El caso Globovisión
¿Veremos en adelante un canal con aduana, guardias y alcabalas que no tenía? Tal vez
ELÍAS PINO ITURRIETA | EL UNIVERSAL
domingo 19 de mayo de 2013 12:00 AM
La venta de Globovisión es un asunto privado, en principio, pero de notables repercusiones en el ámbito público. Sus propietarios están capacitados para negociar su venta según convenga a sus intereses, sin que nadie se entrometa. Es una operación pactada dentro de unas exigencias de licitud sobre las cuales no cabe el reproche, no en balde se trata de un negocio de particulares como otros que se han venido realizando desde tiempo inmemorial en medio de una situación de trato o acuerdo que no ofrece materia para la discusión. Pero no se puede comparar con la oferta que yo haga de mi casa a un amigo porque resolví buscar nuevo domicilio, o simplemente porque necesito el dinero. De allí la posibilidad de comentar el tema en el periódico, como si no se tratara únicamente de una operación de compraventa que incumbe a quienes la realizan.
Un medio de comunicación a través de cuyo mensaje se establecen nexos con grandes porciones de la población deja de ser privado, en sentido estricto. Forma parte de la cotidianidad de una multitud que no sólo se acostumbra a un contacto llevado a cabo desde la intimidad del hogar o en espacios de mayor amplitud, sino también a convertirlo en parte de sus exigencias, de lo que quiere ver y escuchar como si fuese parte de quienes se ocupan de dirigirlo o animarlo. Conscientes de ese fenómeno, las personas que manejan el medio se preocupan por el parecer de la audiencia. El caso Globovisión no sólo interesa debido a tal motivo, sino especialmente al hecho de que sus propietarios se anunciaron en la última década como portavoces de un contenido de naturaleza política que lo distinguió del resto de los medios televisivos que pertenecen a particulares. Fue tan elocuente el anuncio, así como fueron elocuentes las maneras de convertirlo en realidad todos los días a través de diversos espacios de su programación, que se estableció una sinonimia entre la señal del canal y el antagonismo con la "revolución", una relación cálida y habitual entre quienes formaban las filas de la oposición y los fieles compañeros o los infaltables ductores cuya opinión se procuraba como asunto de necesidad, muchas veces como cuestión de vida o muerte para fortalecer batallas y escaramuzas contra el gobierno, aún como bálsamo de las derrotas. De cómo fue tal relación da cuenta el hecho de que el público quiso involucrarse, mediante contribuciones en plata contante y sonante, en la cancelación de una multa de la que fue objeto el canal de su militante preferencia.
Pero hay otro elemento de relevancia en el asunto. El monopolio del régimen sobre la opinión pública, hasta la pretensión de una hegemonía que permita la utilización de todos los aspectos de trascendencia en materia de comunicaciones en favor del gobierno, sin dejar espacios libres de manipulación, agrega preocupación a la compraventa del canal y produce cualquier tipo de suspicacias. El hecho de que se perciba una sensación de orfandad es inevitable, por lo tanto. El hecho de que se multipliquen sospechas, hipótesis y temores sobre el caso es lo más normal del mundo, también. No sólo porque parece inminente que Globovisión deje de ser lo que fue, sino también debido a que se piense que terminará navegando según quiera el gobierno que navegue. Tal vez se exagere, pero hay abono suficiente para las prevenciones y las dudas. De lo contrario, ya se hubiera solucionado lo que parece un paso sin mayores inconvenientes: el advenimiento de una nueva directiva y el anuncio de los planes de una flamante administración que congenie con quienes han formado hasta ahora la audiencia fiel de todos los días y quieren mantenerse en su costumbre.
No es un asunto trivial el que se aborda. En nuestros días la TV es fundamental para la política, dice Perogrullo, gracias a cuya sabiduría termina uno preguntándose por los espacios que tendrá en adelante la figura de Henrique Capriles, por ejemplo, tan incómoda para el frágil y nervioso gobierno y tan necesaria para grandes masas cada vez más insatisfechas que han tenido, hasta ahora, la posibilidad de seguir los pasos de su líder poniendo Globovisión. A lo mejor queda Capriles confinado a los espacios de la prensa escrita, únicamente, o a fugaces apariciones en la pantalla chica, limitaciones que conviene sopesar cuando se está ante la alternativa de cambios de importancia en un casa privada y pública que lo tuvo como habitante estelar. Seguramente tendrán qué pensar mucho la MUD y los comunicólogos sobre el problema, no en balde implica, en caso de que pinte más tarde como sugiere el boceto, trabas inevitables en el tratamiento de situaciones vitales para la oposición y para la sociedad toda: las denuncias y los planteamientos de rutina, iniciativas de trascendencia, análisis de temas tan acuciantes como los que siguen pendientes en el CNE y en la AN, más un largo etcétera.
Quizá la situación conduzca a la revisión de las maneras de trabajar a través de las redes sociales, entendidas de manera diversa, menos triviales y placenteras, más activas y certeras que en el pasado y puestas al servicio de situaciones en las que todavía no se han estrenado en Venezuela, en caso de que se cierre de veras el portón que parece destinado, si no a la clausura plena, a ser estrecho corredor. ¿Veremos en adelante un canal con aduana, guardias y alcabalas que no tenía? Tal vez. De allí que no estemos ante el negocio común y corriente de unos acomodados empresarios, sino ante una transacción que incumbe al común.
eliaspinoituhotmail.com
Un medio de comunicación a través de cuyo mensaje se establecen nexos con grandes porciones de la población deja de ser privado, en sentido estricto. Forma parte de la cotidianidad de una multitud que no sólo se acostumbra a un contacto llevado a cabo desde la intimidad del hogar o en espacios de mayor amplitud, sino también a convertirlo en parte de sus exigencias, de lo que quiere ver y escuchar como si fuese parte de quienes se ocupan de dirigirlo o animarlo. Conscientes de ese fenómeno, las personas que manejan el medio se preocupan por el parecer de la audiencia. El caso Globovisión no sólo interesa debido a tal motivo, sino especialmente al hecho de que sus propietarios se anunciaron en la última década como portavoces de un contenido de naturaleza política que lo distinguió del resto de los medios televisivos que pertenecen a particulares. Fue tan elocuente el anuncio, así como fueron elocuentes las maneras de convertirlo en realidad todos los días a través de diversos espacios de su programación, que se estableció una sinonimia entre la señal del canal y el antagonismo con la "revolución", una relación cálida y habitual entre quienes formaban las filas de la oposición y los fieles compañeros o los infaltables ductores cuya opinión se procuraba como asunto de necesidad, muchas veces como cuestión de vida o muerte para fortalecer batallas y escaramuzas contra el gobierno, aún como bálsamo de las derrotas. De cómo fue tal relación da cuenta el hecho de que el público quiso involucrarse, mediante contribuciones en plata contante y sonante, en la cancelación de una multa de la que fue objeto el canal de su militante preferencia.
Pero hay otro elemento de relevancia en el asunto. El monopolio del régimen sobre la opinión pública, hasta la pretensión de una hegemonía que permita la utilización de todos los aspectos de trascendencia en materia de comunicaciones en favor del gobierno, sin dejar espacios libres de manipulación, agrega preocupación a la compraventa del canal y produce cualquier tipo de suspicacias. El hecho de que se perciba una sensación de orfandad es inevitable, por lo tanto. El hecho de que se multipliquen sospechas, hipótesis y temores sobre el caso es lo más normal del mundo, también. No sólo porque parece inminente que Globovisión deje de ser lo que fue, sino también debido a que se piense que terminará navegando según quiera el gobierno que navegue. Tal vez se exagere, pero hay abono suficiente para las prevenciones y las dudas. De lo contrario, ya se hubiera solucionado lo que parece un paso sin mayores inconvenientes: el advenimiento de una nueva directiva y el anuncio de los planes de una flamante administración que congenie con quienes han formado hasta ahora la audiencia fiel de todos los días y quieren mantenerse en su costumbre.
No es un asunto trivial el que se aborda. En nuestros días la TV es fundamental para la política, dice Perogrullo, gracias a cuya sabiduría termina uno preguntándose por los espacios que tendrá en adelante la figura de Henrique Capriles, por ejemplo, tan incómoda para el frágil y nervioso gobierno y tan necesaria para grandes masas cada vez más insatisfechas que han tenido, hasta ahora, la posibilidad de seguir los pasos de su líder poniendo Globovisión. A lo mejor queda Capriles confinado a los espacios de la prensa escrita, únicamente, o a fugaces apariciones en la pantalla chica, limitaciones que conviene sopesar cuando se está ante la alternativa de cambios de importancia en un casa privada y pública que lo tuvo como habitante estelar. Seguramente tendrán qué pensar mucho la MUD y los comunicólogos sobre el problema, no en balde implica, en caso de que pinte más tarde como sugiere el boceto, trabas inevitables en el tratamiento de situaciones vitales para la oposición y para la sociedad toda: las denuncias y los planteamientos de rutina, iniciativas de trascendencia, análisis de temas tan acuciantes como los que siguen pendientes en el CNE y en la AN, más un largo etcétera.
Quizá la situación conduzca a la revisión de las maneras de trabajar a través de las redes sociales, entendidas de manera diversa, menos triviales y placenteras, más activas y certeras que en el pasado y puestas al servicio de situaciones en las que todavía no se han estrenado en Venezuela, en caso de que se cierre de veras el portón que parece destinado, si no a la clausura plena, a ser estrecho corredor. ¿Veremos en adelante un canal con aduana, guardias y alcabalas que no tenía? Tal vez. De allí que no estemos ante el negocio común y corriente de unos acomodados empresarios, sino ante una transacción que incumbe al común.
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“No podía aceptar algo donde no iba a tener poder de decisión”
Vladimir no llegó a madurar
Medios del Estado están “Psuvisados”
Desde el pasado viernes dos de mayo, cuando fue propuesto como director general de Globovisión, el periodista se ha visto envuelto en una humareda de rumores, especulaciones y cuestionamientos sobre su verdadero objetivo al frente del canal 24 horas de información. Su teléfono no para de sonar. Todos quieren saber qué lo motivó a abandonar la televisora justo el día en que debía tomar las riendas. “No podía ser un director decorativo ni silencioso”, dijo en una de las entrevistas concedidas esta semana.
Para Vladimir Villegas no ha sido fácil enfrentar el aguacero de estos días. Se siente tranquilo con su decisión, aunque lamenta no haber podido darle luz verde a los planes que tenía en la planta. No suelta prenda cuando se intenta definir cuáles fueron esas diferencias que le hicieron declinar.
-La nueva directiva de Globovisión dijo que no habrá cambios. Entonces ¿Por qué renuncia?
Dejemos que esto avance. Cuando veamos lo que pasará en Globovisión, hablamos. Si la junta directiva dice que no habrá cambios, entonces no fue lo mismo que me dijeron a mí.
-¿A qué se refería cuando dijo que no podía ser un director decorativo?
Simplemente he dicho que para ser director de un canal hay que tener plena competencia. Hay que tener pleno poder de decisión para temas asociados a la programación, temas asociados a la línea informativa, el manejo diario del canal y de acuerdo con las últimas conversaciones que sostuvimos con la directiva del canal eso no quedó perfectamente claro. Discutimos el tema. Lo discutimos en profundidad durante mucho tiempo, durante el día que yo anuncié esta decisión y bueno… no llegamos a acuerdo. Lo único que uno tiene es su nombre, y yo no podía aceptar algo donde no iba a tener poder de decisión.
-¿Cuánto duró esa reunión?
Esa reunión no duró mucho tiempo cuando se presentaron esas diferencias. Después lo que estuvimos discutiendo era si había un mecanismo de acuerdo. No pudimos encontrarlo. Estuvimos conversando varias horas.
-¿Por qué aceptó al principio? ¿Cuál fue la diferencia entre lo convenido el día que le ofrecieron la dirección y el día que renunció?
Porque luego aparecieron unas condicionantes que no estaban presentes el primer día y entonces, por supuesto que al haber esos condicionantes yo no los consideré adecuados y no los acepté.
-¿Cuáles eran esos condicionantes?
Por ejemplo, someterse a un comité editorial para algunas decisiones que -a mi modo de ver- podrían retardar la toma de decisiones cotidianas en materia de programación, en materia de pautas a los periodistas, en fin… Eran situaciones que yo creo que no convenían en el momento de transición que se estaba dando.
-Usted fue director de VTV ¿Cómo compara el reto de ese momento con el que enfrentaba ahora en Globovisión?
Para empezar, duré un año en VTV. Y en Globovisión no llegué a durar nada porque no entré. Nunca entré. Entonces no puedo comparar. Ahora, sí te puedo decir que es un problema de coyunturas. Yo fui presidente del canal 8 en una coyuntura y me correspondía ser director de Globovisión en otra coyuntura. Una coyuntura totalmente distinta en el país, y además, en medio de una situación del canal muy particular. Un canal que está cambiando de administración, que cambió de dueño, que está en un proceso que perfectamente pudiera llamarse de transición y que tenía que asumir cambios con gradualidad.
-¿A qué se refiere cuando habla de transición?
Transición de un canal que pertenecía a Guillermo Zuloaga y que ahora pertenece a un grupo de accionistas encabezado por el doctor Raúl Gorrín, el doctor Gustavo Perdomo y el doctor Juan Domingo Cordero que va a ser el presidente de la junta directiva. Y por supuesto que las circunstancias son totalmente distintas.
-¿Hubo alguna intención de esa nueva junta directiva de acercar el canal hacia el oficialismo?
De abrirse las puertas evidentemente sí. De ampliar la programación, de ampliar los espacios para que participara gente del gobierno, gente del Psuv, gente que no va al canal. Que sintieran condiciones para que ahora fueran. Yo por supuesto compartía ese objetivo. Creo que ese objetivo es totalmente lógico. Que gente ligada al gobierno, voceros, ministros vayan a un canal como Globovisión. No para ser entrevistados de manera complaciente, pero tampoco para ser irrespetados. Que supieran que van a un canal en el cual van a hacerles las preguntas que hay que hacerle a un ministro y no un periodismo complaciente.
-¿Iban a “rodar cabezas”?
Yo lo dije claramente. No llegaba con vocación de verdugo. No tengo vocación de verdugo. Recuerda además que yo fui secretario general del Colegio Nacional de Periodistas seccional Caracas, he sido delegado sindical y mal podría yo tener una predisposición a cortar cabezas. No es mi estilo, no va con mis principios. En todo caso, los cambios que habría que hacer tenían que hacerse con periodistas que están en el canal. Si hay algún cambio en la línea informativa, ellos tendrían que ser parte de ese cambio. Es decir, compartir ese cambio y ser ejecutores de ese cambio.
-¿Cómo ve el canal desde fuera, luego de renunciar a la dirección general?
Digamos que Globovisión ha sido hasta ahora la contraparte de Venezolana de Televisión y de otros medios oficiales. Estos canales forman parte de un escenario de confrontación que ha vivido el país y la idea era que Globovisión superara esa etapa y pasara a una etapa en la cual tuviera mucho más énfasis en su condición de canal informativo que en su condición de canal beligerante frente al gobierno. Para hacer viable ese canal en estas condiciones tenía que ser así.
-¿Qué le hace falta a estas televisoras?
Diversidad. Pluralismo. Y no quiero decir que esto sea culpa exclusiva de Globovisión, porque yo sé que han invitado a gente del gobierno. El problema es que hay que crear las condiciones para que la gente del gobierno vaya. No es que hay que ponerles una alfombra, ni que se sientan como si estuvieran recostados del sofá de su casa, pero que sientan que van a un canal en el cual se le van a hacer las preguntas que hay que hacerles en el tono que hay que hacerlas. Que se les va a permitir hablar y que ellos sientan que hay confianza. Así como el país necesita diálogo, los medios necesitan diversidad. No solo Globovisión, todos los medios. Sobre todo los medios del estado, que son absolutamente sectarios, están absolutamente Psuvisados.
¿Aceptaría dirigir otra vez VTV u otra televisora oficial?
Pero, bueno ¿tú te volviste loca? No. Si yo no comparto la política del gobierno ¿cómo voy a dirigir un medio? Ahora… si fuese un medio del Estado y no del gobierno sería distinto. En España quizás es natural que un periodista socialista dirija la Televisión Española en un gobierno de la derecha. En Venezuela, sería un contrasentido que una persona con criterio crítico o con posiciones críticas frente al gobierno dirija un medio del Estado. El primero que no haría esa propuesta sería alguien del gobierno y el primero en rechazarla sería yo. Ojalá los medios del Estado fueran dirigidos profesionalmente.
Hubo periodistas de la planta que cuestionaron su aspiración de equilibrar Globovisión. Decían que si VTV era 24 horas de chavismo, por qué tendría Globovisión que equilibrarse
Yo respeto esas opiniones. Ahora, uno tiene que hacer el periodismo que hay que hacer independientemente del periodismo que hagan otros. Por el hecho de que algún medio haga un periodismo distorsionado o complaciente, no quiere decir que tú lo tienes que hacer.
¿Qué deudas tiene el periodismo venezolano con su pueblo?
La deuda de cumplir su rol, de contribuir al diálogo, al reconocimiento, a la reconciliación y -sobre todo en los medios del Estado- una deuda con la verdad. Han presentado una verdad absolutamente parcializada.
A.M. Núñez
Número de Edición:
85
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