, que hoy estrenó en el Festival de Cannes su tercera película, "Wakolda", firma con ese filme una aproximación al tiempo en que el criminal de guerra nazi Joseph Mengele, interpretado por el español Alex Brendemühl, estuvo refugiado en Argentina.
Tras haber ganado en 2007 el Gran Premio de la Semana de la Crítica con "XXY", la cineasta bonaerense (1976) regresa al festival de los festivales con un largometraje que compite en la sección "Una cierta mirada", y que destapa un episodio de la historia argentina todavía latente.
Está basada en hechos reales y en la novela homónima escrita por Puenzo, que abordó esa obra, según explicó hoy en entrevista con Efe, por la "enorme intriga que sentía por todos esos hombres que se evaporaron alrededor de la década de los (años) 60, diferentes jerarcas nazis, y en este caso en la cima de la profesión".
Se interesó por todas esas familias argentinas que acogieron a los oficiales bajo sus techos, y por un tema que considera poco discutido y menos todavía llevado a la gran pantalla, porque a su juicio "incluso ahora es muy incómodo para mucha gente".
El viaje de una familia desde Buenos Aires hasta Bariloche, y una vez allí la relación que entablan con el físico alemán que les ha acompañado, sirve de excusa para acercarse a esa historia y al doble juego de identidades al que recurrieron esos refugiados nazis.
La película es una coproducción argentina, española, francesa y noruega, cuenta con la uruguaya Natalia Oreiro, con el argentino Diego Peretti y como protagonista clave con el catalán Alex Brendemühl, un actor, según confiesa, "perturbadoramente similar" físicamente al personaje real.
"Era un cásting imposible, porque tenía que hablar muy bien español, un perfecto alemán con acento de Mengele, y ser parecido físicamente y por edad. Podía ocurrir que no existiera en la faz de la Tierra, estábamos preocupados de no encontrarlo, y por suerte Alex pudo", apunta la realizadora.
Lo que más le atrajo a Brendemühl, de madre española y padre alemán, fue "investigar sobre la historia del pasado de este personaje, sobre el misterio de este monstruo", y a través de la inmersión en esa figura, intentar entender algo sobre su propia historia y la de la sociedad.
"Fue un trabajo duro porque es un personaje rígido, que lo esconde todo, que mantiene una actitud totalmente impermeable al mundo exterior, y quieras o no te obliga a tener un tipo de concentración muy determinada, lo que a veces es bastante agotador, pero súper interesante", señaló a Efe el actor.
La realizadora se centra especialmente en la relación que mantiene con la hija de la familia, de once años de edad, porque más allá del periódico histórico, "que es muy suculento", quería jugar con esos personajes y los vínculos que establecen "encerrados en un gran hotel en las afueras de Bariloche, completamente solos".
Y el hecho de que su tercer filme le haya hecho volver a Cannes, según confiesa, le supone "una alegría gigantesca", porque "no hay mejor lugar en la vida de una película", y ya a "XXY", según ella, le sirvió de "espaldarazo muy importante".
En Cannes cohabita la esencia del cine con toda la superficialidad de las fiestas y del glamour, un "circo absurdo y divertido", en palabras de Brendemühl, que compagina toda esa frivolidad con "películas de denuncia y corte social", y que acaban haciendo que sea "the place to be".
Pasado el brillo del festival, la directora va a volver durante unos meses a la escritura, y el actor regresará al rodaje de la película de Luis Miñarro sobre el reinado de Amadeo de Saboya, "ese rey olvidado que reinó del 1871 al 1873, que vino de Italia y se encontró una España convulsa, como la España actual".
Tras haber ganado en 2007 el Gran Premio de la Semana de la Crítica con "XXY", la cineasta bonaerense (1976) regresa al festival de los festivales con un largometraje que compite en la sección "Una cierta mirada", y que destapa un episodio de la historia argentina todavía latente.
Está basada en hechos reales y en la novela homónima escrita por Puenzo, que abordó esa obra, según explicó hoy en entrevista con Efe, por la "enorme intriga que sentía por todos esos hombres que se evaporaron alrededor de la década de los (años) 60, diferentes jerarcas nazis, y en este caso en la cima de la profesión".
Se interesó por todas esas familias argentinas que acogieron a los oficiales bajo sus techos, y por un tema que considera poco discutido y menos todavía llevado a la gran pantalla, porque a su juicio "incluso ahora es muy incómodo para mucha gente".
El viaje de una familia desde Buenos Aires hasta Bariloche, y una vez allí la relación que entablan con el físico alemán que les ha acompañado, sirve de excusa para acercarse a esa historia y al doble juego de identidades al que recurrieron esos refugiados nazis.
La película es una coproducción argentina, española, francesa y noruega, cuenta con la uruguaya Natalia Oreiro, con el argentino Diego Peretti y como protagonista clave con el catalán Alex Brendemühl, un actor, según confiesa, "perturbadoramente similar" físicamente al personaje real.
"Era un cásting imposible, porque tenía que hablar muy bien español, un perfecto alemán con acento de Mengele, y ser parecido físicamente y por edad. Podía ocurrir que no existiera en la faz de la Tierra, estábamos preocupados de no encontrarlo, y por suerte Alex pudo", apunta la realizadora.
Lo que más le atrajo a Brendemühl, de madre española y padre alemán, fue "investigar sobre la historia del pasado de este personaje, sobre el misterio de este monstruo", y a través de la inmersión en esa figura, intentar entender algo sobre su propia historia y la de la sociedad.
"Fue un trabajo duro porque es un personaje rígido, que lo esconde todo, que mantiene una actitud totalmente impermeable al mundo exterior, y quieras o no te obliga a tener un tipo de concentración muy determinada, lo que a veces es bastante agotador, pero súper interesante", señaló a Efe el actor.
La realizadora se centra especialmente en la relación que mantiene con la hija de la familia, de once años de edad, porque más allá del periódico histórico, "que es muy suculento", quería jugar con esos personajes y los vínculos que establecen "encerrados en un gran hotel en las afueras de Bariloche, completamente solos".
Y el hecho de que su tercer filme le haya hecho volver a Cannes, según confiesa, le supone "una alegría gigantesca", porque "no hay mejor lugar en la vida de una película", y ya a "XXY", según ella, le sirvió de "espaldarazo muy importante".
En Cannes cohabita la esencia del cine con toda la superficialidad de las fiestas y del glamour, un "circo absurdo y divertido", en palabras de Brendemühl, que compagina toda esa frivolidad con "películas de denuncia y corte social", y que acaban haciendo que sea "the place to be".
Pasado el brillo del festival, la directora va a volver durante unos meses a la escritura, y el actor regresará al rodaje de la película de Luis Miñarro sobre el reinado de Amadeo de Saboya, "ese rey olvidado que reinó del 1871 al 1873, que vino de Italia y se encontró una España convulsa, como la España actual".
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