Al profe con cariño
SOLEDAD MORILLO BELLOSO | EL UNIVERSAL
viernes 17 de mayo de 2013 12:00 AM
A él no le gustaría que estas fueran unas tristes líneas para despedirlo. Así que, aun a riesgo de sonar irrespetuosa, escribiré lo que a él le gustaría escuchar allá en esa nube donde se sentó a ver para abajo.
Decir que fue un estupendo profesor significaría quedarme muy corta. Porque una clase con él era una maravillosa aventura por el saber y el entendimiento. Un enciclopedista, era capaz de disertar sobre cualquier tema, regar sus palabras con cuatro o cinco anécdotas y soltar frases que quienes fuimos sus alumnos corríamos a copiar para evitar que se nos perdieran en la maraña de conocimientos.
Pero su sapiencia no era su única cualidad. Hay que añadir tres: 1. Un glorioso sentido del humor rociado del más sutil e inteligente sarcasmo; 2. Una disposición total a escuchar las preguntas que le hicieran, por muy tontas que fueran o descabelladas que sonaran; 3. Una franqueza y una altura moral que quedaba al descubierto incluso en los momentos más comprometedores.
Tuvo cientos de alumnos. Yo me di el lujo de ser una de ellos en varias asignaturas. Todos los que pasamos por sus clases salíamos encantados y deseando que llegara en breve el momento de encontrarlo de nuevo. Antonio Cova era un hombre sin desperdicio. Si verlo en televisión, escucharlo en la radio o leerlo en las páginas de opinión era un regalo para el intelecto, tenerlo en vivo y en directo en un aula o compartiendo una tertulia era, como alguna vez le dije, una experiencia sociológica inolvidable.
Antonio me regaló muchas reflexiones. Y muchos ataques de risa. Él entendía como pocos el alma del venezolano. Nuestros modos nunca le eran ajenos. Nuestras angustias las diseccionaba y diagnosticaba. Nuestros sueños encontraban en él nutritivo aliciente.
Le fascinaba la música. Adoraba el Bolero de Ravel. Decía que era una magnífica demostración de que la repetición, cuando bien hecha, no es un defecto sino una virtud. "Menos en política", decía él, "porque ahí sí aburre".
Allá en la esquina entre dos nubes, allí está él, escuchando el Bolero y diciendo: "¡qué vaina tan buena!".
Chao, profe. Te quise mucho. Y te seguiré queriendo.
smorillobelloso@gmail.com
Decir que fue un estupendo profesor significaría quedarme muy corta. Porque una clase con él era una maravillosa aventura por el saber y el entendimiento. Un enciclopedista, era capaz de disertar sobre cualquier tema, regar sus palabras con cuatro o cinco anécdotas y soltar frases que quienes fuimos sus alumnos corríamos a copiar para evitar que se nos perdieran en la maraña de conocimientos.
Pero su sapiencia no era su única cualidad. Hay que añadir tres: 1. Un glorioso sentido del humor rociado del más sutil e inteligente sarcasmo; 2. Una disposición total a escuchar las preguntas que le hicieran, por muy tontas que fueran o descabelladas que sonaran; 3. Una franqueza y una altura moral que quedaba al descubierto incluso en los momentos más comprometedores.
Tuvo cientos de alumnos. Yo me di el lujo de ser una de ellos en varias asignaturas. Todos los que pasamos por sus clases salíamos encantados y deseando que llegara en breve el momento de encontrarlo de nuevo. Antonio Cova era un hombre sin desperdicio. Si verlo en televisión, escucharlo en la radio o leerlo en las páginas de opinión era un regalo para el intelecto, tenerlo en vivo y en directo en un aula o compartiendo una tertulia era, como alguna vez le dije, una experiencia sociológica inolvidable.
Antonio me regaló muchas reflexiones. Y muchos ataques de risa. Él entendía como pocos el alma del venezolano. Nuestros modos nunca le eran ajenos. Nuestras angustias las diseccionaba y diagnosticaba. Nuestros sueños encontraban en él nutritivo aliciente.
Le fascinaba la música. Adoraba el Bolero de Ravel. Decía que era una magnífica demostración de que la repetición, cuando bien hecha, no es un defecto sino una virtud. "Menos en política", decía él, "porque ahí sí aburre".
Allá en la esquina entre dos nubes, allí está él, escuchando el Bolero y diciendo: "¡qué vaina tan buena!".
Chao, profe. Te quise mucho. Y te seguiré queriendo.
smorillobelloso@gmail.com
Fallece de un infarto el profesor Antonio Cova
El profesor y politólogo Antonio Cova falleció este miércoles a causa de un infarto a la edad de 74 años.
Cova fue un analista muy crítico de la realidad política y social del país (Archivo)
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EL UNIVERSAL
miércoles 15 de mayo de 2013 09:56 AM
Caracas.- A causa de un infarto Antonio Cova, sociólogo, periodista, profesor universitario, analista político y colaborador de El Universal falleció este miércoles a la edad de 74 años.
Dictó cátedra en la Universidad Central de Venezuela, Universidad Simón Bolívar, Universidad Católica Andrés Bello y en el Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), entre otras reconocidas casas de estudio.
El profesor había sido trasladado hasta la Clínica Metropolitana para ser atendido. Su hijo, el también profesor universitario Sebastián Cova, confirmó la noticia a través de su cuenta en la red social Twitter.
Explicó que su padre había sufrido un infarto el día martes, pasó por una cirugía de corazón pero no logró recuperarse. El fallecimiento se produjo cerca de las 9 de la mañana.
Cova nació en Caracas pero vivió sus primeros once años de vida en Maracay, estado Aragua. En 1954 regresa a la capital por decisión de sus padres.
Realizó estudios de bachillerato en el Colegio La Salle de Tienda Honda, años en los que desecha la opción de dedicarse a las ciencias, específicamente a la biología y se decide por el camino de las letras.
Se graduó en 1960 de periodista y un año después obtuvo el título de sociólogo. Cursó estudios de postgrado al poco tiempo de graduado en la Universidad de Berkeley
Sus alumnos lo describen como en excelente "maestro". Amaba su rol de guía, no en balde, en cuantiosas entrevistas de personalidad llegó a asegurar que ninguno de sus oficios era comparable al de "darle clase a los chamos". "Mi vocación siempre fue la docencia, lo mío es enseñar", aseguraba.
La Universidad Católica Andrés Bello y su escuela de Comunicación, donde hizo gran parte de su labor docente, lamentó la muerte del catedrático. "Excelente docente e insigne colaborador de nuestra universidad. Paz a sus restos", publicó la institución en su cuenta oficial de Twitter.
Su último artículo como colaborador de El Universal salió publicado en la edición de este miércoles.
Dictó cátedra en la Universidad Central de Venezuela, Universidad Simón Bolívar, Universidad Católica Andrés Bello y en el Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), entre otras reconocidas casas de estudio.
El profesor había sido trasladado hasta la Clínica Metropolitana para ser atendido. Su hijo, el también profesor universitario Sebastián Cova, confirmó la noticia a través de su cuenta en la red social Twitter.
Explicó que su padre había sufrido un infarto el día martes, pasó por una cirugía de corazón pero no logró recuperarse. El fallecimiento se produjo cerca de las 9 de la mañana.
Cova nació en Caracas pero vivió sus primeros once años de vida en Maracay, estado Aragua. En 1954 regresa a la capital por decisión de sus padres.
Realizó estudios de bachillerato en el Colegio La Salle de Tienda Honda, años en los que desecha la opción de dedicarse a las ciencias, específicamente a la biología y se decide por el camino de las letras.
Se graduó en 1960 de periodista y un año después obtuvo el título de sociólogo. Cursó estudios de postgrado al poco tiempo de graduado en la Universidad de Berkeley
Sus alumnos lo describen como en excelente "maestro". Amaba su rol de guía, no en balde, en cuantiosas entrevistas de personalidad llegó a asegurar que ninguno de sus oficios era comparable al de "darle clase a los chamos". "Mi vocación siempre fue la docencia, lo mío es enseñar", aseguraba.
La Universidad Católica Andrés Bello y su escuela de Comunicación, donde hizo gran parte de su labor docente, lamentó la muerte del catedrático. "Excelente docente e insigne colaborador de nuestra universidad. Paz a sus restos", publicó la institución en su cuenta oficial de Twitter.
Su último artículo como colaborador de El Universal salió publicado en la edición de este miércoles.
Conseguir lo que "haiga" y a lo que cueste
Venezuela está sin comida, sin medicamentos y sin repuestos para los aparatos necesarios...
ANTONIO COVA MADURO | EL UNIVERSAL
miércoles 15 de mayo de 2013 12:00 AM
Este fin de semana fue muy frondoso. De nuevas ofertas, de nuevos milagros. Es una lástima que el señor Maduro parece no caer en la cuenta de que millones de sus compatriotas hace ya tiempo que no creen en las maravillas que el poder promete. Si no creen en "gallineros verticales" ni en "cultivos hidropónicos", menos razones tienen para creer en "trenes de cercanías" y demás zarandajas. Ya nos hartamos de oír sobre represas y planes faraónicos que transformarían los llanos de Venezuela, así que no nos vengan ahora con los miles de millones que harán maravilla esos sueños de Caracas conectada por todas partes.
Que el señor de Odebrecht imagine esa obra cumbre que superará lo hasta ahora visto en la ingeniería mundial y que en su portuñol nos transporte a ese momento sublime, es comprensible. Como que comienza a hacerse realidad lo que el efusivo abrazo de la señora Rousseff prometía: los brasileños haciendo el milagro de construir lo que el chavismo es incapaz de realizar. Lo que pasa es que ya la mayoría de este país no cree en nada de eso, así que, señor gerente, no pretenda hacérnoslo tragar. Pero es que, además, si Chávez en catorce años no pudo realizar nada de lo que prometió, ¿cree usted que su "hijo" lo hará en poco más de dos años? Felicitaciones. Nosotros no creemos en nada de eso.
¿Y en qué es lo que creemos? Pues, aunque Ud. no lo crea, en lo que vemos, sentimos y padecemos. Vaya y dése una vueltica por el país y llegará a la misma conclusión. Sobre todo, dése un paseíto por automercados, abastos y las bodegas que aún quedan. Allí está la verdadera Venezuela, y sus verdugos.
Allí se enseñorea el no hay y el eso vale tanto. O si prefiere la jerga científica: el desabastecimiento y la inflación, las dos hermanas siamesas que pueden acabar con cualquier gobierno, mucho más con uno que simula gobernar.
Permítame que traiga a su consideración las aleccionadoras páginas que a esto dedicó el gran periodista norteamericano Theodore White cuando escribió su veredicto sobre el gobierno de Chiang Kai-shek en la China de los años 30 y 40 del siglo XX. "La inflación, afirma, es la obsesionante peste que persigue a todo un país. Es la escondida amenaza que un gobierno desorganizado siempre genera como espada de Damocles sobre aquellos que intentan planificar, ahorrar y actuar con prudencia. Ser honestos en nuestros tratos diarios en medio de una inflación desbocada no tiene sentido y cancelar deudas a tiempo es una locura".
En una situación tal, prosigue, "cualquier funcionario se aprovechará de su posición, hasta que llegue el derrumbe irreversible que ya no puede ser ocultado". Y concluye: "cuando la dinastía Song de China (960-1125) creó el papel moneda, que pretendía pasar como dinero, terminó embarcándose en una ruta que nadie podía controlar. Por ello colapsó en una implosión inflacionaria, como luego lo haría la dinastía mongol que la sucedió. Desde entonces, cada vez que un gobierno ha perecido lo ha hecho en un paroxismo inflacionario, en una tormenta de papel moneda inútil. Y eso se debe a que ese papel no vale nada, pues su valor sólo proviene de la fe que se tiene en el gobierno que lo imprime." (In Search of History, A personal Adventure, Warner Books, N.Y., 1979).
Esta es la única realidad que los venezolanos conocen hoy, y ésta tiene mucho que ver con el señor Maduro. Desde que se encargó todo se ha evaporado de los anaqueles y lo escaso vale ya un ojo de la cara, pues no hay nada más cruel que la acción combinada de las siamesas.
Lo escaso, cuando asoma la nariz, es incomprable y todo mundo comienza a comportarse extrañamente, porque piensan que pueden sacar mejor provecho de lo que guardan con celo. Y primero que nadie los funcionarios, a quienes su oficio y experiencia les convierten en los peores predadores de la comarca.
Venezuela está hoy sin comida, sin medicamentos y sin repuestos para todos los aparatos necesarios, mientras los precios de vivienda, electrodomésticos y vehículos se disparan enloquecidos. ¿Cree el oficialismo que estas malvadas siamesas les permitirán gobernar? ¿En qué país, en qué época?
Y mientras, el tiempo corre, los problemas empeoran y las soluciones se "invisibilizan". El país ya no es aquel que Chávez lograba controlar, o por lo menos donde se permitía el lujo de postergar cualquier solución. Por cierto, ¿se han dado cuenta de lo difícil que ahora resulta entonar socarronamente el estribillo "no hay un 11 sin su 13", desde que vivimos el asombroso 14 de abril?
antave38@yahoo.com
Que el señor de Odebrecht imagine esa obra cumbre que superará lo hasta ahora visto en la ingeniería mundial y que en su portuñol nos transporte a ese momento sublime, es comprensible. Como que comienza a hacerse realidad lo que el efusivo abrazo de la señora Rousseff prometía: los brasileños haciendo el milagro de construir lo que el chavismo es incapaz de realizar. Lo que pasa es que ya la mayoría de este país no cree en nada de eso, así que, señor gerente, no pretenda hacérnoslo tragar. Pero es que, además, si Chávez en catorce años no pudo realizar nada de lo que prometió, ¿cree usted que su "hijo" lo hará en poco más de dos años? Felicitaciones. Nosotros no creemos en nada de eso.
¿Y en qué es lo que creemos? Pues, aunque Ud. no lo crea, en lo que vemos, sentimos y padecemos. Vaya y dése una vueltica por el país y llegará a la misma conclusión. Sobre todo, dése un paseíto por automercados, abastos y las bodegas que aún quedan. Allí está la verdadera Venezuela, y sus verdugos.
Allí se enseñorea el no hay y el eso vale tanto. O si prefiere la jerga científica: el desabastecimiento y la inflación, las dos hermanas siamesas que pueden acabar con cualquier gobierno, mucho más con uno que simula gobernar.
Permítame que traiga a su consideración las aleccionadoras páginas que a esto dedicó el gran periodista norteamericano Theodore White cuando escribió su veredicto sobre el gobierno de Chiang Kai-shek en la China de los años 30 y 40 del siglo XX. "La inflación, afirma, es la obsesionante peste que persigue a todo un país. Es la escondida amenaza que un gobierno desorganizado siempre genera como espada de Damocles sobre aquellos que intentan planificar, ahorrar y actuar con prudencia. Ser honestos en nuestros tratos diarios en medio de una inflación desbocada no tiene sentido y cancelar deudas a tiempo es una locura".
En una situación tal, prosigue, "cualquier funcionario se aprovechará de su posición, hasta que llegue el derrumbe irreversible que ya no puede ser ocultado". Y concluye: "cuando la dinastía Song de China (960-1125) creó el papel moneda, que pretendía pasar como dinero, terminó embarcándose en una ruta que nadie podía controlar. Por ello colapsó en una implosión inflacionaria, como luego lo haría la dinastía mongol que la sucedió. Desde entonces, cada vez que un gobierno ha perecido lo ha hecho en un paroxismo inflacionario, en una tormenta de papel moneda inútil. Y eso se debe a que ese papel no vale nada, pues su valor sólo proviene de la fe que se tiene en el gobierno que lo imprime." (In Search of History, A personal Adventure, Warner Books, N.Y., 1979).
Esta es la única realidad que los venezolanos conocen hoy, y ésta tiene mucho que ver con el señor Maduro. Desde que se encargó todo se ha evaporado de los anaqueles y lo escaso vale ya un ojo de la cara, pues no hay nada más cruel que la acción combinada de las siamesas.
Lo escaso, cuando asoma la nariz, es incomprable y todo mundo comienza a comportarse extrañamente, porque piensan que pueden sacar mejor provecho de lo que guardan con celo. Y primero que nadie los funcionarios, a quienes su oficio y experiencia les convierten en los peores predadores de la comarca.
Venezuela está hoy sin comida, sin medicamentos y sin repuestos para todos los aparatos necesarios, mientras los precios de vivienda, electrodomésticos y vehículos se disparan enloquecidos. ¿Cree el oficialismo que estas malvadas siamesas les permitirán gobernar? ¿En qué país, en qué época?
Y mientras, el tiempo corre, los problemas empeoran y las soluciones se "invisibilizan". El país ya no es aquel que Chávez lograba controlar, o por lo menos donde se permitía el lujo de postergar cualquier solución. Por cierto, ¿se han dado cuenta de lo difícil que ahora resulta entonar socarronamente el estribillo "no hay un 11 sin su 13", desde que vivimos el asombroso 14 de abril?
antave38@yahoo.com
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